Cicatrices de frontera.

Estoy en el salón de belleza -que le dicen- haciendo cola para esperar mi turno, tengo un libro en las manos la espera es larga en domingo. Hay un televisor plasma guindado del techo con el volumen alto.  Es imposible no percatarse del grado de atención que es capaz de prestar una persona a un aparato eléctrico.
Levanto la vista es una película que trata de narcotráfico, dinero y la participación de emigrantes indocumentados. Así nos ven: como asaltantes, violadores y putas. Ninguna cualidad, ningún talento más que la de la mano de obra y la explotación sexual.
Vuelvo a internarme en la lectura pero escucho suspirar de cuando en cuando a los vecinos de las sillas de la fila. Dejo el libro a un lado y observo sus expresiones faciales. Una de ellas una señora de preciosas pestañas volteadas tiene los ojos aguados, está a punto de llorar trato de evitar el momento y le chuleo las pestañas entonces ríe y agradece mi amabilidad, es la oportunidad perfecta para entrevistarla y eso hago.
¿Bonita la película verdad? Sí, usted.  Es que así nos ven como mano de obra como si solamente fuéramos eso y es lo que enoja.  ¿Y qué piensa de la reforma migratoria? Cállese que rogándole a Dios estoy porque la den llevo quince años de no ver a mis  hijos los dejé en El Salvador.
El  hombre  del otro costado se une a la conversación es mexicano cuenta que lleva viviendo en Estados Unidos veinte dos años eso le valió la separación de su esposa que se quedó en México y no lo esperó tanto tiempo. Todos los domingos va a la iglesia de la Virgen del Tepeyac a colocar una ofrenda de rosas para que le conceda el milagro de la reforma migratoria.Tiene la piel tostada por el sol trabaja en construcción.
Se alarman cada vez que en la pantalla del televisor la migra va  a realizar una redada, es tan real que sienten que en cualquier momento la escena tomará vida propia y saldrá de la pantalla con todo y policías y seremos nosotros entonces los deportados.  Percibo el estrés en sus hombros, las palpitaciones cardiacas y la ansiedad. Sucede regularmente en fin de semana feriado como éste,  es cuando más aprovecha la policía para deportar con el pretexto de detener conductores y conductoras para revisar si están manejando en estado de ebriedad, entonces nuestros rostros latinos les dan la señal de alarma: no tenemos licencias para manejar es la oportunidad perfecta para enviarnos más allá de una estación de policía regular y nos enfilan entonces hacia un centro de detención migratorio y así  nos sacan por costaladas. Total que por cada alma que saquen se entran mil.
Una señora sentada al final de la fila cuenta que es peruana y se casó con un nicaragüense, tienen cuatro hijos y teme por la deportación de cualquiera de los dos. Le pregunto qué haría si algo así sucediera y por instantes guarda silencio, contesta que aun no sabe que será cosa de Dios.Ella le ruega a la Virgen de Fátima y su ofrenda es de cirios blancos para la iglesia.
En el corte comercial soy yo la interrogada, preguntan mi opinión sobre la orden de un juez al alguacil Joe Arpaio en Arizona. No quiero fulminarlos con mi agrio criterio, porque en cuestión de emigrantes indocumentados la ley está toda  a favor de un policía racista y lo defenderá con la  misma garra con que apoyan las redadas y deportaciones.  Con la misma sobriedad con que permiten la trata de blancas y de armas. Entonces les digo que ya era hora que le pusieran freno. Los escucho celebrar festejan mi respuesta.
La señorita que me cortará el cabello me llama es mi turno, me levanto tomo mi libro y me despido los dejo con la película,  con sus rezos y sus ofrendas, con sus dolores y las ilusiones de una pronta reforma migratoria que los saque de la invisibilidad y que les permita retornar al terruño que jamás será igual al que dejaron cuando emigraron, como tampoco lo son ellos con el alma surcada de cicatrices de frontera.
Ilka.
Mayo 26 de 2013.
Tabucolandia.