Hasta pronto tío Juan Bigotes.

El primero de enero de este año le dije a mi hermana en la mañana antes de irme a caminar al parque y ver el amanecer del año naciente, rodeada de patos  y árboles desnudos: este año no lo vamos a acabar completos, alguien se nos va a adelantar y la noticia nos va a agarrar en este puto destierro, alguien de la familia se va a ir. Ella me preguntó: ¿por qué lo decís? Le dije que simplemente lo sentía en el corazón.

Anoche me acosté con una especie de zozobra y mis sueños fueron pesadillas, de pronto me vi en medio de un funeral y los rostros parcos llenos de lágrimas rodeaban el ataúd, dentro alcancé a observar un cuerpo cubierto en saco negro y una camisa blanca. Nunca vi el rostro. En otros tiempos hubiera saltado de la cama sudando helado y gritando. Este sueño agrio fue mi aviso, como sucede siempre que alguien nos deja en la familia, lo presiento al  igual que mi Nanoj. Le tengo terror a mis sueños porque la mayor parte del tiempo  cuando son oscuros, traen el  mismo aviso que poseen las mariposas negras en sus alas cuando se paran en las esquinas de las puertas.

Hoy me levanté y no alerté a nadie, no llamé a nadie por teléfono para decirle que por favor tuviera cuidado,  me quedé callada y pensé que con mi silencio se esfumaría esa sensación que me mantuvo las manos frías durante todo el día.

Finalmente la noticia llegó, con la rapidez de la pólvora encendida: “Se murió mi tío Juan” me dijo la Pelu cuando entró al apartamento, mi tío Juan me quedé ronroneando su nombre en mi cabeza. Su sobrina encendió una veladora blanca y está llamando y recibiendo llamadas de medio mundo repartido entre Estados Unidos y Guatemala. ¿Usted sabe tío que yo no tenía idea de la cantidad de primos que tengo en este lugar en donde vivo? Todos hablan de un mentado tío Juan y tío Ramiro.

Las coincidencias a las que me ha llevado el fútbol, a mi tío Ramiro lo conocí cuando tenía 22 años me mandaron a dirigir un juego a la tierra  de donde viene mi vena zacapaneca: Teculután, esperando el bus para la capital me encontraba en la orilla de la carretera, con mi maletín colgado del hombro cuando se me acercó un tipo, me veía raro hasta que me preguntó si de casualidad yo era árbitra, le dije que sí y me volvió a sentenciar: “ ¿es usted Ilka Oliva?”  Sin salir de mi asombro le contesté que sí, entonces el tipo se me lanzó con los brazos abiertos y me dejó hecha una bolita bajo su regazo, me gritaba emocionado: “¡Guayita, Guayita, Guayita!” me dijo   que soy la pinta de mi  papá y que no me perdía ni yéndome al otro lado del mundo.

A usted que es el cume de los hermanos de mi papa, lo conocí gracias al fútbol también, tendría yo 19 años, y me enviaron a dirigir un torneo a Cobán durante diez días, justo hoy que usted se fue lo conocí hace doce años. Mi papa me dio la encomienda de ir a conocerlo ya que iba para Cobán era de aprovechar el viaje. Tal como me dio las indicaciones las seguí y di con usted. Me  bajé  del bus en la gasolinera  Shell de la entrada de Cobán pregunté por la casa de Juan Bigotes, y caminé por calles empedradas hasta dar con la casa rosada con techo de teja.

Toqué la puerta y justo abrió usted y gritó eufórico al verme: “¡Guayita, Guayita!”  ¿Cómo sabía que era yo? Si yo nunca avisé que iría a verlo, ¿será acaso tanto el parecido con su hermano que de verdad no me pierdo? Me levantó en vilo y con una mano me estrujó sobre su pecho, me sentí abrazada por un enorme oso. Mi tío Jorge y su hermano Guayo tenían razón,  aquel hombronazo que yo abracé era así de guapo y robusto como me lo habían descrito. La locura de las muchachas de La Palmilla. Ni  a mi papá le había visto un bigote tan grande y espeso, el suyo parecía de brocha.

Qué hombre tan alto y fuerte, el cume de los Oliva Ramos. Cómo es la vida, se ha  ido el cume y los  mayores son quienes hoy lo están llorando. Siempre una como hermana mayor piensa en irse primero, como me imagino que sucede con las mamás o los papás, que se ven mutilados cuando quienes se van primero son las crías.

