Adiós amor.

La última noche de julio no suelo dormir porque son las vísperas de agosto y cierta emoción me embarga, lo he esperado con impaciencia de niña,  lo abrazo desde la madrugada inmersa en una especie de veneración que solo se le tiene en la infancia a la hora de la tenta y de ir a barranquear: finalmente viene a mí el mes del jocote de corona, de las lluvias, de las nieblas  y del frijol camagua. Viene a mí, mi natal Comapa.
Es el mes de mis padecimientos, mi alma se larga sin permiso alguno y me deja huérfana de su estabilidad, vagabunda en un limbo de reminiscencias que malaya otrora. Me pasé el mes hechizada con mi parcela de tomates en el balcón, con los girasoles que lo embellecieron y cortando semillas secas de las matas de culantro, cortando hierbabuena para el chirmol.  Respirando el olor fresco de la albahaca, y viendo los chiles jalapeños crecer. Saboreé el dulce recuerdo de mis años  en La Fresera, pues sembré fresas y comí sus frutos. ¡Finalmente pude hacerlo! Todas las mañanas bebí mi café mientras admiraba la forma en que habían crecido los frutos. Han sido seis cosechas de tomates  y todavía faltan dos. La gracia de agosto aun ha dejado tomates verdes en la mata, para que no sea tan cruel su despedida.
¿Qué haré sin el canto de chicharras que viajó desde las peñas y los linderos de mi pueblo?  ¿Qué haré sin las luciérnagas iluminando mis noches? ¿Sin los grillos cantando en mi ventana? ¿Sin las libélulas? Si viajaron desde la quebrada de El Pino para saludarme.
¿Qué haré sin la niebla, sin las mañanas encapotadas? ¿Sin la lluvia torrencial? ¿Qué haré sin el recuerdo del clavel rojo floreando en el patio del sitio de mi abuela? ¿Sin el aroma a adobe mojado? ¿Qué haré con ésta urbe, en ésta urbe que es mi realidad?
Padecer, padecer,  padecer, el acecho de la ciudad.  ¿Qué haré sin los botones  de mi camisa de fuerza? No me acostumbro a la soledad de vivir sin él, al abandono de su niebla, del olor a flor de chipilín, a la fantasía del  paisaje de milpa y maicillo poblando la autopista en la ciudad.  ¿Qué haré  sin el lodazal? Si aquí ni polvo se levanta. Llevo diez años de  no caminar descalza, porque si lo hago se rompe el hechizo de mis pies  enlodados en los charcos de mi arrabal, de la aldea, de mi pueblo. Me lo tengo terminantemente prohibido. Mis pies desnudos no han tocado el asfalto de este país.
¿Qué haré sin agosto poblando mis poros? ¿Arrullando mi sueño en noches de lluvia?¿Qué haré sin su poesía? Me deja de nueva cuenta desnuda, vacía, se lleva todo, todo de mí.  No se lo reprocho no tengo derecho alguno, soy suya, le pertenezco, tiene mi alma y mi esencia, se lleva mi locura, se lleva mi trastorno, se lleva a la niña y a la adolescente y deja despojada a la mujer, ¿para qué quiero a la mujer sin su alma de niña, sin la rebeldía de pubertad? ¿Para por fin pensar racionalmente y actuar como adulta? No quiero ser adulta, no quiero pensar, quiero sentir…
Quiero ser eternamente niña, con mi pelo cano, con mi piel ajada pero niña, niña de ladera. No puedo con la madurez, ni puedo con la edad,  no puedo con la responsabilidad de ser adulta, no puedo con el peso de la estabilidad emocional. Prefiero la vesania que es el agua donde he nadado siempre. Conozco su profundidad, he buceado  y me he lanzado clavados desde la piedrona cuando el aire de la realidad me sofoca.
He padecido como propia la agonía de agosto, no sé cómo debo despedirlo si no quiero  que se vaya, quiero tener el jocote de corona, el de agosto y el pitarrillo aquí, quiero los tamalitos de frijol camagua, la chilipuca, las chiliguas, las hojas de milpa. Necesito de su embrujo para poder existir. Para que mi letra tenga vida,  para que mi letra encuentre su alma, para que esta hoja en blanco no muera vacía y sola, mustia y desdichada sin poder expresar. Necesito de su amor para sentirme viva. Sin mi poesía y sin mi letra nada soy y el ingrato se las lleva, las ha empacado y las puso en una nube que no puedo alcanzar, y yo quiero que llore, que llueva, que baje, que se convierta en vaho para irla a rescatar. Me subí al techo del edificio y puse una escalera, a una palmera le añadí una vara de bambú con las que se bajan los mangos y los matasanos pero ni con todos los remiendos he podido hacer un barrilete que la alcance pues aun no llega octubre y el viento no sopla a mi favor. Ningún telegrama enviado sobre el cáñamo llegará a tiempo y nunca sabrá que se lleva con él, el oxigeno de mi alma montuna.
Es la última mañana de agosto, fue su última madrugada y como en las vísperas la abracé desde su llegada, sentada en el balcón bebí café de mi natal Comapa molido en piedra de mano y dorado en comal de barro por las manos de nía Juana mi abuela materna, saqué un pedazo de quesadilla del congelador y lo doré en un comal de peltre, sobre la estufa eléctrica, después  lo coloqué con sumo cuidado sobre una paila.  Serví el café en un batidor y salí al balcón a despedir la última alborada de agosto.
Soy agostina de los pies a la cabeza, mis emociones, mis sentimientos, mis poros, mi alma y mi trastorno son suyos, me quedo vacía y sola en espera que llegue de nueva cuenta el último día de julio y me avise en las vísperas que asoma agosto, mí agosto de nuevo a poblarme, a enloquecerme y a hacer de esta urbe un paisaje de mi  natal Comapa,  con el embrujo  que  solo  podamos ver  mi locura y yo. Me quedó aquí cual cortesana en espera de su amante. Porque si un amor tengo en la vida, es agosto.
 Agosto.
 Retorná a tus laderas
empapá la quebrada
enfurecé las aguas del río
hacé del lodazal una obra de arte
de los charcos  un especie en extinción
 
