Tiene nueve años de edad la conozco desde que tenía tres. Se llama Alicia y es mi amor. Es uno de los pocos amores que me ha dado este país. Este alquiler de inquilina de paso. Sí, sé que estoy de paso no sé cuánto dure el trayecto pero aun no me atrevo a colgar en una cercha la única muda que tiene mi maleta. Aun no me decido a martillar un clavo en la pared y colgar mi morral. Todas las noches duerme arrumado en una esquina junto a la puerta para no olvidarlo, para recordarme que es un umbral solamente un paso dentro y un paso fuera de este país, así vivimos quienes no tenemos el papel con sello y firma.
Si en instantes de lucidez sos capaz de mantener claro que en cualquier momento tu realidad puede cambiar es más fácil respirar tu día a día, que inventando fantasías de residencias y ciudadanías que no tenés.
Rento en un pueblo a las afueras de la ciudad aquí vivimos quienes trabajamos en los poblados vecinos que es donde emergen las mansiones de ricos y judíos. Aquí rentamos quienes limpiamos casas, hacemos jardinería, proletariado… las y los que les damos mantenimiento a esos palacios salidos de cuentos de hadas.
Alicia es la hija de mi corazón. Morenita, de piernas rollizas, con pancita de pupo mareño como yo. Ojos negros como los de la Malagueña, su largo cabello liso le cae en cascada hasta la cintura. Le hago trenzas de Adelita de vez en cuando.
Sus padres son mexicanos indocumentados como los doce millones que respiramos en tierra gringa. Su mamá es mesera y su papá lava platos en un restaurante, tiene dos hermanos más, el varón practica lucha grecorromana en la escuela y la niña atletismo, Alicia aun no se decide qué deporte escoger. Pero le encanta el violín pero sus papás no tienen dinero para comprarle uno y llevarla a clases de extracurricular en la escuela.
Las vacaciones de verano son eternas pues las crías salen de los apartamentos solo para jugar un momento en el patio de enfrente, sus papás no son lo económicamente solventes para comprar tres pasajes de avión y enviarlos a pasar las vacaciones a sus países de origen y a que conozcan el resto de la familia. Tampoco para inscribirlos en cursos de verano. Mucho menos para dejar de trabajar unas horas y dedicarles tiempo.
Alicia me cuenta que solo habla con sus abuelas por teléfono de vez en cuando y también con sus tías, que solamente en fotos conoce a sus primos. Y así el resto de la manada.
Algunas veces cuando llego de trabajar me están esperando ahí en el estacionamiento del edificio y corren atrás del carro y tocan el baúl, es mi culpa porque un día les conté que cuando yo era niña cada vez que subía un carro a mi cuadra todos en manada corríamos atrás e intentábamos subirnos a la palangana, igual con las parrillas de las camionetas, me tocó explicarles qué era eso de parrillas.
Nuestras conversaciones son una ensalada, entre las crías hay de descendencia mexicana, polaca, austriaca, rusa y africana. Entonces te maravillás escuchándolas hablar su idioma materno que revuelven con el inglés.
La mayor tiene once años y de ahí bajan hasta los dos, ahí va el pegoste atrás corriendo junto a la manada para que juguemos tenta. Ni hablar puede pero bien que dice teta por decir tenta.
Les he enseñado a jugar tenta, arranca cebolla, don camarón tintero, policías y ladrones, rondas y por supuesto mi pasión el balompié.
La primera vez que me vieron salir con mi pelota de fútbol y hacer técnicas en el estacionamiento llegaron en parvada como loros de montaña sin perforar y me dijeron en coro, ¡tú juegas soccer como los niños! Reí y les expliqué que el soccer, balompié, fútbol también lo podían practicar las niñas, como los niños también jugar baloncesto, que nada está hecho solo para niños o solo para niñas.
Desde ese entonces niños y niñas chamusqueamos en el patio de enfrente del edificio. Jugamos electri y matado.
Sólo en esos momentos aflora en cada poro de mi ser, la infancia latente que anida en lo más íntimo de mi alma.
