Recato, disfraz y encubrimiento.

Yo crecí en la parte más alta del cerro que es Ciudad Peronia,  la cuadra en donde viví es una  cuestona entonces cuando nos tocaba la chamusca tenías que tener cuidado de no patear la pelota  fuerte porque se iba hasta la cola del diablo y te tocaba carrerearla para que no fuera a dar al barranco, porque agarraba aviada cuadra abajo.
Crecí escuchando  lo que  las niñas no podíamos hacer, te lo decía tu mamá, te lo decían las vecinas, te los decían en la escuela,  te lo recalcaba tu Tata, lo escuchabas en el mercado,  te repetían lo que no podías hacer, pero nadie te decía lo que sí podías hacer: que era todo.
Mi rebeldía partió del momento en que me dijeron que no podía jugar  balompié porque eso era solo para  hombres, que las niñas teníamos las muñecas y los trastecitos para jugar de casita.  Tal vez no me hubiese empecinado si en Ciudad Peronia existieran áreas verdes, habría practicado otro deporte, pero me cansaba de saltar cuerda y de hacer paradillas, las idas a barranquear eran experiencias de  investigación y descubrimiento de la naturaleza, yo quería otra clase de adrenalina, mis piernas  y el corazón me exigían patear la pelota.
Para demostrar que sí podía jugar fútbol me tocó  reventarme la jeta a puñetazos con los dieciséis patojos de la cuadra que después se convertirían en Los Dieciséis Hombres de mi Vida. Fuimos inseparables en las chamuscas, en las idas a barranquear y en las noches contando  historias de miedo acurrucados en alguna esquina de las casas que tenían banqueta. La única mujer del grupo y moriría de celos y ahora me salen con que hay otra que quiere formar parte de los puñeteros, las esposas, novias y amantes me tienen sin cuidado porque lo nuestro es un idilio trastabillado en las recuerdos de infancia, ahí donde no habita nada más que la belleza de lo juído.
Fui creciendo y escuchando lo que las niñas no podíamos  hacer  yo decidí  darle vuelta a la moneda y fue  que me armé con mi arsenal de cincos, trompos y monas, barriletes, cáscaras de naranja y hules. Me dijeron que las niñas no podíamos sentarnos con las piernas separadas porque era de mala educación, que debíamos juntarlas para no enseñar la decencia. Yo me sentaba con las piernas de par en par si me querían ver el calzón  de  mangas de repollito pues que me lo vieran me daba igual. Hasta el día de hoy me cuesta tanto sentarme de pierna cruzada o así juntitas inseparables, como niña buena y decente.
Cuando me empezaron a salir los chutíos que serían después mis pezones escuché decir que había que usar talle para no  caer en el descaro de parecer puta enseñando las chiches,  pero no teníamos dinero para cosas secundarias así que me tocó enseñarlas en tiempo de frío cuando se marcaban erizas   bajo la  veintiúnica playera blanca, tirándole a tiznada por  lo percudido del uso diario. Qué libertad andar con las tetas sueltas, ¿quién se habrá inventado el uso del sostén? Cuando las otras niñas ya andaban con sostén yo las andaba guindadas de mis pellejos como  matasanos tiernos en rama baja del palo.
Te dicen que a misa tenés que ir con  vestido, el pelo suelto cubierto con un pañuelo oscuro y sin tacones, sin el escote y en absoluto recato y sumisión. Yo me iba en pantaloneta, tenis y playera, me hacía un cola de caballo en  la colochera y fui la endemoniada del grupo juvenil de mi camada. Cuando todas andaban enmieladas con el primer amor yo les vaticinaba que los peleles con los que andaban las terminarían dejando  en el momento en que ellas no accedieran a la importantísima prueba de amor, nunca me equivoqué.  Más de alguna accedió en la  ilusión de mantenerlo ahí junto a ella y de nada sirvió porque el fulano siguió por la vida exigiendo pruebas de amor a cuanta mujer se le cruzaba en el camino. Yo tenía una ventaja sobre ellas, estaba creciendo rodeada de hombres y conocía a la perfección su mundo. Mientras ellas pasaban caminando aplanando calles en la coquetería de la edad para que los patojos las vieran yo estaba con ellos jugando naipe y escuchando las historias de sus primeros sueños húmedos, de las primeras autosatisfacciones sexuales y de las piernas de la fulana y de la mengana. Me tocaba entonces verles las piernas a las fulana y a la mengana para dar mi veredicto. Sí, las de la fulana son preciosas pero las de la mengana no me gustan porque ella me cae mal, a lo que los patojos sentenciaban, ¡mentira envidiosa estás si las tiene mejor que las tuyas! Y sí para mi dolor la mengana tenía una piernas que te robaban el resuello, ¡pero no mejores que las mías!
