Por un kurmal.


¿Are you asking me for my phone number? Le pregunté fascinada, no podía creer lo que acababa de escuchar, me contestó en el instante: Yes miss, do you have it? Me entró la perseguidora apercollada a un ataque de risa.

Estoy parada en la esquina de la calle Western y la Devon, sobre la Western acabo de estacionar mi automóvil y me bajo a meter las monedas a una de esas máquinas –tipo cajero automático- que sacará  al pedalazo  el recibo de pago  y el permiso de estacionamiento que me tocará poner pegadito al vidrio de enfrente, por aquello de que llegue la grúa y quiera ponerme cepo. Ando de forastera en el barrio Hindú y Pakistaní. Es una sola calle que hacé de cuenta que estás en la sexta avenida de por allá en mi tierra, volás pata que es gusto, choteando entre vitrinas, restaurantes, y tiendas de todo tipo. Un barrio totalmente distinto, es mi primera visita.

Me percato que me faltan monedas y regreso al auto por más, cuando regreso me encuentro con un cuarentón de pelo cano esperando frente a la maquinita por su recibo, se acaba de bajar de un auto último modelo de esos Mercedes Benz –que les dicen- lleva puesta la vestimenta típica de su país una combinación entre un Kurta y un Dhoti. Luce fascinante y su cabello entrecano le crea un aire de actor de Bollywood.  Me saluda con una reverencia mientras escucho salir de su boca la palabra: Namaste. Al escucharlo y ver su reverencia me recordé de   un amigo hindú que siempre que lo veo  trata de contestar mis preguntas apuradas, sobre su cultura, sus tradiciones y la cantidad de dialectos que hablan en su país. Me ha explicado  la profundidad del significado de esa palabra, así que sería una descortesía no devolver el saludo con la misma reverencia; inclino mi cabeza y junto las palmas de mis manos a la altura de mi pecho y le contesto: Namaste, shukriaya.

Para qué le agregué las gracias en la forma musulmana porque comenzó a  hablarme en hindi pensando que yo era hindú y ahí estoy yo en plena vía pública frente a una máquina imprimidora de recibos, escuchando hablar en hindi a un completo extraño. Lo detengo con una suave palmada en el brazo y le explico en inglés que no hablo hindi y que no soy hindú. Se me queda mirando con los ojos desorbitados y me dice que no me cree,  si soy una hindú total, mi piel oscura, mi cabello negro y espeso, mis cejas pobladas, mis brazos velludos y las ojeras en mi rostro, ¡no puede ser!. No me cree que soy guatemalteca, aunque llevo puesta una chumpa típica y mi morralito cruzado en la espalda, me examina de pies a cabeza y me sigue dando los pormenores de por qué, sí soy hindú. Yo no paro de reír mientras lo escucho hablar. Le he hablado en castellano para que me crea que soy latinoamericana, ¡y guatemalteca! Pero me explica que mi acento en inglés es muy parecido al de las mujeres hindúes, que ni por donde pasó de tener acento latinoamericano.  Y siempre me sucede, aquí nadie me cree que soy guatemalteca, por las calles la gente hindú me saluda en su lengua, lo mismo pasa con la  mayoría de personas del Medio Oriente, piensan que soy de por aquellos lares.

Por fin la maquinita nos ha dado nuestros recibos y   él no acaba de salir del asombro,  me percato que en la esquina de la avenida  repesada en el automóvil último modelo hay una mujer vestida en un Sari,  venía con él ahí lo está esperando y si sus miradas mataran la mujer ya me hubiera fulminado.

Emocionado el hindú con semejante belleza parada frente a él -¡ajá!- procedió como buen macho conquistador a preguntarme si era casada, si tenía hijos  entre risas le contesté que ninguna de las dos, entonces ya habiendo agarrado valor me preguntó  por mi número de teléfono, me dijo que le gustaría ser mi guía de turista y mostrarme el barrio, invitarme a comer y a disfrutar de un buen té,  pero en los ojos le noté –la lujuria-  que lo primero que  quería hacer era mostrarme el interior de  alguno de los auto hoteles del sector.

Mientras una lluvia de preguntas me abatía yo buscando mentalmente en mi diccionario traductor, preguntándome ¿cómo púchis se dice en inglés descarado? ¿Acaso se dice bastard? No pero bastard es muy fuerte. ¿Cómo púchis le digo a este hombre que tiene seguramente a la esposa esperándolo en la esquina y él anda queriendo averiguar de qué lado masca la iguana? Como nunca pude dar con la traducción, me limité a decirle que Shukriaya  y que Namaste. Me di la vuelta y me fui a colocar el recibo en mi automóvil y a volar pata entre la avenida del barrio hindú y pakistaní.

