Weekend del amor II


El frío del aire acondicionado la despierta, con el tiempo que lleva viviendo en Estados Unidos la jutiapaneca no se acostumbra a esa sofisticada herramienta del acomodado estilo de vida en su país de residencia, qué va en su natal Jalpatagua la noches de verano se sudan entre mosquitos y zancudos, el cielo estrellado pareciera que se posa sobre las ventanas como a mirar pa´dentro en la penumbra de la oscuridad, como investigando de qué está hecha la llama de la luz del candil, como intentando descifrar por qué en las cocinas siempre hay rescoldo en el polletón.  

En su natal Jalpatagua las hamacas abundan en cada corredor, la lluvia se desliza sobre las tejas y las paredes de adobe cuando el invierno asoma, las camas son de tablas y cuero, las sábanas que de lino  no tienen nada, las almohadas las hacen de ropa vieja y las sobre fundas  las decoran con bordados en cruceta o en crochet.  

La Martina se observa desnuda entrelazada con el  griego nadador en el compacto espacio de  una poltrona. Trata de desatar el nudo que han formado entre ambos cuerpos, ¿y si es nudo ciego? ¿Nudo corredizo? ¿Nudo de gaza? Lo peor sería estar enmarañados en un nudo ciego, el nudo corredizo solo los haría estar soba que soba sin poder desatarlo y entre la sobadera seguro les sube la temperatura corporal y la Martina no anda termómetro para medir fiebres, como para saber si es soco ó moquillo como el de las gallinas.

Finalmente logra salir de aquel espiral humano, del espiral café con leche que forman las dos pieles, de la espiral color yegua parda. La del nadador es  blanca como la  leche recién ordeñada en invierno cuando no le da el sol y  en verano luce como  madera de pino recién barnizada, la de ella en cambio una  misma tonalidad todo el tiempo oscura como el café de máiz tostado en comal de barro.

Entumecida pero boyante  camina hacia la ventana donde la sorprende el lago desnudo un grupo de pescadores  y la mañana soleada.  Observa al  nadador que enrollado en una especie de caracol aun duerme. Ahí está como caña de azúcar recién exprimida,  en calidad de bulto, como  el despojo de una noche de pasión, como alborada de un amante que pasó la noche en vela.

La Martina que nunca había  andado en pampa en casa ajena observa en el espejo del baño su cuerpo desnudo y lo atrevida que los años la  han vuelto. Por el contrario de su casa en Jalpatagua en la  cabaña del griego hay regadera y bañera, agua tibia, caliente y fría. Jabones italianos con esencia  de rosas, otros de leche de cabra y los de  lavanda. Toallas en lugar pashtes. Y sales aromáticas. Pared de mármol y varias velas con aromas de campo.  En su pueblo natal se iba a bañar al río Las Pilas,  utilizaba inodoro de pozo ciego y   pashte de costal, jabón de aceituno ó de coche y una  toalla Hilasal con la que se secaban todos en su casa. Para cuando subían al pueblo  una vez  al mes a comprar costilla para caldo de res si la venta de marquesote era buena, el deleite era el chapuzón en las Cuevas de Andá Mirá.

Martina se embelesa  con las burbujas de jabón griego, de pronto el moribundo que yacía minutos atrás en  la poltrona ha revivido y entra con dos tazas de café con leche, jugo de naranja y rodajas de  pan tostado con jalea de arándanos, pero solo para enseñarle el desayuno porque le avisa que en cinco minutos la quiere fuera de aquel paraíso de espuma agua y jabón.  En tres la Martina está fuera pero no para comer el desayuno si no para medirle  la fiebre de pollo al nadador con cuerpo de amante amanecido en fiesta de tres días. Con el único método que conoce, tocándolo por aquí y por allá.

Hasta que se percata que el salvavidas tiene más de un corazón porque por donde lo toca siente un órgano  palpitante.  Asustada no le queda de otra que revisar al anormal palmo a palmo sutil y delicadamente hasta que da con el centro de universo, a modo de vaquera campesina se lanza sobre el animal  lo lleva hacia la cama y sobre las sábanas de lino blanco y plumas de ganso se desata una lucha que dura una infinidad hasta que logra dominarlo  por completo sin silla y sin aparejo, a puro pelo, ¡como en su pueblo! Ya amansado lo deja ahí sin rienda ni correa, libre y sosegado   más aguambado que cuando lo encontró. Con una seña de cejas le indica que es tiempo de salir a encontrarse con la vida veraniega del pueblo, In five minutes we are leaving le indica con voz de  llanera solitaria cosa que termina de despertar al recién sosegado no sea y a la jinete le dé por practicar la equitación  de por vida.

