Sequía.

Hace algunos meses entré en sequía de letras y pensé que nunca más volvería a escribir. Estaba convencida que las letras me habían olvidado, que me habían abandonado, que no querían nada de mí. Que se habían cansado de mis ideas, de mis sentimientos y de mis nostalgias. Recuerdo que yo las buscaba, tocaba a su puerta y no abrían, las llamaba y no respondían. Aquellos días pensé que me había secado por dentro  y que no podría volver a expresar nunca más. Me angustié,  me enojé, me desmoroné pensando en la sola idea de no poder volver a expresar.
Entre los tantos pensamientos que me atacaron estaban aquellos que me decían que no fuera egoísta, que las dejara ir porque suficiente tiempo habían estado conmigo, que necesitaban irse, que no las atara a mí, pues no habían nacido conmigo, no eran mis células ni mis neuronas, no eran mi corazón y  mi respiración. No bombeaban mi sangre.
Ingrata,  me repetían una y otra vez los mismos pensamientos que abogaban porque las soltara y nos las llorara. Aquellos días deambulé entre laberintos ensombrecidos y callados.
Yo ya no tenía trastornos,  ni ansiedad, ni pesadillas, ni insomnio. La melancolía ya no me quitaba el apetito. Fueron las letras mi  terapia, mi canalización. Fueron ellas las que le dieron voz a mis sentimientos. Fueron ellas las que lograron vencer mis miedos. ¿Qué haría yo sin ellas?
En instantes les reclamaba enfurecida no era justo que me dejaran, les explicaba ahora ya no estaba sumida en el alcohol  como en los primeros años de mi autoexilio podría pensar con claridad y podría disfrutarlas más y ahora que ya no estaba hundida en depresión podría conversar con ellas  y reiríamos juntas y harían bromas y nos contaríamos secretos. ¿Por qué me dejaban ahora?  ¡No era justo!
Cuando lograba calmarme les hablaba quedito, las acariciaba y les agradecía haber estado conmigo cuando pensé que de nada servía mi existencia en este mundo,  les repetía que no estaba de acuerdo en que me abandonaran pero si querían hacerlo no las podía atar a mí, no. No les haría eso jamás. Que me dolía que se alejaran pero que no las iba a encarcelar. No,  porque yo sabía a la perfección lo que era estar encarcelada en el silencio de la inexpresión y no las empujaría a ellas también se silenciaran.
De pronto volvía de nuevo la idea de no volverlas a ver, de no poder crear, de no poder hilvanar recuerdos, nostalgias, experiencias, de no poder ilustrar relatos, de no poder decorar versos y enamorar poemas. ¿Qué haría sin ellas?
Pedí una tregua y busqué la manera de no pensarlas, de no atosigarlas, de no desesperarlas, de no  obligarlas, aquellos días me dio por leer poesía, fui a nadar durante más tiempo, en lugar de  hacer bicicleta me dio por caminar en mi reserva forestal rentada y pasar horas sentaba junto al río, observando la forma lenta en que lo transitaban las corrientes de agua,  bajé el ritmo de mis rutinas, me dio por pintar y hacer garabatos con los pinceles, óvalos y circuitos de colores que después tiré a la basura,  procuré no pensarlas pero eran mi oxígeno, ¿qué haría sin aire entrando en mis pulmones?  Rondaba mi cabeza la idea fija de eliminar mi bitácora, ¿sin letras para qué quería un blog? Si jamás podría volver a escribir, ¿de qué me serviría tener un blog? De nada, solo para entrar y verlo ahí con las huellas de lo que fui, con las sombras fugaces de imágenes que creé, no. Era demasiado no podría contra él, verlo estático como muro sin repellar me desesperó y ahondó mi penar.
¿Sería el ego? Pensé, ¿es el ego de tener que ser dueña de un blog lo que no me permite eliminarlo? ¿salir de la plataforma pública? Ego, pero si  no lo conozco, pero si  hago todo por evitar toparme con él, ¿sería la arrogancia acaso? ¿O mi necedad? Opté por la tercera, necia sí soy.
Totalmente desorientada recurrí  a la Gurú que inventó mi imaginación para tener nube y niebla donde refugiarse, toqué a su puerta que siempre mantuvo abierta y asomé, le dije que estaba en agonía porque no había forma de poder hilar, de crear, no podía expresar y ella paciente y serena manifestó que eso era algo absolutamente normal, que las épocas de sequía son normales y que no son cosas de otro mundo, también expresó que dejara de preocuparme que cuando menos sintiera emergerían. Y así fue.
Una mañana aparecieron todas juntas y se expresaron en versos de poemas,  no pude escribir más que poemas  con los días recuperé el ritmo y me abordó la imaginación…
Hoy recordando aquellos días también ha venido a mí la imagen de  una  noche de invierno  del frío mes de diciembre del año  dos mil cinco en que decidí tomar un lápiz  y una hoja en blanco, hacía muchos años que no escribía poemas, yo ya era  una mujer migrante atrás había quedado mi arrabal, mis montañas verde botella y el tapial de la casa donde de adolescente me sentaba a escribir poesía después de haberles dado comida a los marranos,  ordeñado  y pastoreado las cabritas. Diez minutos  nada más tenía de tiempo  porque  las labores de la casa y las responsabilidades del trabajo eran urgentes.
