La feria.

De: La Gaceta Independiente.
Inicia la feria en Comapa en honor a la Virgen de Concepción, es diciembre son las vísperas de Noche Buena. En la aldea Escuinapa se preparan Fidelia y sus cuatro hijos el mayor no pasa de los doce años de edad, el menor acaba de cumplir ocho meses, todos tienen qué hacer, todos tienen un oficio y una responsabilidad.
El esposo de Fidelia es uno más de las estadísticas de migrantes que se fueron en busca del sueño americano y de los que pereció en el camino al caer de un vagón del tren asesino que invita en una especie de ensoñación a viajar  sobre los rieles en busca de la otra frontera, la del norte, la de las luces de colores y de donde se divisan enormes mansiones que emergen fantasmagóricas desde el  otro lado del cerco.

Madre de tres y preñada de meses Fidelia se convirtió en viuda a los veinte años, su esposo retornó en ataúd y en la palangana de un picop, no sólo perdió el sueño americano sino la vida también en el trayecto, lo enterraron en el camposanto acompañado de la zarabanda del pueblo y pusieron en la caja de pino,  el plano de la casa que él mismo dibujó, esa fue la maldición que se lo llevó, el sueño de tener una casa de bloques de cemento y de dos niveles, con balcones de hierro y piso de loza. 

Al esposo de Fidelia se le pegó la fiebre de la aldea,  la mayoría de hombre jóvenes   emigraron,  han quedado en la tierra de talpetate y piedras solamente las mujeres los ancianos y las crías. Él no quiso quedarse atrás, también quería tener una casa con pila y sanitario  en lugar de letrina, ya  no quería acarrear agua de la quebrada ni de la pilona, él soñaba con tener su propio poso en casa y un picopito para  hacer fletes  pero laborando como mozo no le alcanzaba el salario ni para comprar las medias de aceite, las onzas de margarina y las medias de gas.

Se fue en junio dejó sembrada la milpa y el frijol y regresó en octubre más ya no pudo ver la cosecha ni tapiscar, llegó directamente al cementerio se perdió de ver a sus hijos crecer y de conocer al cume.
Ha iniciado la feria patronal de Comapa, Fidelia lleva semanas preparando la chicha, ha pedido las piñas fiadas en el mercado de Jutiapa y dejó empeñado el radio Philips de su difunto esposo,  lleva meses acumulando botellas vacías de agua gaseosa éstas las llena de chicha con un embudo y las vende frente a la Alcaldía.

Si les va bien en la venta tendrán dinero para hacer tamales para Navidad y comprar los útiles escolares de los dos niños mayores,  ha decidido también  llevarse medio quintal de frijol nuevo y medio quintal de máiz para ver de venderlos en la tienda de nía Adela la que hace quesadillas, semitas,  pan de arroz y salpores. Si acaso no se los compra por los menos se los hará cambio por; sal, aceite, margarina, cal, candelas, gas y azúcar.

Buscar un sitio en dónde colocar la venta no es fácil, la plaza central frente a la Alcaldía se llena de ventas ambulantes, las garnacherías ocupan el mayor espacio y las ventas de licor. La bebida que lleva Fidelia es artesanal al igual que los cántaros de atol shuco y los tamales dulces, el atol lo sirve en jícara de morro y los tamales dulces en hojas de guineo.

Tres días de feria que deben ser aprovechados al máximo, tres días que si logra vender su producto le dejará para comprarse una yarda de tela para hacerse una falda y comprar un par de caites nuevos. El hijo mayor prepara la red de ayotes que llevarán a vender, don Tobo –un vecino que tiene  ganado- les ha prestado una bestia para  que suban  al pueblo con los ayotes.

Con el cume en la espalda enrollado en un perraje y una tinaja de atol shuco en la cabeza Fidelia comienza a caminar, se han unido hermanos suyos que le ayudan con los recipientes de chicha, los costales de frijol de máiz y los tamales dulces.
Una fría y ventosa mañana les recibe frente a la Alcaldía, la calle está llena de vendedoras ambulantes, como puede la viuda aparta un espacio sobre el adoquín a la sombra del pino viejo, ahí venderá durante tres días esperando que la feria le deje sustento para pasar el mes de enero pero sobre todo para lograr comprar la  medicina para la calentura del niño de meses que tiene envuelto en el perraje.

Una feria más en La Reina de las Colinas: la elección de La Flor de la Feria, la cuadrangular de fútbol, el baile  de gala en el salón comunal, los chiniques alrededor de la cancha, la zarabanda tocando en las calles de adoquín, la procesión de la virgen, las garnacherías, las ventas de coyoles en miel, petates, hamacas, ollas de barro y tolitos de jícara de morro. El baile de día para la gente de las aldeas y el baile de noche para la gente del pueblo.

Un feria más en Comapa, la primera de Fidelia sin su esposo y la de sus hijos sin su padre. En las vísperas de la Noche Buena una familia más  de las estadísticas de aquellas que pierden miembros  en la terrible vorágine de la migración…

Fidelia rosea agua con siete montes, ha colocado  una herradura de caballo y una trenza  de ajos escondida entre los costales de frijol y de máiz, como contra del mal de ojo y de las malas vibras. Se acerca el  primer comprador de la mañana un hombre que pide una media de chicha  y un tamal dulce, Fidelia echa la bendición y toma por los cuernos al nuevo día, dispuesta a domar a la enorme bestia; su necesidad y su soledad.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Diciembre 22 de 2011.
Estados Unidos.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.