El sol del medio día y la bullaranga en las calles los termina de despertar caminan con dirección al lago donde suben a un bote rápido que lo de rápido es solo para enganchar a la gente porque es más lento que las camionetas que suben por la cuesta de la Conora, la Martina le cuenta que la última que se trepó en un bote fue en un bote d
e basura que les servía para componer las tejas quebradas del techo de su casa y  él en un bote-canoa para pescar.
La abraza encantado con la morena color cáscara de encino sazona que lo tiene atolondrado más bobo que de costumbre más asoleado que cuando  se bronceada en su isla natal.  Ella nada en pampa en el océano de sus ojos azules  en las profundidades del alma  griega que la ha enamorado. En los sillones de atrás de incognitos van Cupido, Eros y Afrodita se quedaron dormidos y no se dieron cuenta  cuando el par salió, así que tuvieron que andarse a pata el centro del pueblo en busca de la pareja café con leche hasta que dieron con ellos cuando los pasmados subían al bote rápido solo de  fachada.

Por dormir más de la cuenta se perdieron la forma en que la Martina domó al potro salvaje. Pero el trío ya ha maquinado un  plan que no fallará, en el camino  mientras buscaban a la pareja en calles veredas y tiendas, se encontraron con izotes en flor,  a Afrodita se le alumbró el foco y preguntó a Eros que si podría realizar  un acto de magia tipo alquimista, el fanfarrón  para no quedar mal  aceptó  aunque tuvo que darle mordida a Cupido para que éste lo realizara en su nombre, Cupido entró en el hipocampo de la Martina y sacó un lápiz borrador y una calculadora científica caminó entre las conexiones sinápticas y las neuronas  y finalmente realizó un chapuz donde recodificó y almacenó alfabéticamente los recuerdos de la Martina. Tirando una moneda al aire con cara y escudo reordenó la memoria a corto, mediano y largo plazo y las asoció con imágenes recientes.

De modo que cuando la Martina  y el pasmado bajaron del bote ella observó los mismos izotes que minutos antes se había encontrado  el trío locuaz.   La Martina al ver los izotes en flor no pudo evitar recordar su infancia en su natal Jalpatagua y el paladar le dio el aviso que si no  las comía se le caería la cría.

Corrió hasta tenerlas enfrente mandó al asoleado a comprar cualquier bobería para que le dieran una  bolsa plástica y poder esconderlas al momento de cortarlas. Mientras tanto la llanera solitaria maquinaba de qué manera las cortaría  y en qué  momento  zamparían la carrera despepitados para alejarse del lugar antes que  les cayera encima la policía.

Lo que menos necesitaba la Martina era ir a la cárcel por cortar una flor comestible en su país. Así que en cuanto tuvo oportunidad y la callé se quedó solitaria por unos instantes cortó las flores y las metió dentro de la bolsa que consiguió el nadador.   Al tenerlas a salvo corrieron sin parar hasta que les dio el aliento y se sintieron a salvo.

Afrodita sigue maquinando bueno sería si Eros le demuestra que es un  mago consumado y que no solo sirve para andar traideando diosas griegas y romanas lo puso a prueba una vez más, le encomendó hacer aparecer palos de flor de pito y si lo lograba tendría una noche  inolvidable con ella.

Eros la pensó dos veces porque en Wisconsin hay pinos hembras machos, encinos, conacastes pero no palos de jiote. Le tocó darle pago doble y ofrecerle un mes  libre a Cupido con tal de quedar bien con Afrodita que era la única diosa que se había resistido a sus encantos de galán por fin   la tendría atrapada en sus redes de pescador consumado.

Mientras la Martina y Argus el ex potro salvaje, caminan entre tiendas ya avenidas Cupido comienza a hacer aparecer los palos de  flor de pito justo al final de la calle done está ubicada la cabaña del griego. Para cuando el par va de regreso con  la compra para la cena la tiznada de la Martina divisa la flor que lleva años añorando  al igual que la de los chaparrones y la del chipilín. La flor de pito la saluda al final de calle  y la jutiapaneca corre despavorida a su reencuentro en las mismas se trepa al árbol y el  pasmado la espera en tierra firme recogiendo los cogollos que la salvaje le avienta desde las alturas.

El trío locuaz ríe esperando ver el desenlace de la velada. Ya en la cabaña la Martina mientras limpia las flores manda al aguambado a buscar pepitoria ó semilla de ayote con cáscara.  El pobre hombre tiene que manejar hasta el pueblo vecino en donde sí hay tiendas mexicanas ahí pregunta por pumpkin seeds  la Martina le ha prometido que la cena será un manjar de su pueblo natal. El  tipo se inspira y pasa comprando dos botellas de champán y chocolates rumanos.
Afrodita se percata que la revoltura de chocolates con el iguaste de la Martina no será buena combinación y  manda a Eros a esconderlos pero éste se los atipuja de una sentada. La Martina sirve la cena: flor de izote y  de pito en iguaste, Argus sirve el champán y el pan tostado aunque la Martina hubiese querido acompañar aquel manjar con pistones tostados en el rescoldo del polletón.

