Ahora sí, las putas de mi cuadra.

Esto ya parece La Segunda de la Canalla. La mara preguntando por las putas de mi cuadra si tienen putas en sus casas y  en sus cuadras, ¿por qué andan preguntando por las de la mía? ¡Aferrados! ¡Inconformistas que son! ¡Bandoleros! –cantaría la Tañón-.
Las patojas de la colonia reportándose de emergencia diciendo ¡Presente, Negra! Te hago el  paro que querrás pero por vida tuya no me mencionés  en la lista de las putas porque me va  a salir clavo en el trabajo, y con el fulano que piensa que todavía soy pura y casta. ¿Y cuánto tiempo llevás con el fulano? Ya vamos para cinco años. ¿De mano sudada? Sí, es que me he  negado a dar la prueba de amor hasta que me compre carro. Pobre cuate morirá engañado con la estafada que le vas a dar con el carro. ¿Y pedís nave o solo carro? Nave por supuesto, carcacha es la mía. No, Carchacha era aquel mi tráido, ¿te recordás? De verdad que el Carcacha…
Hablando de putas, mi Nanoj siempre tuvo claro que tenía hijas putas. Siempre nos decía que  era preferible una mujer puta del trasero que de la boca. Nosotras que entrando a la pubertad le salíamos con que, mama vos tan feo que hablás. Nada que feo si ustedes son putas, todas las mujeres somos putas, pero es mejor ser puta del cubilete que de la boca, porque las de la boca son las chismosas que se sentencian de por vida con esa peste desgraciada, en cambio las del culo calladitas hacen y deshacen. Entonces yo le dije que  quería ser puta del cubilete, si de todos modos ya era puta decía ella entonces mejor que del cubilete  para hacer y deshacer calladita la boca.  (Pero además resulté siendo puta de letras). Ya sé que soy,  ahora a los 34 me falta todavía hacer y deshacer, porque ahí donde me mira soy la cletitud andando, como que me está faltando valor para agarrar aviada, enjundia. -Verdad de dios que sí, cantaría Rigo Tovar-.
Eso de  que la Negra tiene tumbao es una falacia. (Por lo  menos en mi caso) Uta…Ma…, ella usando esa terminología mera fifí: falacia. O sea que ya no es mentira, tushte, casaca ahora  la muca utiliza la palabra falacia. No digo pues a la mara se le sube a la cabeza.
En la cuadra teníamos tres putas oficiales. Las declaradas, las que sin pena andaban por  los albores del mundo ofreciendo su trabajo, laboraban en los corredores de El Guarda Viejo  y en el mercado La Placita. Profesión añeja en la familia, la abuela puta, las hijas putas y las nietas serían putas de profesión y de oficio. Porque déjeme decirle a  usted, que no le digan, que no le cuenten porque a lo mejor le mienten, todas las mujeres somos putas unas de profesión, otras de oficio, la mayoría por descaro, algunas por retozo , -que es la minoría-  unas bobas por amor, otras por comodidad  económica y no de cama, porque se casan las mustias con unos tipejos.. Fue el caso de  una de las putas de mi cuadra que  no sabía que era puta.
Pues las putas de profesión oficiales ya se sabía en dónde se les podía encontrar pero eran tan cabales las mujeres que también resolvían urgencias en sus casas, en mi cuadra. Una covacha de nilon y lepa, mientras los niños comían la cena, a un costado en el catre con la división de un cancel de tela roja las hermanas resolvían las urgencias de los clientes que llegaban solicitando medicina alternativa.
Ellas eran las de profesión de mi cuadra, después seguía la doña que nos pinchaba las pelotas, esposa del pastor de una iglesia evangélica que se supo  que ofrecía abrigo a cuanto jovencito  llegara a la iglesia a pedir calor humano. Un día el esposo la encontró en su casa pidiendo  por la salvación del pueblo con la boca en el pito firme de un siervo fiel. Mandaron la iglesia a la punta del diablo a que ardiera en el infierno con todo y fieles porque el pastor no pudo soportar la pena de no ser el único que pedía por la salvación del pueblo con la boca puesta en los pitos de los fieles.
Nía Clari del Clarigal  fue otra de las clásicas de mi cuadra, rosaba el rosario todos los días, iba a misa dos veces por semana y  se bajaba  todos los días las botellas de aguarrás si no encontraba las de guaro. Casada con un hombre que le llevaba treinta y cinco años de edad de oficio relojero y que ya no bailaba ni el pasito tun tun mucho menos la batucada que la nía Clari del Clarigal llevaba en los poros abiertos de los cuarenta años de edad muy bien acomodados en las nalgas y en las tetas. A la nía le daba por probar los pretendientes  y futuros novios de sus hijas,  les pasaba báscula. Ninguno tenía el pito galán   y  potente para lanzar  por lo menos  balas de salva, confirmado con su propio trinchera. Hasta que llegó uno que le  llevaba veinticinco  años a su hija de veinte  y le enseñó que los hombres zacapecos manejan pencas de guineos verdes con leche de brea, no solo le bajó los calores de la edad a la suegra sino que hizo le alborotó los de la hija. No conforme llegaron al pacto de que sería la suegra la que oficialmente bajita la mano y rosario en mano compartiría la botella de guaro o de aguarrás con el yerno y que por lo menos cada jueves a las diez de la noche sería la  encargada de verificar que la leche de brea estuviera en su punto cocción.