Cuando bajó mi primera sangre lo primero que me dijeron es que me tenía que cuidar de no salir preñada, nadie me dijo de cólicos, de estados de ánimo cambiantes, de dolores lumbares,  ni de lo insoportable que una se puede sentir al andar en ese tiempo de susceptibilidad. Me dijeron sí, que tenía que echarme limón en las axilas con bicarbonato para el humor del cuerpo que cambia en esos días, de no acercarme a los hombres porque es sucio, es impuro, y de no comer aguacate, ni huevo ni tomar leche en esos días.
Me dijeron que no podía comer cebolla roja porque  algo tiene esa infernal verdura que calienta la sangre de las jovencitas. Siempre he comido cebolla roja y cruda. La sangre nunca se me calentó, ¡por la gran chucha!
En Comapa me dijeron que no podía encaramarme a los árboles frutales porque los argeñaba, le pregunté a  tío Lilo y me dijo que esas eran bobadas que le diera parejo hasta la última rama del cogollo tierno y que por vida mía le bajara los jocotes de corona que se iban a  desperdiciar. Hasta el día de hoy nomás llega la primavera y me da por treparme a los palos del parque y de mi reserva forestal rentada y así lo seguiré haciendo hasta las tabas ya  no me den.
Que  vestirme con pantaloneta es un perversidad que provoca a los pobres hombres a que violenten a las mujeres, que es culpa de nosotras por vestirnos con escote, enseñar las piernas y la punta de los pezones. Nada, ninguna razón justifica la violencia  sexual y emocional de una persona hacia otra. Pero los hombres sí pueden andar por la calle sin camisa que nadie les dice nada.
La primera vez que me rasuré las piernas tendría 22 años me dijeron que era demasiado, que era sucio, que  no era estético, que  una mujer tenía que rasurarse los pendejos de las axilas, los de las piernas y  emergentemente al nomás  bajar la primera sangre devastarse la montaña de Venus, es decir deforestar aquella selva hermosa y frondosa que la naturaleza nos ha dado, para dejarla sin la raíz así como tierra arrasada, porque a los novios, a los esposos y a los amantes no les gusta encontrarse con semejante disonancia.  Accedí.  Y entonces de pronto de ser silvestre pasé a ser para los ojos de la comunidad una chica normal, alineada  entrada en el aro.  Se me hizo costumbre rasurarme las  patas y es algo ya automático.  Algo así sucede con el derecho de expresión que te atizan tanto que no debés decir tal o cual cosa, opinar en público, callarte cierta postura que al final se vuelve hábito estar en silencio.
Cuando despertás a la vida sexual  te caen encima con la doble moral, con el recato, con la decencia. Te dicen que solo te podés acostar con el hombre con el que te vas a casar por la iglesia, -y de blanco- que será el único en toda tu vida, -qué aburrición- que debés ser sumisa, obedecer porque él será la  cabeza de familia porque así lo dicta la santa biblia. Yo he ido a bodas y  siempre me sucede que justo en el momento en que el sacerdote o el pastor está dictando la letanía de la esclavitud a la que será lanzada con su propio gusto la asoleada, me da por querer saltar de la banca irla a traer del pelo y sacarla de ahí, pero me contengo y  no me queda más que gritar, ¡qué vivan los novios! Y lanzar los granos de arroz en la puerta de la iglesia.
Te dicen que juída no te podès ir porque perdés tu valor como mujer, eso de irse a vivir juntos  nada más es para perdidas no para las mujeres decentes.  Qué cuidado y quedás en cinta antes del matrimonio.
Si es asunto de alcoba ya venís adiestrada en que por nada del mundo seás vos la  que tome la iniciativa,  porque dejarías ver tu putería, te dicen que tiene que ser él y a la hora, cómo y cuando él guste y lo decida. ¡Papo!  ¿Y si estás en tiempo de ovulación? ¿Te aguantás las ganas si el fulano  no se percata? Que no importa que estés cansada,  que tenés mil obligaciones rondando en tu cabeza y sentadas en tus  hombros, que lo primero es lo primero y es cumplir en el hogar como mujer, porque si no el hombre no tiene la culpa de buscarse a otra. ¿Y si es el hombre el que no cumple, te aguantás?
