Glasses to read.

A los treinta  y dos años con cuatro meses y cinco días han  arribado –en un tetuntazo- a mi vida los anteojos para leer –y de seguro que para escribir también-  pero, -como siempre un pero es la diferencia, la excusa y la explicación- pudieron y tuvieron que haber llegado mucho antes, no en meses ni en días, no, no, no,  estoy  hablando de ¡años! Sí, ¡de años!

Así es que este es el primer escrito que me discutoutilizando los anteojos que dicho sea de paso no es el gran acontecimiento el que una chonita tenga que recurrir a la ayuda de anteojos,  pero en este caso en particular el suceso de cómo han llegado a mí es lo que voy a plasmar en esta bitácora-cuchitril-tolito-matate en donde guardo las emociones y sentimientos a los que logro  convertir en letras –con muchos aun no lo he logrado hacer, eso quiere decir que algo en mis clases de alquimia está fallando o bien que me estafaron con el título que compré enfrente de Finanzas-.

Todo comenzó –por el inicio-  cuando hace algunas  semanas comenzó  un pequeño dolor en mi ojo pequeño, ah porque tengo un ojo pequeño más que el otro, sí es el derecho. Pues ese mismo ojo comenzó a doler cuando leía en el ordenador o bien mis libros habituales, fui a hacerme un examen al mismo lugar a donde había ido exactamente hacía cuatro años cuando el malestar me fastidió por vez primera.

Hago la cita y me quedo esperando una hora porque llegué a la hora de almuerzo y el doctor estaba atipujándose seguramente su lunch –o como dicen aquí en la revoltura del spanglish lonche–  mientras él llega me quedo vitrineando y trasteando aquel resto de lentes que hay en pequeñas estanterías, midiéndomelos y observando cómo me veo con ellos, cayendo en la cuenta que tan joven la patoja – ¡qué hule!- y tiene que recurrir a la ayuda de un par de anteojos. Eso es duro -diría mi Tatoj- para una Oliva-.

Finalmente se aparece el cristiano y es el mismo doctor que me atendió en años pasados, lo saludo y paso inmediatamente al examen habitual me coloca el aparato ese sobre los ojos, apaga las luces y me señala una pantalla en donde observo unas hojas llenas de números y letras, comienza el interrogatorio: “Can you read this?  What are blurred? What you read better? What the left or right?”

Las mismas  hojas, las mismas figuras, las mismas letras que en el examen pasado. Mis respuestas son exactamente iguales.  “La de la derecha, en la izquierda, A a B b” el examen ha terminado busca en sus archivos y saca un folder con mi  nombre, lo revisa respira profundo y  segundos después escucho el rugir de aquel hombre hablándome en ese idioma extraño que en algunas ocasiones es inteligible para mí y en otras como en la que estoy viviendo en este instante  simplemente imposible de entender, pero procuro afinar mis oídos y ver el movimiento de sus labios convirtiendolos instantáneamente en cámara lenta, su voz se queda pegada en mis tímpanos mientras yo voy a mil por hora haciendo las conversiones –de cámara normal a cámara lenta- enfocándome fijamente en sus labios lo escucho decirme que:  “I prescribed you glasses to read since 2008!” La oración – ¿o será frase? no sé si tiene verbo, sustantivo y predicado- se queda revoloteando en mi cabeza de la misma forma cuando recibís un tetuntazo, -o  un cascarazo lanzado con hule-  me repito: “te receté lentes para leer desde el 2008” me le quedo mirando y él sigue hablando en ese idioma extraño, ya no me da tiempo de jugar a la alquimista y veo sus labios en el  movimiento normal –hechos pistola-  entiendo a plenitud lo que me está diciendo.

Me regaña pero también me felicita mi vista no ha cambiado mucho desde el año  en que me examiné.  Me pregunta por qué no los he comprado si ya están recetados, que ya han pasado varios años, me da por reír a carcajadas y le digo que hace cuatro años yo no entendía, ni leía ni hablaba –porque todavía no lo escribo- el inglés en la misma forma en que lo hago hoy. En aquel momento entendí que no eran necesarios  los lentes para leer que eran opcionales pero que realmente no pasaría nada si no los compraba, entendí que mi vista estaba bien y normal por eso no los compré.

Me enseña mi expediente y lo releo cuatro años después y noto en dónde estuvo la confusión, con tres letras “add” la traducción de añadir. Hay dos recetas; la de lentes para ver a distancia y la de lentes para leer, ambas están escritas en la misma línea, con la excepción que en donde está escrito lentes para ver a distancia está subrayada la palabras optional to add, ahí fallé pensé que ambos eran opcionales.  En aquel momento del año 2008 yo me encontraba en plena lucha contra el idioma extranjero del país en donde me había convertido en extranjera y en inquilina de paso, mi guerra era a muerte un muro de contención impuesto por mí hacia todo lo que no tuviera que ver con el castellano y Guatemala.

Entendí en aquel momento que ambos anteojos eran opcionales, nunca me percaté que los lentes para leer eran obligatorios después de aquel exámen. Cuatro años después vengo a escribir ésta pasada con los lentes fifís  -conste que fifí es muy distinto a caquero- que me compré en la clínica. Sorprendida de que mi vista no empeorara por no utilizarlos a tiempo y evaluando lo mucho –o poco- que ha avanzado en este peregrinar mío de la emigración, de asimilarme en tierra extraña en este proceso de aceptar vivir mi presente y no abrazarme a lo que ya no está y que vive solamente en mis recuerdos, en uno de esos recovecos de mi mente.

Junto al exámen de la vista me percaté que de más está pelear con un idioma que lo único que hace es abrirme puertas para conocer otros mundos –como el de la literatura- que no tiene nada que ver con mi decisión de emigrar –y los auto castigos que me impuse por haberlo hecho-  que nada me saco de andar luchando contra la corriente porque esta fluye según las normas de la naturaleza, como dirijo yo mis pasos en este país extraño, porque es necesario seguir andando, aprendiendo sino pasa las del agua cuando se estanca por mucho tiempo en el mismo lugar. Yo me estanqué durante cinco años y estuve a punto de podrirme dentro de mi propia cueva, hasta que decidí emerger y enfrentarme a todo lo que había allí fuera.

Salgo de aquella clínica con la idea de utilizar lentes para leer obligatoriamente,  el doctor  me felicita por hablar inglés de forma más fluida me dice que no me preocupe por los verbos ni por pronunciarlos correctamente que eso viene con la práctica,  le parece fantástico que logre leer libros completos en inglés, ¡y que los entienda! Y que esté superando el muro de contención con el que se enfrenta la mayoría de emigrantes que no hablan  ese idioma.

Me pregunto: ¿de cuántas cosas más me habré perdido sin darme cuenta por estar de necia luchando contra un idioma? No quiero ni imaginarlo pero si sucedió ya es pasado, agua de río…  ahora estoy aquí viviendo el instante justo en donde puedo respirar, mañana aun no cuenta y ayer ¡ya valió pura estaca!

Así es que a modelar mis lentes fifís y a vivir  que vale la pena hacerlo por la vida: ese privilegio de respirar a  muchos/as les ha sido arrebatado.

Posdata: ¡qué chilero se siente leer con los ojos descansados! ¡Bah… lo que hace un par de vidrios…! ¡Y el entender el inglés aunque sea a sartenazos!
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Diciembre 13 de 2011.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Bueno negrita linda, bienvenida al club de chocolates y ver mejor el mundo. Besos, Chente.

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