Manifiesto.

Ayer vi la fotografía en un  periódico nacional de la esposa besando al esposo que fue sentenciado a 21 años de cárcel por violar a su hija de siete años de edad. Se despedían con un beso en la boca.  La imagen es chocante para la vista, para el raciocinio y para el sentimiento. Pero yo la entendí a  la perfección.  No era el amor de la mujer a su esposo sino su desamor a su hija lo que demostraba el beso. Siglos de patriarcado… Que hablen las expertas tituladas con sus nombres rebuscados para darle forma y explicación a la  imagen.
A mí me ha tomado muchos años exorcizar los demonios y el proceso ha sido lento porque he sido necia en mantenerme atada a cadenas que yo misma me impuse, a mi enojo, a mi ira, a mi cólera, a mi frustración.
No pude evitar recordar con esa imagen un suceso de mi vida. Ya superado. Para cuando llegó la bulla del cable a Ciudad Peronia corría la década de los noventa, ya estaban pavimentadas las calles, un bulevar hermoso partía en dos la colonia. Llegaron entonces la enormes antenas satelitales y las pusieron en el patio de la casa del vecino de la abarrotería de la calle Éufrates, -mi cuadra-  el embelequero de las crías con semejantes volados,  en las semanas que siguieron se vieron llegar  en contenedores rollos y rollos de cable color negro, cajas para la conexión,  y alicates para cortarlo. Llegaría con ellos un hombre enjuto, moreno, de cabello rojo de ojos avellana, pecoso, tremendamente lascivo. De nombre Byron –y no es ficción- de aproximadamente treinta y cinco años de edad, andaba a dos patojos púberos que lo ayudaban en la instalación del cable.
La bulla pues que medio mundo quería tener cable y no perderse la programación gringa, las novelas de Univisión que eran repetidas a las de Canal 7, y yo que me enamoré de TNT y de Tomates Verdes Fritos, una  película que he visto más de cincuenta veces y  no me canso, yo soy La Encantadora de Abejas, la protagonista mitad hombre y mitad mujer.
Durante la emoción de los primeros meses dejamos de salir a chamusquear  porque nos enloquecía tener a  la mano tantos canales de tantos países. Fue más la bulla porque pudo más la pasión, los barrancos y los cincos. Además las antenas de cerchas que teníamos atadas a los televisores en blanco y negro no nos hicieron el paro como debían.
Las noches se volvieron a poblar del güiralito jugando tenta, arranca cebolla, y para terminar la velada las infaltables historias de La Calle Donde Tú Vives reinventadas por nosotros mismos y con grandes pinceladas de fatalidad y fantasmas de todos los colores y tamaños, tal era el miedo que al primer grito salíamos despepitados hacia nuestras casas y hasta el día siguiente la historia continuaría.
Byron pasaba de casa en casa  revisando que todo estuviera bien con la programación  y cobrando las mensualidad, andaba un su talonario, un su fajo de recibos y una libreta donde apuntada a quienes les daba fiado. Muy ameno, muy conversador al grado que las vecinas lo esperaban por las tardes para compartir una taza de café y  una champurrada, el cobrador se sabía la historia de las vidas de todas, era  muy buen escuchador, en la casa entraba como mis cabras: sin pedir permiso y sin tocar la puerta. Cuando sentíamos ya estaba adentro revisando el cable y los canales. Hasta que un día.
Ya no recuerdo si fue a media tarde o a media mañana, yo tenía la puerta  abierta de par en par, estaba haciendo limpieza en la casa, el radio a todo volumen y cantando la canción de turno, el cobrador entró y revisó los canales en eso yo me fui para el patio trasero a lavar el trapeador en la pila y cuando sentí ya estaba atrás de mí, forcejeando para bajarme la pantaloneta, tenía bajado el zíper del pantalón y toda la emoción de su lasciva expuesta a la intemperie. Yo estaba sola no había nadie en la casa. Comencé a forcejear y no podía quitármelo de encima, tenía 35 años y yo 14 recién cumplidos. Comencé a gritar pero la música del radio a todo volumen no permitía que mi voz saliera del patio de la casa, no desistí de gritar y como pude salí corriendo,  no logró su cometido, algunas vecinas ya habían escuchado y llegaron justo cuando yo atravesaba el quicio de la puerta que da  a la calle. Ella lo agarraron  a escobazos y le lanzaron cubetazos de agua.
Para cuando llegó mi mamá le conté lo sucedido yo esperaba que se enfureciera, que explotara como un fiera  y que peleara por su hija con sus garras, pero no fue así, con todo el deseo que tuve de lanzarme en sus brazos para buscar su refugio  por todo obtuve un: ¨el hombre no tiene la culpa, el hombre es hombre vos te lo buscaste por andar vestida así enseñando las piernas y la punta de las nalgas en esas tus pantalonetas, eso es para que aprendás¨.  Fue una más de las puñaladas y la que más doliera. En ese instante terminé de entender que yo jamás contaría con mi madre para nada en mi vida.
Byron siguió frecuentando la casa, entraba como siempre, bebía café con mis papás y si era hora de almuerzo se quedaba a comer. A mi padre también se lo conté pero la misma respuesta obtuve. Entonces opté por largarme de la casa cuando el cobrador llegara, nomás lo veía asomar por la cuesta de la cuadra y me ponía los zapatos –amada andar descalza dentro de la casa y el patio- y salía a perderme entre el monte, los barrancos y me largaba con mis 16 hombres a contarle los retoños a los encinos de la aldea. Así comenzó mi inexpresión. Entendí que de nada servía hablar, denunciar –dentro de mi casa- porque igual era inexistente. Me dio por empezar a escribir poesía trepada en el tapial del patio viendo hacia las montañas verde botella de la aldea El Calvario. Es hasta hoy mi forma más fiel de expresión.
Yo pensé, ¿cómo es posible que le hable todavía, que lo deje entrar a la casa ,tengo dos hermanas más? Pero mi mamá estaba segura que yo lo había provocado por mi forma de vestir y  que sus otras dos hijas no lo provocaban. Soy la única que usa pantalonetas y que se viste de corto. Entonces juré que me vestiría de pantalonetas por le resto de mi vida,  porque me gustaban y porque sería mi forma de expresión, nadie tiene derecho de violar a una mujer por la forma en que esta se viste –ni por ninguna otra razón- llegaré a pasita –si es que llego- y no dejaré de usar pantalonetas, así la celulitis y las arrugas cubran de pasto los músculos torneados de la juventud.
