Dependencia por Independencia.


Ciento noventa años de denominarnos y autonombrarnos un país independiente, o con Independencia. ¿Liberado del yugo español? Ciento noventa años celebrando una farsa, una mímesis. Como si realmente supiéramos lo que significa la palabra libertad y el peso que ella trae. No la conocemos, nos hemos formulado una idea vaga pero no sabemos lo que significa la libertad y mucho menos la independencia.
Una farsa dirigida: las antorchas, los desfiles de bandas escolares, el azul y blanco que reina por un día y después lo engavetamos y desaparece. Cantos, símbolos patrios y fiesta, la típica excusa que con su espumarada engaña y emociona el Ego de toda aquella persona que se nombre y digne ser una guatemalteca de hueso colorado.

En el extranjero es la excusa perfecta para que los comerciantes hagan su agosto. Llaveritos, playeras, gorras y todo tipo de suvenires que traen estampados que entre símbolos patrios y paisajes del terruño añorado. Con una playera de esas que te comprés, ya te sentís  una persona patriótica.

O bien,  degustar un plato típico que trae: un chuchito, frijoles colados, una tostada y un pan francés, todo eso por la módica cantidad de cinco pelados dólares. Y te lo bajás con cerveza Corona o con un Jarrito de Tamarindo. Es lo que ofrecen quienes organizan El Desfile de Independencia en los diferentes Estados de la nación Norteamericana. Más de quinientos años después, nos seguimos comprando y vendiendo con “espejitos” –y espejismos-.

Pero para quien en la diáspora vive, un  chuchito hecho con Maseca y envuelto en papel aluminio en lugar de tusa, representa lo más cerca que puede estar del suelo amado. Y si le agregás al motivo de la celebración, la independencia  olvidáte, quedan parqueados en la misma esquina de la galera en donde empezaron  la faena, fantaseando y divagando, convirtiendo en el espasmo de la modorra; las Coronas en la cusha de su pueblo natal.

Más el Himno Nacional y Luna de Xelajú,  escuchados en terreno extraño, en tu sano juicio te hacen divagar y abrir las compuertas de agua salada desde tus pupilas. Suenan y resuenan en estos días estas dos significativas melodías, representativas del orgullo chapín. Para el dieciséis ya serán difuntas.
Tanto engaño y corrupción, saqueos y “torceduras” hemos llevado a cuesta durante ciento noventa años, disfrazando nuestros prejuicios de libertad e independencia.

Enseñando en la escuela que libertad es sinónimo de antorcha encendida y de recitar “La Jura a la Bandera”, educando a crías y púberos, con el engaño dirigido y la amnesia colectiva, que en un futuro  adulto, no les permita pensar ni discernir. Que les aniquile el criterio propio y el valor de debatir.

Somos un país dependiente, anexado y encadenado a: la maldición de malinche,  los prejuicios, la doble moral, el  autoengaño, las mordidas, la violencia,  anti diversidad, racismo. Un país subordinado de: asesinos, genocidas, violadores,  y vende patrias. Somos un apéndice de: la farsa, la mentira y la estafa.
¿Celebrar? ¡Celebrar qué! ¿Acaso es motivo de celebración? La hambruna, el analfabetismo, la pobreza extrema y el racismo. ¿Se celebra acaso? ¿Las fechorías de torturadores y feminicidas?

¡No!, no hay motivo para celebrar. Una dependencia jamás se celebra. Por el contrario, se lucha por salir de ella. Se trabaja hombro a hombro, a brazo partido, de frente al sol. Celebraré cuando seamos una país libre de: violencia, prejuicios y racismo.

Cuando las mujeres tengamos voz  y se nos trate con igualdad. Cuando nuestros niños vayan a la escuela. Cuando se acabe el hambre y desaparezca la pobreza. Cuando sea permitido soñar y tu vida no esté en riesgo por atreverte a tal osadía. Cuando podamos expresar y hacer uso de nuestro libre albedrío. Cuando se respete la vida ajena. Y el pensar distinto.

Tendremos libertad cuando como pueblo nos aceptemos: multilingüe, pluricultural y multiétnico. Cuando en lugar de jodernos, nos demos la mano.

Tendremos libertad cuando rompamos las cadenas: emocionales, el apego y la autocompasión. Cuando nos atrevamos a volar sin alas y surcar horizontes lejanos, con la convicción clara  que la superación es un derecho y una obligación. Cuando partás en dos tu pedazo de pan y lo compartás con quien no tiene.
Cuando amés y te dejés amar. Y más que nada: cuando hablés, actués y vivás con honestidad. Entonces, como país estaremos listas/tos para realizar el cambalache de: la dependencia por la independencia. Para mientras tanto sumerjámonos en una lucidez incipiente.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Septiembre 14 de 2011.
Estados Unidos.
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