Una Esmeralda en el hotel Hilton.

Disfruté lo que se podía disfrutar, descarté lo que no se podía cambiar.´- Esmeralda Santiago. 

Ya había escuchado de un libro llamado Cuando Era Puertorriqueña. Pero estaba en la lista de esos libros por comprar  que nunca comprás porque siempre hay otros también haciendo cola y que se vuelven por una circunstancia u otra, urgentes por leer.
El libro llamado El Amante Turco también está en este momento dentro de la lista de los libros urgentes, es más ya lo encargué en la librería. También su autora es Esmeralda. 
Por recomendación de una amiga fui a comprar el libro Mujercitas de Marcela Serrano,  también me tocó encargarlo en la librería así que cuando lo fui a recoger me sucedió lo que me pasa siempre cuando voy a un recinto en donde hay libros… me desconecté de la realidad y me sumergí entre las hojas y tomos y capítulos… historias… cuentos… poemas… y memorias.

Estante por estante me fui choteando títulos, tocando pastas y respirando el olor a hojas nuevas recién impresas. Me atrae ese olor y el silencio sepulcral de las librerías. Sigo caminando con mi libro de Marcela en la mano, voy a la sección de escritoras y arriba en el último estante veo un libro pequeño con la pasta amarilla tiene en la portada el rostro de una adolescente y leo: Cuando Era Puertorriqueña. Me voy  en busca de un banco y me trepo lo bajo emocionada,  en la misma línea encuentro Conquistadora y también me lo bajo apresurada. Ahí están ambos en mis manos, me siento en el banco que utilicé  momentos antes para subirme y alcanzar el último estante. Esmeralda Santiago ¡Ajá hoy sí!

«I learned you pay for your happines . That´s why I don´t expect to be happy all the time. I´d  rather be surprised  by one moment every so often to remind me that joy is possible, even if I have to pay for it later».  Esmeralda Santiago, Conquistadora. 

Pago y salgo de la librería. Justo en ese momento comienza mi conexión con la escritora.
Esa misma tarde mientras el niño que cuido tomaba la siesta aproveché y comencé a leer Cuando Era Puertorriqueña. Un libro que me atrapó desde el principio… respiré el olor a guayaba madura en tierra tropical, sentí el calor y la humedad del Caribe saliendo humeantes en cada letra escrita.

Esmeralda me tomó de la mano y me llevó a su Puerto Rico natal, me colaceó por las calles polvorientas de su infancia, tomamos una limonada en una de  las mañanas soleadas y nos refrescamos en el riachuelo  una de esas tardes de ocasos rojizos. Toqué la puerta de su casa y dormí en su hamaca. Comí   toronjas y  mangos. Y también escuché los gritos y alegatos de los mayores mientras ella fingía dormir.
Sentí la mano sudorosa del maestro de piano y también irremediablemente el vacío abismal de la emigración.

Un libró que gocé totalmente, un cúmulo de sentimientos encontrados. Muy similares las historias de nuestras vidas, al igual que ella crecí en un arrabal pepenando el día a día, con penas con los hermanos pequeños, un par de zapatos, un par de calcetas, hambre siempre con hambre y el papá ausente.
Un libro que me tocó en muchos sentidos y porque habla de la pérdida irrecuperable cuando se emigra, ese vacío que no se logra llenar con nada ni con nadie. Y tenés que aprender a vivir así sabiendo que siempre ahí estará y que marca un antes y un después en tu vida.

Habla de cuando llegó a  suelo extraño y se enfrentó a la terrible amenaza del idioma desconocido, el clima, los espacios…

Comencé a buscarla en Internet quería saber más de ella y así fue como di  con su página pública en facebook. Mientras leí su libro pensé y afirmé: “yo a ella la voy a conocer, la tengo que conocer” y comencé a talonearla, durante meses leí de sus actividades en distintos puntos del país. Yo estaba segura  que el universo confabularía y así fue el día martes ella escribió en su página que estaría en Chicago el día viernes, yo inmediatamente pregunté en dónde, a qué hora y ella amablemente me mandó el enlace de la actividad con lo cual me enteré que se trataba de una convención anual de escritor
as/es y programas de escritura.

Ella daría una conferencia el día viernes en el hotel Hilton del centro de la ciudad. Averigüé por todos lados pero me fue imposible conseguir una entrada para la conferencia ya todo estaba vendido. Se registraron  para el evento cerca de diez mil personas.

