Sin punto y final.

Mientras los escucha hablar  las invenciones de siempre se pregunta en qué momento decidió salir de su bohío si  hubiese pasado mejor tarde en compañía de sus pinceles y lienzos, extraviada durante horas en las páginas de Orlando y aprendiendo las recetas culinarias de Tita para encender la llama de la pasión de Afrodita la transgresora que le  despertó todos los sentidos.
Pero no, una vez más cayó ante el soborno del vino tinto, de Sofía y Fausto  que la convencieron de salir a respirar el  frío del  invierno. Un puñado de peleles los esperaba en la sala de la residencia al sur de la ciudad, era tarde  de entremeses, vino y cigarrillos, las habituales charlas banales de quienes  cuentan unos a otros las proezas de sus lujos económicos.
De las caballerías, de las haciendas, de los veleros, de los viajes alrededor del mundo, todo tan vacío que abrumada se sintió desmayar, Luciana una artista sin edad ni tiempo, amante de la vida de los desafueros del amor, de los deslices clandestinos y de los encuentros furtivos que le dejaban un lienzo desnudo y la inspiración a flor de piel.  Un noche  escribió  sobre la piel de una de sus lunas nocturnas: no importa que la nieve me congele los sentidos, si aun me queda la tibieza de tu recuerdo para invernar. La luna nocturna salió todas las noches a esperar sus versos inclusive cuando el cielo se negaba a escampar.
También era poetisa y amaba los sonetos de mujeres feministas y de hombres románticos de almas despojadas de prejuicios.
Los hombres desnudos le parecían austeros entonces en las noches de retozo les colocaba un lienzo al borde de la cintura y acariciaba sus muslos con un pincel, les pintaba ocasos y soles nacientes, grandes lagos y volcanes nevados hasta que éstos a punto de  explotar en éxtasis le suplicaban piedad, en ese momento ella se convertía en llanera y amansaba hasta el potro más salvaje  de la sabana.
Qué hace ahí se pregunta,  si en su buhardilla mantiene largas conversaciones caminando sobre el litoral de un mar lejano, en otro continente y  que imprime cada página de las novelas de Duchesse de Saint-Jacques , esa escritora famosa y que acusan de altanera, arrogante y liberal, insurrecta e insurgente, feminista y delicada cual gota de rocío antes del temporal.
Malgastar la tarde de invierno en discutir sobre los precios de un automóvil ultimo modelo y del costo del alquiler en una suite del hotel Imperial, ¿a quién le interesa saber a cuántas mujeres se llevan a la cama en la semana? A ella no por supuesto, apuesta a que se lleva más hombres a su alcoba que lo que ellos en un mes a señoritas que encuentran en discotecas y bares de moda. Pero la acusarían de cortesana si comienza a enumerar con orgasmos incluidos, ¿qué dirían si supieran que sus gustos son variados? ¿Que enloquece con la misma intensidad por unas bragas que por una espalda desnuda surcada de músculos esbeltos? No, ni pensarlo esa jauría se le iría encima primero la acusarían de depravada y luego querrían ellos también  saborear las mieles del placer en sus labios.
Primero se acostaría con cualquiera antes que con uno de ellos, tan insensibles, desmesurados, apáticos a la realidad que  viven en sus burbujas de aire acondicionado en verano y con calefacción en invierno, nunca se ensucian los zapatos y tienen sirvientes que tratan como esclavos. Lociones y colonias que compran en Europa, sábanas de seda y camas de agua.
Tan lejos pretenden estar del hambre y de la miseria que obvian hablar de la necesidad porque carecen en ésta.
No, nunca compartirá su alcoba con una lacra de ésas.
¿Pero qué se creen Sofía y Fausto para llevarla a un circo tan grotesco? ¿Si son sus amigos  por qué se empeñan en sacarla de su mundo y de sus silencios? ¿Acaso también creen que está enloqueciendo?
Si así fuera está en paz con sus delirios.
Sale al patio,  afuera no ha dejado de nevar las nubes bajas pareciera que se colaran por las chimeneas humeantes de la ciudad,  enciende un cigarrillo fuma solo en invierno porque le recuerda esa piel, ese aroma  y tantas noches enloqueciendo de placer.
