La tía ausente.

Siempre hay alguien en la familia que emigra, que se va, que toma caminos distintos, quien busca nuevos y lejanos horizontes. Emigra de la aldea al pueblo, del pueblo a la capital, de la capital cambia de país… de continente y de idioma.

Mi familia… somos emigrantes desde la bisabuela  y muy probablemente desde la tatarabuela. De mi raíz jutiapaneca  diré que llevo en la sangre la vitalidad garífuna y xinca. De mi raíz zacapaneca aun estoy por descubrirlo voy a tientas, palpando, preguntando, añadiendo hilos. Emigraron mis abuelos maternos de la aldea al pueblo y sus hijas del pueblo a la capital y sus nietas de la capital cambiaron de país y  se debaten el día  a día en otro idioma.

De mi raíz zacapaneca se regó la sangre, se dispersó de tal manera que de pronto nos topamos con primos que no conocemos y con tíos que no nos han presentado. Con hermanos que no conocemos y con sobrinos de los que hemos oído mentar.

De mi cepa materna hay una tía que durante mi infancia y adolescencia se convirtió en un mito, de la que escuchaba hablar a mi madre y a mis otras tías. La tía ausente físicamente pero la que siempre estaba presente en las tardes de tabales entre hermanas. La tía que emigró y se perdió en la neblina de la madrugada.

No tengo recuerdos de ella en mi infancia, no recuerdo haberla visto hasta cuando retornó diez años  después de haberse marchado, llegó con cuatro crías y un esposo. Entonces la conocí, la palpé, admiré su belleza de mulata y su porte de  potranca salvaje.  La penúltima cría de nía Juana y tío Lilo. La más mulata de todas, la más oscura de piel y la más galana. De labios carnosos y gruesos, de piernas rollizas y de caderas  prominentes. De cabello murusho, murusho como alambre. Negro y espeso.

Llegó de visita a reencontrarse con su raíz, con su sangre y a  presentar a sus crías. Aquellos días hoy lejanos en mi memoria fueron de mucha dicha, la humilde casa en Ciudad Peronia sirvió de morada en su estadía.

Yo andana en la pubertad justo en el umbral de los básicos en edad de la revoltura hormonal. Fueron pocos días los que anidaron en Peronia, con sus acentos  y  modismos mexicanos, con la cultura diferente y la identidad partida en dos. De herencia guatemalteca y de país mexicano.  Primas y primos lejanos, crecidos en otra cultura en un sitio distinto votaron sus primeros dientes, en suelo lejano las nieves del tiempo poblaron los  murushos de la tía que emigró. En otro  país se hizo madre y abuela. En otro país lloró y amamantó. Bajo un cielo distinto forjó su destino y enfrentó las circunstancias que la vida le puso de compañeras de jornada.

Crecimos con su ausencia física, sobrinas y sobrinos escuchábamos mentar de una tía que vivía en Tijuana.
Su mito me perseguía, se metía en mi cama en las noches frías de fin de año cuando acercaba la temporada navideña la extrañaba y aun  mis manos no la habían tocado. Quería reprochar su ausencia, su decisión, pero no sabía a quién presentar el alegato. ¿A quién reclamar? ¿A mi madre y a mis tías  por dejarle irse? ¿Por qué no la retuvieron? ¿Por qué la dejaron marcharse? ¿Decirle a ella que por qué nos había abandonado?

Esas y muchas palabras más se debatieron a duelo una con otra  durante mi adolescencia. Hasta cuando la vi y enmudecí con su belleza de mulata, la abracé y lloré me le quedé prendida de la cintura a la mujerona, que es  una gota de agua con mi Nanoj, solo que una es blanca y la otra negra. Se llevan seis años de diferencia pero pareciera una misma célula partida por mitades iguales, increíblemente parecidas, en el porte, en el pelo, en el rostro y en la sonrisa de negras que tienen ambas.

En aquel tiempo yo no era capaz de expresar verbalmente mi única forma de expresión conocida eran los golpes que me daba con los patojos de la cuadra y mi enloquecida pasión por el balompié. La veía al despertarse tan idéntica a mi madre pero de carácter distinto, la tía que emigró era dulce, bondadosa, cariñosa, sutil, alegre. A ella la amargura de la infancia no le arruinó el presente, caso contrario pasó con mi madre que seguía cargando a cuestas las agrias experiencias de su pasado.  Tan iguales y tan distintas.