Esos primos que tengo aquí y que son como en tercer grado,  esos que sí tuvieron la oportunidad de conocerlo, ¿y sabe qué? Lo están llorando con tanto dolor, me cuentan que usted les alegró la infancia, que les enseñó a pescar, a bajar mangos de los palos sin mallugarlos,  dicen que usted con su moto se  convirtió en el Cupido de todos ellos, ahí me cuentan que el puño suyo le quebró las muelas a medio Teculután y  a toda  la aldea La Palmilla. ¿Y sabe qué? Yo estoy llorando por haberme perdido la dicha de compartir con usted mi infancia, de carecer de recuerdos en mi memoria, de no  poder contar con los recuerdos de su sonrisa cantineando patojas,   yo sólo tuve un abrazo suyo en mi visita a Cobán.

Mi tío Jorge nuestra única sangre cercana en este destierro, lo está llorando como un niño gracias a él he conocido parte de la historia de su infancia, la de los tres niños que anduvieron rodando entre tabacaleras y limpiando la basura de los rastros para tener las vísceras como sustento. Veo a esos tres niños los últimos de los 12 hermanos, ahí  birinbundeando en el paso gris del tiempo. Tan unidos y a la vez tan desamorados.  Los veo entre las sandilleras y las meloneras trabajando de sol a sol. Los veo sin zapatos y con su ropita rota, caminando en las calles de Teculután, buscando el sustento.

De pronto imagino a mi tío Jorge el hermano mayor, zurciéndoles los pantalones y las camisas,  un niño cuidando a otros niños. ¿Qué edad tendrían?  ¿Cinco, siete y nueve años? No logro imaginar a tres criaturas de esa edad trabajando en las tabacaleras, o en los rastros. Ahora comprendo por qué a mi Tatoj le gusta tanto el caldo de patas y las vísceras de res. Si fue el único sustento en la infancia.

¿Cuánto nos  perdimos las crías de mi papa al no tenerlos cerca a ustedes? Seguramente muchas cosas maravillosas que tienen esas familias numerosas. Entre peleas, alegatas, esos almuerzos de fin de semana que comienzan sábado y terminan el domingo por la noch
e.
Un solo abrazo suyo tuve, cuando lo conocí pero con ese me bastó para que hoy en este otoño frío doce años después de aquel instante, también lo abrace en el tiempo y la distancia por medio de estas letras que son mi forma más leal de expresión. Lo lloro sabe por qué, porque me he de haber perdido de tanto, de eso que hoy los primos lloran deshilándome al teléfono. Un abrazo, con el cual usted me cuajó en la memoria su porte de luchador griego, su regazo de oso y aquella estruendosa carcajada que hoy repica en mi destierro ¡Guayita, Guayita!

Lloro pensando en el dolor que en este momento ha de estar sintiendo mi papa, siendo usted La Luz de sus Ojos su  cume, lloro al ver a mi tío Jorge aquí sin poder ir a su entierro, siendo él su hermano-papá-mamá, quien veló por usted y mi papa. Lloro porque en nuestra pobreza el día en que lo conocí no tuvimos dinero ninguno de los dos para tomarnos una fotografía juntos.

Un abrazo tío, que hoy se lo devuelvo  doce años después en la misma fecha, en las vísperas del Día de Muertos, se lo doy desde mi autoexilio pero sé que este vendaval se lo estampará en su ataúd,  y lo acompañará hasta su última morada, en su terruño en su natal Teculután.

Lloro por no sentir ese amor que lo convierta en raíz de mi vida, lloro por la carencia, por la lejanía y por las circunstancias de nuestras vidas, lloro tío Juan porque los hermanos no tuvieron la oportunidad de convivir en sus vidas adultas, por el desamor y la dejadez, lloro tío porque se lleva usted la Luz de los Ojos de mi papa, ahora ha dejado al hombre en la penumbra y en la oscurana. Lloro porque se va a encontrar con mi abuela y mi abuelo y también con sus hermanos y su hermana,  de ellos sólo conozco los nombres, ya vio esas circunstancias de la vida.

Un abrazo tío, un solo abrazo me quedé con ganas de más, que de pronto se los daré cuando las circunstancias esas del más allá nos vuelvan a juntar.

Ilka –su Guayita- Ibonette Oliva Corado.
Octubre 31 de 2011.
Estados Unidos.
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Un comentario

  1. Linda historia la de tu tío Juan Ilka. Dios le creó, Dios se lo llevó. Necesitaba hombres de verdad, como los de allá po´ndiuno. Descansa en paz y creélo: está contento de su labor terminada aquí en la Tierra. Dios te bendiga y mis mas sinceras condolencias para vos y tu familia, allá en Comapa y en Teculutan. Hasta pronto.
    Rolando Campos Martínez.

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