La Poporopa y Bonito Palabro.

Aunque este día debería conmemorarse  a una mujer y su lucha que se convirtió en mártir: María Chinchilla Recinos, lo cierto es que la menos recordada es ella y aunque la fecha está establecida para celebrar a las y los docentes nunca debemos olvidar que fue la ancestra víctima de un sistema de gobierno opresivo –como el de todos los tiempos-.
Entonces pensamos en esas maestras y maestros que ayudaron a transformar nuestras vidas, que nos inspiraron y que hicieron de una suma, de una resta algo más que una enumeración.
O las maestras y maestros del camino: aquellas personas que fueron apareciendo en nuestras vidas como por arte de magia y dejaron huella.
Yo tengo a dos que no han desaparecido ni por instante de mi memoria, de mis deseos, de mis ilusiones y de mi nostalgia.
Cuando fuimos de primer ingreso en la Escuela Normal de Educación Física  todos salimos del primer día de clases con apodo incorporado, fuimos la Sección “B” la más tremenda de las tres de cuarto magisterio.
En la sección “A” había una Poporopa en la sección “B” habíamos dos y un Poporopo nos clavaron así por el cabello colocho de unos y murusho de otras. Pero al final la verdadera Poporopa fue solamente una, con apodo patentado.
Con la Poporopa nos parecíamos mucho físicamente, calzábamos el mismo número de zapatos, la misma talla de ropa y la misma altura. El mismo color de piel, colochas las dos y de Jutiapa. La diferencia es que ella recién había migrado de Jutiapa a la capital y tenía ese su acento de oriente que me enloquecía, ella sí hablaba como metralla, ilegible  para el resto de la escuela menos para mí así es que me buscaba cuando quería que yo sirviera más o menos de traductora con el resto de la sección.
Con ella hablábamos de leche recién ordeñada, de gallinas en los tapescos, del café a la hora de la oración y de los candiles.
La Poporopa vivía, soñaba y dormía pensando en la ilusión de  convertirse en Maestra de Educación Física, quería ejercer en su aldea,  si lo lograba sería la primera en la familia  en terminar el nivel medio. Trabajaba en un McDonald´s  en las cercanías del parque Concordia, sus turnos eran variados y siempre llegaba a la clases desvelada, con hambre y con sueño. Alquilaba una pensión en la zona 1.
Nos hicimos muy buenas amigas en poco tiempo, teníamos muchas cosas en común. Ambas nos la veíamos a palitos para conseguir lo del pasaje y lo del almuerzo pues en la escuela se estudia jornada doble.
La Poporopa tenía en la espalda la carga de alimentar a seis hermanos menores, su hermano mayor trabajaba de policía privado en la capital y entre ambos sostenían el hogar en Asunción Mita.
Siempre me llevaba un pan  con queso que  preparaba en su trabajo, ella laboraba en la cocina preparando las hamburguesas, yo entonces le regalaba  una de las naranjas con pepita que vendía en la hora del recreo.
Trataba de ayudarle con los trabajos de grupo, creo que la sección fue comprensiva y la ayudó  en ese sentido sin embargo la carga física y emocional del trabajo, la escuela y la responsabilidad de sostener un hogar fue mucha para ella, antes de finalizar cuarto magisterio se retiró y ya no fue a estudiar.
Entonces la buscamos en su lugar de trabajo tratando de  convencerla pero fue imposible.  Yo extrañé  a mi otra yo, éramos tan parecidas que nos confundían los docentes y los mismos compañeros.  La llamaba por teléfono y apenas hablaba su depresión la hundía cada día más. La frustración la hizo bajar de peso, y dormir pocas horas.
Dos veces por mes en los miércoles por la tarde que era nuestro medio día libre en la escuela yo caminaba por las calles de la zona 1 en su búsqueda y llegaba al restaurante de comida rápida, ella salía diez minutos y conversábamos, yo quería saber cómo le iba, cómo estaba todo y tratar de convencerla de que  no dejara de estudiar que si no era magisterio de Educación Física pues que buscara otra carrera que requiriera menos tiempo,  pero La Poporopa ya había tomado doble turno en el trabajo sus hermanos menores entraban unos a los básicos y otros a la primaria los gastos se iban a triplicar,  la patoja de Asunción Mita se sacrificó para que sus hermanos estudiaran.
Cada  visita era de observarla con su mirada más y más apagada, con mil penas y mil cuentas por saldar, con listas de útiles escolares, uniformes por comprar y bocas qué alimentar. La Poporopa tenía 16 años de edad.
Una tarde después de ir a cobrar el cheque por el pago de ayuda para el autobús que nos daba el Ministerio de Educación  fui a buscarla como acostumbraba y ya no la encontré, se había cambiado de trabajo me dijo su supervisor. Jamás volví a saber de ella, pero la siento en la intimidad de mi corazón de estudiante.
Bonito Palabro así lo bautizamos, nativo de San Pedro La Laguna hablaba uno de los tantos idiomas que hay en Guatemala y se le dificultaba en sobremanera el castellano entonces se le escuchaba el acento como árabe, de ahí sobrevino su apodo.
Bonito Palabro hacía malabares para poder pagar la renta de la pensión en donde vivía, en aquellos años solo existía la escuela central así es que toda aquella persona que vivía en departamentos tenía que migrar a la capital para lograr ser Maestro o Maestra de Educación Física.
Pertenecía a una etnia no recuerdo a cuál, había crecido como la mayoría de los niños del sector: vendiendo artesanía que ellos mismos fabricaban, a las y los turistas que asomaban a Atitlán y los poblados de alrededor del lago.