Si sos la que propone algo nuevo el hombre se ofende culpándote de andar con otro, si fingís orgasmos ni cuenta se da porque está tan entretenido en el suyo que se  olvida que ahí hay otro ser, la pregunta del millón, ¿cómo estuve? No te preguntan si te sentiste cómoda, si tal cosa no te gusta, cuál te gusta, no, ellos preguntan cómo estuvieron. ¿De uno a diez cuánto me das? Si les decís que cinco se ofenden, si les decís que dos, sos vos la culpable de su mal actuar, porque sos frígida.  –No habemos mujeres frígidas el sexo es cosa de dos-, bueno o de tres en adelante… Todo depende.
Crecés escuchando las cosas que no podés hacer. Pro ejemplo  jamás sentarte a comer sin haberle servido al marido primero. Los trastos los lavás vos mientras el toma el café de la sobremesa acomodado en un sillón.
Podés cortarte todos los pelos del cuerpo pero menos los de  la cabeza, eso jamás.
Y a eso voy,  de cómo cambió la forma en que la gente me mira ahora después de haberme cortado el cabello que nunca me toqué durante 25 años de mi vida.
Un cambio total, eso quería quedarme solo con la raíz y la razón por la que me lo corté no necesito hacerla  pública, es mía y de mis adentros.  La mayoría me dice: tan  bonito que tenías tu pelo, aquellos tus colochos, ¿por qué te los cortaste? Te das cuenta vos el mensaje subliminal  en la frase, “tan bonito que tenías tu pelo”, ¿o sea que ahora que está corto ya no es bonito?¿Yo ya no soy bonita sin mis colochos sueltos? ¿Las mujeres tenemos la hermosura en las piernas, en las nalgas, en los ojos, en el cabello, en las tetas? ¿Una mujer que sufre un accidente  y pierde uno de sus miembros ya no es hermosa? ¿Quién tiene cáncer y pierde el cabello ya no es hermosa? ¿La que no tiene mamas debido al cáncer ya no es bella?
La belleza de una persona no está en lo físico, en lo expuesto, es lo que se puede ver y tocar, no nos engañemos, la belleza de un ser humano es mucho más  de lo que pueden percibir tus cinco sentidos.
Ayer me corté el cabello  le dije a la señorita del salón que me pasara la máquina y que me dejara la pura raíz nada más. Yo no soy  mi cabello. Y si soy horrible con el pelo corto para los demás no me importa,  yo me gusto y me quiero con o sin cabello.
Me dijeron que algo andaba mal conmigo porque no hay razón para haberme vuelto vegetariana, yo tengo mi razón, es mía y eso es lo único importante.
Me dijeron que si escribía mi opinión sobre política iba a perder el prestigio, ¿cuál prestigio? Nunca he tenido uno, las heladeras, las que crecemos en arrabales no tenemos prestigio, nunca lo hemos conocido, para la sociedad somos las putas que se venden por un plato de comida o una cerveza en bar  barato. ¿Cuál prestigio?
Me dijeron que no hiciera mis emociones públicas porque eso no era correcto, ¿qué es lo correcto entonces? ¿Tragártelas hasta que te terminen matando por el temor al qué dirán?
Sé perfectamente que por haberlas hecho públicas  jamás tendré un trabajo de maestra, nadie querrá contratar a una desubicada social, a una persona sin juicio porque puede hacer daño a las crías de la escuela.  Haber sido maestra es uno de mis tantos oficios. Soy más que eso.
Me dijeron que no hiciera pública mi opinión ni mi ideología porque iba a perder seguidores de mi blog, yo no escribo para quedar bien o ganar seguidores, quien quiera que me lea y quien no que se vista   y que se vaya.
Me dijeron que tan bonito que escribía antes, cuando hablaba de la belleza de las flores en primavera y de los colores ocres en el otoño,  que ¿Por qué  ya no he vuelto a escribir así? Así,  con picardía, con humor,  de cosas triviales, porque eso alegra y es ameno para leer. Yo no escribo para alegrarle el día  usted.
Me dijeron que por qué no escribo poesía con rima, si tan bonita que es, la poesía sin rima no es poesía. Me dijeron que si soy poeta debo de escribir con rimas. Te dicen, te dicen, te dicen qué es lo que debés hacer y pensar. Me dijeron que una mujer no puede escribir palabras soeces ni hablarlas porque se ve  mal. Que la poesía de entraña que me la guarde, que publique la bonita, la que parece  sol naciente en día de verano.