Es mi primera vez en el barrio, por la avenida la gente me saluda con una reverencia y  juntando las palmas, escucho Namaste y las saludo de la misma manera. Pero es que piensan que soy hindú, porque  a las gringas y otras mujeres latinoamericanas que caminan por la banqueta no las saludan, es más ni las voltean a ver. Camuflajeo muy bien. Estoy  maravillada con la cantidad de centros comerciales, bombillos de Bengala, electrodomésticos de Bombay,  Sari of New Delhi,  leí en una venta de ropa típica para mujeres, agua bendita del río Ganges, por otro lado en  otros locales te encontrás con incienso pakistaní, peluquerías en donde te tiñen el pelo  con Henna.

Entré a un salón de belleza para chotear y me recibieron dos mujeres vestidas en sari, hablándome en hindi, les expliqué que no era hindú y que no entendía ese idioma,  pero no me entendieron y alguna de ellas habló en inglés diciéndome que  una mujer hindú no puede andar por la vida con las canas al aire, que urgía teñirme el cabello con Henna, ese chuncho lo sacan de un arbusto que se encuentra en los porayes de África e India. Pero les explico nuevamente que no soy  hindú y que mis canas me encantan, me despido con el saludo habitual y salgo de nuevo a la avenida, ando en busca de un pañuelo.

Bueno pañuelo le digo yo, a veces bufanda pero tiene tantos nombres y tantos significados dependiendo el país y la región. Entro a una tienda pakistaní y me encuentro con lo que ando buscando me dice el vendedor que en su país  en la forma musulmana de hablar se llama Kurmal también en India en donde hay presonas musulmanas en otro sector  se conoce como Pashmina. Y ahí estoy recibiendo cátedra del vendedor –más grande del mundo- pakistaní que junto a su esposa me explican las diferencias y los nombres, el significado en cada región. Antes de todo esto me ha tocado explicar nuevamente que no soy hindú y que hablo español y medio me atraganto con el inglés. Costó que me creyeran, con ellos sí les enseñé mi identificación que me acredita como guatemalteca con cédula de Santa Lucía Cotz.

Me deshila aquella retahíla de nombres  raros que tuve que apuntar en mi libreta me explica que son mil usos, entre velos, toallas, bufandas y lo que se te ocurra hay unisex y especiales para cada género: Hiyab en término árabe significa cubrir, esconder, ocultar a la vista. Se utiliza prácticamente en el islam y también las personas musulmanas, en otras regiones por simple cultura que no tiene nada que ver con el Corán. Entre África y el Medio Oriente.

Trato de apuntar con rapidez el hombre está realmente inmerso en la explicación que también su esposa trata de describir ambos hablan a la vez, logro captar  el Burka y sus variedades, Burkini, Hijab, Nikab. Que son modelos oscuros algunos que cubren todo el cuerpo y otro que cubren solamente el rostro de las mujeres. Algunos para diferenciar su estado civil o su lugar de origen.

Estoy fascinada escuchando a estos dos personajes hablar en inglés con acento pakistaní, personas entran y salen de la tienda, las atienden y  no dejan de hablar de su país de origen a ambos les brillan los ojos, no ha de ser común que de pronto entre una loca en la tienda que  físicamente parece hindú pero que habla castellano y encima tiene dotes de periodista –chutencia que le dicen- e  historiadora. ¿Por qué no sólo entré y compré lo que buscaba como cualquier mortal? Porque no puedo cuando se trata de otras culturas, de otros mundos, de otros suelos siempre me pica esa –nigua- curiosidad por saber y por escuchar la forma en que se expresan las personas de sus países de origen. Y siempre termino enamorándome de ese lugar desconocido pero que habita en los corazones de quienes en este país se han convertido en emigrantes.

