Tatita.

En muy pocas ocasiones yo acostumbro a hacer una introducción a un relato y dejo que usted querido lector y lectora deduzca si es realidad o ficción.  De nada sirve que aclare si el lazo está hecho de hebras de maguey o de nailon,  el lazo es lazo y su finalidad es la misma.  Con esto quiero decir que igual da si es realidad o ficción usted sabrá que el muro que la divide es totalmente invisible y traspasable, igual se lo salta de aquí pa`llà  que de allá pa`cá.
Tatita puede ser un nombre ficticio como real,  haber crecido en Ciudad Peronia o en un arrabal cualquiera de la periferia guatemalteca,  les recomiendo ver la película  guatemalteca Cápsulas  para que se de un paseo por las distintas capas de la sociedad guatemalteca que al final del día todas vienen a conjugar en un solo verbo. Respecto  las crías sicarias  se hablará como llamarada de tuza y después morirá la flor como muere la primavera para dar  paso al verano, como hoy están muriendo los pitos para abrazar la flor de chipilín, el jocote de febrero dejará de rojear y el oriente guatemalteco danzará con el vals de las chicharras cantando en las tardes.  Se dejará de hablar del tema antes de que anochezca y los grillos nos regalen sus conciertos junto al candil de las luciérnagas encendidas. Pero Tatita vivirá por siempre en cada niño que quiso vivir su infancia de manera distinta y que hoy es un adulto violento, ladrón y asesino.  Ojo que  Tatita también puede ser un niño bien con todas las comodidades económicas posibles y con la faltante del cariño y guía de la familia. Tome nota y deduzca si es una de las invenciones de mi maceta desquiciada por el destierro o la realidad que usted respira en su entorno.
Javier Posadas alias Tatita nació en un cálido día de abril en  la cama de metal donde dormía su madre su tía y su hermana mayor,  una covacha de lepa le dio la bienvenida al mundo, con techo de nailon de un azul cielo, amarrado de las esquina de los  horcones de palo de jiote con pedazos de alambre, suelo de talpetate y una laja como pila, el agua potable que utilizaban para beber se custodiaba en dos toneles oxidados, tapados con un pedazo de madera repellada con cemento ya que fue robada de alguna construcción en curso.
Tatita un niño rubio de ojos claros piel blanca como la leche recién ordeñada,  en grave estado de desnutrición pasó  los primeros cinco años de su vida, arrastrándose con el pañal sucio entre el  polvo del verano y el lodazal del invierno, con el hambre a cuestas y las mañas de los adultos martillándole las sienes.
Su madre y tu tía trabajadoras sexuales de la línea del tren de La Terminal, su abuela que atendía los clientes dentro de la covacha donde vivían. Llegaron dos crías más a engrandecer el calor del hogar o las penas y lamentos, los maltratos y los ensueños.  Cuatro en total. Todas observaban a la abuela en acción con los borrachitos de la colonia que a cambio de una botella de alcohol o agua oxigenada iban a tirar las perigüelas de basura al barranco de la colonia, o componían las tuberías de los baños, rajaban leña o acarreaban agua desde la bomba.
Escuchando los sonidos propios de un contacto sexual en el almuerzo o en plena cena. Un cancel de nailon dividía la cocina del  único dormitorio de uso común.
El tío única figura paterna en el hogar era asaltante de lunes a viernes los fines de semana lo utilizaba para el descanso y vender la mercancía adquirida en El Guarda, La Terminal y el mercado La Presidenta.
La madre y la tía también colaboraban con los gastos del hogar comprando y revendiendo mercancía robada que llegaba a sus manos por conocidos de La Terminal.
Tatita y sus hermanas nunca fueron a la escuela, pasaban vagabundeando en las calles,  la infancia les mostró su otro rostro el escondido, el ensombrecido, el silenciado, el maltratado y el carente de todo afecto y guía.
El primer día que agarró una bolsa de pegamento de zapatos y se la llevó a la nariz se desmayó y pasó durmiendo tirado frente a la  banqueta de la abarrotería junto a los borrachitos clientes de su abuela, Tatita tenía ocho años de edad.