La Despechada  optó por ofrecer abrigo entre sus piernas a cuanto marero quisiera probar las mieles del deseo y del quebranto, así lo decidió el día en que encontró a su esposo y a su hermana fornicando en su cama. No echó a ninguno y siguieron viviendo los tres bajo el mismo techo organizando tríos pero ella sentenció haber tomado la decisión de ser refugio de patojos calenturientos que buscaran hervir en las llamas de su capillo encendido. Se daba unas gozadas que hasta el sol de hoy yo envidio. El marido entonces se dedicó a oficio de charamila cuando  el doctor le dijo que algo en su próstata no permitía que despertara alegre y juguetón  el inseparable amigo de batallas en trincheras dobles. Está su alero y camarada en estado de coma y vegetativo que no hay poder que logre hacer despertar.  La Despechada sigue en el retozo.
La Santa Madre, una jutiapaneca que quería ser capitalina de sangre y apariencia. Armaba fiestas  en su casa donde invitaba a los  amigos de su esposo  para  emborracharlos y darle gusto a la lisonja con el amigo fiel de su esposo. Mientras los otros despeltrados dormían la mona y la goma en los mismos bancos donde se sentaron cuando llegaron, ella y El Bandolero limpiaban la cacha de la pistola y probaban qué tan bien afinada la puntería del asaltante. Un día confesó que al tambor de la pistola le faltaban balas y por más intento que hacía por disparar no había manera de decir, ¡no que no tronabas pistolita! Dejó de organizar fiestas y se dedicó a sembrar flores en su jardín.
La Puritana del Puro. Ella se daba tres golpes de pecho cada vez que veía pasar patojas en minifalda. Decía que su esposo estaba en Estados Unidos pero en las noches llegaba un fantasma moreno, alto, ñecuco, que bajaba de un carro de último modelo. El fantasma  la preñó de tres niños mientas el esposo estaba en Estados Unidos. Un día retornó el esposo y encarar al preñador pero no pudo porque era un fantasma. La abandonó. Un día ella quiso pedir manutención para los críos al progenitor pero tampoco pudo porque le dijeron en el Ministerio Público que ellos no podían encarcelar fantasmas. Entonces se dio tres golpes de pecho.
La Última y Nos Vamos. Se casó con el de la moto colorada, -vaya que la moto-  pensó que aceleraría igual en las urgencias del amor, imaginó que con la misma facilidad El Conductor cambiaría de velocidades  cuando sintiera a su mujer estar a punto del desmayo como cuando andaban en la calle encaramados en la volada y él agarraba la cinta asfáltica con aquella fascinación de preso cuando ya va de salida y le gritan: ¡A la reja con todo y chivas! Pero no, a El Conductor se le ahogaba el motor justo cuando tocaba el acelerador.
La Enfermera del Doctor.  Trabajaba en el centro de salud y de cuando en cuando el doctor le podía la infaltable inyección contra todo virus que no fuera el suyo. Hasta que un día su esposo cayó en cama y le tocó llevarlo de emergencia al centro de salud, el doctor la hizo salir del cuarto e inyectó al esposo, desde aquella ocasión ambos se  vacunan mutuamente. El esposo encontró en la inyección del doctor la cura a la dolencia del mal de camioneta, el de sus vahídos cada vez que su esposa le pedía revisarle el nivel de  calefacción  al fuego que tenía en la boca del lobo feroz que aparecía en las noche bajo las sábanas,  con sus pelos largos y negros.
Ella entonces dejó de ser enfermera y se hizo pastora de la iglesia que dejaron en el limbo los dos que pedían por la salvación del pueblo en pito de cristianos.
Las putas de mi cuadra son las madres, amigas, vecinas que anidaron mi infancia, mis días de niña heladera en el arrabal de mis amores,  para quienes nunca fui invisible, las putas de mi cuadra me prestaban dinero cada vez que yo tocaba  sus puertas a las cinco de la mañana y quería asistir a la escuela para hacerme maestra.
Las putas de mi cuadra fueron las mujeres que salieron con escobas en mano y cubetas de agua para salvarme del violador que quiso transgredirme. Son quienes celebraron el día en que me gradué de maestra como si hubiera sido hija propia. Son quienes lloraron mares el día en que nos fuimos de Ciudad Peronia. Son quienes hoy a pesar de tantos años y tantos kilómetros de distancia siguen viendo en mí a la niña que pastoreaba las cabras, se saltaba los tapeales y jugaba chamusca con los patojos.
Las putas de mi cuadra son las amigas, consejeras,  y aleras que encubrieron mis borracheras de adolescente, dándome  mil pócimas y remedios caseros para que mi mamá no me viera en semejante estado y prevenir las habituales tundas.
Son las mujeres trabajadoras y honradas que con lomo partido sacaron a sus crías abante. Las putas de mi cuadra son la alegría de mis recuerdos. Son las vendedoras de mercado, de Avon, trabajadoras de maquiladora, enfermeras, cocineras,  amas de  casa.  Son la promesa del retorno, la indeleble y apasionante nostalgia de las tardes de sofoco sentadas en las banquetas viendo a pasar a los patojos sin camisa y apagándose las ganas con palanganas de agua fría en los patios encharcados. Son las bromas y los chistes. Son las lágrimas y abrigos.
Las putas de mi cuadra son un pincelazo de la decencia de la mujer de alcantarilla.
Nota: para ustedes desde esta tierra donde soy extranjera. Su siempre Negra,  la puta del cubilete, de la boca y de letras.
En memoria de nía Marta que en paz descanse.
Ilka Oliva Corado.
Sep. 24 de 2013.
En mi tabuco.

