Bacanal en la mansión del convivio.

La primera vez que vi una sentí una especie de  bofetada en el rostro y al mismo tiempo un dolor agudo en el corazón,  al contrario de quienes iban conmigo que se maravillaban con la elegancia y la  opulencia y soñaban construir una así en sus países de origen, yo quise cuartear la diferencia abismal entre la miseria económica en que viven unos y en la abundancia en que desperdician otros. Mansiones en las que caben cincuenta casas de periferia, mansiones en donde solo viven dos o tres personas y tienen a en su servicio doméstico quince empleados.
Verlas por dentro es como entrar a un museo de arte y arquitectura. Antigüedad y modernidad dentro de cuatro paredes.
Para el tiempo de Happy Holidays las personas que no celebran la navidad por cuestiones religiosas se van de vacaciones a buscar el sol y el mar a puertos de México y a Hawái. Hablo de las dueñas de esas enormes mansiones que están en los suburbios del norte de Illinois.
Quienes les tienen confianza a sus empleadas domésticas les dan permiso de organizar fiestas mientras ellas están ausentes y sucede todo eso que se ve en  las películas. Las empleadas se  convierten en jefas por un día y en ladies y en millonarias y se visten con la ropa del armario de sus jefas, duermen en sus camas y se acuestan sobre los pianos ahí se toman la foto para el recuerdo.
Estos bacanales son de locura se desconoce a las personas, se transforman, si es entre mujeres las pláticas son tan amenas y se convierten en actrices dignas para ganar un Oscar,  pero si hay hombres de por medio se sabe que cada pareja tiene su habitación escogida, hacen entonces lo que nunca en un hotel de paso te toca taparte los oídos o participar.
Licor en bastedad, carne de todo tipo que se termina desperdiciando,  las fiestas son de un día para otro, se salta en manada sobre la cama de la habitación principal, se escudriña en cada gaveta del armario, se bañan con lociones que saben que nunca comprarán porque el sueldo no les alcanza para esos lujos.
A la llegada la empleada encargada de la casa que es quien envía el mitin de “bacanal urgente” da un tour a quienes participarán en este,  que dejan las bolsas con la comida en cualquier lugar, esas mansiones siempre tienen de cuatro a cinco salas y el famoso great room que es la sala principal donde están los muebles más elegantes y en donde reciben a las visitas más importantes.
La sala de juego que está llena de máquinas electrónicas y  juegos de mesa.  Otra sala con mesa de billar y un mini bar, con sillas masajeadoras.  Solo esa sala es del tamaño de un lote de los de mi arrabal.  Están las obras de arte traídas de viajes vacacionales alrededor del mundo,  las más baratas de veinte mil dólares.
En la cocina lo más reciente en tecnología que remodelan cada dos años y lo que cambian lo tiran a la basura.  Cuatro refrigeradores, dos congeladores que siempre están llenos a reventar.  El cuarto de vinos que tiene estanterías con infinidad  de botellas de varios países del mundo y de precios exorbitantes. Mantenido a un temperatura distinta a la del resto de la casa.
Los balcones como de palacio medieval.  Las terminaciones en la pintura de las paredes, realmente son una obra de arte que regularmente realizan personas polacas o rusas. Personas que fueron arquitectos en sus países de origen o artistas y aquí trabajan como pintores devengando menos del salario mínimo y realizando trabajos manuales extraordinarios. Ellos, los ricos son los únicos beneficiados de sus talentos.
Sobre fundas italianas y sábanas griegas, alfombras persas. Copas de cristal alemán, platos de Turquía y cubiertos franceses. Servilletas de hilo hindú.
Veinte recipientes de champú,  la mayoría  europeos y asiáticos. Toallas para exfoliar la piel. Jabones todos hechos con leche de cabra. En la regadera la tecnología de vanguardia, sauna incluido, de diez a quince llaves por donde sale el agua a presión y en diferentes temperaturas. Jacuzzis de piedra de mármol  frente a un ventanal  con vista hacia el lago Michigan.
Mansiones que colindan con el lago que tienen ascensores para que los dueños no caminen quince metros hacia la playa, con muelles cada una, lanchas y motos acuáticas. Un sala de estar a la orilla de la playa, con sombrillas gigantes y mesas de madera africana. Candiles italianos que iluminan las veladas de verano. Cocinas y parillas fabricadas en Indonesia.
Jardines enormes, planos como una mesa de billar regados con sistema automático que se enciende a las seis de la mañana y nuevamente a las seis de la tarde. Árboles frutales que en tiempo de cosecha se pudren las frutas porque no las consumen y tampoco autorizan que los empleados las disfruten.  Portones eléctricos de garaje donde caben más de seis carros.