Hoy pensando en la época de sequía de letras que viví hace algunos meses, retorno a los primeros años de mi experiencia migrante, en que nunca hablé, en que mis silencios fueron de introspección, de aridez, de enojo, de renuncia, de negación. De desamor propio, aquellos primeros años mis pensamientos rondaban una idea fija y no lograban salir de ahí, aquello me mareaba, me ataba, no podía distinguir colores ni tonalidades todo era oscuro.
Añoraba Guatemala y todos los días me levantaba diciendo que “mañana me regreso” y llegaba el siguiente día y que “mañana sin falta me voy” y por las noches entre pesadillas e insomnio otra pensamiento me atacaba, “no me voy a regresar fracasada”  aquellos años mi idea de fracaso era sinónimo de regresarme pelada tal cual llegué y como sigo hasta ahora, con lo del pasaje nada más.
Y trabajaba como mula de la misma forma en que trabajé en mi infancia y mi adolescencia, no conocía del descanso,  largas jornadas de lunes a domingo, en los mil usos, igual limpiaba casas, nieve, cuidaba niños, ayudante de mecánico,  recogiendo basura en estacionamientos de centros comerciales, en el arbitraje, lo que saliera. Y También de licor e insomnio. Odié el ejercicio  que era mi vida. Me odié. No podía verme al espejo sin insultarme. Sin gritarme que era un fracaso, sin ver mis manos que limpiaban baños en lugar de estar hojeando libros en la Universidad de Mis Amores. Subí de peso porque perdí el control de mis alimentos y todo fue adrede. Yo que era atleta que mi vida entera me la había pasado practicando deporte, disciplinada a morir con los entrenos y la comida. Este país me abrumó, no entendía el  idioma, la gente era tan fría, todo un mundo  trabajando y compitiendo  por un automóvil de  último modelo, para tomarse fotografías y enviarlas a sus países de origen y restregarles en las caras a quienes se quedaron allá que aquí sí habían logrado triunfar. Triunfo para muchos es sinónimo de tener cosas materiales.
No hablaba, ahora hablo poco pero hablo, lo normal de un saludo por cortesía, antes ni eso. Nunca volví a ser extrovertida, en cierto modo algo de lo que nunca padecí es parte de mí ahora y es la timidez. Sigo siendo hiperactiva.
Hace diez años llegué a este país con una mano adelante y una atrás, no poseo riquezas, tampoco soy una fracasada porque el fracaso no es regresar a tu país sin un centavo,  o con lo ajustado para poner un negocio, o porque la gente te diga que trabajés como mula y dejés de vivir aquí porque ya habrá tiempo para vivir en tu país y gozar de las comodidades que no tuviste en tu infancia,  o porque la presión de la sociedad sea la de tener cosas materiales,  o porque ¿vivís en Estados Unidos y no tenés carro del año? O porque “los hijos de nía fulana se fueron hace tres años y ya tienen tres casas y hasta finca compraron en el pueblo ¿por  qué no tenés nada?”
Porque digan que aquí se viene a trabajar no a vivir, ya vivirás cuando regresés y seás dueña de una casa de tres niveles y tengás carro del año que te llevés de aquí y tengás cuentas bancarias en dólares y un negocio que te mantenga los lujos. Rezo de todos los días en las conversaciones de migrantes en este país.
En mucho de mi vida  me siento una persona mayor a la edad que tengo, creo que es debido a las responsabilidades de adulta que viví en la infancia y adolescencia.
Por si fuera poco el rechazo hacia este país, me encontré con que no hablaba el idioma, no entendía nada en ningún lugar. Por ende el salario era mínimo.
Mi hermana y yo no venimos como muchos que solo ellos y sus penas. Nosotras acarreamos desde al infancia la responsabilidad de ser madres de crianza.
Siempre fui responsable y cada semana enviaba la remesa para la escuela de mis hermanos, también me afané enviando cajas con ropa, zapatos y regalos para  mis seres queridos, aunque me quedara sin qué comer mi alegría era que ellos tuvieron lo que yo no tuve. Error tan grande.
Y sí también he sido estafada, las famosas llamadas de allá que la fulana se está muriendo necesitamos que deposités tanto para operarla, y vos que estás lejos el corazón de pollo no te deja pensar, prestando ajustás y enviás el dinero para darte cuenta después que fue una estafa.
Yo recuerdo aquellos primeros años con la pena de enviar las remesas y ajustar para el apartamento, con la depresión de no acoplarme a este  país. Quienes hemos criado hijos que no hemos parido los amamos como si de la entraña propia hubieran salido, yo conozco de penas de fiebres, de  no ajustar para los uniformes del colegio en enero  ni para los útiles, de prestar dinero para la medicina y para la cita con el doctor, de ir a  recibir notas, de ajustar para los libros, de  ajustar  para las excursiones. A una excursión fui yo en mi vida de estudiante y porque el director del colegio fue a hablar  personalmente con  mi mamá para que  me dejara ir, le dijo que con un día que no fuera a vender helados no nos íbamos a morir de hambre.
A los cumes allá y aquí tratamos de darles oportunidades  mejores que las que tuvimos, o de las que no tuvimos.
A mi no me afana ser mamá, ya sé  lo que es. Y no necesito una cría en mi vientre para sentirme más mujer. Aunque no niego que me atacan instantes de emoción cuando veo a mujeres preñadas. Pero carezco de estabilidad mental para una responsabilidad tan grande y para  brindar una formación integral a las crías. Me abstengo y creo que es lo más racional que puedo hacer en la vida.