Siempre fui la hija loca, la maniática, la silenciada, la que nunca hablaba,  pero la  que nunca faltó con sus responsabilidades de mamá suplente, la niña que tuvo responsabilidades de adulta y que parte de ella maduró tan de prisa que no le dio tiempo si siquiera de percatarse que la infancia se le iba junto a las polvaredas de octubre.
Me hice maestra, entré a la universidad, pero tampoco nada de aquello llenaba mi vida, había cierta frustración en mí, un desencanto ya enraizado, ya retoñado que me estaba poblando fue entonces que dejé todo y huí. Busqué darle un giro a mi vida totalmente. Ésa es la única razón por la que emigré. No me movió el hambre porque crecí con ella y aprendí a  palearla, no me movió el frío porque siempre lo he sentido, ninguna ambición porque me conformo con el olor a monte y tener un vaso de agua y una tortilla con sal, no quiero riquezas porque pudren el alma al igual que los demonios, sigo aquí en este país porque  es mi gusto ni mi gana no regresar, porque invisible siempre fui, ser invisible aquí o allá me da igual. La enorme diferencia es la distancia que hay de un  país a otro y eso ayuda a  que nuestra relación sea por lo menos de cronista  arrabalera y cuenta cuentos campesina.
Para estas fechas preparé mi viaje hacia Estados Unidos hace diez años, regresando de la universidad le dije a mi madre: “Nanoj  me voy para Estados Unidos de mojada” era una más de mis formas de decirle que me estaba muriendo por un abrazo suyo, me contestó sin asomo de sorpresa: “que te vaya bien”.  Mi decisión no tomó mucho tiempo apenas un mes, y al mes siguiente ya estaba volando en un animalón de Mexicana de Aviación, rumbo a la frontera que dejó huellas nuevas en mi vida.
Aquí estoy. El país de llegada era lo de menos, yo quería salir de aquel pantano en donde me estaba hundiendo, en emociones y que me era imposible ya reconocerme, saberme viva, yo misma era ya irrespirable.
Aquí me atacó otra de esas depresiones abismales que duró muchos años, hasta que cansada de emborracharme, de buscar abrazos en camas ajenas, de encerrarme en las interminables horas de trabajo, de noches sin dormir, de pesadillas, de andar sonámbula durante el día, como un último intento comencé a escribir poesía nuevamente. Después seguirían los relatos, las historias, y toda forma de expresión hecha con letra y alma.
Tengo un blog que es mi casa, que es el abrigo de mi alma, que  es de hecho en único lugar donde puedo ser, esta hoja en blanco es la única  me permite verme, sentirme, respirarme, hay una fotografía de portada que la tengo ahí para saber cada vez que entro al blog que esa mujer de ahí soy yo. Que esas letras son mías.
Nadie da lo que no tiene, he escuchado decir a varias personas. No culpo a mi madre, su infancia fue desdichada como la de mi padre,  ella fue Nana y Tata de su mamá, de su papá y de sus hermanos, lo más importante que mi madre pudo haber hecho por mí y lo cual le agradeceré hasta que me muera fue haberme dado  el privilegio de optar por estudiar y trabajar, uno que a ella le fue negado.  Ningún cariño tuvo, ningún abrazo. Gracias a que fui a la escuela a aprender a leer y a escribir hoy puedo expresar a través de este medio que es le único que conozco.
A veces desde esta lejanía cuando la imagino niña trozándose los dedos en los campos de algodón  me da por llamarla, ninguna de las dos puede expresar sus sentimientos a la otra, -solo sucede entre ella y yo, con sus demás hijos es otro el trato- pero yo busco la forma de hacerla hablar, para escuchar su voz ronca  que me enloquece: “ Nanoj sabés que me levanté pensando en el palo de nance del patio de nía Chicha allá en Comapa” “ Ah, ese palo mija tiene añales yo no había nacido cuando lo sembró su papá, don Fausto que en paz descanse, dicen que era un señor tan trabajador que se iba a  la frontera a vender los chochitos y las gallinas para lograr juntar para alquilar una parcela para sembrar su máiz” “ Nanoj y mirá, ¿ te recordás vos del nacimiento de la Joya?” “Queda donde Mamita ahí en Las Pilas yendo para Las Crucitas y Escuinapa” y así voy hilando y deshilando sus palabras y guardando su voz en mi memoria. Lejos, lo tengo que hacer desde esta lejanía porque cerca  no podemos.
A parte de todo también les salí calle de doble vía lo cual es el acabose para una familia de oriente, zacapaneca por parte de Tata y jutiapaneca por parte de Nana,  pero defiendo con mi vida la soberanía de mi pedacito de calle y de mis letras. Aun no comprenden cómo fue que me  les llegué a perder, si era una niña normal…
Esta bitácora es mía, esta letra es mía, esta expresión es mía y la defiendo con mi vida. Estas letras las he parido con dolor, no de nueve meses sino de años, cada punto, cada coma,   ha sido un paso hacia delante y por supuesto también de muchos retrocesos, pero ha podido más el avance de la redención.  Son mis hijas, fruto de mis entrañas y las defenderé hasta el día en que me muera y se me muero peleándolas será porque en ellas encontré mi oxigeno, mi vitalidad, el agua de lluvia y la niebla que alimentan mi alma.
Lamento si alguien –o alguienes- se siente ofendido con   la expresión de esta trastornada que encontró finalmente los botones de su camisa de fuerza y no está dispuesta a perderlos. Nadie me ha dado y por lo mismo no le pido nada a nadie.
Alguien dirá, como es ya costumbre que la intimidad de la familia se queda ahí dentro de cuatro paredes, porque qué dirá la gente. A mi la gente me vale pura estaca, la gente no me dio de comer cuando tuve hambre, no pagó mi escuela, no me compró zapatos cuando los tuve rotos, fui yo misma a pulso y a pulmón y a pulso y a pulmón también escribo quien lo lea es lo de menos, no busco lectores  ni lectoras,  busco apenas abonar el jardín de mi vesania que es el que embellece mi existencia.
Posdata: ahora que siento libre mi alma de toda ira, me pregunto, ¿cómo hubiese escrito estas letras en años pasados? Seguramente con un odio atravesándome la garganta y las entrañas.
Ilka.
Septiembre 01 de 2013.
Aquí.

