De chapucera con don Nayo el albañil.

Prepará la mezcla mija, dos quintales de cemento rompé las bolsas con la pala echálas ahí en el centro. Cuatro perigüelas de piedrín y dos y media de arena de río. Que no quede muy aguada porque es para la fundición de la columna.
Agarro las bolsas de cemento las coloco en el centro del patio, le agrego el piedrín y la arena, con una lata el agua. Hago la mezcla. Hemos pasado una semana completa cortando varillas de hierro para hacer el esqueleto de las columnas para la fundición de los tapiales.
_ Don Nayo, ¿ y usté de dónde es pué?
_ ¡Chiriza ésta, ya te dije que del Acintal Retalhuleu!
_ Sí, ya sé pero es que me gusta la forma en que lo dice hasta el pechito saca puro gallito inglés.
_ Es que mija el Acintal es el pueblo más hermoso que hay en el mundo, un día te voy a llevar y te vas a maravillar.
_ ¿Y saliendo de aquí nos vamos a echar el respectivo cuto o no?
_ Todo depende si sobrevivimos al eclipse, hace falta cortar dos varillas para terminar la columna cortálas mientras yo amarro las tablas para echar el cemento.
_ Don Nayo, ¿ y cuándo vamos a comer tamalitos de aquellos que usté trae de su pueblo pué? Tan ricos que son esos volaos.
_ Vos decís los tayuyos pero tenés que probar el atol blanco también.
_ Don Nayo, ¿ y cuántos años tiene usté pué?
_ ¡Sesenta y bien vividos y chupados!
_ De chara querrá decir, porque lo que gana se lo chupa. ¿Y desde cuándo es albañil?
_ Desde que aprendí a caminar mi Tata era maestro de obra y me enseñó el oficio, así te lo voy a enseñar a vos si te ponés las pilas y me prometés que nunca vas a dejar la escuela porque de albañil la vida es dura, tampoco que te vayás a dejar panzonear de cualquier drogadicto de esos de la mara.
_ Sí, se lo prometo nunca voy a dejar la escuela y tampoco me voy a dejar panzonear, es más hagamos la promesa con secreto de albañiles, va pué don Nayo que conste y que sea cierto que me va a enseñar, quiero aprender a repellar.
Ya está todo listo para echar la fundición, en los tres meses que llevo de ayudante de albañil trabajando con don Nayo he aprendido a hacer la columnas, a cortar los bloques para las úes, a utilizar la cuchara y la plancha, a medir el hierro y a cortarlo, a cernir arena de río y blanca para repello. A utilizar el metro y el nivel.
A Don Nayo le gusta escuchar música del grupo Miramar y de don Antonio Aguilar siempre lleva su radio Philips y dos casetes, un cuto de Quetzalteca para bajarse el almuerzo es infaltable.
Algunas veces nos lo regalan en las casas donde estamos haciendo la obra, en otras cuando la casas no son habitadas compramos tortillas y un aguacate, por lo general siempre llevo un tira de pan francés con frijoles y la compartimos.
Don Nayo se juntó tres veces y las tres veces los dejaron las mujeres por bolo, tiene cuatro hijos y cinco nietos. Toda su vida ha sido maestro de obra y ha rodado por toda Guatemala realizando el oficio.
Es un hombre moreno de piel curtida por el sol, de estatura baja, pelo cano, ojos café oscuro anidados en las verdosas ojeras, bailarín nato, silva como el pijuy y a todo le saca chiste, declama diariamente A Los Cuchumatanes y se quita el sombrero para hacerlo. Por las noches se le encuentra tirado macho de bolo durmiendo la mona en la entrada de la cantina las Galaxias, pero a la mañana siguiente presto y fresco, recién bañado con agua fría de tonel emprende la jornada laboral y la goma se la baja sudando echando punta en su oficio de albañil.
Ya llevamos dos semanas trabajando en mi casa vamos a echar los tapiales, nos acompañan en el patio la manada de marranos, las gallinas: abadas e inglesas, los gallos de pelea de mi papá, las cabras, las coquechas, los conejos, y la frescura del olor del cebollín sembrado bajo el palo de limón. Cortamos culantro para echarle a las tortillas con sal y por ahí a escondidas los tomatitos mandarina.
Por ahí cuando ya lleva más de tres cutos en la maceta le da por bailar las de Antonio Aguilar y lo veo barrer el piso abrazado la pala o apercollando el nivel. Tiene un ritmo espectacular de bailador de chinique de feria patronal.
De pronto se oscurece el día llega el eclipse total de sol del once julio de mil novecientos noventa y uno, los gallos comienzan a cantar y los perros ladran, el cielo se ha acostado a dormir se cubrió con un poncho de Toto, desde el tapial lo observamos incrédulos, seis minutos de oscurana total.
Don Nayo se quita el sombrero, se hinca y llora agradeciendo a la vida tremenda experiencia pues dice que pronto se va a morir y que no llegará al otro siglo ni para recibirlo.
Me abraza, lo abrazo ambos con las manos grietadas y llenas de cemento y cal, estamos sentados sobre una parte del tapial aun sin terminar, poco a poco aclara y van apareciendo nuevamente las montañas color verde botella de la aldea El Calvario.
Pasados los meses don Nayo me enseñó a repellar. Murió años después durmiendo la mona en su amado Acintal.
Yo, repellé mi casa en las tardes de fin de semana al regresar de vender helados, nunca olvidé cómo hacer la mezcla, ni cómo agarrar la plancha y acariciar la pared desnuda con cal y arena.
Con amor y agradecimiento profundo a don Nayo del Acintal, donde quiera que esté.
Ilka.
Marzo 12 de 2013.
Tabucolandia.

5 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Negrita linda: ¿Qué te puedo enseñar yo? sí vos sos una maestra de primera. Sigue soñando con las letras. Besos, Chente.

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Negrita chunera, manos rajada: Eres un amor escrbiendo. Besos, Chente.

  3. Mis puros recuerdos de la niñez, yo lo aprendí con Don Justo Chiquitó, un albañil de la Antigua Guatemala, por’ai, por el 56’s, construyendo la «Mansión del Pájaro Serpiente»… Espero algún día poder escribir la historia… allí queme mis manos con cal viva… Gracias por los recuerdos.

    • Peroles precioso, es que aprender oficios es lo mejor que puede haber eso de aprender a chapucear nos saca de apuros, nos permite crecer y sobre todo los mantiene ocupados en esa edad de la rebeldía.
      Lo de rajarse las manos era de ley.
      Abrazos Peroles de mi alma.

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