Es cuando entra en esas turbulencias emocionales cuando mejor pinta y cuando los versos se aproximan sigilosos sobre su almohada para acompañarla en sus desvelos y en el crepúsculo: fieles a su pluma y a su hoja en blanco, incondicionales a sus desvaríos, apasionados a su inspiración  y fieles a su deshabitada cordura.
¿Quién pudiera entender el alma de una poetisa? De una mujer que simplemente ama,  que esboza cuando llorar no puede y que escribe cuando los gritos se ahogan en hondonadas, ¿quién pudiera comprender el desabrigo de un verso?, ¿el pesar de un ocaso?, ¿la lágrima que ausente escapa de ser expuesta en soledad?
No, no hay nadie que con cordura lo entienda la orfandad del alma es inestabilidad de tormentas emocionales y lujurias  que no escapan de ser simples encuentros de ocasión con el psique que atareado se fuga cada vez que la sensatez asoma.
Termina de fumar su cigarro y se despide de la  jauría de lobos domesticados que fingen ser conservadores y que profesan la doble moral, abraza a Sofía y Fausto no permite que la vayan a dejar a su estudio pues hay visita por atender y sentencia que por favor no lleven posibles prospectos para ella porque dejará de asistir a sus reuniones, que la dejen en paz con sus fantasmas y con sus fanasìas.
Toma un taxi, ha comenzado a oscurecer y el ocaso pinta tonalidades grises. Toma el elevador y en el interior se encuentra  con una pareja que luce enamorada, ella tiene la lindeza de los primeros meses de embarazo y él la felicidad de convertirse en papá,  es Danés el hombre con quien  compartió cuatro años de su vida, hace más de un año que no lo ve,  también vive en el edificio, es incómodo verlo en brazos de otra y no en los suyos, es difícil de justificar que la sonrisa en su rostro sea por otra y no por ella, los saluda y finge no percatarse del embarazo de la chica, él las presenta y le comenta que su novia está embarazada, se refiere  a Luciana como una vieja amiga.
Felicita a la pareja por la linda espera y les desea toda la felicidad del mundo, en sus ojos un mar de lágrimas está a punto de desbordar los umbrales, las puertas del elevador se abren justo a tiempo, se despide y camina sin voltear atràs.
Abre la puerta de su estudio y aun hay olor a él, a su sudor de hombre cuando ama, hay vestigios suyos en cada palmo de su cuerpo, de sus caricias, de sus besos, de su saliva  recorriendo su cuerpo húmedo. Pero no se siente culpable porque fue él quien  pudo entender su decisión de no ser madre y de negarse rotundamente a concebir, lo amaba con locura pero prefirió dejarlo libre.
También hay recuerdos de ella, del océano azul de sus ojos y de su sonrisa, de su espalda desnuda y de sus pies, de sus muslos vibrando y de su corazón agitado, de aquel vino tinto recorriendo su piel.
Hay tanto de ambos que  son estigmas,  delirios, fantasías,  versos y sonetos, son lienzos   en claroscuro y eternas poesías sin punto y final.
 
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Enero 12 de 2013.
Estados Unidos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

8 comentarios

  1. Ilka: como siempre leerla es un deleite. Es una escritora consumada a su tan corta edad. Muy polifacética pues escribe de todo y domina todos los estilos. Éste relato en particular es hermoso porque educa e inspira.
    Gracias por existir.
    ¿Por favor podría darme algún título para leer de la autora francesa que menciona en su relato?

  2. Vicente Antonio Vásquez Bonilla

    Ilka linda: Un texto delicioso, no importa el tema que toqués, siempre dan deseos de seguri leyendo. Besos chapines, Chente.

  3. Ilka termino de leerla….belísima…me ha estremecido…y me ha engatuzado…hasta me he sentido dentro de ese lienzo…un abrazo!!

  4. Hermoso, como siempre. Saludos desde Santa Ana Huista, Huehuetenango, Guatemala

  5. Crónica de diminuto cuentista.

  6. Auto retrato al carbón. Descripciones sucesivas de fuertes cambios emotivos entre deseos frustrados y maldades «inocentes» en son de burla. Venganza pasiva. el_ju(Who?)

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