Isaura.

A nosotras nos engañaron porque nos dijeron que íbamos  ir a trabajar de meseras en varios restaurantes de Guadalajara  pensamos que teníamos todo arreglado porque quien nos contrató nos dijo que viviríamos en una pensión todas juntas ya hasta el pago quincenal teníamos resuelto.
Fue una mujer la que nos contrató. Sí, con ella  firmamos el contrato y arreglamos lo de los honorarios y la forma de viajar, lo hicimos  con visas pero no con nuestros nombres, no sé cómo ella arregló eso con la embajada pero la cosa es que los pasaportes y visas no tenían nuestros nombres reales, no fuimos a firmar nada a ningún lugar, ella llegó de una vez con los pasaportes y las visas en las manos y nos las entregó el mero día que viajamos. Viajamos en autobús. Y en los pasaportes aparecíamos como mayores de edad.
De aquí del pueblo nos fuimos diez, todas menores de edad la más pequeña tenía catorce y la mayor estaba por cumplir los 18, somos  del occidente de Guatemala.
También viajaron con nosotras otras de la capital  menores de edad, cuatro de ellas eran mamás solteras, a Florencia  recuerdo que contó que la había violado un ex novio de la mara Salvatrucha, se enojó cuando terminó la relación con él y en venganza la violó con cuatro amigos más, ella no sabe de quién es el hijo.
Marisol que era de allá pegado a la salida yendo para  el Irtra de Aguas Calientes una noche    nos contó que su hermano mayor la había violado y que aparte le cortó un pezón con la punta del machete,  por eso le daba vergüenza que la  miráramos desnuda,  la embarazó  y cuando nació la niña se la dejó a su mamá y se fue a trabajar con nosotras.
Todas pensábamos que íbamos a trabajar  de meseras, en ningún momento se nos pasó por la mente que nos iban a prostituir.  Adela lloraba tanto porque tenía dos niñas y las dejó con su mamá, ella sí se había juntado con un hombre pero él le pagaba mucho y decidió dejarlo y buscar trabajo en otro lugar. Mire que bien engañadas nos hicieron porque decidimos irnos porque la paga era buena, mejor de lo que podíamos  ganar en Guatemala trabajando  de sirvientas en  casa privada. La mayoría de nosotras no había terminado la primaria.
En total nos fuimos 30.  Llegamos sin novedad a Guadalajara pero el infierno encontramos cuando en lugar de llevarnos a la pensión  que nos había dicho la mujer que nos contrató, fuimos a dar a un bar de esos en donde bailan las mujeres desnudas y se prostituyen.
Un grupo de hombres armados nos salió a encontrar y rodearon el bus, en ese momento cambió por completo la mujer que nos había contratado y dio el mando a un hombre  que entró al autobús y nos gritó, nos dijo que las reglas del juego habían cambiado y que si nos portábamos bien podríamos trabajar para pagar nuestro rescate porque  desde ese instante estábamos secuestradas, nos dijo que  éste era de cincuenta mil dólares por cada una. Nos dijo que la forma de pagarlo sería trabajando de putas.
Nos sacaron a todas a empujones y nos metieron  en  el lugar ese, nos metieron a un cuarto en el sótano donde habían más de cuarenta mujeres de varios países, unas drogadas, otras tomadas, unas heridas en las piernas. Después supimos que los clientes las golpeaban y así mismo nos tocó a nosotras.
Después de que nos metieron al cuarto entraron los mismos hombres armados, eran tantos que no los pude contar, a cada una nos agarraban entre cuatro: uno de los brazos, dos nos separaban las piernas y el tercero nos violaba, luego se turnaban, a las treinta que llegamos nos hicieron perder el conocimiento de tantos que nos violaron, por adelante y por atrás.
Nos despertaron al siguiente día dándonos  cachetadas, pateándonos y jalándonos el pelo.  Nos mandaron a bañar y nos dieron un par de zapatos de tacón alto a cada una, una minifalda y blusas de escote, un pintalabios rojo para todas y un peine. Nos dijeron que una hora nos querían listas porque ya iban a abrir el lugar y  que los clientes empezarían a llegar.
Así vivimos cinco  años, setenta mujeres en un sótano. No podíamos dormir porque no había espacio para acostarnos, dormíamos en el suelo no había un solo mueble en la habitación. Dos veces por día nos daban comida. Frijoles y arroz, un vaso de agua. También cuando estábamos  con nuestro período menstrual trabajábamos, de lunes a domingo y el mínimo de clientes por día por cada una era de veinte.
Cobrábamos quinientos pesos por cada vez, pero el dinero  lo pagaban los clientes al hombre que estaba en caja cobrando, a nosotras él nos entregaba una ficha de plástico, al final de la noche contábamos las fichas y era la cantidad de hombres con los que  nos habíamos acostado y era el pago que obtendríamos, que nunca nos  dieron porque nos decían que lo estaban guardando porque era para que pagáramos nuestro rescate. Los clientes nos golpeaban, nos agarraban como querían y no nos podíamos quejar con el dueño del lugar porque nos decía que para eso éramos putas, para  cumplir con los deseos del cliente.
Nos comenzaron a drogar a la fuerza, por cada trago que comprara un cliente nos daban un porcentaje  pero nunca lo vimos. A todas las que estábamos ahí nos tenían a la fuerza. La mujeres europeas   hablaban muy poco español, a ellas también las engañaron y las secuestraron, sus propios esposos que las vendieron a organizaciones de trata de mujeres,  a otras también las enganchó una mujer  que les ofreció trabajo en Estados Unidos.
