Conciencia y consecuencia.

Se dejó venir el temporal  cuando vi la fotografía de la multitudinaria marcha San Carlista, el corazón enardecido  dio vuelcos en batucada, estaban ahí las cipotas y los patojos que serán en el futuro los letrados y las guías…
La esperanza en botón caminando codo a codo con la flor en esplendor, las catedráticas y catedráticos de mi Alma Mater, la universidad de mis querencias.
Estaban ahí con el rostro descubierto caminando de frente con la espalda recta y los pies cansados no por gusto Violeta Parra escribiría aquel poema que ha sobrevivido la niebla del tiempo.  A mí también Me Gustan los Estudiantes.
Entre la multitud la vi patente no sé si realmente era ella o fue la sombra de su  silueta de gitana caminando bajo el sol. Entonces empecé a sentir los primeros goterones cayendo sobre mi espalda, ha pasado ya prácticamente una década de la última vez que la vi y la abracé.
Nuestro primer encuentro ella docente y yo alumna en el recién estrenado Centro Metropolitano Universitario,  yo era esa jovencita que tenía toda la leche y la ilusión de estudiar en la universidad, fue un descubrimiento de ambas a primera vista, un “aquí hay algo más”  inmediatamente sentí afinidad  y me atrajo su forma de ver la vida, su acento de oriente y su silueta de gitana. Era aquella potranca silvestre de ladera de pueblo jutiapaneco. Típicas jutiapanecas de aldea  hasta el sol de hoy nos tratamos de usté para no perder la esencia del oriente, es de común acuerdo.
La maestra más querida, la gallina poshoroca cuidando a sus pollitas pelucas.
La que siempre nos habló de conciencia, de rebeldía, de memoria histórica, de manifestación, de visibilidad, de responsabilidad. De equidad, de sensibilidad, de honestidad, lealtad y honra. Fuera del pensum obligatorio siempre tomaba unos minutos de la clase para aclarar el agua turbia de río de invierno.
La catedrática que nos invitaba a la consecuencia.
La vi patente o habrá sido la nube de lluvia del temporal de abril la que me dibujó su silueta de gitana escapada de algún manifiesto de caravana.
Volvieron las jornadas vespertinas de plática y exposiciones, de tareas y explicaciones.
A ella debo mi fascinación por las mujeres que fuman, tiene un garbo para acariciar el cigarro cosa que yo me ahogo con el humo, un cigarro fumé en mi vida y me noqueó, ahí terminó mi emoción por el tabaco.
Tan arrecha la típica mujer de oriente. Salvajemente emancipada, es de las que te atiza, te sugiere, te exige, te provoca, de anuncia, te enseña el camino y te invita a andarlo.
Es de las vigas, techos y columnas de las casas de aldea y de arrabal.
Ayer en la manifestación creí verla, o inventé verla, imaginé haberla choteado con su cabello corto, sus faldas de gitana y sus collares de arcoíris.
Creí escucharla hablando de conciencia y consecuencia. Creí haberla oído recitando más de algún poema, cantando más de una trova, creí haber visto el humo de su cigarro mientras ella contaba más de una anécdota de sus años de estudiante en la misma Alma Mater que me enamoró.
Pensé haberla escuchado hablando del suelo, de los campesinos, de las maquiladoras,  de las domésticas, de las proletarias, de los obreros, de la necesidad urgente de la educación….
De la importancia de ser y no de tener. De la fragilidad de la vida, de las emociones y locuras, de la enajenación y de la pulcra cordura.
De la responsabilidad de tener un título universitario, de la etiqueta de letrada, de la herramienta que puede ser un escalón en la educación superior,  de subir el peñasco sin olvidar que del culo del guindo lo trepamos.
Creí ver su mirada desnuda de niña de pueblo, de ordeñadora de vacas, comiendo pepescas tostadas en comal de barro, pensé haberla visto cortando chipilín y frijol camagua en los guindos de la quebrada.
Creí haberla visto comiendo tortilla caliente con leche y frijol.
No sé si la vi o si fue la nostalgia la que  me jugó una broma  pero patente la miré con su bolsa colgado llena de trabajos por calificar, esperando el bus a la salida de la universidad, conversando con las alumnas en la cafetería, con su marcador escribiendo sobre el pizarrón.
No sé si será mi locura pero creí haberla visto como hace diez años cuando era una jovencita que tenía toda la leche y la ilusión de estudiar en la universidad.
Fue en nuestro primer encuentro cuando supimos que, “aquí hay algo más” nació una amistad que ha sobrevivido los muros, las fronteras y las nostalgias.
A Nydia Medrano. Chicharra de más de un verano.
Por el placer y la suerte de haber tenido  una maestra de conciencia y consecuencia.
A usté maestra de mi alma. Su siempre niña.
Ilka.
Abril 25 e 2013.
Tabucolandia.

4 comentarios

  1. qué suerte la de tu maestra…y que suerte la de sus alumnas..seguro cuando lea lo que escribiste le brotarán las lágrimas de alegría porque sembró conciencia y consecuencia en tierra fértil. abrazos

  2. Marcha por los derechos de un juicio justo en el caso de genocidio? No! Por mas «pisto»; asi los jerarcas y sus achichincles puedan continuar con sus «lujos». Esta marcha es otra verguenza de la desprestigiada tricentenaria y sus correlativos. Casi los 200 mil volatiles quetzales se usaron. Hasta de Portillo recibio la AEU pisto para la «chupa».

    • Apareciò el peine. Una cosa son las autoridades mancillas y otra la causa justa y la causa es que la universidad necesita ese dinero no hay de dos sabores. Me extraña papaíto lindo, que andés brincando y no esa por los mismos timbales. Te quiero mucho oís, cipotón. Qué bueno que comentaste me deja saber que andas todavía en estos lares.
      Por cierto,¿qué hubieras comentado si no se hubieran manifestado? Entonces si se manifiestan malo y si no malo también.
      Paso a paso…
      Y me extraña que como buen lector no captaras que el centro del escrito es el recuerdo que provocó la imagen.
      Además brincás con esto pero no con todo lo que yo he escrito sobre genocidio… ahí te hubieras manifestado vos también.

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