For me the person I was becoming  when we left was erased, and another one was created. Esmeralda Santiago, When I Was Puerto Rican.

Desahuciada le escribí que lamentaba mucho no poder verla ese día porque ya todas las entradas estaban vendidas. Es que yo en realidad quería conocerla y que me firmara sus libros, pero la verdad es que  aparte de la firma yo lo que quería era abrazarla y agradecerle su honestidad en su letra. Agradecerle por abrir su alma de esa manera y dejarnos adentrarnos en su ser interior  en sus vivencias que al final son las de muchas y muchos.

Ella me sorprendió grandemente cuando me escribió que podía llamar al hotel y tratar de contactarla para buscar un espacio  para firmarme los libros. Fue un golpe certero a mi corazón arrabalero.

El día jueves llamé  por la mañana y no la pude localizar. Era obvio que no la localizaría porque la mujer seguramente andaría ocupada con tantos eventos a los cuales asistir. Así es que llamé a mi hermana por teléfono y la saqué de su trabajo para que me fuera a cubrir al mío (aferrada la otra) y me vio tan emocionada que  no tuvo más que acceder a mi petición.

Me subí a un  tren por primera vez en el tiempo que llevo viviendo en Chicago, directo al centro de la ciudad. De llegar tengo me dije y agarré mi morralito eché los dos libros y mi cámara fotográfica. Iba decidida a encontrarla y a esperar las horas  que fueran necesarias.
Yo estaba segura que esa tarde de jueves la conocería, tenía esa certeza, estaba convencida. Más no había nada confirmado, salvo mis deseos de abrazarla y agradecerle.

Llegué al centro de la ciudad e inexplicablemente experimenté una sensación de libertad nunca antes vivida en este país, la imagen de las calles abarrotadas de personas caminando en busca de la estación central de trenes me  pareció un paisaje hermoso, carros bocinando anclados en la hora pico fue música para mis oídos, ráfagas de viento frío soplando anunciando goterones de agua-nieve, nunca antes yo me había disfrutado una caminata en el centro de la ciudad. Era eso, era eso mismo que anunciaba la confabulación del universo,  faltaban apenas minutos para que la venia  me permitiera abrazarla.  Después de media hora caminando entre calles y avenidas llegué a  la elegante Michigan y el hotel Hilton.

El susto me llevé cuando entré y no se podía dar paso en falso. Un mundo de personas caminando de un lugar a otro, unas tiradas en el suelo escribiendo en sus ordenadores portátiles, otros en sus celulares inteligentes,  mamás alimentando a sus crías y a la vez corroborando horarios, periodistas con cámaras de video, radios y celulares, gente entrevistando y gente siendo entrevistada.

Como  pude llegué a la recepción del hotel y pregunté por ella, la recepcionista me  comunicó con su habitación, mis manos sudadan y presentí que al escuchar la voz en el teléfono me daría por tartamudear. No sabía si estaba en su habitación, si contestaría alguien, mientras el teléfono repicaba yo pensaba en dónde acomodarme a esperarla, ¿cerca de un elevador? ¡Pero si son tantos!, ¿en la recepción? ¿En dónde? ¿Cuántas horas tardaría? ¿Y si me decía que no me podía atender? Pero no, yo estaba segura como que me llamaba Ilka que esa tarde  la conocería.

La voz de un hombre venía lejana desde el otro lado del auricular me presenté y me preguntó para qué la quería ver, le dije a grandes rasgos que era su lectora y que había quedado de llamarla para verla el jueves o viernes, después de  medio minuto me dio las indicaciones para que subiera a su habitación.
Colgué, estupefacta, tartamudeé cuando emocionada  la dije a la recepcionista que en unos momentos me encontraría con una escritora a quien admiro mucho.  ¿En su habitación? ¡Qué honor el mío! ¿En su habitación? ¡No lo podía creer! Subí hasta más arriba del piso veinticuatro y caminé entre los pasillos buscando el número de su  habitación,  las piernas me temblaban no podía creer que todo estaba saliendo mejor de lo esperado, era demasiado a decir verdad.

Toqué y la puerta se abrió, del otro lado un hombre relajado de pelo cano me saludó y me invitó a pasar a la sala del pequeño condominio que parecía ser todo aquello. Me asomé a la ventana y observé el lago de aguas grises en invierno, sin botes ni veleros completamente solitario. Una voz me trajo de vuelta cuando me saludó: “buenas tardes” ¡era ella! ¡Era Esmeralda Santiago! Me le lancé a abrazarla y ella devolvió el abrazo así simple desde el fondo del alma, de esos abrazos que no necesitan más que sentirse.

