Hasta Pronto Tío Lilo.


Nía Juana y Tío Lilo, las dos raíces más profundas de mi vida.

Temí tanto que llegara este momento que la noticia me agarrara aquí en este hijueputa exilio de mierda. Con estas hijueputas circunstancias que yo misma escogí.  Decirle que estoy escribiendo estas letras sumergida en el más  agudo de los dolores que he vivido.  Decirle Tío Lilo que   por más que le huí llegó la hora y estoy aquí escribiéndole un réquiem abuelo. Una despedida, un adiós, un hasta pronto, un qué le vaya bien, un lo veo luego abuelo.

Decirle que ando en un limbo, me siento flotando y que seguramente la noticia fría de su despedida me tome  por el cuello después de tres días.

Ayer  por la mañana tuve la ligera ensoñación de empacar mis tiliches y treparme al primer avión, llegar a La Terminal y agarrar directo a  Comapa, sentí el impulso de regresar a mi raíz,  de ir en busca  de la tierra del talpetate, de su cocina con polletón y de sus camas de pita. Tuve el impulso de regresar  lo antes posible para abrazarlo y sentarme en la hamaca a escuchar sus historias de infancia en su natal Valle Nuevo, Jalpatagua. Para que me hablara de las aguas cristalinas del río Paz, de los jocotes rojos y de las cargas de leña. Para que me contara nuevamente cómo fue que enamoró a mi abuela y la pidió en matrimonio.

Ayer me entró la desesperación y por primera vez en el tiempo que llevo de estar fuera, conscientemente pensé en agarrar mi ropa y regresar pero no para Peronia, no para la casa de mi mama, no. El impulso vino de viajar a la casa en donde nací, la idea fija de ir en busca de usté y  de mi abuela, de más nadie, solo de ustedes dos.

Pasé el resto del día revoloteando, con esa zozobra que se siente al ver una mariposa negra en las esquinas de las paredes, la mariposa no la vi pero sí sentí ese vacío en el corazón. De pronto mi ánimo cambió, bajó y el cielo cenizo que en otras circunstancias me sirve de energía, ayer terminó de desplomarse sobre mi cabeza. Pasé todo el día pensando en  usté y en mi abuela.

De pronto quise dejar todo esto aquí tirado y retornar, dejar este norte en el cual me siento perdida y regresar a mi nido, a la vieja casa de adobe con sus cercos de palo de café, jiote, matasano y jocote. De pronto quise correr y sentarme en la piedrona bajo la sombra del plumajillo y ver caer la tarde con el olor a monte impregnando el ocaso, sentarme a escuchar de cómo le fue en el sitio, limpiando la tierra y preparándola para la siembra del otro año.

A la par suya aporreando frijol y desgranando mazorcas, escogiendo la semilla para la siembra de mayo. Sumergirme en sus ojos verdes color hoja de café tierna, y no salir de ahí y empaparme de su frescura, de su experiencia del cansancio de su vida, empaparme de las noches estrelladas del cielo comapense vistos por sus ojos de cejas canas.

Abuelo, ¿qué más puedo hacer yo desde ésta cárcel? Desde ésta cárcel que nadie me ha obligado a vivir. ¿Qué hago yo ahora si hoy me ha dejado huérfana, me ha dejado Pepe? ¿Qué hago yo sin mi norte? ¿Sin mi guía? ¿Sin el hombre más importante de mi vida? ¿Qué  hago? ¿Enloquecer? ¿Perder la cordura y divagar? Me ha dejado ingrato,  no pudo esperar a que yo regresara. O de pronto usté en todo su derecho se cansó de esperar mi retorno y decidió vivir el suyo, su retorno a la tierra, a la profundidad del suelo amado.

Se ha ido abuelo y no puedo asistir a su despedida, no puedo comprarle claveles rojos y que acompañen su viaje, sí los claveles rojos de la mata que está cerca de la horqueta con la olla de cebollín y hierbabuena, esos claveles rojos que aromatizaron la tarde cuando nací ahí en la mesa de su comedor, bajo el techo de teja y cubierta por las paredes de adobe, en su casa estoy yo, está mi esencia, mi cordón umbilical y en mí está su sangre, su apellido y sus enseñanzas abuelo.

