El viaje del retorno.

Voy conduciendo por la avenida, regreso de trabajar es  hora  y  no hay tráfico, no las filas interminables de invierno o las que inician  justo en los últimos días de agosto cuando terminan las vacaciones de verano y las crías  comienzan  ciclo escolar.
El verano está a todo lo que da, olas de calor azotan  el país. Ayer comenzaron a cantar la chicharras, en los noticieros desde el invierno del año pasado estuvieron anunciando que serían plagas las que emergerían del fondo de la tierra,  los residentes se asustan siempre y como típicos urbanos  que no tienen idea de la belleza de la naturaleza y su funcionamiento les da por comprar  yardas y yardas de cedazo para cubrir  los árboles bebés pues temen que las cigarras  los devoren, mirás entonces los jardines de las mansiones como si fueran fardos de papel higiénico o telares de lana blanca.
Humedad, bochorno, magistrales conciertos de chicharras y grillos  iluminarán las luciérnagas de aquí a  septiembre, en la poca área verde que hay dentro de al urbe,  luego las temperaturas descenderán drásticamente y vendrá pues la  nostalgia del otoño con sus colores ocres y su frío y la desnudes de los árboles que esperarán ansiosos las primeras nieves del invierno.
Miles emprenden como en Escuintla las golondrinas a inicios de abril , el viaje del retorno en verano. Agosto se queda en pampa y se pueblan entonces los aeropuertos, las fronteras terrestres, regresan las y los hijos pródigos de la patria, a presentar los nuevos miembros de la familia, abuelos a conocer los nietos que no hablan el mismo idioma,  nietos a conocer abuelos, tías, primas y primos, los pequeños a  conocer a sus hermanos mayores, las hermanas que se quedaron cuando la madre emigró, los recuentros familiares suceden entonces como por obra de un designio divino o un hechizo que por fin se rompió.
Regresan quienes obtuvieron sus residencias, los documentos que les permiten viajar fuera del país y retornar aunque en el aeropuerto les cuestionen con mil preguntas y les revisen hasta la sombra por no tener el pasaporte estadounidense y traer las maletas llenas de: gallinas asadas,  libras de café, queso, crema, chiles chiltepes, quesadillas,  baleadas,  ají de gallina,  empanadas, tacos, molletes, jaleas, conservas y  el sombrerito de Esquipulas si es que los visitantes son guatemaltecos.   Traen la playera puesta: ¿Yo vengo de tal  país usted cuándo va?
Sigo manejando por la avenida  observando las distintas tonalidades de verdes que pueblan el verano,  volteo al llegar a  un alto al final de la cuadra vive una conocida que recién la semana pasada se fue a vacacionar a Guatemala, recuerdo la primera vez que regresó yo tenía tres meses de haber llegado a Estados Unidos y ella veinte de no pisar tierra guatemalteca, recién habían salido sus papeles, realizamos entonces una especie de ritual en costales de manta empacamos los regalos que llevaba para la familia y vecinos de su aldea, en esos veinte años dos generaciones habían  nacido y otras habían desaparecido,  tenía que ir a visitarlas al camposanto,   compró maletas usadas en una tienda de segunda mano y empacamos en papel de regalo cada detalle que llevaba acumulando durante dos décadas.
Se vino soltera y regresó casada y con hijos.  Sus hijos no hablan español, ella no habla inglés su marido guatemalteco olvidó el español desde el momento en que llegó a tierra estadounidense y en cambio el inglés se ha convertido en su idioma materno, por elección.
Ella añoraba las mañanas nubladas y las tardes de celajes color flor de fuego de su natal Jalapa, los tamales cocidos en hojas de guineo, las tortillas hechas en comal de barro, el atol de elote, el queso oreado, los cohetes para Navidad.  El caldo de gallina de patio y los abrazos de su mamá.  Las sonrisas de sus hermanos y el sombrero de su papá.
Sus hijos en cambio de Guatemala solo sabían el nombre, ni idea de lo que era un frijolar, quebrada, toma, horcón, horqueta, hamaca, polletón, champa, covacha, mantequilla colada, candil, chumpe, catre, hambre, frío…
Limpiadora de casas  desde que llegó pero siempre a su familia le dijo que era la dueña de una empresa de mantenimiento, le pregunté por qué razón mentía y me dijo que le daba vergüenza llegar veinte años después y seguir siendo sirvienta como lo fue en Guatemala. Entonces para encubrir bien la mentira, sacaron un préstamo en el banco y al llegar alquilaron un vehículo de modelo reciente en una agencia en la zona viva, y así fue como llegaron a su aldea natal en un carro de doble tracción y de dobla cabina, pero ciertamente no tenían dinero ni para pagar hotel, regresaban a la aldea porque estarían un mes y dormir y comer en casa de su mamá les ahorraría mucho dinero.
Los vi al mes que regresaron venían hablando pestes de su aldea, de la capital, de los chiqueros donde un día ella cuidó los marranos, de los huevos de gallina, del agua sucia y podrida del nacimiento donde alguna vez tomó, algo sucedió con ese primer viaje, se desencantó de aquel pequeño país que llevaba dos décadas llamándola. Sin embargo regresan todos los años porque se ahorran lo del hotel y lo de la comida, y de paso van a Xocomil. Por lo menos sus hijos  han aprendido a decir en español: jocotes de corona.