Andáte, regresá, a tu cuna
a tu nido, a tu pueblo
lleváte tu numen, dejáme sin musa
lleváte tus nieblas y tus lluvias
lleváte tu embrujo y borrá el hechizo
porque ningún conjuro podrá devolverme tu fascinación
 
Lleváte esta hoja en blanco
y las palabras que se encerraron en tus días
soltálas en las lejanías del terruño donde nací
para que corran, para que jueguen, para que salten
sobre los charcos, en los caminos
y en los tejados, como cipotas de ladera
que hacen de los guindos un camino real
 
Andá, dejáme sin tus versos
que no  hay reclamo alguno
no te despidás, lleváte tus chicharras
tus luciérnagas y tus grillos
dejáme en este frío del otoño que asoma
que serán su vendaval y sus arces
los que hagan de esta despojada
una enajenada que su alma encontrará.
 
Ilka.
Agosto 31 de 2013
Aquí.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

5 comentarios

  1. Hola, eventualmente leo tus encabezados, o el párrafo introductorio, pero en este caso me devoré cada letra de tu exposición, en momentos me sentí identificado. me sentí trasladado hacia mi terruño, terminé de leerlo y estoy en esta ciudad, trabajando para que alguien más tenga esa dicha de cortar jocotes por mi. gracias Ilka por compartir tus pensamientos con todo el mundo.
    Te envío felicitaciones, Israel

  2. Quién habría de haberse imaginado que las letras de cibernética comprensión que han saturado la red allende los Continentes tal cual evidente es en el Registro VISITAS adjunto a tu Texto, escritas han sido y satisfecha has dirigido a la nube y a la red cada vez más extensa de lectores en espera de tus novedades con derecho a trascendencia interplanetaria y permanencia eterna; han sido evocadas por tu romancera subyugación a un periodo mensual que año tras año te redime. Inspira tu pensamiento evocando remembranzas de tu parcela natal a la cual has divulgado sin cerco que fuere capaz de retener tu brío personal de enamorada Chapina Comapense. Digna de felicitarte es la suprema candidez de las figuras gramaticales ornamentando tus descripciones boyantes en tu narrativa. Has plenificado de Renovados Himnos a nuestra India Patria Moza. Gracias, Ilka. el_ju

  3. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Te felicito por tu creatividad poética. Besos, Chente.

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