De inquilina.

No es la primera vez que me sucede ya llevo nueve años y seis meses en este  país en existencia  de inquilina. Ser migrante no es fácil pero ofrece la enorme ventaja de empezar de cero y construir nuevos andamios, de descubrir nuevos senderos.
Llevo años –desde que me dio por escribir- que personas me escriben o me llaman por teléfono para preguntarme cómo le hice para tragarme el ego de ser maestra en mi  país y de trabajar limpiando casas aquí.
Otras con la queja de haber dejado familia, amistades, oportunidades de trabajo  para  sorprenderse de haber venido a darse de cabezazos contra la pared.
Es muy difícil para quienes han venido con su percha de títulos universitarios sus tres idiomas y sus mudas de marca en su maleta de cuero.
No fue fácil para mí nunca fue como ha sido ahora. Yo también me di de topes contra la pared. Sobre todo porque mi Nanoj nos repetía el rosario todos los días: estudien porque sino van a terminar de sirvientas en una casa. En mi familia del lado de mi madre la mayoría  ha trabajo de sirvientas, mi madre habló siempre del tema con autoridad. Aún no tengo la autorización de mi madre para escribir su historia de vida, serían tomos y tomos completos de un hilar  de sacrificios de campesina.
Y sí en la infancia quemamos hasta la última caloría y se nos chamuscaron las neuronas estudiando para lograr terminar la educación media. Por azares de la vida y por decisiones propias decidí emigrar cuando estaba cursando el tercer año de psicología, la ilusión de terminar la universidad quedó a medio camino.
Llegué a un país extraño en todo empezando por el idioma. Mis opciones de trabajo por mi situación migratoria están reducidas a la mano de obra explotada, soy de los doce millones que laboramos en los mil oficios.
Vaya por si fuera  un ego ser maestra aquí me vine a dar en toda la loza, de tener novecientas cinco crías en mis clases de Educ. Física me vine a topar con una aspiradora, un cepillo para lavar baños y un trapeador. En lugar de hablar de coordinación, equilibrio y elasticidad me tocó enmudecer y restregar baños en mansiones de judíos.
Sí, enmudecí cuando vos trabajás en casa lo hacés en silencio para no perturbar el ambiente relajante de tus patrones. Sos una sombra que se mueve sigilosamente entre habitaciones, escaleras y sótanos. No comés en la cocina así es que te buscás un lugar dentro de la casa el mío era el sótano y no para ver televisión en la media hora de almuerzo siempre compartí mi comida con un buen libro que era para mí como hablar con otra persona  por lo menos algunos minutos durante  las ocho horas de trabajo.
Cantaba en silencio, así para mis adentros. Una de mis jefas  vio tan triste mi mirada que optó por regalarme un radio de alarma que se la había descompuesto y solo servía el toca CDs con eso tuve para cargar a Mercedes Sosa conmigo para arriba y apara abajo a tal grado que cuando renuncié siete años después mi jefa  gringa se sabía todas las canciones habidas y por haber de La Negra.
Eran esos días en que mis  infiernos emocionales me consumían las veinticuatro horas del día, tan frescos los recuerdos de frontera que  minuto a minuto querían cortar mi respiración. Vaya perdí la decencia de maestra y me dio por emborracharme todas las noches para intentar dormir cosa que no logré durante cinco años, dormía escasos minutos y el resto de la noche y de la madrugada me la pasaba peleando entre pesadillas  y el insomnio.
Te vas a volver adicta me decía mi hermana cuando  discutíamos, cuando intentaba abrazarme y yo la lanzaba lejos de mí. Cuando no aceptaba que me tocara ni un pelo, cuando estaba peleada con la vida y con mi propia culpa.
Lloraba entonces  la frustración de no haber terminado la  universidad. De haber terminado haciendo justo lo que me prometí de  niña nunca trabajar: limpiando casas. Vaya lecciones las que te la vida. Por si andaba con ínfulas de vendedora ambulante dueña de sus propios helados, la emigración me las quitó.
Qué bonito escribe, dicen los mensajes que recibo de quienes leen mi blog, cosa que agradezco en el alma. Pero me hubieran conocido cuando los infiernos más agrios de mi vida me calcinaban lo más probable es que hubiesen salido corriendo alejándose lo más que pudieran de mí.
Todo en la vida son procesos uno tardan más que otros en cerrar las etapas y en abrir otras puertas.
Ser maestra me ha enseñado el valor de la oportunidad de poder ayudar a formar seres humano, limpiar casas me ha enseñado que todo trabajo es digno, como lo fue vender helados, me ha enseñado que no hay ego alguno que pueda contra la capacidad de querer superarte. Que mientras lo hagás con honra, el dinero con el que pongás  el alimento en la mesa siempre te nutrirá el alma.
Y hacés un inventario de las cosas que has vivido de las que has superado, de las que has aprendido, la vida es mucho más que un título universitario.
Pintando paredes de casas trabajás tu paciencia, coordinación, y tenés tiempo suficiente para pensar. Trabajando en fábrica estás de pie se te inflaban las venas de las piernas, se te inflaman los pies, te duele la espalda baja, pero tenés tiempo para pensar, reflexionar, y analizar.
Limpiando casas el silencio de una mansión  habitada por muy pocas personas te  da sombra, agua para que te hidratés, y una soledad inhabitada para que seás vos quien la pinte de colores.
A mí limpiar casas me ha dejado la rutina de hablar con mis adentros y de disfrutar del sonido del silencio que es majestuoso.
Si trabajás de jardinero tenés la maravilla de tocar plantas que son vida y oxígeno, de abrazarte a un árbol durante algunos segundos en lo que recogés la grama cortada, respirar bajo la sombre de algún arce y oler los rocíos en la mañana. Todo trabajo tiene su parte gratificante, encontrarla depende de vos.
Yo no sé si con esto yo logre contestar a tanta pregunta, pero es mi sentir y mi pensar.
Hay que aprovechar la oportunidad de aprender todo oficio que toque a nuestra puerta, porque también son plataformas para explorar mundos desconocidos. Ser ayudante de zapatero en mi infancia me ayudó a alejarme del pegamento que respiraban muchos niños y adolescentes en las calles de la Cuchilla. Ser ayudante de albañil a valorar el trabajo que hacen los maestros de la mano de obra. Que al final sin un título universitario como el de un arquitecto son quienes realmente diseñan y construyen lo que otro solo puede plasmar en un papel.
Vaya si esta vida tiene formas mágicas de enseñarnos a vivirla.  No nos agobiemos por la pena de algo tan insignificante como lo es el ego. Bájese de esa nube que lo que hará en dejarlo caer en el temporal, bájese de esa nube que en verano la lanzará entre los tornados que azotan Estados Unidos.
Ninguna oportunidad es lo suficientemente haragana como  para perder el tiempo tocando a su puerta, sea usted quien madrugue y salga a buscarla. No es el trabajo el que dignifica y mucho menos un cartón universitario, es usted quien dignifica a éste. Así es que hay aprender a vivir con las herramientas, con las migraciones, con las nuevas tierras, con los nuevos soles, con las nuevas lluvias y sobre todo con la humildad de sabernos gratificados con la pura dicha de respirar. ¿De qué manera le devuelve a la vida tanto amor?
Por supuesto reitero la lucha interna fue bárbara y también tuve mis momentos de lucha con mi ego, ese feroz enemigo que nos deriva al primer intento si no estamos con los pies en la tierra.
Imagínese si no es grande la experiencia de la migración -con todo y tanto- que resulta que de borracha pasé a ser disque escritora.
Ilka.
Mayo 31 de 2013.
Tabucolandia.
 