13 comentarios

  1. juan morales gavarrete

    SOY POETA DE XELA, ESCRITOR Y ABOGADO, QUE SABROSAS SON SUS LETRAS, HAY QUE ENRIQUECERLAS MAS, SUERTE Y ADELANTE. JUAN MORALES GAVARRETE.
    juangavarrete@yahoo.com.mx

    • Debería estar que brinco de la alegría de saber que un poeta, escritor y abogado leyó las letras y se atrevió a comentar en la bitácora de una limpiadora de casas, digo debería porque me hubiese encantado que se quitara lo títulos y se presentara humildemente con su nombre.
      Gracias por comentar, no soy escritora.

  2. brutal, sarcastigo con el tipico sabor chapin, muy bien te felicito, que buen sabor de boca tu prosa

  3. Me encantó, que mas puedo decir si todavía tengo la sonrisa en los labios…

  4. Lindo Ilka, escribes bien fluido con estilacho, mira entiendo este tíitulo como un poco de sarcasmo por la forma como nos han tratado en la sociedad.

  5. VICENTE NORBERTO LEMUS SILVA

    ILKA, ME IMPRESIONA TU LITERATURA LA CUAL ESTA LLENA DE VERDAD, ESA VIDA LA QUE MUCHOS CALLAMOS, Y LE DAMOS LA ESPALDA, FELICIDADES ILKA

  6. Te volaste la barda mi negra, q orgullo ser tú amigo, un abrazo desde guatemala. Tqm

  7. Que vivan las Putas!!! te mandaste vos, estos escritos me deleitan por el morbo con que los sazonás, Como siempre me gustas que hablés a calzon quitado jaja o como era?

  8. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    ¡Ay, Ilka! Eres genial con tus puntadas. Eres una maistra de la ironía. Ósculos, Chente.

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