Bah, yo no escribo con rima porque no me nace, yo escribo lo que siento, lo que veo, lo que pienso, no estudio las palabras, las palabras estudiadas ya no soy propias, ya no soy auténticas, ya no dicen lo que vos querés expresar porque las tenés que cambiar para que cuadren, para que encajen en la armonía de la belleza. Yo no soy belleza. Soy real. Las personas reales también  somos repelentes para quien no nos puede ver tal cual.
Me han dicho conocidos,  amistades, y hasta lectores que he sido una decepción total, que no esperaban eso de mí, que dejarán de leerme, que dejarán de llamarme, que dejarán de ser mis amistades,  ¿qué fue lo que hice? Gritar a los cuatro vientos, lo que los cuatro vientos ya sabían. Pretendientes que nunca se cansaron de ver en mí una posible compañera de vida, se han alejado decepcionados, me han señalado, de pronto dejé de ser para ellos la buena compañía, la parrandera, la que bailaba bonito y que por eso la llamaban todos los fines de semana para salir, ¿dejé de ser eso? Nunca lo fui seguramente se crearon expectativas que  nunca alimenté.
Lo cierto es que si una persona te quiere, te quiere de verdad lo hará siempre y te va a querer tal cual sos, con tus infiernos, tempestades y tus lagos en calma.  Te va a querer aunque sepa que nunca podrá tenerte como compañera de vida, que nunca podrán engendrar y parir juntos, y que nunca probablemente estará en tu cama como vos lo quisieras. Yo también amo personas que he querido que estuvieran en mi cama cuando amanece, no están y no por eso no las quiero  ni las rechazo.
Dejé de Ser en muchas cosas en mi vida por temor a desagradar a terceros o a ofenderlos, o a que me rechazaran, que me rechazaran más porque nunca he encajado del todo en el medio ambiente en donde crecí, ni en donde he trabajado, ni con quienes he compartido, soy una desubicada total.
No voy a dejar de Ser  porque a mis amistades les irrite, porque los conocidos se ofenden, porque mis lectores  y lectoras sientan que es asqueroso una metamorfosis de esas, ni porque católicos persignados y evangélicas de  hueso colorado oren por la salvación de mi alma, ni porque ex novios ahora me quieran lanzar a la hoguera, no dejaré de Ser yo, no dejaré de vivir por dedicarme a complacer a otros. Ya lo hice durante 33 años de mi vida y ha sido demasiado tiempo de tortura. Al final a quién le importa, ¿quién te mantiene? Nadie, yo misma me mantengo con mi trabajo, ¿entonces? ¿Encajar? ¿En dónde? ¿Para qué?  Lamento que si usted que sabe que soy  homosexual, bisexual, transgénero, y todos los  sobrenombres que quiera darme para señalar mi libertad de corazón se sienta ofendida  u  ofendido, simplemente no visite mi bitácora, mire que hay tanto que leer como para perder el tiempo visitando a un engendro de la naturaleza.  Usted no tiene derecho alguno de opinar sobre mi cuerpo y mi corazón. Yo no opino sobre el suyo. Déjeme ser que hay otras cosas en las que sí es necesario que se exprese y con ardiente desacato.
He ido abriendo espacios en mi bitácora en los que ya no escribo sobre mí, son esas secciones nuevas que aparecen en portada como ventanas a otros mundos que creemos desconocidos pero que existen.
Me han acusado desde que abrí la sección de Transgredidas de mi  bitácora, de ser una mujer que está en queja  total,  de ser extremadamente depresiva, de escribir de esas cosas horribles que entristecen,  que si habiendo tantos temas para escribir por qué me empecino en mujeres mutiladas, violadas, descuartizadas y asesinadas en la frontera. Que, ¿por qué me empecino en que mi mente maquiavélica escriba esos relatos que son inventados o realidad? No me sorprenden para  nada las posturas, la gente siempre quiere saber sobre cosas triviales, si son realidad o si es ella la que tiene esas perversidades en la maceta.
Tal parece que no se han percatado que la realidad nos  sobre pasa, que los feminicidios se ven a diario en todos lados, FEMINICIDIOS hechos violentos, saña, misoginia con las que asesinas a niñas, adolescentes y mujeres, ¿y sabe por qué existen los feminicidios? Porque personas como usted que se quejan de lecturas tristes, no hacen nada para prevenir ni para castigar a los culpables  de semejantes atrocidades.
