De brocha en burra.

“Prieto levántese nos vamos en quince minutos” escucho a lo lejos la voz, me muevo entre las chamarras y el poncho roto de Toto, en la cama de metal dormimos las cuatro crías una vez más la cume se orinó tengo mojadas las piernas y la espalda.
Una mano me levanta la chamarra y me sacude es mi papá tratando de despertarme, lo veo y me volteo quiero seguir durmiendo pero éste me sacude.
Me levanto pensando que es tiempo de desmoldar los helados y hacer los de coco y leche para la mañana, pero ni mi mamá ni mi hermana mayor se han despertado, pues es trabajo que hacemos entre las tres, observo el reloj son las tres la madrugada aun faltan diez minutos para que suene la alarma, quiero seguir durmiendo.
Mi padre me informa que ha renunciado el ayudante del bus y que necesitará que sea yo quien lo cubra mientras consigue otro.
Camino adormilada amarro el cancel que divide nuestro cuarto de la cocina, que no es más que un pedazo de tela floreada.
Sobre la estufa de tres hornillas coloco una jarrilla con agua y le dejo caer el contenido de una bolsita de café Miramar, la enciendo y caliento las tortillas. Mientras me voy a bañar al patio a guacalazos con el agua fría del tonel.
Me pongo el único pantalón que tengo, una playera y el único par de zapatos con las calcetas remendadas ya con bojotes de tanto nudo hecho, los pezones tiernos sobresalen entre la tela de la playera, no hay dinero para comprar cosas secundarias como talles, me voy así.
Al pedalazo bebemos una taza de café hirviendo y nos atravesamos un par de tortillas con sal.
Bajamos por la calle empinada los perros ladran aun no han cantado los gallos, es madrugada oscura sin luna ni estrellas.
Llegamos a la parada de buses mi padre tiene el primer turno de las cuatro de la mañana, ya con el motor encendido y la gente abordando me da las últimas indicaciones, tratar de aperchar a la gente y no dejar que nadie me haga jarana y que se baje sin haber pagado el pasaje.
Ciudad Peronia comienza a poblarse de asentamientos y gente invadiendo terrenos, ya no hay ruleteros, se cuenta con una directiva de autobuses y horarios de salida organizados.
Es la década de los noventa yo comienzo a despertar a la adolescencia.
Mi cabello trenzado escurre agua fría que me ha mojado la playera, estamos por salir. Me guindo de la puerta y comienzo a gritar con voz de vendedora ambulante: ¡Ciudad Peronia, Terrazas la Fuente! ¡Ciudad Peronia, Terrazas, La Fuente!
Son las cuatro de la mañana con cinco minutos cuando el bus comienza a andar entre el recién pavimentado bulevar principal, al lado derecho se observan sobre la escarpada las calles de gradas que van a dar a la Surtidora, al lado izquierdo el recién invadido asentamiento y más abajo el barranco, en la Cuchilla se detiene durante cinco minutos, la gente desciende de las calles de gradas con la urgencia de la madrugada despertando el sol.
¡Còrrase por favor, allá atrás hay espacio seño, joven por favor péguese un poquito más, jalen el sillón que es para tres!
¡Ciudad Peronia, Terrazas, la Fuente!
¡Súbase por la puerta de atrás don por favor aquí ya no caben!
Setenta y cinco centavos vale el pasaje, tengo llenas las bolsas de monedas de a choca para dar el vuelto. ¡A la seño por favor córrase un poquito que la doña va a salir!
Finalmente llegamos a la parada y atrás de Pollo Campero de la Bolívar esperamos a que llegue nuestro turno para la vuelta de regreso.
¡Ciudad Peronia, Terrazas, La Fuente!
Ilka.
04 de marzo de 2013.

8 comentarios

  1. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Has pintado una estampa de nuestra Guatemala. A no dudar una vivencia de tu infancia. Besos solidarios, Chente.

  2. Estaba por ahí inmerso en el mundo de las historias y penurias de algunos a los que llaman hackactivistas, avezadas y tristes historias en relatos de periodismo investigativo que aunque interesantes no dejan de causar una cierta sensación de aburrimiento, quizás porque el desarrollo de las historias siempre sigue un mismo formato donde no hay tanta espontaneidad, improvisación o imaginación. Luego a media lectura y a causa de una pequeña interrupción decido abrir el link de la notificación de la Inquilina Peregrina en una de esas cosas que les llaman “droid” y de repente la sensación de oler tierra mojada, empapada con las primeras gotas de lluvia, refrescante y revitalizadora, de la vida en su simpleza impregnada de detalles que hacen de la cotidianeidad del diario vivir arrabalero, grabado en la memoria de la cronista y plasmado en lienzos con escenas vivientes -la dialéctica de la vida- un humeante café de horas tempranas que uno quisiera saborear y que no se acabara tan luego, ese bendito estimulante de marca pobre pero llena de historias y recuerdos y nostalgias. Sabe Seño Oliva, le digo así porque se que usted dio clases en alguna escuela en Guatemala, usted tiene el don de ponerlo a uno ahí en el lugar de los hechos y disfrutar conociendo lo desconocido-conocido centímetro a centímetro, vivencias, experiencias pasadas. En otras palabras usted lo hace a uno vivir de nuevo. Por algo dijo alguien que recordar es como volver a vivir. Recuerdo allá por 1990 haber estado o amanecido, después de una mis acostumbradas escapadas nocturnas, en su “Ciudad del Alma” pero las imágenes que tengo son bastante tenues, pero gracias a sus recuerdos y memoria puedo decir que la conozco y quién sabe si a lo mejor me trepe en ese bus de usted y quizás hasta me dijo “joven por favor péguese un poquito más”.

    • Quièn quinta Mario y como dice usted de repente y se subiò en mi burra y fue de los que empujè hacia atràs, de seguro se subiò ahì en la Cuchilla a las carreras. Ciudad Peronia ahora es una periferia enorme inmenamente grande y me alegra que haya sido ahì donde yo aprendì a amar la vida. Un fuerte abrazo en la distancia y gracias por su comentario muy bien recibido.

  3. Hola mi apreciable Ilka:
    Que gusto es devorar las lineas de cada tema suyo, no cabe duda que usted es una gran observadora y memorizadora de la realidad sin adornos pero con el encanto del relato que consigue ubicarnos en el lugar con una precisiòn increíble.
    Mis felicitaciones y como le dije un día hace bastante tiempo «usted está para mucho» y no me equivoqué. Le mando un fuerte abrazo y mi aprecio.

    • Jorge mi amigo bello mi lector fiel, usted es de los de siempre, de lo que estàn conmigo desde mucho antes de que existiera mi blog y siempre, siempre ha estado ahì con su hombro amigo. Gracias por ese amor y fidelidad, crèame que es mutuo el cariño. Algùn dìa podrè darle ese abrazo que venimos postergando en el tiempo, y por supuesto el brindis serà obligatorio, besos.

  4. Leerlo es poder transportarse a lo que vivimos dia a dia en Ciudad de Guatemala todos las/los que nos dirijimos al trabajo en camioneta. Una lucha constante contra el tiempo, el cansancio, los robos. Pero el lograr un buen lugar en el bus, permite un «sueñito» transportarnos a otra dimension, a otros lugares y regresar abruptamente por un frenazo, un bocinazo o llegar a donde toca bajarse. Soñar con el fin de semana y no tener que madrugar.

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