Alias Pelu.

La imagen suya recitando en el patio de la Escuela Para Niñas José María Fuentes, frente a las niñas y las maestras para los lunes de actos cívicos la tengo impregnada en la memoria. Siempre fue la abanderada del salón, excelente oradora y quien recitaba la Jura a la Bandera. Quien representaba a la escuela en eventos culturales para las fiestas patrias, cualquier poema se aprendía con facilidad y los recitaba con sentimiento puro y transparente que dejaba llorando y suspirando a los padres de familia y maestras.
La contemplo así con su uniforme azul, blusa blanca, calcetas caladas azules y sus zapatitos negros. -Que mi mamá nos compraba usados en el baratillo de los sótanos de La Terminal-.Cursando cuarto de primaria y ya con la responsabilidad de ser hermana-mamá de una mica que no tenía sosiego.
Vivíamos entonces en la zona 8 capitalina y mientras mis papás trabajaban ella me cuidada. Me peinaba, me planchaba el uniforme, me daba de comer, me corregía los deberes y se fijaba en que no manchara las hojas del cuaderno cuando me tocaba hacer las planas. Me dejaba salir a jugar al patio de la vecindad y sacrificaba su tiempo de juego para cuidar que no me raspara las canillas, por la tarde me bañaba para que mi mamá nos encontrara limpias y serenas para la hora de la cena cuando regresaba del trabajo.
Es la primogénita del Guayón y de la Lilona, es la luz del candil del clan Oliva Corado. Es la nena de la familia, la consentida, la mimada y es también el padre y madre de Tatas de y hermanos.
Nació en la sala de maternidad del hospital Roosevelt pasadito un día y unas horas del año nuevo. Su mamá había decidido dejar el trabajo de cortadora de algodón al saber que estaba embarazada, no quería que su cría creciera en medio de surcos, mosquitos, bochorno y encarcelada en una finca como las otras crías de las trabajadoras. Su compañero acordó entonces agarrar camino con mujer y panza para Sanarate, buscó trabajo de tractorista en una finca tabacalera en Estanzuela, Zacapa. Llegaba una vez cada quince días a visitarla, alquilaban una habitación en las afueras del poblado, diez quetzales al mes era la renta, el tonel de agua costaba setenta y cinco len, eran los tiempos en que no había agua potable en el pueblo. Quince quetzales a la quincena le daba el tractorista con lo que la mujer tenía que ver qué hacía para comer con un quetzal diario. No conocía a nadie por allá pues era oriunda de Comapa, Jutiapa. Agarró camino para mediados de diciembre su única alegría desde niña había sido la de esperar la feria patronal para subirse a la rueda de Chicago y ese año lo hizo con todo y panza a punto de parir.
El fin de año lo pasó en Sanarate, sola porque su compañero andaba trabajando en la finca tabacalera, esa noche se acostó con dolores, para el siguiente día apareció el Guayón y al ver a la mujer indispuesta fue a hablar con los bomberos del pueblo en lo que la preñada se bañaba con panas de agua de uno de los dos toneles, cuando llegaron la hicieron trepada en la ambulancia y arreados pues rumbo al hospital Roosevelt. Allá la dejó el esposo en la soledad de la capital donde ella no conocía a nadie pues se regresó con los bomberos era primero de enero por la tarde. La pueblerina asustada de ver aquel gran volado de hospital, en su aldea las mujeres parían con comadrona y era como ella quería hacerlo por eso se había ido para Comapa a pasar allá la feria y la Navidad, pero el compañero zacapaneco de pura cepa no permitiría jamás que una cría suya naciera en Jutiapa, ¡faltaba más! Y exigía que su compañera pariera varón.
Cuenta la preñada que se la pasó con frío porque en el hospital no tenían sábanas, puesta nada más una bata y para no vegetar en la cama le dio por caminar entre los corredores observando nacimientos adornados con musgo, el dos de enero por la mañana la revisó un doctor que le dijo que la cría se le estaba muriendo en la panza, inmediatamente le inyectaron suero que ella recuerda tenía el color de la leche, en minutos ya tenía los dolores de parto que la hicieron arrancarse la aguja y lanzarla con todo y suero a donde quisieran caer. Para ajuste de penas llegaron quince doctores practicantes que le metieron dedos y palpaban en el volado como si se tratara de una masa para pan.