Por su parte a  Eros el extraño movimiento de intestinos le avisa que pronto tendrá que correr para la puerta de emergencia ó lanzarse desde la ventana.

La combinación de izote y pito crea un efecto afrodisiaco en los comensales y el aire acondicionado por alguna extraña razón comienza a entibiarse. En las vigas del techo se esconden Afrodita, Cupido y Eros esperando ver al  par derrochar amor.

Argus de pronto se ha sentido  un tipo seductor, se levanta en busca de los chocolates pero no los encuentra seguramente los ha olvidado en la tienda piensa, y regresa a la mesa donde destapa la segunda botella de champán.   

A todas estas Eros siente una especie de aire huracanado salir de su cuerpo la fuerza que lleva bota a Cupido y a Afrodita ambos caen sobre una de las hornillas aun tibias de la estufa en las mismas se levantan y saltan hacia el suelo con la cola chamuscada, atrás viene cayendo Eros a él también lo ha lanzado de su lugar  el ventarrón tipo tornado que se ha escapado de sus intestinos.

Un retorcijón lo dobla  de pies a cabeza y ante el asombro del resto del trío le toca confesar que se ha comido por completo la bolsa de chocolates. Afrodita como la gran chucha no sólo porque se enfermará de la timba y a ella le tocará cuidarlo si no más bien porque se perderá el momento cuando Argus  le pida a la Martina que vivan juntos.

Argus aparte de nadador salió  pianista, la Martina   observa encantada la forma en que los dedos del músico se deslizan entre teclas negras y blancas en la misma forma, ritmo y la suavidad con que la acaricia a ella.

La media noche silenciosa ha llegado y las estrellas nuevamente alumbran el cielo desnudo de verano, Argus se toma el último trago de  la copa y comienza a desnudarse lentamente frente a la tiznada que disfruta del espectáculo, al griego le ha nacido el instinto de striptease de los que se desnudan sin música porque la llevan dentro de su propio cuerpo, la Martina lo motiva con las palmas y con la baba que se le cae de la boca.

Ha quedado descubierta  la espalda marcada entre músculos fuertes y pecas disfrazadas de  medias lunas, las abdominales de nadador veterano,    la toma entre sus brazos y la desviste sin tocarla con sus manos, todo movimiento es lento solamente de labios   los cuales desatan los tirantes del vestido azul teal que cubre el cuerpo de la asoleada.

Han quedado expuestas las dos  cúspides color tierra mojada tan redondas como la vuelta del centavo que conduce   hacia Jalpatagua, así mismo   la cintura de gallina del país y las caderas de yegua fina, los pies planos y los muslos de campesina.

La invita a bailar con la música que produzcan sus cuerpos al rozarse con el sonido de sus corazones palpitantes y con la Sonata  Claro de Luna que tocarán las estrellas posadas sobre la ventana.

La besa con suavidad y le propone  vivir juntos. Mudarse a Wisconsin a esa cabaña ó vivir en su condominio en la ciudad, empezar una  vida juntos en cualquier lugar. Ella acaricia sus cabellos con ternura y le sugiere vivir esa noche y no planificar. Se acuestan entre las sábanas de lino y plumas de ganso, abrazados caen en  el sueño profundo de quien se atreve a amar. La madrugada descansa pronto amanecerá.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Agosto 28 de 2012.
Estados Unidos.








3 comentarios

  1. Negrita linda: Cada día escribes mejor y tienes mucha imaginación. Te felicito. La puerta se te está abriendo y el camino del éxito está frente a tus pies para que empieces la triunfal caminata. No dejes de escribir ficción. El cuento y la novela es lo tuyo. Ejerce ese don. Besos chapines, Chente.

  2. Hola Ilka:

    Estuve leyendo este cuento precioso, y dejeme decirle que me impactó con su narrativa tan detallada y elocuente, al verdadero estilo de Honoré de Balzac. Me han gustado mucho las novelas de éste porque va describiendo cada objeto y persona que incluye en sus historias tan bien que una no sólo los va formando en su mente sino que termina sintiéndose dentro de ellas como toda una protagonista. Y acá regresando a lo suyo … creo que casi todas nos sentíamos la tiznada, asoleada, pero nunca atalondrada Martina.

    Bonita combinación de Mitología griega, historia urbana, neurofisiología y cultura chapina, llena de una natural y silvestre sensualidad.

    La felicito … sólo falta su libro, a ver cuándo hace un compendio de sus cuentos.

    Hasta pronto … que Dios la guarde y la bendiga!

    Ofelia.

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