 
 
 

6 comentarios

  1. Ilka, es bueno saber que somos muchas las locas que andamos tratando de encontrarnos sin estar dispuestas a dejar la locura. con cariño. ex habitante de peronia. Fernando

  2. Ala vos, te la hechaste buenisima, se lo lei a mi sobrina en el almuerzo. Ella acaba de emigrar y tambien es maestra. Trabajo con vos dice.
    Gracias por ser nuestra vos q declara todos esos sentimientos atorados en el corazon.
    Sin conocerte te quiero mujer de bronce.
    Un abrazo y millones de bendiciones.
    Tu amiga de California.
    Carmen

    • A vaya la descarada se digna a dejarme un mensaje,¡no estaba muerta, andaba de parranda! Mirá las cosas pues vos efectivamente trabajamos juntas con tu sobrina, ella en computación y yo en Educ. Física. Era una re creída jajaja bromas. Va, no te perdás pues. Ahí cuando nos conozcamos nos atipujamos una buena perolada de frijoles colados con pishtones y una soloqueada de atol de tres cocimientos. Yo también te quiero porque siempre has estado ahí al otro lado leyendo mis tonteras, abrazándome en la distancia. Por favor escribí que vos tenés un talento que no has explorado aún como deberías. Besos, abrazos desde la húmeda, bochornosa -y por hoy- lluviosa Chicago.

  3. Esta buena tu respuesta a los «meques». Seguis hablando sola?

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