Con Bonito Palabro nos llegaba la hora de almuerzo y las tripas nos lloraban y ambos sin dinero para comprarlo, entonces ajustábamos y caminábamos diez cuadras por la línea del tren en  busca de una venta de verduras y frutas, ahí comprábamos un aguacate, un manojo de rábanos y un quetzal de tortillas que repartíamos entre ambos, nos los bajábamos con saliva o con agua pura que tomábamos del chorro al llegar a la escuela.
Un patojo con muchas habilidades físicas y sumamente inteligente al que también le afectó la  pena de ver llegar fin de  mes y sin ajustar para la renta del cuarto en la pensión, en muchas ocasiones lo visitamos cuando se encontraba deprimido sumido en el colchón de su cama, las puertas de madera con dos aldabas a las que les ponía un candado pero que se abrían con un empujón.
A Bonito Palabro le encantaba mi colochera, recuerdo que una tarde me dijo que me quería hacer trenzas como las que le hacía a las turistas que llegaban al lago y sí me las hizo y yo parecía de aquellas morenas de Livingston con la infinidad de trenzas de colores, porque las intercaló con hilos de lana.
Sin imaginar ninguno de los dos que aquella aventura daría frutos, resultó que  serví de modelo para que las patojas de la escuela se entusiasmaran con las trenzas y le pidieran al artista que les hiciera garabatos en el cabello, fue así como se hizo  de clientela y lograba ajustar para pagar la renta. También hacía figuras en madera, aretes y pulseras.
Sin  embargo cada año los gastos subían, en uniformes, material para los trabajos y por supuesto la renta, la familia de Bonito Palabro lo ayudaba con muy poco económicamente por su deploraba situación económica, sus calificaciones bajaron y fue dejando retrancas, el pago de la pensión  lo esperaba,  el jabón y el agua para lavar su ropa, hacía un tiempo de comida cuando bien le iba y en muchas ocasiones se fue a dormir sin probar bocado.
Bonito Palabro soñaba con llevar la Educación Física a la escuela de su pueblo, y entrenar equipos y enseñarles a las crías la belleza de la actividad física. Soñaba con ganar dinero para comprar pelotas y llevarlas a las escuelas, con comprar aros, almohadillas y todo tipo de material didáctico que le diera a las crías la oportunidad de un desarrollo integral en la clase inexistente en su comunidad.
Pero toda aquella nube de ilusión se quedó en una frustración cuando en sexto magisterio le fue imposible con tanto gasto, renunció en la etapa final.   Y se vio obligado a dejar postergado su sueño de ser Maestro de Educación Física, la vocación se respiraba en sus poros, lo vi llorar tantas veces de cólera por no tener los recursos.
Trabajaba en la piscina como todos y todas nosotras, en actividades extracurriculares en las distintas federaciones deportivas, cuando necesitaban jueces y árbitros para los eventos del fin de semana, preferían pagar un porcentaje de miseria a  un alumno que contratar a un juez o árbitro titulado, así que lo que nos daban era para los pasajes pero al final de cuentas era una ayuda que  muy bien agradecíamos.
A mí me ayudaba mi hermana-mamá con el asunto de las fotocopias que sacaba en su trabajo con aprobación de su jefe, yo las vendía en la clase a tres centavos menos que en la fotocopiadora de la esquina  y ahí ajustaba para mis pasajes, ni un solo día dejé de vender naranjas  con pepita a la hora de recreo fue ese mi salario base para mi estudio.  Las compraba en la mañana en el mercado La Placita.
El dinero de la venta de los helados del fin de semana siempre fue para gastos de estudio y alimentación de mis cumes.
Yo también me las vi negras como La Poporopa y Bonito Palabro  la diferencia es que yo vivía en la periferia de la capital mis gastos eran menores comparados con los de ambos. Fuimos los tres únicos alumnos de la sección a quienes nos tocó trabajar para sostener nuestros estudios.
¿Qué hubiera sido? Esa pregunta tan abrazada al Malaya…  ¿Qué hubiera sido de las vidas de Bonito Palabro y La Poporopa de haberse graduado? ¿De haber tenido una  oportunidad? ¿Un aliento? ¿Un empujón?
Estoy segura que Bonito Palabro y La Poporopa están ejerciendo la docencia a su manera y con sus recursos, porque ambos tienen la vocación en las venas y en el corazón.
Por la oportunidad, por las quimeras, por las frustraciones, por los Bonitos Palabros y Las Poporopas que son agua de nacimiento  y sol desnudo de abril… Por ellos y ellas. Y por los que vendrán… Para que el camino no sea tan espinado.
Ilka.
Junio 25 de 2013.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

4 comentarios

  1. casi lloro Ilka querida…pensar que ha sido y sigue siendo la historia de tantas niñas/os, jóvenas/es…qué sociedad más estúpida…que no invierte en la educación, donde la riqueza está tan mal repartida…se pierden tantos talentos, aumentan las personas frustradas…aunque pasé privaciones nada como lo que cuentas…debo agradecer a la vida tener una madre que se empeñó en que estudiáramos y que armada solo de valor atravesó fronteras,miles de kilómetros y emigró para que mis hermanas/os y yo pudiéramos ir a la escuela…abrazos!

    • Mirá que esa es otra cosa: las madres que migran, aquí viven un infierno, una soledad terrible, depresiones que las calcinan, dolor agudos, llantos amargos y se enfrentan a la pena de ser señaladas de abandono por sus las crías que dejaron, a ser odiadas, a ser enjuiciadas y todo por el sacrificio de darles a ellas una mejor oportunidad de vida. Esta vida es dura Ana Silvia, y para ellas el doble.

  2. Luis Estrada Ronquillo

    Abres la boca y te destilan las palabras como miel que se saborea a medida que gotea. Toda tu escritura es linda, Ilka Ibonette Oliva Corado.

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