Me invitó a ponerme cómoda, así que aún  con las rodillas temblando me quité el abrigo y saqué los libros ella gustosamente los autografió. Pedí permiso para tomarle una fotografía y que su esposo terminó por tomarnos varias.

Estaba ahí me había ido mejor de lo que esperaba, estaba sentada a su lado en  la sala de su habitación su esposo nos dejó solas y tenía que decirle mi propósito  y el motivo de semejante aventura. No estaba ahí para chulear sus letras que me  imagino todos los días se las alaban. Porque la mujer tiene un don para  convertir los sentimientos, pensamientos y emociones  en  libros.
Le agradecí  su catarsis y la honestidad de sus letras, el compartir su sentir. Conversamos de lo difícil que es   escribir  exponer y ventilar emociones, frustraciones, dolores, traiciones, anhelos, derrotas, sueños y errores.

Mientras ella hablaba yo observaba su peno cano y su rostro desnudo sin una gota de maquillaje, los surcos de los años acampando en su piel no pude evitar chulearla, la mujer es bella por fuera por sin lugar a dudas ese reflejo externo no es más que la luz de su interior.
Hablábamos de lo increíble que le resulta a las generaciones nuevas cuando se les cuenta de las vivencias que tuvimos las mayores. Hablamos de la pobreza y de las carencias. Pero que a la vez fueron tiempos buenos.
Una mujer muy sencilla y humilde carismática, podés sentir vos su paz interior con  ver la profundidad de su mirada. Un ser de paz, así la percibí.

Una mujer que a pesar de la fama no ha despegado los pies del suelo. Una mujer que inspira,  una mujer  como las miles  que emigramos y nos encontramos frente a un muro que es preciso derrumbar.
Yo no podía creer que mientras en la recepción y en los pisos inferiores del hotel se libraba una batalla campal, Esmeralda me regalaba un poco de su tiempo y de su atención.

Después de más de un cuarto de hora en su compañía nos volvimos a abrazar y nos despedimos, ella amablemente agradeció la visita y yo por mi parte  el que ella me regalara quince minutos de su ajetreada agenda. Caminé hacia la puerta   con el alma renovaba e inspirada y me despedí de ambos.

Tomé el ascensor  y mientras bajaba de nuevo al primer piso, pensaba en la guasa  que tuve, yo que pensaba que la vería por medio minuto y que ni tiempo de tocarla me daría. Me ha llenado tanto su ser, sus ojos y sus palabras.. me ha inspirado es inexplicable la emoción que ha causado en mí el haberla conocido   en persona.  Se detuvo el volado y la puerta se abrió me encontré de nuevo con el mar de personas caminando de un lugar a otro, caminé hacia la salida y me recibió  la avenida Michigan cubierta por la tarde oscura  y fría del marzo invernal. Abracé mi morralito y leí la dedicatoria y observé la  firma de la autora en mis libros. Era de ella, de esa preciosa Esmeralda que me encontré en el hotel Hilton.

Posadata: conoce Guatemala me contó, le fascinó Antigua y Atitlán es más que en Santiago Atitlán se compró un chal, ella encantada porque el pueblo y su apellido  llevan el mismo nombre, pero que en Nueva York lo perdió (o se lo pepenaron) y la pobre hizo una pataleta.

Hoy me encuentro parada  al frente a una torre  de guayabas verdes, cada una perfectamente redonda y dura, cada una $ 1.59. La que tengo en la mano me seduce, huele a las tardes luminosas de mi niñez, a los largos días de verano, antes de que empezaran las clases, a niñas mano en mano cantando «ambos y dos matarile rile rile». Pero es otoño en Nueva York y hace mucho tiempo que dejé de ser niña. Esmeralda Santiago, Cuando Era Puertorriqueña. 


Ilka Ibonette Oliva Corado.
Marzo 03 de 2012
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. El hotel Hilton es un excelente hotel para dar conferencias y albergar a eventos. Obviamente es un excelente hotel para alojarse. Yo he estado en distintas partes del mundo y el que mas me ha gustado es el hotel en manhattan nueva york

  2. Excelente Ilka!!!

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