Después de convertirse en huele pega  se adentró en el mundo de la marihuana, la cocaína, heroína y éxtasis.  Su primer asalto lo hizo  en la calzada San Juan cuando tenía once años de edad,  se convirtió en adicto de las drogas y un ferviente en la búsqueda del amor, de los abrazos, de la aceptación. Lo encontró en la mara  que la conformaba un grupo de adolescentes en el mismo estado emocional unos huérfanos, otros maltratados física y emocionalmente, todo buscando lo mismo, conjugando el mismo verbo, ése que es tan difícil, el verbo amar.
A Tatita  nadie en su hogar lo abrazó, le dijo que se tenía que cepillar los dientes para irse a dormir, que tenía que terminarse la comida porque nunca hubo comida en el plato,  ni sábanas limpias, ni cuadernos de escuela, las hermanas fueron entrenadas para abandonar la niñez y convertirse en adolescentes antes de tiempo,  pronto perdieron la virginidad que fue vendida a los padrotes de La Terminal, mientras Tatita robaba las hermanas tenían relaciones sexuales acostadas en algún catre donde yacían acumuladas las ilusiones de  una vida distinta. No tuvieron la oportunidad para elegir, perdieron la infancia y la adolescencia entre golpes y abusos propinados por hombres violentos que las utilizaban como descarga emocional y fisiológica.
Tatita tanto como sus hermanas nunca jugaron tenta, ni arranca cebollas, tampoco electri, ni don camarón tintero, ellos no supieron caminar hacia la escuela, su niñez fue ferozmente arrancada a golpes y escupitajos del día a día y la realidad que vive quien carece de oportunidad.
A los trece Tatita ya llevaba en la conciencia cuatro almas que mandó sin pasaporte al otro lado por robarles los celulares,  la hermana mayor tenía a los quince un hijo sin padre,  las dos menores se encargaron de consignar niñas de su edad para adentrarlas al mismo mundo de mierda donde ellas vivían.
Tatita hoy en día tiene veinticinco años y es el jefe de la mara  ya lleva veinte muertes contadas, es quien reparte droga en  las cercanías de  un colegio donde asisten niños bien y son ellos quienes se las compran, es padre de tres niños que ahora mismo está entrenando para  trabajar de mensajeros y llevar la encomienda de un sector a otro de la ciudad.  Lázaro el mayor de siete años  mató a un niño que  no lo dejó jugar pelota, con la pistola de su padre lo esperó a la salida de la escuela y le deshizo los sesos de un balazo.
Las hermanas de Tatita son dueñas de una casa de citas en donde asisten entacuchados del mundo empresarial y galantes deportistas de élite, siguen llegando al recinto niñas bien  que buscan una vida de aventuras y adolescentes de periferias que buscan dinero para llevar al sustento a sus hermanos.
Tatita y sus hermanas son el reflejo de aquella vida que no queremos ver, de aquella realidad que pasa frente a nuestras narices y nos deja su olor a ausencia, lágrimas, maltrato, invisibilidad,  el sonido del silencio más atroz que una sociedad puede experimentar: el de la infancia transgredida.
Ilka.
28 del mes que se va para que llegue el de las chicharras.

2 comentarios

  1. Josè Luis Hernàndez, Periodista..

    Me quito el sombrero ante una letrada muy buena
    Ilka lleva por nombre
    este ser que pronto brilla y suena
    en un paìs tan esquilmado por gobiernos que dan pena……

  2. ¡Ay…!, mi querida Inquilina de territorio prestado… Hoy pegó donde mas duele, a esta indolente sociedad en la que sobrevivo… ¡Cuanta Verdad…!, esa es la triste realidad de los barrancos, de los desposeídos, de los sin voz, aquí están Todos… TODOS… Y estamos todos… Hasta los Inquilinos de un usufructo de la Tierra… Empobrecidos… Por nuestra propia Miseria Humana…
    «Ahora esta lloviendo…
    Afuera y dentro mio.
    Ahora los recuerdos,
    como retumbos del del volcán de Fuego…
    me pegan duro…
    En la bolsa izquierda de mi pecho…»
    El Peroles… El de Siempre.

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