Denunciar o callar.

Hace unos días llegó a mis manos la información de un caso  de abuso físico que estaba viviendo una alumna de un centro educativo en manos de su padre.
La niña estaba parada frente a la oficina de la Coordinación del nivel de la Primaria, en compañía de su mejor amiga quien la motivó a contar lo sucedido. Cuando la coordinadora llegó las invitó a pasar a su oficina y entre lágrimas la niña contó que su papá le había propinado un golpe con un palo, pues ella había tomado unas hojas del colegio para llevárselas a la casa.
La coordinadora la llevó a la enfermería y después  reportó el caso a la directora del plantel,  pidiéndole que el colegio hiciera la denuncia a las autoridades correspondientes. El golpe que tenía la niña en la pierna era más que evidencia del maltrato físico y psicológico que sufría la niña en su casa.
La directora muy calmada le contestó que nadie pondría ninguna denuncia en ningún lado y que el caso sería tratado por la psicóloga del plantel porque la niña podría estar mintiendo. Agregado a esto, solicitó a la coordinadora que citara al papá para conversar sobre lo sucedido y advertirle que si esto volvía a suceder, entonces lo denunciarían. ¿Volvía a suceder? ¿Es necesario que vuelva a suceder para que volteemos a ver?
La coordinadora redactó una carta a las autoridades del colegio, para dejar constancia que comunicó el caso para realizar la denuncia. La carta fue recibida y firmada por la directora y subdirectora del plantel.
La psicóloga atendió a la menor un día después, tomando algunas fotografías del golpe que el angelito tenía en la pierna, el cual ya estaba morado. Como si se tratase de un tema de menor importancia, la psicóloga convocó a una reunión dos días después de atender a la niña, indicando que ella sufría de una pequeña depresión, pues su madre había dado a luz hacía pocas semanas y la atención que antes era solamente para ella, ahora era para la hermanita recién nacida.
¿Era el golpe una actuación de la niña? ¿Es capaz una niña de 7 años mentir con respecto a una acción de violencia tan evidente?
En dicha reunión, la coordinadora fue clara con la directora y la psicóloga y le manifestó que si el colegio no haría nada al respecto entonces ella sería quien pondría la denuncia.  La directora trató de persuadirla mencionándole que hacer la denuncia “a la primera” no era el procedimiento a seguir, que no se podía acusar al padre de un hecho que no estaba comprobado. La coordinadora insistió en decirle que  la denuncia no era una acusación contra el padre, sino más  bien la denuncia era sobre el golpe que la niña tenía en la pierna, que las autoridades serían quienes determinarían la responsabilidad del golpe y que ante todo, la niña debía ser protegida.
De esa cuenta, la coordinadora acudió a la Fundación Sobrevivientes para denunciar el hecho, quienes para guardar su seguridad, le propusieron hacer ellos la denuncia a la Procuraduría General de la Nación.
Días después de la denuncia, la subdirectora del colegio, llamó a la coordinadora para solicitarle más información sobre lo dicho por la alumna. Allí la coordinadora le indicó que la denuncia había sido interpuesta, lo que terminó por enojar a la directora, quien tomó una actitud hostil contra la coordinadora. Incluso, mandó a decirle con la psicóloga que de ahora en adelante fuera ella quien citara sola al padre de la niña, pues había sido ella sola quien había hecho la denuncia.
La coordinadora se negó a citarlo sola, pues consideraba que era una responsabilidad institucional, aunque ella sola hubiera puesto la denuncia, tal y como lo ordena la Ley de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia. De esa cuenta, la cita se hizo en presencia de la subdirectora del plantel, la psicóloga y la coordinadora.
El padre aceptó haber agredido a la niña, indicando que la niña era muy malcriada. Intentó justificar la agresión, como es común. Luego de escucharlo, fue advertido que si volvía a ponerle una mano encima a su hija, sería denunciado con las autoridades competentes, aunque la denuncia había sido hecha.
Por su parte  la coordinadora de grado está atenta, ha terminado el ciclo escolar y espera que llegue enero para volver a entrevistarse con la niña y saber si el abuso siguió durante las vacaciones.
La coordinadora indica que siempre se apegará a la ley PINA, pues ningún reglamento interno está sobre la constitución ni sobre el marco legal que ampara a la niñez, aunque esto le valga el despido.
Este caso específico me hizo recordar   el de la monja  Sor Imelda Solano Torres que  fue sentenciada a cuatro años de prisión por encubrir el abuso sexual de  una niña de siete años  en junio de 2012, cuando era directora de un colegio educativo.
Con este tipo de casos una como mujer se enfurece y se pregunta, ¿a éstas quién les dijo que eran seres humanos? No es posible, es inaceptable  que no se proceda a denunciar abusos físicos y emocionales que puedan estar sufriendo crías, sean estas  familiares, alumnas, vecinas o desconocidas. Es nuestra obligación sino las defendemos nosotras las personas adultas entonces, quién por ellas.
Por mi parte, aplaudo el proceder de la coordinadora, quien está esperando entrevistarse con la alumna nuevamente para dar seguimiento al caso y al menor indicio de abuso físico o emocional que note en la niña irá inmediatamente a denunciar más allá de las cuatro paredes del centro educativo y de la logia de mujeres insensibles y encubridoras.
Es importante que el maltrato físico y psicológico en casa, una práctica que está socialmente aceptada, sea denunciada. No podemos seguir educando mujeres para que se guarden la violencia que sufren en sus hogares, en sus trabajos y demás espacios. No podemos seguir educando mujeres para que sean asesinadas.
Por razones obvias la identidad de la coordinadora de grado no será expuesta en este artículo.
 
Ilka Oliva Corado.
Noviembre 10 de 2013.
Estados Unidos.

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