Fueron pasando los años, fui aprendiendo inglés y los salarios aumentaron, también decidí dejar de trabajar como mula los siete días de la semana y jornadas largas. Dejé de enviar las cajas con regalos. Hace tres años que me compré un abrigo nuevo, el primero en mi vida.  Hace tres años que me compré mi bicicleta, la que yo quería y decidí tener tiempo para disfrutarla. Hace tres que compré la cámara fotográfica que nunca tuve, yo soñaba fotografiar a todos los miembros de la familia, pero la cámara llegó estando yo en mi autoxilio, ellos están lejos. Cosas de la vida. No hay dos glorias juntas dicen.
Antes no pensaba en mí porque mi prioridad eran mis hermanos y los gastos de la casa. Mis hermanos se graduaron de diversificado, durante años  esperé nostálgica una tarjeta de agradecimiento por  cortesía,  nunca llegó. Pero una no hace las cosas porque se lo agradezcan sino porque la vida es dura y curte y  vos no querés que  quienes amás vivan las mismas carencias que te tocaron a vos.
Y no lo  cuento en mi papel de mártir sino porque mi historia es la de miles que emigran a este país y a potencias mundiales porque tienen la misma responsabilidad,  la necesidad. Hacé de cuenta que estás leyendo a  una madre soltera.
Cuando empecé a escribir el peso que tenía en los hombros fue disminuyendo, mi enojo con la vida se fue evaporando, mi mente se fue abriendo, el corazón también, recién  he dejado de victimizarme, recién he comprendido que la vida es tan corta, tan fugas, tan importante que es una traición perder el tiempo en dolores de años pasados, es traicionarla seguir atada a  experiencias que ya quedaron atrás, en desear recuperar lo que no existió, en el malaya que es agua pasada.
Diez años aquí y aunque siempre lo he tenido claro porque crecí sin él y en las carencias económicas y en la  invisibilidad de las clases sociales, el dinero no puede comprar la calidad del tiempo éste es invaluable, la vida misma no tiene precio. Por esa razón no me quita el sueño regresar como vine, pelada y con una mano adelante y otra atrás. El aire puro de mi reserva forestal cuando voy en bicicleta no lo puede reemplazar el dinero de extenuantes horas de trabajo. Ahora estoy aprendiendo que en la vida  tienen que existir prioridades. Sé que nunca tendré casa de tres niveles, ni negocio que me permita una vida de lujos, ¿quién quiere lujos cuando tiene la vida que es un privilegio?
Recién he comprendido que cada instante de vida es un regalo que a muchos se les termina cuando menos  lo esperan.
Traicionarla es no vivir, no soñar, no disfrutar, no amar, no abrazar,  no abrir el corazón, no confiar que en  el mundo florecen jardines todos los días  y que cada gota de lluvia es rocío que alimenta la alborada.
Traicionarla es no expresar cuando una ha encontrado su voz, no denunciar,  no preguntar, no exigir,  negarse a aprender y a desaprender, a transformar los patrones de crianza, el patriarcado, la invisibilidad, las sombras, la injusticia, la opresión.
Traicionarla es no aportar a que este mundo sea mejor cada día.
Diez años cumplí en esta semana de haber llegado a este país, han sido todos de aprendizaje, de conocimiento, de entendimiento, de crecimiento emocional, espiritual, de abrir la mente. De permitirme ver  que aquí  también hay hermosura y esperanza. Que no soy perfecta y que tengo mucho por corregir de mi comportamiento, de mi carácter, de mi forma de pensar y actuar. Que  he aprendido poco a poco a que las emociones no me dominen  y que el carácter no me traicione.
Que sigo exponiendo mi pensar y mi sentir sin filtro alguno porque esa es mi esencia y no estoy dispuesta a cambiarla.
Que a este país o  cualquier otro una no va a hacerse rica y a dejar el pellejo en las horas interminables de trabajo, que hay algo más preciado que se llama vida y es un privilegio tenerla.
Que no importan las sequías siempre termina por llover y entonces crece la semilla y la  milpa florece y rojea el frijol camagua, y se engalana la quebrada y llega noviembre para tapiscar y volar los barriletes y beber atol shuco y comer los ayotes sazones y desgranar el máiz y aporrear el frijol.
Diez años aquí y sigo aprendiendo,  no soy escritora, no soy periodista, no soy poeta –salvo poetisa de tu exclusividad- soy una mujer como cualquier otra, migrante indocumentada que ha vivido su propia experiencia y que decidió  contarla en una bitácora cuando descubrió  que podía expresar a través de las letras.
Nota: ya no escribo con la magia de los primeros años cuando a borbotones me salían las letras que expresaban por  mí, sin embargo agradezco a quienes han estado leyendo esta bitácora desde entonces, por su fidelidad, sus muestras de cariño, sus aportes a mi vida. Y darles  la bienvenida a quienes recién han empezado a conocerme por medio de este mundo impalpable pero respirable que  existe en Internet. Me ha costado darme cuenta que esta bitácora ya ha traspasado muchas fronteras, y que ha dejado de ser una tertulia entre mis amistades de arrabal  y mía. Gracias por estar, las nacionalidades nos hermanan.   Sigamos caminando que el sendero es largo.
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 13 de 2013.
En mi propia experiencia.

