Costumbre.

Este silencio inhabitado que respira en mis manos que te escriben, se me quedó la costumbre de buscarte, de llamarte en esta quietud tan reposada que parece agua quedada de un invierno torrencial. Se me quedó la costumbre de no espantar los versos que en algún momento fueron desierto que vos supiste aguar, oasis de mi poesía, vos sos la algarabía de mi tranquilidad, danzante mi alma te advierte aunque ya no hay miedo hiriente ni tampoco penumbra de ansiedad. Música de lago en calma, niebla del camino, vos sos el verso fino que sabe bien andar, entre mis venas y mi tacto, entre mis mares y arrebatos, vos sos la copla aguda que sabe cómo hablar.
Se me quedó la costumbre de conversarte a deshoras, de nombrarte Oda que puede recitar dos o tres sermones con delicadeza de rocío, que abrigaste cuando hubo frío a esta loca de arrabal.
A: D.S.
Ilka.
Sep. 05 de 2013.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.