Columnistas.

He escuchado que en el mundo de las letras  el poeta y la poetisa son quienes siempre reciben las mejores flores, ¿cuál es la razón? ¿Será su alma maldita? ¿O ese halo que siempre los rodea? No es fácil escribir poesía, tampoco es fácil armar un argumento y publicar una novela de trescientas páginas, pero en el mundo de las letras también existe esa intelectualidad incansable, inaudita,  que es como hierro al rojo vivo en casa de herrero,  lava de un volcán despierto, cauce para un río en montaña, es esa intelectualidad  de veinticuatro horas al día, la emergente, la serena, la puntual.
Me refiero a las y los columnistas, los gorriones de pecho amarillo y a  las chicharras de más de un verano. Quienes escriben con honestidad, temple y  ética, -no a los mustios y mustias vendidos-.  Me he preguntado en más de una ocasión, ¿cómo le hacen? ¿No se cansan de tanto pensar? ¿De llenar cuartillas y cuartillas con una opinión definida, con un sentir pasional?
Ahí están siempre solo es necesario que abrás  las páginas de los diarios para que aparezcan con sus voces sonoras en fiel expresión, a la misma hora, del mismo día con puntualidad de panederos y panaderas sacando el pan del horno para irlo a vender en la madrugada, con puntualidad de crías que lloran en busca de la chiche materna a deshoras, como el sol naciente en el oriente de mi país, como la flor de pito en marzo, como el jocote de corona, de agosto y pitarrillo en el octavo mes del año. Como el frijol camagua abrazado al milpal desde que amanece agosto.
Son candiles de laderas, quinqués de montañas, son luceros en medio de la mar, lunas en noche cerradas, son fogarolas que no se pueden apagar.
Por si el oficio no fuera ya una enorme responsabilidad, bregar con la amenaza constante de que en cualquier momento un ofendido u ofendida quiera mandarlos a callar definitivamente,  entonces los columnistas y las columnistas hacen malabares,  juegan a mantener el equilibrio en alturas que nadie más podría con el vértigo y fobia.
Ellos y ellas no encajan en los parámetros de la normalidad que esta sociedad dicta, ningún escalafón tiene el numeral donde estos personajes puedan llenar su papeleta, ellos y ellas viven en nubes propias donde nadie más puede entrar, en mundos que inventan, enredan y desenredan con agujas capoteras y de atarrayas. El arte de escribir se vuelve atol shuco de noviembre en Comapa, cuando  un o una columnista llena esa cuartilla pesa a sus vacíos, a sus contratiempos, a sus delirios, a sus dolores, a sus sin sabores, puntual, desvelada, cansado, irritado, su opinión no es devaluada si la escribe con el corazón.
Están ahí siempre que a veces no nos percatamos de su existencia, son ya parte del paisaje, como el verde botella en musgo de diciembre, como candil colgado en pared de adobe en aldea de pueblo, como el frío en la lámina en covacha de arrabal, como el atol blanco en mercado de domingo, como la chilipuca que enamora al maicillo en los sembradios, -¿ o sembrasillos?-cuando el maíz camagua está a punto de sazonar.
Están ahí siempre, como la miscelánea en mercado de periferia, como el hambre en tripa de niño que trabaja en finca de café, como la sangre en los dedos cansados de quien corta algodón, como  alerta perenne en ansiedad de vendedora ambulante, inherente a la realidad del día a día que a veces se nos olvida.
Ahí siempre, como las niñas preñadas abusadas por un familiar, como la feria patronal, como el café en el desayuno, como la camioneta que se queda en la cuestona, como la patrona que siempre osa de explotar.
Propios y propias de la genialidad del arte de escribir, de opinar, señalar y discernir a su manera la forma de educar  y guiar, pese a todo y a tanto. Son ustedes el agua azucarada para quien vive las penas del destierro, la alarma del reloj despertador para quien busca salir al encuentro del nuevo día antes de que el sol acampe.
Son ustedes el pulso en juego de cuadra, la bolsita de cincos,  las historias por contar en noche de tenta y pega pega, los mirasoles de agosto, la flor de chipilín, la de San Andrés y chacté, el jocote rojo de febrero en Jalpatagua,  los azahares de las naranjas de Rabinal y para esta mente descocada de una heladera emigrada son el mercado de su Ciudad Peronia. Gracias… Por ser y estar…
Ilka.
Agosto 26 de 2013.
Tabucolandia.

3 comentarios

  1. Hola Ilka, creo que muchos quisiéramos escribir como tu. Compartí tu artículo con columnistas de diversos medios.
    Un abrazo

  2. saludos pue… que te siga fluyendo..

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