Automóviles para todo terreno y estación del año. Mínimo cinco por familia. Armarios llenos de cientos de zapatos, cientos no docenas. Cientos de blusas y de sacos. Armarios del tamaño del centro de salud de mi arrabal.
Joyas de oro, perlas que de venderlas se paga una hipoteca entera de una casa en suburbio residencial.
Cajas fuertes por doquier. Juguetes sexuales dejados en cualquier lugar de la habitación matrimonial. Películas pornográficas junto al televisor de la habitación principal.
Sala de cine con veinticinco butacas mandadas a hacer a Nigeria o a Italia. Pantalla gigante y sistema de audio de teatro en la avenida Michigan.
Los dueños de  esas mansiones son quienes pagan menos del salario mínimo a los empleados que dan mantenimiento a sus casas. No les permiten tomar ni manzana mucho menos el almuerzo. La comida se tira cada final de día, no vuelven a repetir lo que comieron el día anterior y tampoco permiten que sus empleados se la lleven.
Es por esa razón que éstos pierden la cabeza cuando los dejan solos en las casas.
La noche es larga hay que disfrazarse con la ropa de la jefa, escojan la mudada que gusten. Los varones a la ropa del patrón, a atacar con todo. Por turno o en bacanal se utiliza el jacuzzi, lo custodian botellas de vino a medio camino, copas de cristal y espuma con aroma lavanda. Toallas italianas y jabón de mango filipino con leche de coco y leche de cabra.
El control para el televisor o el aparato de sonido que presionando un botón se escucha en toda la mansión o por habitación.
Se cambia la música clásica y se colocan cds de cumbia, rancheras, merengue y guaracha. Si entre los invitados hay asiáticos pues también llevan su música y el baile termina en polca alemana.
Se hacen competencias de  gárgaras de vino y tequila y se juega al escondite, al gato y al ratón  y  papá y de mamá. Algunos de doctor contra doctor y  otras de enfermera contra enfermera. Las inocentes terminan siendo las más despiadadas.
Se comienza riendo y se termina llorando antes del café amargo para pasar la jaqueca de la goma.
Se vuelve a iniciar con la segunda vuelta de comida en cantidad, servida en la bajilla fina de la patrona. Y es hora de las confesiones cuando el licor comienza nuevamente a nublar la vista.
Las servilletas de hilo terminan manchadas de vino y   guacareada. Zapatos por doquier y ropa en tirada en la entrada de las habitaciones.
La foto sobre el piano es de ley. También sobre la cama principal, abrazando la almohada más grande, saltando sobre ésta. En el jacuzzi o jugando billar. Se las toman para enviarlas a sus países de origen y con una notita atrás que dice: celebrando un fin de semana cualquiera. No dicen en dónde, tampoco aclaran que son quienes limpian esa casa, o los jardineros, o mayordomos, o el chofer,  o que una amiga sirvienta como ellas las invitó, o que la amiga de la novia los invitó, o que el amigo de un primo del agarre de la que trabaja en esa casa fue quien los invitó. O que  el handyman.
Ellas se colocan las joyas más finas, las que no están en las cajas fuertes, ellos los zapatos de piel de cocodrilo o los de piel de cabro. La corbata de diez mil dólares y una de las caminas mandadas a hacer a Nueva York.
Las pelotas de billar por alguna razón desconocida amanecen sobre el lavaplatos.  La foto de grupo es de ley y se toma en el great room. Nadie pasa ni por asomo a la biblioteca y  mucho menos  hojear uno de los tantos tomos archivados de las obras clásicas. Nadie ni por donde pasó que se tome una fotografía cerca siquiera de la aspiradora.
Se madruga a eso de las dos de la tarde cuando ha amanecido el día  y todo el mundo a limpiar  y a dejar la casa intacta que no quede huella alguna del desenfreno que pudo bien  haber sido orgía pero que nadie se recuerda o no desea recordar. Más de una pareja se termina separando y otros terminan en pareja.
Después del caldo de huevos respectivo para la goma, se utiliza la aspiradora y los cepillos para lavar los inodoros. Vuelven –volvemos-  sin percatarse a la realidad que les da de comer y de ribete con aquello de que nadie les quita lo bailado. De lo último no enviarán fotos. Se queda en secreto de bacanal en mansión de convivio.
Época de convivios, salú. Así de magnos son aquí.
Salú por las memorias.
 
Ilka Oliva Corado.
Diciembre 21 de 2013.
En mi tabuco.
 

3 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Aquí te va: http://www.prensalibre.com/revista_d/Cuento_de_Navidad-_El_huevo_de_oro_0_1051095149.html Publicaron cinco cuentos, el mío es el último. Besitos y cuidado con las gomas. Chente.

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Qué bueno que respetaron la biblioteca. Los libros siguen intactos y los cerebros tambor. Te deseo feliz y sana navifiesta. Osculos, Chente.

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