Así fue como el dos de enero nació la primogénita del clan Oliva Corado, de nombre Evelyn por el cual no responde, porque son tantos los sobrenombres que ya olvidó el de nacimiento. A los dos días las llegaron a recoger su cuñada y su suegra, se treparon las tres mujeres y la cría en un bus en la dieciocho calle con destino a Sanarate, del esposo ni sus luces.
Los cuarenta días los pasó sola con su cría en el cuarto que rentaban, en el día 41 agarró su ropa la puso en una caja de cartón, agarró su cría y se largó para su natal Comapa a casa de sus padres, allá pasó seis meses comiendo güisquil cocido, hasta que apareció el aventurero con un manojo de cebollas como regalo, se la llevó de regreso pero con la propuesta de regresar a La Pangola ya que no había podido salir adelante en la tabacalera y así fue que retornaron a la finca de algodón donde tiempo después me concibieron y con el segundo parto mi mamá tomó las armas y dijo que se iba a su pueblo natal a parir a su segunda hija con comadrona, el marido no pudo evitarlo pero se vengó después porque en aquellos tiempos era el padre de la cría el único que podía ir a reconocer y dar el apellido, aunque nacida una en la capital y la otra en Jutiapa ambas estamos asentadas en Santa Lucía Cotzumalguapa como si hubiéramos nacido en La Gomera, Escuintla.
Pero no ha podido evitar que la segunda de sus cuatro crías le hable al mundo entero de un pueblo en el oriente del país llamado Comapa donde nació y donde dejó el ombligo, para ella los papeles son puro trámite, su corazón, su esencia y su cepa pertenecen al mismo pueblo que el padre intentó borrar de su memoria y de donde ha heredado la cepa Garífuna y Xinca de sus ancestras.
La niña primogénita pasó los primeros años de su vida entre surcos de algodón, moscas, zancudos, cepa de guineos majunches, flor de las diez y aguaceros torrenciales que se llevaron a cuanta cría pudieron, entre la malaria y el dengue, pocas los sobrevivieron entre ellos mi hermana y yo. Cuando la madre se cansó de ver la misma negrura sin salida, sentenció al marido y le dijo que se iban los cuatro y se llevaba a sus hijas sola, porque no iba a permitir que crecieran ahí, las quería que fueran a la escuela y que aprendieran a leer y a escribir y no cortando algodón como le tocó a ella desde niña. Le tocó al tractorista despedirse de los amigos y de la finca y de unas cuantas amigas de ocasión, así fue como después de una corta temporada en Teculután la madre decidió emigrar hacia la meca: el pueblón y nuestra primera parada sería junto a las líneas del tren en las cercanías de La Terminal en la zona ocho capitalina.
Ahí empezó su labor de hermana-mamá porque el padre y la madre trabajaban de lunes a domingo.
Para los tiempos de Ciudad Peronia se convirtió en hermana-mamá de tres porque llegaron los dos cumes con más de una década de espacio entre nosotras, nunca pude hacerla correr atrás de un autobús y colgarse de la parrilla por la pura diversión de vivir la aventura. En su vida ha tocado un cinco y mucho menos jugar trompos a los calazos, no sabe de saltarse cercos y de ir a barranquear. Tiene dos pies izquierdos para los deportes. En cambio es la inteligente de la familia, la letal para las matemáticas y las ciencias sociales. Se pinta sola para la taquigrafía y el idioma inglés es su fascinación.
Nunca salió a pastorear las cabras y le teme a las gallinas. Sale corriendo al ver los marranos y nunca se ha subido a un caballo, mucho menos en pelo como lo hacía yo tratando de imitar a mi mamá que fue la domadora de yeguas más famosa del pueblo.
Nunca ha jugado naipe y mucho menos carteritas o un dos tres chiviricuarta… ni policías y ladrones. Tampoco se quedaba en la noche escuchando las historias de miedo que contaban los patojos sentados en la banqueta de la casa de doña Irma.
En cambio jugaba don camarón tintero, el patio de mi casa, la vuelta del toro toronjil, liga, saltaba cuerda. Se le fue la infancia y adolescencia dejando pegados los pulmones en el lavadero de la pila chiltota de la casa, lavando la ropa de los cumes, de mi papá y de mi mamá. Mientras yo hice mi propia revolución para escaparme a jugar con los patojos aunque al regreso me esperaba la chicoteada de mi mamá, ella prefirió ser obediente y en la obediencia se le esfumó la infancia.
