Chinique chiniqueador.

Me enteré de pura guasa el mero día. Llegaba la Marimba Orquesta Internacionales Conejos, lo cual pintaba para un chinique puro, así como la cusha, así como la chicha, va pues así como el atol blanco con pepita chile y brijol, tan puro como la tortilla con chile, como el mamaso con sal.
Algo así como la zarabanda en feria patronal.
Puras asoleadas  con mi hermana buscando estacionamiento vuelta y  vuelta a la manzana ya mareadas y aún no por las vueltas del baile dimos a puras tientas con el  estacionamiento del lugar nada extraño ver a la mara jampona en sus naves del año, con el radio a todo volumen y con el choreque volteado para apantallar los vidrios automáticos del vehículo.
Los chiniques en Chicago siempre son un deleite de espiritualidad de alcantarilla. Ahí mirás vos de todo  hacé de cuenta que  es como ir  de visita al zoológico la Aurora a  ver  a la familia. Entre que emperifolladas elegantes limpiadoras de casas que niegan el oficio a capa y espada y jardineros que  adulan trabajar en empresas en el centro de la ciudad, pero lo que no dicen es que dándoles mantenimiento. Ahí han llegado hasta empleadas de consulados que pregonan sus maestrías en universidades privadas pero que con buen hueso han agarrado los bretes para después ser despedidas por petulantes y racistas, saliendo a relucir sus condiciones de indocumentadas tan hijas de la parvada como los doce millones. Decir que se van con la cola entre las patas es poco, porque están tan desgonzadas que bien topan la molleras a las tabas.
Es un chinchilete de socaderas y trincaderas entre canción y canción, muy típico de los toques en las cuadras de mi amada Ciudad Peronia, tan afín a los chiniques de la Feria Patronal de mi natal Comapa, tan copia a papel carbón de los sudores y olores de Guatemala Musical.
Cuando quiero dejar la soledad de mi guarida y recordar mis días de toques en las cuadras o las fiestas de quince años con marimbón  Pérez  voy de cuando en cuando a un chinique puro  y raso ahí me siento  justo en el corazón de la Guatemala campesina, obrera y proletaria. Y por supuesto infaltable como la vena al corazón el clasismo y el racismo.  Pues fui a sacudirme la polilla y según yo a degustar de la marimba pura pero qué si aquella cosa era marimba orquesta algo así como licuado de piña con remolacha. La primera  muestra de que era chinique fue el pago en la entrada el don se embolsó el dinero con una ligereza de onza y le valió pura estaca darnos los boletos seguro para vender éstos a otras almas urgidas sedientas de chinique como nosotras.
Entramos a esa extraña dimensión de bacanal ya conocida a cabalidad. Por un momento escuché la voz de mi Tatoj  despidiéndonos en la puerta de la casa y diciéndonos: recuerden mis hijas que si van a un baile es a bailar y si las sacan a bailar no se nieguen porque no tienen idea de lo que sufre un hombre en tomar la decisión de cruzar el salón de baile para ir a sacar a una mujer y que ésta le diga que no enfrente de todos. Lo que no sabe mi papá que esos tiempos ya pasaron hoy es de todas contra todos, las mujeres sacan a los patojos y la señoronas han dejado de hacerse del rogar y ni lerdas ni perezosas buscan al de mejor tacuche para que las arrincone  de perdida al mejor botudo.
Dos días después de la sentencia por genocidio en Guatemala la mara en Chicago anda enajenada con la cumbia de la marimba si hubo juicio lo pasaron a la una de la mañana porque ni enterados, es más Guatemala parecía hacer sido una pesadilla lejana que les arruinó el sueño en la madrugada, de esas que ya no recordás al despertar.
Los chiniques son pieza clave para que la mara salga a pavonear con sus últimas hazañas inventadas.
La necesidad urgente de lucir que tenés dinero aunque en la casa no tengás que comer, las doncellas vestían sus finuras compradas en tienda de segunda mano que te decían que en Macy´s.
Los caballeros los sacos y mocasines, la camisa bien planchada con yuquilla y   el pañuelo tieso de mocos infaltable. Nunca falta el pistudo que con la cara ajada de arrugas saque la marmaja y quiera conseguir ahí una su güira que le recuerde los  años mozos a su pito apolillado.
Como tampoco faltan las urgidas que miran un hombre y lo desnudan ahí mismo para ver de qué tamaño tiene el agujero del ombligo.
Las de vestidos floreados que al chilazo les echás color que son de pueblo y aldea. Las de tacones altos con punta de aguja y la falda de una cuarta de largo, capitalinas y de oriente.
Las de occidente con el tacón en zanco bajitas flaquitas y coquetas , los labios rojos con triple pasada de pintabios, el güipil y el corte lo dejaron en la frontera.
Todas bailando con sus bolsas guindadas de los brazos, los caballeros siempre sudorosos oliendo  a desayuno de chicharrones a medio shuquear. Unos que se sacudían el pelo largo como gallos las plumas después del chapuzón por allá volaban las gotas de sudor.