La tienda huele a incienso y al fondo escucho esa música que por momentos pienso que es de gitanos, metida entre saris, dhotis  y kurtas  sigo la palabrería en la que tratan de explicar en inglés, en ese idioma extranjero para ellos y para mí, sus ojos brillan resplandeciendo las vitrinas oscuras sucias por el humo de automóviles.
Entre los kurmales se entrelazan las añoranzas y el sonido de los ríos, el caluroso verano de Pakistán y el hambre que azota y castiga a su pueblo, me hablan de las guerras que solamente perjudican a civiles y de las leyes que oprimen mujeres.  Yo sigo lamentándome no escribir en taquigrafía, o no cargar conmigo una grabadora esa clase de información no la conseguís en ningún libro tampoco en la universidad, porque viene del alma de un ser desterrado, porque viene del corazón de quien a su Patria ama, viene de caminos polvorientos  con sabor a té caliente servido en vaso de vidrio, viene… viene… extraviada en el tiempo.

Me despido con mi Kurmal en la mano y sigo vitrineando buscando absolutamente nada, impregnándome de una cultura distinta al güipil y el corte, reflejándome en ojos cansados y miradas perdidas todas inmersas en esa añoranza. Me detengo en una esquina cuando veo un enorme rótulo  pegado a la pared de un tercer nivel: Muslim women´s feminist organization, en la puerta de primer nivel hay varios volantes pegados sobre el vidrio, todos hablan de opresión, de violencia doméstica y de libertad, de rebelión y de justicia.

Busqué en mi morral  mi cámara fotográfica pero en esta ocasión me percaté que en las carreras la dejé en el apartamento y pensé que como periodista me muero de hambre: ¡por cleta!

Entre  el olor a comida impregnada con especies y el té típico de aquellos lares estaba por despedirme de mi paseo por el barro Hindú y Pakistaní. Una niña de ojos azul cielo desnudo me salió al paso, vestida en un sari me ofrecía tarjetas telefónicas para llamar a India,  me percaté que no hay mucha diferencia entre las necesidades humanas cuando de buscar el sustento se trata, esa niña me recordó a una heladera que yo conocí, observo su kurmal cubriéndole el cabello ahí está ofreciendo su producto con la mejor sonrisa y toda la chispa de la infancia, el fin de semana  siempre augura la mejor venta de la semana.

Retorno a mi paseo por la avenida, la tarde está fría,  el viento arrastra las hojas secas del otoño y los árboles lucen las últimas  hojas color ocre de la estación.

Otra especie de Kurmal luce en una vitrina entro y lo observo, tiene distinto decorado y hay en variedad de colores, la mujer me habla en esa lengua que no entiendo pero ya sin pena le explico  que no soy del Medio Oriente y que también nací en país subdesarrollado y que también extraño el olor a tierra mojada. Puesta y dispuesta la vendedora me ofrece saris y algunos turbantes que no son más que Kafias. Es el otro nombre que tiene el Kurmal, las kafias son palestinas también me dijo que se les dice, Kefia  y Kuffiyeh la utilizan hombres y mujeres. La que yo tengo desde hace años es una Kafia palestina con cuadros blancos y negros, la utilizo de bufanda.
Se convirtió en un símbolo de la resistencia palestina ante la ocupación israelí, cuando los hombres de campamentos  de la lucha libertaria se cubrían la cabeza y el rostro con estas indumentarias. También es utilizado para librar el rostro de tormentas de arena.  Lo utilizan hombres y mujeres en Arabia Saudita, Jordania, Siria e Irak, también en Palestina que es donde obtuvo la popularidad mundial.  ¿Le pregunto cómo sabe tanto? Me dice que para aprender de su indumentaria y su historia una mujer no necesita ir a la universidad. ¡Me dio en el corazón!

Salgo del lugar con una nueva cátedra respecto al Medio Oriente, el agua del río Ganges, los saris, el kurmal  y los distintos nombres regionales que en Estados Unidos se minimizan al llamárseles: Scarf. Iba por un kurmal al barrio de las especies y salí con una nueva cátedra bajo el brazo  hacia un destino que me está preparando en la maestría de la migración.

Subo a mi automóvil  con mi kurmal en la mano e impregnada de la nostalgia que si hablara tendría acento hindú, pakistaní y palestino. Que si hablara tendría indudablemente acento comapense y peroniense y el aroma de la Guatemala que llevo anclada en el corazón.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Noviembre 07 de 2011.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Gracias Ilka, porque con lo que escribis y describis nos permitis estar a tu lado en esa Babel en la que te moves. Espero no tener qu migrar y leyendote, una parte de mi ya fué por esos lugares. Ayer te recordé. Estuve en un lugar en el que pude ver alfombras de las flores de noviembre. Nos acompañaba un tu paisano de departamento, Jutiapa. Fuimos a ver unos nacimientos de agua en la parte occidental de Amatitlán. Saludos y pa´lante numada.

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