La visita a su país de origen terminó en un soplo y ella su esposo y sus crías retornaron al lugar que se había convertido en su nido: Tijuana.
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Los años pasaron y dos de las sobrinas emigramos rumbo pal norte, más arriba del mapa, lejos de Guate y de Tijuana. También pasamos navidades sumidas en la más fría soledad del suelo desconocido, abrazos ajenos y voces desconocidas.  Para cuando decidieron regresar por segunda ocasión al nido de origen ya estábamos aquí y nos perdimos la visita de  la tía que emigró, las crías y su esposo.

Nos disfrutamos su visita vía telefónica. El saludo habitual los buenos deseos y el hasta pronto.
Y yo que crecí con ese sentimiento, con un puñado de preguntas y con la  sensación de estarla viendo al  mirar a mi madre.

La convivencia que se extravía al emigrar, el trato diario y el cariño las sonrisas las penas y las alegrías. Vividas en la lejanía de un suelo extraño. Del mito de mi tía que emigró yo me apropié de un poco, lo guardé en la bolsa de mi pantaloneta  y me ha acompañado durante mis años de autoexilio.

De pronto unas fotografías que llegan vía correo electrónico y que escucho a mi hermana hablar por teléfono con ella. Yo sin embargo cobardemente no me había atrevido a escucharle la voz porque  temía que se me saliera por la bolsa rota el puñado de preguntas, los te quieros y la extraña sensación de soledad que me acompaña también la abrazara.

Hasta que partió tío Lilo y los hilos sueltos volvieron para ser zurcidos nuevamente, la sangre llama dicen la de mi tía me ha estado llamando todos los días de mi autoexilio.

Me armé de valor y la invité a una videoconferencia de esas que podés realizar vía Messenger. Entonces después de dieciséis años la volví a ver en movimiento, escuché su voz y la vi rodeada de sus crías su esposo, la nuera y las nietas.

Quise ir a traerla del pelo y llevármela para Guatemala con todos y la nuera, quise decirle que no se emigra, que no es válido irse y dejar la tierra. ¿Pero yo decírselo? ¿Decírselo desde el país que me abriga en el presente? ¿Yo que cobardemente huí y me trepé en el primer avión que se me puso enfrente? ¿Yo que no podía con tanto dolor dentro del alma? ¿Yo que también soy tía ausente?

¿Decirle qué?, ¿reprocharle qué?   ¿Con qué derecho?

Quise saltarme dentro de la pantalla y llegar hasta la silla de madera y sentarme junto a ella, abrazarla hasta recuperar el tiempo que se extravió en el exilio. Escuchar su voz hasta que el sueño se apropiara de mi conciencia y dormir en sus brazos que son los brazos de mi madre.

Y fue mágicamente como si el tiempo no hubiese transcurrido, convertidas raramente en  amigas de antaño hablando de mujer a mujer, de amiga a amiga, de tía a sobrina. Yo ya no era la adolescente y ella la joven madre que emigró. El tiempo nos concedió la venia de volver a conversar y yo recuperé esa parte extraviada de mi herencia jutiapaneca.

La escuché hablar de su infancia, de su adolescencia y de su decisión de emigrar. Vi cómo sus ojos se llenaban de agua salada y yo sentí ese conocido nudo de sal atrapado en mi garganta. El tiempo se esfumó mientras conversábamos reíamos y llorábamos.

La sentí cerca aunque siempre ha estado en mi corazón gracias a la tecnología pude disfrutar el movimiento de sus labios carnosos y gruesos al hablar, ver sus pómulos  pronunciados y sus dientes blancos como la leche recién ordeñada; no cabe duda mulata en todo el sentido de la palabra.

Aquella noche dormí soñándola escuchándola y abrazándola. Dormí acariciando la extraviada raíz que en su ausencia también me nutrió.  Compartimos dolores desencantos y reconciliaciones con la vida misma.
Amanecí oliendo a ella a la tía que emigró y que se  convirtió en un mito para mí.

Nota: para usté tía Marina para usté que nunca se fue del todo y que aun ausente  su recuerdo entibió  los años agrios de mi adolescencia y está endulzando los de mi presente.


Ilka.
Febrero 01 de 2012.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. MUchisimas gracias prima le gusto mucho a mi mama 😀

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