Las de la mesa del rincón y no la canción de Los Tigres del Norte se bajaron cinco botellas de vino y tres  cubetas de cerveza así al toque, pipas para chupar. Y yo con la envidia  porque de pipa solo tengo la panza de pupo mareño.
Ya en calienta entraron a la pista pues  buscaron compañeros entre los de pañuelos de  mocos tiesos y tacuche planchado con yuquía. Los pobres cuates no les aguantaron  y antes del primer descanso de la orquesta dieron por terminada la faena.
Entonces comenzó a tocar la rocola las que no se habían soltado ahí fueron invadidas por hormigas  coloradas.  Aquello parecía orgía en plaza pública  cuando tocaron reggaetón, las patojitas se hacían un queso guindadas como racimos de guineos maduros en el cuello de los patojos y las señoras de más de cincuenta querían demostrar a costa del líquido de sus rodillas que, todavía bailaban bien  el baile de la botella,  con ropa tilinte que les dejaba ver hasta la más mínima estrilla y los pezones encrespados de excitación.
Muy bien demarcadas geográficamente las etnias, las de oriente en un sector, las capitalinas en otro y las de occidente en más allá, eso sí que la cerveza fue para todas pareja.  Las  de oriente que se creen las divinas garzas quieren pasar por argentinas o de perdida por gringas ojitos oscuros. El porte se lo  inventan y son las  primeras al igual que las capitalinas en perder el acento y los modismos de su terruño al que ya piensan en difunto.
Las de occidente tardan un poco más en entrar en el gallinero  de las multiculturas. Pero todas imitan la cumbia al estilo mexicano y  con la bachata se sienten potrancas de caderas prominentes nacidas en algún paradisiaco lugar de República Dominicana, otra orgía pública.  Te hablan entre español e inglés, aunque el segundo apenas lo mastiquen y no lo puedan tragar muy bien que se les anuda en la garganta y lo tienen que devolver con todo y la cerveza  las botellas de vino.
La orquesta tocó entre cumbias, merengues, rancheras y hasta duranguense ¡no pisao! Lo que  faltó fue la marimba y por ésa íbamos nosotras. Los pobres seguramente al ver aquel bacanal en éxtasis le dieron de corrido con lo que le  pedía el público tan así que yo ya mero a medio baile me trepaba al escenario a tapar la marimba, a barrer el pino y a quitar las  hojas de pacaya. Para que le dieran solo con la orquesta, la guitarra eléctrica y el teclado. Los timbales me los iba a peinar porque me gustaron, pero resultó que no eran timbales sino batería y  para platos ya tengo en mi casa.
El amigo de siempre con la jodedera presentándonos gente fufurufa, ahí nos llevó unas macollas que dijeron que tenían casa en carretera a El Salvador y media docena de otras en su pueblo que ya no quedaba en las chifurnias y  que eran fincas ya construidas con paredes de azulejos y un puñado de jacuzzis. Nosotras con mi hermana nos quedamos mirando entre sí, pedimos permiso y nos fuimos a bailar, que se quedaran las macolla con sus fincas.
A mí también me escurría el sudor pero malaya el pelo largo para haberlo sacudido como gallina poshoroca y mojar a todos, ¡era el desquite!
Gente que me presentaban gente a la que le preguntaba su opinión sobre la sentencia en el juicio por genocidio, la mara se quedaba en la luna, te decían que no sabían nada de ningún juicio. Y si lo sabían se hacían las bestias. Sino se hacían las  bestias  habrá sido porque ya lo eran.
Las letradas que nunca faltan con sus aires de eruditas y los universitarios que llevan el cartón pegado en la frente y que por eso no los deja ver.
Ya a las cansadas el grupo de guatemaltecos  de occidente que no llevan ni un año de estar viviendo en Estados Unidos exigieron la marimba pura y se les concedió, nombre para qué la pidieron corearon todas las canciones con pulmón en medio de montaña verde,  me hicieron llorar y me erizaron la piel. Pronto se les olvidará el terruño y con la misma pasión con la que cantaron las canciones también hablarán el inglés a media tonada y comprarán sus carros de último modelo se inventarán mansiones y Guatemala quedará en el olvido de un tercer día de goma.
Salimos antes de que terminara el chinique cuando las mujeres de la mesa del rincón comenzaron  a lanzar al aire el líquido de las botellas de cerveza y cuando la orgía ya había cambiado de la plaza al centro del recinto, aumentó el calor que de pronto se sintió como de braza viva en rescoldo de polletón, no fuera y me dieran  ganas de entrarle a la orgía y  bailar la de  » Pican pican los mosquitos»,  tipo culebra recién macheteada con chirivisco.
Ilka.
Mayo o14 de 2013.
Tabucolandia.

2 comentarios

  1. Luis Estrada Ronquillo.

    Ilka, dado que recién empecé a leerte, he buscado, entre el tanto qué hacer, antiguos que no había leído. Extraño otros como este, me gusta cómo escribes, Negrita. Síguele dando que Dios te tiene un futuro como escritora. Bendiciones,
    Luis Estrada.
    P. S.: Por favor envíame tu correo, para comentarte algunas cosas sobre tu literatura.

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