Todas las madrugadas a las cuatro en punto íbamos las dos a comprar la leche de vaca para los cumes, al segundo caminito de la aldea, allá nos amanecía viendo ordeñar las vacas y el humo del polletón donde las mujeres torteaban y preparaban desayuno y almuerzo para los hombres de la casa que se tenían que ir a trabajar en la siembra.
Compañera inseparable en la venta de helados, en nuestro trabajo de jornal al cortar fresas en la finca La Fresera en Sorsoyá, San Lucas Sacatepéquez.
Mi inseparable alera de mercado. La encargada de ir a recoger las notas a la escuela desde la primeria hasta que me gradué. Dos veces vieron a mi mamá en la Escuela de Educación Física nada más, a la que conocían era a Evelyn.
Es la serena, la católica rematada que se recita los versos completos de la biblia, la que se quita el bocado de la boca y lo da a alguien más si este lo necesita. La que tiene el don de gentes, la dulce y amorosa. La anfitriona. La que sabe controlar sus emociones magistralmente. La que no es pasional. La que siempre usa la razón. La serena y la que siempre sin importar las circunstancias sabe la respuesta correcta.
La que no dormía velando las fiebres de los cumes, haciendo agua azucarada, de arroz, de maicena. La que conoce a cabalidad a sus tres hijos-hermanos en gestos, pensamientos y arrebatos. A la que no se le puede intentar mentir porque con una sola mirada te desbarata el teatrito.
Es el refugio, la estabilidad del clan Oliva Corado. Dos veces en mi vida la he visto fuera de sus casillas y me tocó meterme abajo de la cama. Tan solo una vez en su vida ha hecho berrinche, y fue a los 17 años de edad cuando cortó con un su novio y le dio por tenderse a llorar durante tres días sobre la cama de metal que tenía la pata coja, ni mi mamá y sus amagues la hicieron levantarse para ir a vender helados ni a estudiar, mi papá le hacía caldito de pollo y no se lo recibía, le compró pan francés y pidió fiado en la tienda de doña Concha media libra de jamón y le hizo panes jamón que tampoco le recibió. Mi papá angustiado que nunca la había visto así pensó en llevarla al hospital, con lo que mi mamá sentenció: ¡dejála fustanudo nadie se muere de amor, esas sus calenturas se le van a pasar cuando le de hambre! Al cuarto día la moribunda se levantó cuando sintió el aroma del atol de elote que su progenitora cocinaba, el soponcio, el mal de camioneta y el vahído desaparecieron por completo y no fue necesario recurrir a la chicoteada ni a la limpia con siete montes y la cura del mal de ojo.
Es la hija obediente, la ejemplar, a la que nunca regañaron porque siempre hizo todo correctamente, la que no tiene perturbaciones y que da gracias a la vida por cualquier adversidad porque la cree necesaria para aprender. Dice que no se mueve una hoja de un árbol sin que Dios no lo permita.
Es la elegante, la femenina, la que se sienta de pierna cruzada, la que sabe saludar y salir de las conversaciones comprometedoras con tan buen tino que pareciera que en lugar de ir encima de una escoba va sobre un unicornio. Tiene la capacidad de conversar con todo tipo de gente inclusive con la que le desagrada. La única bandera que ha hecho propia es la de dar sin esperar nada a cambio, entregar el corazón siempre aunque se lo entreguen hecho pedazos, lo cura y lo vuelve a entregar. Le hacen una y regresa por otra porque dice que no todas las personas son iguales, que siempre hay que esperar lo bueno de la gente.
Eso de revolución, de andar en montón, que las armas, que el socialismo, que el anarquismo no va con ella. Su bandera es Dios y la dicha de poder compartir con quien más lo necesita, lo poco que tiene. Así que mis arranques de socialista y de feminista se los pasa por la sombra. En los alegatos más ardientes puedo estar yo volándome penca escribiendo artículos cuando ella me sale con que, cuando dejés de pelear venís a comer ya está la comida y te recordás que ahí te está esperando la pila de trastos.
Yo puedo estar recitando en un lugar frente a cualquier persona, inclusive mis papás que me da igual, pero si está mi hermana en el recinto, me tiembla el cuerpo, me da ansiedad, por tartamudear, me sudan las manos y me siento inepta (más de la cuenta va). Es la madre que no me parió pero que me crió. La tatascana de mis tatascanas.