A muchas nos embarazaron ahí mismo porque no se nos permitía usar preservativo porque a los clientes no les gustaba, cuando salíamos embarazadas llegaba un doctor que nos inyectaba y nos hacía abortar. Yo resulté cuatro veces.  Varias se intentaron suicidar con sobredosis de droga pero nunca pudieron, entonces los hombres que nos custodiaban se enteraban y las golpeaban y las violaban entre todos y las dejaban inconscientes.
Cada mes nos violaban todos, se orinaban encima de nosotras, nos hacían tragar el semen, nos lo echaban en la cara. Como en unas cinco ocasiones llevaron perros y nos forzaron a tener sexo con los animales, ellos grababan en video y se reían de nosotras, los videos los vendían a los mismos clientes. No sé cómo hacían pero seguido llevaban niñas que no pasaban de los ocho años de edad, las escuchábamos gritar cuando las violaban los clientes, por ellas pagaban en dólares.  Siempre eran distintas, no nos dejaban hablar con ellas, las rotaban seguido, cada dos semanas llegaban otras.
La mujer que nos cocinaba era la mamá de uno de los hombres que cuidaba el lugar, a esa mujer le debemos la vida. Se armó de valor. Nos contó que a ella también la habían violado cuando era niña  y que su hijo era producto de eso y que no sabía quién era el padre,  porque fue saliendo de la escuela cuando la agarraron unos tipos y la violaron en un callejón, su mamá la echó de la casa y fue así que emigró a la ciudad.
No, no podíamos denunciar que nos tenían secuestradas porque los clientes mismos les contaban a los dueños del lugar y estos en castigo nos pegaban con cinchos y nos violaban entre todos, nos dejaban hasta una semana sin comer.
La misma policía estaba de acuerdo porque eran clientes fijos del lugar y no pagaban por nuestro servicio y tenían las mujeres que querían.  Pedían cinco mujeres para cada uno, qué hacían con cinco mujeres, nada. Era la pura perversidad de  creerse machos, sacaban polvo blanco y se lo mentían en la nariz y nos obligaban a nosotras también.
Pasamos muchos meses hablando con la señora que cocinaba la comida, doña Carmen. Resulta que el dueño del bar debía ya varios favores a ciertos grupos de la mafia y lo andaban buscando para matarlo. Ella los contactó y dio el paradero suyo pero con la condición de que nos dejaran libres,  los de la mafia cumplieron su palabra, eran del mismo pueblo de donde era ella y por ser paisanos le hicieron el favor de no matarnos o de secuestrarnos. Muchos de ellos eran hijos de amigas de la infancia. Eso ayudó mucho.  Y logró que un día en el cambio de turno de la guardia del bar, éste  fuera asaltado por un grupo de hombres armados que  mataron a los custodios y nos rescataron.
Nos dieron la calle, salimos corriendo así como estábamos, a las drogadas las arrastramos por los brazos pero no dejamos a ninguna.  Doña Carmen nos consiguió un lugar en donde escondernos mientras  pasaban las averiguaciones.
En los periódicos no salió  nada. La noticia no fue cubierta  porque dentro del lugar se encontraban muchos jefes de la policía a quienes mataron, también gente de gobierno y periodistas que lograron escapar.
Lo más doloroso es que a la mayoría nos rechazó nuestra familia, cuando llamamos por teléfono para decir que estábamos bien y contar lo que nos había pasado nos dijeron que no nos querían volver a ver porque nos habíamos hecho putas. Que no nos creían una sola palabra.
Yo ya no  regresé a Guatemala, muchas decidimos cruzar hacia Estados Unidos de mojadas, a todas se nos había terminado la vida ahí en ese infierno. Las mexicanas regresaron a sus casas pero también las rechazaron, con muchas  europeas no sé qué pasó porque yo decidí cruzar hacia Estados Unidos lo más pronto posible.
Trabajo en una fábrica donde empacan verdura, gano a seis dólares la hora que es menos del salario mínimo. Alquilamos una casa con las quince que cruzamos, somos nuestra única familia, unas trabajan limpiando casas, otras lavando platos en restaurantes.
Ellas aun no se atreven a  hablar de lo que vivieron, todas sufrimos de ansiedad, no podemos dormir, nos sentimos perseguidas, pensamos que en cualquier momento nos secuestrarán, no podemos estar cerca de los hombres sin sentirnos intimidadas, nos cuesta mucho la convivencia, pero dentro de nosotras  hemos formado una familia. Nos apoyamos las unas a las otras, hay una maestra de inglés que llega a darnos clases a la casa gratuitamente, porque muchas de mis amigas no se atreven a ir a la escuela y compartir con más personas.
Estamos vivas. Muchas han muerto en esos lugares.
Hemos escuchado de la celebración del Día de Acción de Gracias,  es el primero que vamos a pasar aquí , trabajaremos ese día pero en la noche  cocinaremos comida de nuestros países y a agradecer que logramos salir de ese infierno.
Pero no solo a nosotras nos han  pasado desgracias, en la fábrica en donde trabajo hay una mujer salvadoreña  a la que  violaron los coyotes que la cruzaron por el río Bravo, quedó embarazada y su niña tiene ahora tres años. Va a llegar a  pasar la noche  con nosotras, las europeas comerán por primera vez pupusas de chicharrón, ellas hablaron de un jamón especial que harán horneado. La bebida será  un ponche de frutas.
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 20 de 2013.
Estados Unidos.

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