Leandra.

11 de octubre día Internacional de La Niña.

Salió de su natal Sonsonate, El Salvador  con destino a Estados Unidos. En la nación del norte la esperaban sus papás que habían emigrado hacía doce años cuando ella apenas tenía cinco meses de edad,  creció con su abuela materna.  Sus dos hermanos mayores – de trece y catorce años respetivamente-  ya habían emigrado en la misma forma dos años atrás y se encontraban  en compañía de sus padres solo faltaba ella para  que estuviera la familia completa en Estados Unidos.
Para facilitar el traslado clandestino el coyote ideó falsificar  el acta de nacimiento y hacerla pasar como hija propia, con autorización de la abuela y  sus padres.
No fue difícil cruzar la frontera  entre El Salvador y Guatemala,  lo hicieron por el lado de Jalpatagua, ya en la capital guatemalteca abordaron otro autobús que los  condujo a la frontera con Tapachula, México. Durmieron del lado guatemalteco en un pensión cerca  a la aduana. Por la madrugada cruzaron el río Usumacinta. Leandra había sido entrenada durante un mes para aprender el nombre del  pollero,  y algunos pasajes familiares inventados para evitar cualquier contratiempo a la hora de ser detenidos por autoridades guatemaltecas  o mexicanas y que no quedara ninguna duda que  el par era padre e hija.
Llegando a Tapachula el pollero cambió de plan  y de ruta, mientras los padres de Leandra pensaban que iban en autobús atravesando México él decidió ahorrarse lo del pasaje y hoteles y optó por abordar con la niña el tren La Bestia en Chiapas.
Llegaron sin novedad hasta La Patrona, Veracruz.  Leandra   fue testigo   mientras el tren se deslizaba  sobre la interminable ferrovía   de la forma en que un grupo de mujeres  paradas  en la orilla de la línea sobre unos matorrales lanzaban bolsas con comida y botellas de agua,  brazos salían de los vagones intentando atrapar las bolsas en el aire, docenas de manos extendiendo los dedos para agarrar las botellas.  Gritos y llanto. ¡Gracias! Gritaban, gracias. Tres días sin probar bocado viajando en las entrañas y en el lomo del tren de la muerte.
En el poblado vecino les cambió la suerte cuando el tren se detuvo ya los estaban esperando docenas de hombres armados vestidos de negro,  rodearon cinco vagones  las personas que iban en los otros pudieron escapar  pero no ellos.  Los hombres les exigieron la cuota de cien dólares por  persona o les dijeron que los mataban ahí mismo, el coyote se negó a pagar y dijo que no tenía dinero, también negó  que esa niña  fuera su hija  mientras ella llorando lo llamaba  papá.
Disparos se escuchaban, gritos y llanto, súplicas que salían de las entraña de otros vagones, cuerpos que eran lanzados desde  las alturas y caían en las vías.  Mujeres que lloraban  y que suplicaban que nos las violaran. Hombres que eran violados suplicaban que nos los mataran. Leandra lloraba abrazando las piernas del coyote, una mano la separó de un tirón  era  uno de los hombres vestidos de negro que sentenció al pollero de no pagar la multa impuesta violarían a su hija, que de encontrarle el dinero lo mataban ahí mismo, él sin embargó negó que tuviera dinero.
Lo registraron y no le encontraron nada.  Lo golpearon, con puntapiés y con puñetazos en el rostro, a Leandra la  lanzaron al suelo la abrieron de piernas y con un cuchillo le cortaron  la vagina la violaron  siete   hombres vestidos de negro.  Leandra recobró el conocimiento en la camilla de una clínica clandestina, ya habían suturado la abertura hecha con el cuchillo en su vagina.  Estuvieron una semana durmiendo en  una pensión , el coyote la sentenció de no hablar de lo ocurrido o de lo contrario los atraparía la  policía y los deportarían y no podría ver ni a sus papás ni a sus hermanos. Leandra  nunca supo  en dónde llevaba guardado el dinero el coyote porque lo desnudaron los hombres vestidos de negro y no le encontraron nada. Lo odió porque por su culpa la violaron, por  no haber entregado el dinero la violaron. Pudo morir y a él no le importó, además no habían llamado ni a la abuela en El Salvador ni a sus papás en Estados Unidos para avisar que no iban en bus y para contarles lo ocurrido.
Con Leandra aun convaleciente el coyote optó por lanzarse de nuevo a las fauces del tren de la muerte, esta vez en el lomo de un vagón.  La amarró  con su cincho de una mano  al extremo  de un  tubo para que si  dormía no se cayera a las vías, así  se fueron   hasta llegar a Sonora.
Viajaron en taxi clandestino hasta   a un hotel ubicado en el poblado fronterizo de Napo ahí  el coyote se despidió de ella y la entregó a otro que sería quien la cruzaría por el desierto hasta llegar a Arizona.
Saldrían en dos  días mientras llegaban las otras personas que cruzarían con ellos.
En el hotel fue puesta en una habitación que cerró con llave el nuevo   por el lado de afuera el  nuevo coyote, minutos después entraron dos hombres que la violaron por el recto. Dos días después al atardecer Leandra estaba iniciando la travesía que duró tres días  perforando las entrañas de los desiertos de Sonora y Arizona, llegó a Phoenix a donde la  esperaba su papá. La entrega se realizó en el estacionamiento de un parque de diversiones. Viajaron en hasta Colorado lugar donde reside su familia.  Leandra estuvo internada en una clínica   durante veinte días, tenía infectada el área  donde colocaron los puntos y  también una fisura anal.
Leandra tiene seis meses viviendo  con su familia tratando de  conocer  y reconocer a esas dos personas a las que durante doce años solo vio  en fotografías y escuchó por teléfono.  Por las noches no puede dormir tiene pesadillas,  se despierta  gritando no puede olvidar la imagen de los cuerpos de dos niñas que iban en el lomo de un vagón el día  en que los asaltaron los hombres vestidos de negro, las vio caer sobre las vías ya muertas tenían un disparo en la cabeza cada una.
No puede dormir se despierta a deshoras gritando, llorando pidiendo que por favor no la corten, pidiendo que por favor no  la tomen por la espalda.
Leandra ya está con su familia el sueño que había alimentado en   sus cortos doce años de edad , el sueño de sus padres  se hizo realidad: el de tener en Estados Unidos a sus tres hijos para brindarles mejores oportunidades de vida: para que aprendan inglés, para llevarlos a Disneylandia. Para que tenga cada uno una ordenadora, un juego de nintendo, un armario lleno de ropa, muchos zapatos, para que coman carne todos los días. Para que duerman amontonados en un apartamento de una habitación.  Para que abandonen la escuela antes de terminar  los básicos y para que trabajen el jornal al igual que ellos.
Ilka Oliva Corado.
Octubre 07 de 2013.
Estados Unidos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.