A la mayor de la manada ya le bajó su primera sangre y no había nadie mayor en casa sólo ella y sus dos hermanitos, que recoge de casa de la niñera y se encarga del cuidado hasta que llega su mamá de trabajar a media noche, sucedió cuando regresó de la escuela y la única persona de confianza era yo entonces me esperó sentadita sobre en un arriate tenía un suéter amarrado en la cintura, corrió inmediatamente y me abrazó llorando mi mente comenzó a maquinar pensando lo peor, son niñas que se pasan la mayor parte del tiempo solas porque sus padres trabajan todo el día y aparecen hasta altas horas de la noche, pero cuando me contó lo sucedido sentí un alivio en el corazón.
Ambas conversamos de la menstruación y todo el proceso que vivimos las mujeres. Ese momento tan mágico que debe ser íntimo entre madre e hija se lo perdió su mamá por que no tenía otra opción más que trabajar. Fui yo la que lo disfruté una completa extraña, una simple vecina. Fueron mis brazos las que la abrigaron no los suyos. Y sentí culpa por ser yo la del privilegio y no ella.
El día que uno los dos gemelos de descendencia africana se despeltró las rodillas jugando carreritas sobre el pavimento yo estaba durmiendo la mona en mi cama los gritos pegados a la ventana me despertaron, eran de la manada llamándome salí y con un mágico sana, sana colita de rana y un abrazo de pronto el dolor desapareció de las tabas del gemelo. Sus padres tampoco estaban andaban trabajando en un fábrica empacando zanahorias, los gemelos se cuidan solos durante la tarde al regresar de la escuela, tienen seis años de edad.
Ellos también quieren ir a conocer a la familia que vive en Etiopía y se preguntan como el resto del clan, ¿por qué sus padres no pueden viajar? ¿Por qué ellos si son estadounidenses no pueden hacerlo? ¿Por qué no salen de vacaciones para el descanso de primavera como el resto de sus compañeritos de la escuela? ¿Por qué sus padres no pueden ir a recoger las notas de fin de cada unidad? ¿Por qué sus padres no hablan inglés? ¿Por qué no les ayudan con las tareas de la escuela? ¿Por qué sus padres siempre tienen miedo cuando ven a un policía?
En los veranos compro paquetes de helados y nos los soloqueamos en un dos por tres, saco la manguera y nos mojamos con agua fría, les estoy enseñando a tomar licuados de frutas con proteína algo más saludable que comer frituras y comida enlatada. Algo fácil de preparar.
Les hablo de los trompos, cincos, yax, de los barriletes de noviembre y ellas me han enseñado a comer helados de tamarindo con chile, los africanos a comer pan de pita con una extraña mezcla que hacen de la malanga. Las europeas me atipujan papa cocinada en tantas formas que no atino nunca cuál es cuál.
Alicia ya no juega con nosotros los domingos por las tardes, “ porque fijáte que mi papá dejó a mi mamá porque embarazó a una compañera del trabajo y se fue a vivir con esa mujer y ahora me toca ir con ellos cada domingo a su apartamento pero mi papá trabaja y me quedo todo el día con esa mujer que no me quiere, mi papá dice que ya se cansó de no tener papeles entonces se casó con ella para poder viajar y cambiar de trabajo” .
Alicia es solamente una historia de las miles que derivan de los doce millones de personas sin documentos que habitamos en este país.
A propósito de la intriga de reforma migratoria y de las deportaciones diarias que aun no han parado. A propósito del trato inhumano que da Joe Arpaio el jefe de la policía y alguacil del Condado de Maricopa en Arizona, el que abusa de indocumentados y los hace dormir a la intemperie con frágiles carpas de nilon , así como las galeras de la finca La Pangola sin pared alguna.
A propósito de la masiva manifestación de ayer en el Capitolio donde indocumentados e indocumentadas exigían la reforma migratoria, no obstante las y los traidores que llevan sangre latinoamericana en las venas y que han llegado a este país por múltiples vías y han logrado la residencia ahora se creen gringos de nacimiento, actúan igual al setenta y tres por cierto de la población anglosajona que está de acuerdo en la deportación de los doce millones de indocumentados.
A propósito de todo y de tanto aun hay miles que perforan diariamente las fronteras sin permiso alguno más que su fuerza de voluntad.
A pesar de todo y de tanto Alicia es mi amor.
Nota: A las miles de Alicias que no viven en el fantasmagórico cuento del País de las Maravillas.
Ilka.
Abril 12 de 2013.
Tabucolandia.
Muy bueno. Inspirador.
Gracias por sus palabras, le envío un abrazo.
Excelente!!!!
Gracias por visitar mi blog, un abrazo.