Amelia.

Finalmente sus padres juntaron lo suficiente para mandarla a traer ocho años sin verlos  y navidades, y cumpleaños en casa de sus abuelos maternos, una llamada telefónica para celebrar, para intentar abonar en el vacío de la distancia y de no estar presente.
Un abrazo de despedida dio a sus abuelos en la estación de buses de Michoacán y emprendió el viaje tomada de la mano de un coyote hacia  el Estado de Sonora frontera con Arizona, Estados Unidos en busca de sus padres que la esperaban ansiosos en Kansas City, Missouri. El mismo viaje que realizan miles de criaturas diariamente en busca del calor del hogar, de aquel padre o de aquella madre que emigró por necesidad a atalayar el sustento y con la ilusión de mejorar las oportunidades de vida para sus crías. Faena, aventura, infierno que enfrentan miles de almas que no existen más que para aquellos que las vieron partir o que las dejaron esperando el irretornable abrazo.
Amalia tenía trece años de edad y muchas ilusiones.
En Sonora el coyote contratado por la  familia la entregó a otro coyote que sería el encargado de realizar la travesía del desierto con ella. Canje común en este tipo de aventuras. Después de cinco días caminando en ambos desiertos  exhaustos y deshidratados lograron llegar a Phoenix, Arizona sin que los atrapara la policía de la frontera. El coyote dio por terminado su trabajo al entregarlas a otro grupo que los esperaba  en la carretera con los motores de los automóviles encendidos, para conducirlas a un lugar seguro, les dijeron.
Junto al grupo de veinte personas que los acompañaban contando cinco adolescentes más fueron  llevadas a una casa de seguridad en donde se les informó que serían entregadas a sus familiares, pero nada de esto sucedió.
Esa casa se convirtió en el infierno para adolescentes, mujeres y hombres que caían en manos de ese grupo de criminales de trata de personas, Amelia  junto  a las otro cinco adolescentes fueron encerradas en una habitación pestilente a heces fecales y orina  donde ya había otro grupo de niñas,  fueron encadenadas de pies y manos  se les daba de comer una vez al día, un pan tieso enmohecido y un vaso de agua.
Después del medio día eran conducidas a habitaciones divididas por canceles de tela,  se les  encadenaba a  los catres  y  se les exponía a la trata, a ser violentadas por hombres que pagaban cien dólares por tener sexo con ellas. Uno tras otro.
Amelia era la más jovencita del grupo la más débil que se negó a probar  bocado, ensimismada en su  propio calvario.
Por cincuenta dólares más podían quemarles los pezones con cigarros encendidos y por cien destrozarles el recto durante diez minutos.
Por las tardes la cuota subía eran conducidas todas juntas a una habitación en donde se les amarraban ambas manos a un  lazo colgado del techo,  mantenidas en pie  los clientes del lugar podían satisfacer sus aberraciones sexuales  poseyéndolas dos de ellos a la vez, uno por adelante  y otro por atrás.
Terminaban los días inconscientes, sodomizadas, con el deseo de morir en cada instante  y no despertar nunca. Ninguno de ellos utilizó protección alguna  Amelia fue una de las adolescentes que resultó embarazadas de aquellas salvajes violaciones a las que fueron sometidas durante tres semanas, en la casa donde se suponía que sería un refugio para esconderse de las autoridades fronterizas de Estados Unidos.
Uno de los clientes del lugar  se compadeció de ellas y en un instante de confusión se comunicó con un grupo de amigos que armados  con pistolas y rifles ,  inmediatamente  rodearon la casa y lograron rescatar a dieseis mujeres y a cuatro hombres que también fueron sometidos a salvajes violaciones.
No llamaron a la policía para que las personas no fueran deportadas, en su lugar se contactaron con grupos que brindan apoyo a migrantes sin documentos e inmediatamente fueron  movilizadas a lo largo y ancho de la nación Estadounidense.
Amelia viajó con el grupo de dieseis mujeres  en un camión que transportaba latas de frijol y alverjas  llegaron a Boston  donde las esperaban médicos y enfermeras, psicólogas y trabajadoras sociales, un grupo de voluntarias que traducían del español y mandarín al inglés, pues también se encontraban dos asiáticas y una nepalí.
Amelia la niña-adolescente de trece años de edad al igual que las demás tenía las quemaduras de cigarro  vivas en los pezones, espalda y estómago el rostro inflamado por los golpes, moretones en las piernas y las huellas de las cadenas marcadas en las muñecas y tobillos, esa mirada perdida en la nada, el frío que amenaza cuando la muerte ronda, cuando el deseo de desaparecer acuna en sus mentes perturbadas.
Amelia no soportó con el peso de su desdicha no quiso esperar a ver  crecer el feto en sus entrañas y esa primera madrugada en el refugio tomó una de las fajas con que las vendaron y se dirigió al baño, se amarró la blusa en la boca para que no se escapara ni uno solo de sus sollozos y se ahorcó en silencio, uno a uno fueron agonizando sus fantasmas, sus temores, sus odios, sus ilusiones hasta que  se apagó por completo la luz de sus ojos y su corazón desistió de aferrarse a la vida.
Ilka.
19-02-2013.

3 comentarios

  1. Victoriano Zacarías Míndez

    Todo esto sucede por culpara de los gobernantes de turno, que solo ven el bien de la minoría de la población, olvidándose de la mayoría de ciudadanos, en especial de los problemas de desempleo, pobreza, miseria, violencia y otros.

  2. La valentía demostrada por quien denuncia este caso y los miles similares que a diario suceden, merece elogio aunque NO me gusta. Son seres humanos las personas referidas allí incluyendo los fetos que diariamente truncan su desarrollo ya sea vía el aborto o por cesación de las palpitaciones del corazón de la suicida o de la asesinada por esos bichos carentes de toda clasificación…

    • Ese es el clásico argumento de los sectores más reaccionarios dentro de la extrema derecha cristiana que se opone al derecho de la mujer a elegir sobre su propia vida. Se condena la violación
      y luego y finalmente se condena a la mujer por no aceptar como regalo divino las consecuencias de la violación. Vaya! que calidad humana la de estos rottweilers de dios. A la mierda con todos ellos!!
      ellos!!

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