6 comentarios

  1. Mujer bonita, que gusto siento dentro de mí, el enviarle unas cuantas líneas después de un largo tiempo sin hacerlo, se me escondió, mis bigotes seguramente le asustaron, o bien fué mi agresividad amorosa, cuando le dije que me la iba a comer a besos el día que la encontrara (jajaja), pero es que en oriente de esa manera nos gusta amenazar a las que tienen alma de acero, es la única forma creo yo, en que podremos alguna vez derretirlas (jaja). Hoy me atreví, por una simple razón, escribió desde adentro de usted con una sobriedad y sentimiento tan genuino, que le juro, me encanta, es ésta Ilka la que me fascina, la que habla desde el alma, con la sencillez de mujer preciosa y la que le canta a la vida con su mejor instrumento, la pluma. Y sabe, siento que mi bella muchachita, se está transformando en una gran MUJER, ya guerreo con la vida, ya le voló plomo a la injusticia, a la iniquidad humana, a las abismales diferencias sociales, y ha peleado todos los días de la vida cuerpo a cuerpo contra la miseria economica en que viven muchos, además ha exaltado la necesidad de una revolución social, es decir ha sentido todos los sentimientos que sentimos millones de pelados, seguro es una de los nuestros. Pero, mi Princesa Morena, ha vuelto a donde yo siempre quise que viniera, a sus adentros, a su vida, a su ser, a cantarle al presente que es todo lo que tenemos, y hacernos sentir de nuevo que esta hecha de corazón. Le mando miles de besos, y mantengo mi promesa, el día que le encuentre será una arrinconada madre, de la que juro no me voy arrepentir aunque me deporten. Saludotes y un abrazo mero abusivo.

    • Mi bigotón guapetón. Usté venga y nos arrinconamos mutuamente. Jajaja. Qué alegría me da saber de usted, leerlo, reír con sus ocurrencias, típico jutiapaneco… Què delicia para el corazón tener paisanos como usté.
      Mire pues una va y viene en emociones, sentimientos y nostalgias. Amo mi tierra, nuestra tierra. Usted comenzó leyéndome cuando todo aquello era una nube oscura y no se apartó, estuvo ahí junto a mi en el chaparrón y eso se agradece con el alma, que es lo más puro.
      Cómo no denunciar la injusticia social si es lo que nos esclaviza como pueblo, la inequidad de género, de clase, el racismo, la homofobia, la xenofobia. He sentido que he crecido, que he abierto la mente y el corazón, sigo aprendiendo en este caminar. Pero hoy disfruto el presente algo que antes no hacía por andar llorando tiempos pasados, por andar queriendo atar a mí lo que no me pertenecía.
      Lo único que tengo y que con eso me sobra es la vida y la voy a valorar.
      Un fuerte abrazo mi querido, sabrosón… Le mando un beso de trapeador y en lo dicho, cuando quiera se lo doy.

  2. abrazos Ilka, como siempre en tus palabras expresás tu sentir y lográs compartir emociones…abrazos de noviembre con celajes incluidos.

  3. Te recomiendo leer Las palabras, de Jean Paul Sartre. Te va a encantar.

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