En mí está su voz, en mí viven las mañanas en que juntos partimos leña con hacha en mano, en mí están los días en que caminamos en la aldea vendiendo helados hasta llegar a Sorsoyá y también en mi piel están sus caricias de manos grietadas y ásperas. Tío Lilo en mí están aquellas tardes afilando el corvo cuto que usted me regaló, los días en que me enseñó a ordeñar y a tomar la leche desde la tetas de las cabras y de  las vacas,  siento las cosquillas de espuma jugando en mi garganta.

De usté abuelo, de usté me quedo con tanto que yo no soy yo, yo soy usté. Yo soy suya más que de mi papa, usté es mi papa y mi abuelo, usté es la raíz más profunda de mi vida, ustétío Lilo es mi brújula, mi norte.
Llorarlo, ¿llorarlo? Llevo llorándolo desde que emigré, llevo llorándolo desde que me fui a despedir de ustedes a Comapa, ¿llorarlo ahora? ¿Llorarlo hoy? Sí, también lo estoy llorando hoy abuelo, el invierno se me ha desplomado con la noticia de su partida, estoy entrerrada entre la nieve y la oscurana, por más que intento salir no puedo, me estoy congelando aquí bajo este alud, me estoy congelando sin usté.

La última vez que hablamos me dijo que para cuándo me casaba, le dije que yo no tenía la suerte de mi abuela al haber encontrado a un hombre tan cabal como usté. Le dije que yo no me había casado porque no ha llegado un Cirilo a mi vida, que cuando llegara con los o
jos cerrados me amarraba. ¿Y sabe porqué no lo he encontrado? Porque hombres como usté abuelo ya no nacen, hombres cabales, honestos, trabajadores y con la dignidad por delante. Usté ha sido el último hombre de esa generación, ustése lleva a la tumba el ejemplo de hombre cabal que he tenido en mi vida.

Las ampollas en mis manos, viví toda la infancia con las manos ampolladas y usté las tuvo toda su vida. Ampolladas, grietadas y astilladas. Hombre de campo, hombre de monte, hombre de trabajo y sobre todo hombre de palabra. Y la familia se pregunta de dónde salí yo oveja negra, de dónde soy  yo una mujer de palabra y no de firmas,  y es que con el ejemplo de un abuelo como usté, es imposible no tener honestidad en la vida, es imposible no respetar y defender la dignidad, es impensable no amar el monte y respetar el trabajo, agradecer el sustento y vivir sin reproches.  Porque podré ser loca, emocional, sentimental pero soy una mujer cabal y eso abuelo, eso se lo tengo que agradecer a usted.

A usted que lo vi pasar días sin comer, que prefirió aguantar hambre a robar o meterse a asuntos turbios, a usted que prefirió dejar los pulmones cortando leña en negocios ajenos a cambio de un plato de comida, usted que prefirió sembrar milpa, frijol y maicillo. En cambio sembrando  mariguana. Se pudo volver rico como lo hizo mucha gente en Comapa, pero usted prefirió seguir siendo campesino de los de a pie. De los que compran gas por medida, de los que se alumbran con candil las noches negras en el monte, usted prefirió ser mozo a terrateniente, usted prefirió salvar y defender su dignidad a toda costa.

A usted que la vida le arrebató a sus dos hijos varones y le mandó al destierro a una que ahora lo llora desde Tijuana, a una que parió cuatro hijos en otro país, que hablan con otro acento pero  que se sienten tan comapenses como yo que nací en su casa.  Esas cuatro crías que no tuvieron el deleite de recibir las caricias de sus manos trabajadas, también lo lloran hoy, porque usted ha sido un hombre fácil de amar,  un hombre que inspira a luchar en la vida con todos los trajines y los dolores y las desavenencias.

Usted que nunca ha tenido cien quetzales juntos en la  bolsa de su pantalón, usted que no sabe de carros, celulares ni computadoras, usted que no sabe de leer ni de escribir  pero que tiene una sabiduría pura. Que sabe de honestidad y de trabajo. Es  de los hombres que miran de frente y se paran con la espalda recta. De los que enfrentan el día a día con la humildad por delante.

