La noche está callada y quieta.


La noche está callada y quieta, silenciosa con su habitual manto gris y emponchado nubarrón, carente de estrellas y luna. Salvo por el chiflón y la helada que avisan que el invierno ha llegado, la noche está callada pero despierta…
En la avenida principal de este pueblo que hoy me abriga yacen de pie los árboles desnudos, aquellas ramas las colorean luces artificiales que alegran las noches de diciembre a transeúntes y conductoras/res. Ya  no hay hojas secas siendo arrastradas por el viento austral de fin de año.

Las luces macilentas de los postes de luz en la calles apenas se divisan pues la neblina y la oscurana forman un manto denso, aquí está ya de nueva cuenta el invierno con sus eternos días tiznados, fríos y nevados.

Las personas entran en un letargo en esa etapa de sosiego esa desazón del blanco y gris del invierno. Las mañanas amanecen con las escarchas de hielo blanqueando el paisaje y el humus de la tierra abrazando los días de cielos plomizos.

La noche está callada no hay serenata de grillos ni luz de luciérnagas, todos se han ido hasta la aves migratorias en busca de horizontes cálidos. Han quedado los patos y los venados docenas de ardillas que decorarán la estación de la helada.

Y hablás en la calles desiertas y escuchás tu propio eco nocturno, no hay ruido de automóviles ni gente caminando todo movimiento se detiene en invierno al caer la oscurana de pronto todo mundo está en sus casas invernando, tapando ventanas con nilon, componiendo los calentadores preparando abrigos y bufandas, botas de invierno y sopas y atoles y…

La noche está callada yo le hablo y me escucha pero no me responde. Le cuento cuentos e historias algunos chistes y le declamo poemas sin rima esperando acaso que de pronto me susurre al oído con un soplo de viento suave, como brisa… su inquietud nocturna.

Le cuento del libro que estoy leyendo por las noches para mitigar el insomnio la trama seguramente no le parece, ¿pero cómo saberlo si no me responde? ¿Cómo saber si está dormida o está despierta? ¿Cómo saber si ella también sufre de insomnio? ¿Si el frío y la helada no la dejan dormir? Preguntarle quiero por qué es tan ingrata y no me deja admirar la luna en las noches de invierno, ¿por qué se empeña en mantenerla oculta tras ese poncho gris y espeso? Preguntarle solo por hacerle conversación porque las noches sin luna también tienen su encanto y cuando las estrellas se ocultan podés ver esa tonalidad pareja del cielo cubierto con un poncho de Toto.

La noche está callada… ha de estar prestando atención a las súplicas de los vagabundos que no tienen en donde dormir y buscan refugio en estacionamientos, banquetas e iglesias o ha de estar observando  agazapada tras las ramas desnudas de los árboles a ese joven migrante que duerme todas las noches en las bancas del quiosco, sí yo también lo he visto al caer la tarde se sienta a observar el ocaso y cuando la noche se desborona sobre el horizonte  lejano se dobla sobre una banca y coloca sus brazos como almohada. Se ha negado a hablar conmigo apenas me contesta el saludo cuando me le acerco en los momentos en que ando de vagabunda congelando instantes con mi cámara.

La noche está callada y quieta en este pueblo lejano de la ciudad, allá el movimiento es constante el frío no aplaca los deseos de diversión las tiendas por departamento no cierran sus puertas hasta la media noche, las carrozas tiradas por caballos son las atracción de las avenidas principales, los fuegos artificiales de cada semana alumbran el lago. Y  en los pueblos las docenas de lagos artificiales hechos para la fascinación de los vecindarios.

Qué quieta está la noche escucho nada más el sonido de mis dedos golpeando las teclas de mi ordenadora portátil, el viento tratando de colarse por una de las ventanas que tiene el umbral de madera roto, observo  hacia abajo y mis pies yacen descansando sobre la alfombra y entibiados por la calefacción del edificio. Sin calefacción es prácticamente imposible sobrevivir al invierno.

La temperatura de esta noche avisa de la helada temporada que está acampando, de pronto el silencio es interrumpido por el sonido del motor de un avión y cada tres horas por el paso de algún tren de carga que lleva consigo más de doscientos vagones, un sonido habitual para mí en las madrugadas. Hoy no hay vecinos arrancando motores ni probando el volumen de las bocinas de sus automóviles, tampoco reunidos asando carne y bebiendo cerveza en los balcones de los edificios. 

Callada, así está la noche y así estarán las siguientes hasta que llegue la primavera con sus cientos de aves y las lluvias de chipi chipi. Cuando regresen los grillos y las luciérnagas. Pero no quiero pensar en la primavera, tengo pegado a mi ventana el invierno frío blanco y enamorador ahí está cantineándome, tratando de seducirme sabe que es irresistible; que es irresistible para mí. Sabe que lentamente voy cayendo en sus brazos y dormiré este letargo abrazada a el, congelada, ensimismada, divagando y enamorándome cada noche de la oscurana sin lunas y sin estrellas.

Salvo por el repique de mis pensamientos que atolondrados se golpean contra la pared de mi cabeza, salvo por estos diría que la noche está callada, ¿serán acaso también hiperactivos como yo? No han de lograr sosiego ni porque el tiempo de letargo abraza. Me he levantado de la cama donde leía mi libro nocturno, enchamarrada y con doble par de calcetas a pesar de la calefacción el frío se cuela por las ventanas. Me he percatado que ha llegado diciembre y sus constantes nevadas.

Que a pesar de ser época de invernación es mi preferida después del otoño, encuentro tanto regocijo en los colores grises del cielo y en los árboles desnudos de pronto ver nevar y tocar esos copos de nieve de seis puntas y ver el paisaje tornarse de blanco con esa neblina densa sentir el frío quemar mis labios y orejas, sentirlo tocar las yemas de mis dedos.

Callada está la noche aunque le hablo no me contesta ha de preferir que mejor escriba le he de estorbar menos ha de estar prestando atención al chiflón y a la helada. Ha de pensar que si le hablo dejaré de escribir y volveré a batirme a los puñetazos con mi enajenada y apasionada inestabilidad emocional, pensará que es mejor mantenerme entretenida ahí en esta hoja en blanco, zurciendo y remendando, poniendo nudos ciegos en puntos inconclusos que nunca podré hilvanar.

Ahí está oscura fría y silenciosa la noche callada que finge no verme y no escucharme pero que sin duda me observa. Y yo sigo aquí intentando, ¿qué más puedo hacer si no intentar? Intentar colocar la puntada y por fin hacer el nudo ciego para lograr cortar el hilo y seguir con otro remiendo, que al fin y al cabo de esto está hecha la existencia: de intentos, remiendos y nudos ciegos que nos permiten buscar otros espacios rotos para zurcir.

Callada me observa la oscurana, ahora soy yo la que escucha su silencio.

-Escribir sin concordancia también es un ejercicio de catarsis, de canalización tan simple como estirar los brazos y llenar los pulmones de aire pensando en nada, y esa nada te satisface y te llena de vida… al igual que los versos sueltos y los poemas sin rima, las letras sin guía  también me calman la ansiedad, total la noche está callada, ¿para qué hacerla hablar?-.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Diciembre 01 de 2011.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. ¡Qué imagen urbana más bien lograda! pero, sobre todo, ¡qué extraordinario monólogo interior!

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