Así sucede con la mayoría no regresan porque la nostalgia les llame, porque la añoranza ahogue, ni porque la diáspora congele, regresan porque necesitan vacaciones y la economía no da para  viajar a otro país,  tampoco para pagar un hotel  en sus países de origen y dejar de fastidiar familiares que terminan durmiendo en el suelo para que ellos duerman en sus camas, que terminan matando sus únicas gallinas para halagarlos y agradecerles la visita,  quienes van entonces con el dinero que han sacado en préstamos bancarios, fanfarronean  invitando a las cajas de cerveza y a las botellas de agua ardiente, llevan su mejor ropa, las mejores joyas, las mujeres se tiñen el cabello y pasan haciendo dietas durante el invierno.
Los hombres buscan una jovencita para casarse y traérsela amaestrada, las que están aquí emigradas y emancipadas ya no les gustan porque ya no se dejan dominar.  Es mejor traérselas tiernas y aquí hacerlas a su modo,  porque ellas viajan ilusionadas, dejan familia y todo por la enajenación de un mejor estilo de vida y salir de la pobreza, muchas son oprimidas porque no conocen a nadie en el país, no salen de los apartamentos y no tienen a nadie a quien recurrir cuando el flamante esposo las golpea y viola.  Eso no  lo supieron ver cuando el agresor viajó con sus marmajadas de dólares en las bolsas, sus zapatos de marca, el automóvil de modelo reciente rentado en agencia, entonces se dejó envolver por la ilusión de tener eso mismo y más en otro país y sería entonces la que triunfó en una familia que palea el día a día. Triunfar le llaman…
Aquí las he visto apagarse, botar el rocío de la ilusión y no retornar por miedo al qué dirán, preñarse porque es mejor parir un hijo gringo que un guatemalteco, parir aquí es mejor que parir allá, así las he escuchado decir y he conocido el producto de sus pensamientos, las  crías que no hablan español, que no conocen familiares, que saben quiénes son.
Sin embargo el viaje del retorno, lo realizan anualmente como lo hacen  las aves migratorias en primavera, son pocas las personas que regresan porque extrañan los charcos de agua en invierno y el lodazal, porque nunca será igual comerse una tortilla con sal en compañía de la familia que comerse una libra de carne en soledad, porque jamás el bochorno de verano sudado en hamaca de corredor será igual al del encierro con aire acondicionado, porque comprar tomate en un supermercado no se iguala a comprarlo en un mercado del día jueves o del día domingo.
El viaje del retorno ha perdido la esencia, -o realmente nunca la tuvo- van a pasear a los centros comerciales como momias y a contar que allá no es igual que aquí, que aquí es mejor, que aquí hay libertad, que aquí tienen carros de último modelo, que aquí pueden comprarse la ropa que quieran,  pero no dicen que aquí trabajan limpiando casas, cortando grama, que aquí la libertad es una estatua, que aquí sí se compran la ropa que gusten pero en tiendas de segunda mano.
No tienen el valor de decir que aquí con toda la brillantina de la urbe, de los rascacielos, del aire acondicionado en verano, de la calefacción en invierno, con sus jaranas de carros  de último modelo y de la hipoteca de la casa que nunca será propia, jamás será, ni se asemeja, a un país con dignidad.
Estoy detenida en el alto veo la casa solitaria al final del callejón, en tres semanas regresarán contando pestes del país que los parió.
Voy a Guate me dijo una amiga que vive en las Europas, estaba realmente emocionada, me dijo que regresaba  de visita que las horas se le hacían eternas, que no dormía de la emoción,  yo me la imaginé en tierra del encanto, atipujándose unos chuchitos en el mercado central, una cerveza fría en Las Cien Puertas y una caminata en El Portal Del Comercio, me la imaginé andando por las banquetas de la universidad de Mis Amores, comprando chiles chiltepes en el Guarda Viejo,  yendo en bus por el camino de Zunil,  pasándose una Sheca  en Xela. Me contó del itinerario de vuelo, yo me la imaginé trasbordando en aquellos grandes volados, corriendo de aeropuerto en aeropuerto hasta aterrizar en La Aurora.
Me dijo que la tripa ya extrañaba el churrasco y la tortilla de máiz, sus pies andar descalzos en el lodazal,  me dijo que lujo sería que yo también anduviera por allá  y que pudiera viajar,  ambas acordamos en que un día será, la despedí con un,  ¡ingrata por vida tuya, echáte uno a mi salú! Sé que lo hará.
Para vos, Mixtura de Migración.
Ilka.
Julio 17 de 2013.
Tabucolandia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

3 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Hoy tu texto me dejó triste, todos soñamos y los despertares pueden ser topes contra la pared de la realidad. Besos, Chente.

  2. Estimada Ilka, mi paisa del oriente, del oriente en donde nos enseñaron a tener orgullo por lo nuestro, por nuestra tierra con sus virtudes y defectos. Utilizo este espacio del comentario, para recomendarle a quien esten en la situacion descrita en el articulo a que reflexione, no tienen necesidad de mentirse, esto los confunde y los minimiza. La mayoria de los que lo reciben saben que no puede ser cierto que todo sea optimo en un pais ajeno y por si fuera poco un pais con influlas imperiales. En ningun lugar del mundo se puede estar bien si se es ciudadano de segunda clase. Un abrazo fraterno para todos los valientes indocumentados, que la fuerza los acompañe.

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