Ese es el orgullo más grande mi vida, ser su nieta llevar su sangre en mi venas, tener su apellido y  haber  nacido en la mesa de su cocina. Esa es mi bandera, ser nieta de un campesino labrador de la tierra,  un hombre que defendió hasta el último día de su vida su dignidad.

Dicen que cuando las personas mueren, resulta que eran buenas pero con usted  no hay nada de falso en eso porque usted todos los días de su vida fue honesto, leal, trabajador. Un hombre que terminaba la jornada con la ropa empapada en sudor y con la uñas llenas de tierra pero con la frente en alto porque se había ganado el sustento con dignidad y humildad.

¿Sabe qué es lo único lamentable abuelo? Que los yernos  suyos no lo imitaran, que no enderezaran el camino,  que no lo tomaran de ejemplo. ¿Sabe qué lamento tanto Tío Lilo? Que los nietos suyos no heredaran sus agallas y el amor por el trabajo, que sus nietos no tengan la yemas que usted tuvo para enfrentar la vida, tienen el Corado por gusto no son dignos de llevarlo no son dignos de ser nietos suyos.
Pero dentro de este mar de dolor en el que me estoy ahogando hay una luz que me da paz, ¿ya sabe cuál es? Saber que usted en este momento se ha reunido con su mama y con su  papa, con sus hermanos y con sus dos hijos, me da tranquilidad pensar que allá en aquellas lejanías que no conocemos los mortales lo estuvieron esperando durante mucho tiempo.

Me imagino el recibimiento que le han dado, mi tío Romid y mi tío Julio. Sentir el abrazo de sus hijos, abrazar a su mama, a su papa, reencontrase con sus hermanos.  Un festín abuelo, la zarabanda tocando para usted,  recordar su infancia en su natal aldea el El Coco. ¿Se imagina usted probar nuevamente su pan favorito, el marquesote hecho por su mama? ¿Sentarse a fumar un puro con sus hermanos? ¿Abrazar a sus hijos galanes? Hay tanto y tantos que lo esperaban en el otro lado abuelo que  pedirle vivir la eternidad aquí en  la tierra sería egoísta.

Su labor en esta tierra ha terminado y luchó el día a día como se debe de hacer con dignidad.

La noticia de su partida me ha partido en dos, usted se ha llevado en su matate gran parte de mí,   me ha dejado un vacío terrible, me ha dejado sin norte, sin horizonte y sin fuerzas para seguir luchando en esta vida. Me daría por bien servida si también muriera en este instante  y  ser enterrada junto a usted en el camposanto de Comapa,  pero teniendo un ejemplo de un hombre como usted que luchó toda su vida, sería cobardía pedir morir ahora así que me quedo aquí enfrentado la vida como pueda, tratando de no defraudarlo y de no ensuciar su apellido de no mancillar su memoria y su ejemplo.

Qué hombre tan bien portado habrá sido usted que la vida le concedió la venia de dar su último suspiro en los  brazos de nía Juana, la mujer que lo acompañó durante los últimos cincuenta y seis años de su vida. De dar su último suspiro en su cama, en  su tierra bajo la madrugada en las vísperas de la Navidad.

Vaya en paz abuelo, ande por el camino real y despídase de las cornisas de su natal El Coco,  toque el agua fresca del Río Paz y sus pepescas, báñese en las azufradas agua de Andá Mirá, como cuando era niño,  suba en su bestia los cerros de las Crucitas y Escuinapa y llegue  hasta Comapa, que allá lo están despidiendo nietas y nietos, sus hijas y el pueblo. En ese último adiós digno de un hombre de talante como usted, en ese último adiós de un campesino qu
e tengo el orgullo de llamar abuelo.

Vaya y  no retrase ese encuentro con quienes lo esperan del otro lado  para pasar la Navidad. Y no se angustie por quienes quedamos aquí, que de reencontrarnos tenemos, porque por más que corramos tratando de escapar sin que nos atrape, será el único camino posible de transitar.

Hasta pronto  Tío Lilo, lo amo.   Queda sin  niebla y sin abono su Chilipuca pero  usted la sembró en tierra fértil y ella renacerá.
Cirilo Corado Valdéz  -Tío Lilo-  (29 de marzo de 1,934 – 23 de diciembre de 2,011)

Ilka Ibonette Oliva Corado.
23 de diciembre de 2011.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Lo siento… Me hiciste llorar.

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