Simple espectador o espectadora que pasa en las cercanías de un bar y sabe o se imagina que ahí hay niñas, adolescentes y mujeres que están siendo esclavizadas en el negocio de la prostitución, lo que  hace es voltear la cara y ver hacia otro lado, de perdida (para sus tres golpes de pecho) reza una oración.
Como si las oraciones sirvieran para encarcelar a desgraciados violadores y asesinos. Mire al genocida que tenemos como presidente.
Me han dicho ya muchas personas que si sigo escribiendo la sección de Transgredidas dejarán de leer mi blog. Favor que me hacen. Mucho ayuda el que no estorba.
Cómo se nota que no tiene ni idea del infierno que es la frontera para quienes la cruzamos sin documentos. Cómo se nota que no tiene ni idea –y si la tiene mucho peor- de lo que es ser víctima de tratas. Cómo se nota de que en su maceta haya nada más  una olla de grillos que se preocupan por trivialidades, como un celular de modelo reciente,  una camisa nueva, la boda de lujo de la fulana y que usted no tuvo, el ascenso del fulano en el trabajo y que usted deseada para usted –valga la redundancia-, la hora de la refa y se perdió la tabaleada sobre  el despido de la fulana por andar de puta.
Yo le dejo a la inteligencia de sus dos dedos de frente discernir si las historias de Transgredidas son realidad o ficción.  Le voy a dar una recomendación –ahí vea si la toma o no-  podrá ayudarle a encontrar la respuesta si usted deja por lo menos un instante de ver solamente el derecho de su nariz y presta atención a lo que hay a su alrededor, de lo que puede haber detrás de la puerta de la casa del vecino, en la habitación cerrada del restaurante, lo que puede estar sucediendo en el baño del fondo en la oficina, en la esquina de la calle en la noche, a plena luz del día.
Dèje un ratito  a su Yo y verá que hay  innumerables historias de Transgredidas sucediendo en ese mismo instante frente a usted, en sus narices. ¿Qué hará al respecto?  ¿Orar? ¿Voltear la cara? ¿O señalar a una bloguera por ya no escribir bonito y entristecer la lectura con esas historias?
Este escrito tomó varios caminos, no lo voy a editar porque he escrito como siempre lo que pienso, lo que veo y lo que siento.  Hablé de todo un poco, porque soy de todo un poco. Tengo 34 años de edad,  recién estoy haciendo las paces con mi infancia y adolescencia diría que recién –a esta edad- estoy comenzando a vivirlas a plenitud, estoy tratando de que vayan de la mano con mi estado emocional de adulta, estoy tratando de que tengan un equilibrio y no es menopausia –todavía no creo- es solo que recién estoy haciendo las paces con la vida. Me tomó mucho tiempo.
Ya no voy a dejar de vivir para que otros estén de acuerdo y complacidos con mi comportamiento, con mi pensar, con mi sentir.  Ya no voy a callar, perdí el miedo, nunca he detenido decencia,  y he liberado a mi locura. Ya no más recato, disfraz y encubrimiento.
Por cierto, ¿ya les dije que me trastornan las mujeres? Las mayores que yo. Todas. Bueno mejor si tienen medias negras y zapatos de tacón. Qué lo siento por quienes ven en mí a un engendro, desubicado y sin prestigio alguno. Pa´lo que sirven los prestigios esos mentados. En otros tiempos hubiera escupido ira, cólera y ofrecido puñetazos a cualquier puñetero, holgazán y señalador que se atreviera a señalarme,  trompadas a cualquier mustia. Pero cómo la vida va enseñando  poco a poco voy a aterrizando, la maceta se me ha poblado de canas y solo tengo 34 años de edad, cada cana es un cólera tragada, un silencio acumulado, una trompada ofrecida, lágrimas sin salir y por supuesto son arrebatadoramente hermosas, porque son mías, son mi experiencia de vida, por eso no me las pinto, son las huellas de   lo vivido.
Recién he encontrado  mi Razón de vivir  ¿Usted ya encontró la suya?
Posdata: que conste que no estoy dando explicación alguna sobre mi metamorfosis, estoy reivindicando mi razón de ser.
Ilka  Oliva Corado.
Sep. 18 de 2013.
En mi tabuco.

2 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Cada quien es como es. «Fuimos discos duros en blanco» y nos formatearon las circunstancias de la vida. Nadie es culpable de ser como es. Esto no excusa a la caterva de delincuentes con los que compartimos el mundo. Pero si estoy consciente, que a pesar de ello, todos tenemos la responsabilidad de nuestros actos y sus consecuencias. Besos, Chente.

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