Sigo siendo la hermana a la que ella no puede dejar de ver como niña, me trata como hija, como la eterna rebelde saltando el tapial de la casa con todo y cabritas, la que le sigue sacando canas verdes, aun no se ha dado cuenta que soy una mujer como ella, aun no me puede ver como hermana y nunca podrá, porque las circunstancias de la vida la hicieron madurar de prisa y ser las bases, el techo, las paredes y el refugio de nuestro esbozo de hogar, de no haber sido por ella el clan Oliva Corado fuera ya solo un recuerdo borroso. Ella es la que ha encargado de zurcir, de remendar, de pegar lo que se quiebra y rompe, de unir los hilos reventados, de hacer que las aguas se calmen, de darle sazón a cualquier adversidad. Ella le cambia el rostro a la peor amargura.
En mi vida de futbolista no faltó a ningún juego, siempre como pudo se llevó a los cumes a que me vieran jugar y a que me apoyaran, lloraba los goles y los gritaba y decía, ¡esa Negra es mi hermana! Se ponía al brinco cuando alguien del público me insultaba, mis trofeos los hizo suyos. Yo era la extraña, la lunática, la separada de la familia, la débil emocionalmente, siempre trató de estar cerca para evitar que me metiera en problemas.
Pero no pudo evitar que me trompeara con los patojos, toda mi vida mis pretendientes la han buscado para tratar de ganársela a ella primero para poder llegar a mí, es la suegra oficial.
En mi tiempo de árbitra de fútbol se sacaba la madre en la tribuna del estadio con quien se atreviera a insultarme, así que para el final del juego ya no la encontraba sentada sino afuera con la sangre hirviendo. Ha conocido a mis novios antes que mi mamá y no porque yo lo haya previsto así sino porque ellos la vieron a ella siempre como la cabeza del hogar. A mi mamá le salía yo con que soy novia de fulano, te lo digo con mi boca para que no lo sepás por nadie más. Mi hermana sabía que más tardaban en pedirle permiso que yo en mandarlos a volar. En mi adolescencia me cubrió las borracheras cuando llegaba de madrugada a la casa después de bailar toda la noche en los toques de la cuadra Usumacinta, yo me saltaba el tapial de adobe y me salía, ella le decía a mi mamá que estaba durmiendo, cuando aparecía me lavaba la cabeza con agua fría del tonel, había pasado toda la noche y la madrugada sin pegar el ojo esperando que yo apareciera. Sabía que de enterarse mi mamá nos malmataba a las dos, una por callejera y la otra por tapadera, pero también sabía que pese a las chicoteadas yo no desistiría de mi rebeldía, entonces para que no me tocara doble me cubría.
Es mi otra mitad, el aire que respiro, mi conciencia, mi otro yo. Sin ella me siento incompleta. Dormimos tantos años las cuatro crías en la misma cama que dormir sola y en otra habitación ahora me hace sentir extraña. En el tiempo de vida solo nos hemos separado un año, de ahí hemos estado juntas. De sobra sé que el día que nos separemos y la vida nos lleve por rumbos distintos la que agonizará soy yo porque ella es el aire que respiro. Ella es el jardín de lirios que mi mamá tiene sembrado en el patio de su casa que yo desde esta lejanía tengo el privilegio de ver florecer cada mañana.
Ella es la Pelu, mi hermana-mamá. Le tengo sopotocientos seudónimos y por todos entiende menos por el nombre de bautizo. Esta es mi forma lunática para desearle feliz cumpleaños. ¿De qué otra forma podría hacerlo una loca de atar?
Ilka Oliva Corado.
Enero 02 de 2014.
En mi tabuco.

5 comentarios

  1. Ala Ilka para variar te mandaste, que orgullo contar don una hermana de verdad y no de nombre nada mas. Ya quisieramos muchos y muchas tener una relacion tan cercana y tan hermosa como la de ustedes. Ohala y la vida nos permita conocernos en persona. Abrazos a las dos.

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Linda loca de atar: Tienes una manera tan fácil de narrar y de escribir que sabés atrapar al lector. Te felicito por ese don. Creo que con facilidad podrías escribir novelas.
    A la Pelu, perdón el atrevimiento, le deseo muchos años más de vida y la felicito por la labor desarrollada como nana postiza. Besos chapines, Chente.

  3. pues ya somos más llorando…porque el amor entre hermanas es especial, Ilka lográs tocar el corazón…bueno ya te lo he dicho tantas veces…abrazos Evelyn-Pelu!

  4. Evelyn, alias La Pelu

    Cabrona me tenes llorando, que honorable me siento al ser inspiración de tus letras querida negra. Gracias , te amo

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