10 comentarios

  1. Mi Querida y apreciada niña; no sabes como odie ver esa imagen también, estaba totalmente indignada de la madre de esa niña, y me pregunte muchas veces en el mismo rato que podría llevar a una madre a actuar así, hasta este momento que te leo estoy entendiendo cual es una muy probable razón, que lamentable y que dolor de alma causa enterarse de cosas así, >:(
    Un abrazo Ilka! Admiro tu fuerza!

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Lo mejor es que alcanzaste la libertad de espíritu y eres tú misma a los cuatro vientos.
    Besos, Chente.

  3. ¡Ay Chula, ya era hora! No nos podemos ni imaginar cuántos nos sentimos re te alegres de poder decirnos a nos mism@ «Dio el paso que le faltaba!». Por supuesto no podiamos ni imaginar tampoco como era el entramado de tu historia… pero, ¡se notaba! … leíamos en tus letras el berrinche de protesta que con todo derech y sin tope quer+ias ex presar, ex ternar (con ternura de cariño por vos misma) y luego de hallar el sosiegon ¡serenarte y descansar de tantas luchas! Gracias por ser la que sos y al estilo individual que lo sos. Incomparable. ¡Änimo!
    el_ju(Who?)

  4. Hermos relato de vida, y de como del grandísimo dolor surgen bellas personas!!! Como la flor de loto, que nace del barro para llegar a su purísima belleza!!!!

  5. El relato explica muchas cosas.
    Te quiere, El Tal.
    PD: Por la timidez inherente en nosotros, no escribi: Te amo!

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