El mal presagio de nía Yoyis.

“¡Ya vieron que les dije! Esos hijos de rota incachables y puñeteros siempre atravesando a la gente!”

“¡Y a mí no me dejaron participar porque me hacía falta la placa!”

La escucho y me percato que se está refiriendo la oriental, al mal presagio del domingo por la noche.

En busca de mi respectiva refa voy hoy por la mañana al puesto de la nía Yoyis, y me la encuentro con el choreque que le llega –así sin casacas-  del Trébol a la 18 calle de la zona 1.  Ó  de Teculután a Santa Cruz, dando la vuelta en patineta por Longarone y entrando a Pasabien en pititanga.  

De Cuatro Caminos a donde se encuentra la cascada de donde divisás “el lago más hermoso del mundo”. El mismo paisaje  que inspiró a Mario Monteforte Toledo, aquella historia de amor llamada: Donde Acaban los Caminos.

Del Amatón a Comapa pué, echále pluma 20 kilómetros, entrando  en yegua por San Ixtán,  Guachipilín para atipujarte en la tierra del jocote de corona, del dulce fruto que engalana aquella árida tierra  que me arrulló al nacer.

Para no ir tal lejos, de La Fuente para Ciudad Peronia,  o de Ciudad Peronia para Sorsoyá –yéndote por entre las montañas y guindos y atajos-.

Así de largo tenía el choreque nía Yoyis cuando la vi hoy en la mañana. Como cosa rara, andaba –yo- con antojo de chirmol de tomate verde, culantro tierno, chile chiltepe y cebollín, siempre lo encuentro en el puesto de la oriental.

Llevo mi tecomate de chicha, esperando que alguien de las  fifís, haya tenido la  osadía de discutirse  -no soloquearse– las memelas.  Porque cómo sólo boca son, tushteras y medias –no panties, no hablo de esas ligas-   prometen y no cumplen, deberían de dedicarse a la política, ai estuvieran discutiéndose el hueso para la segunda vuelta –de toro toro gil- .

Pero me encuentro al conglomerado  con la comida atascada entre el buche pescuezo laringe y tres cuartas de faringe, al ver que no les bajaba a los intestinos, les ofrecí la manguera, para que se atipujaran unos sus cuatro litros de agua de una abierta de boca.
Pero el motivo no es el lento proceso de digestión –porque también tenía un purgante listo al alcance de la mano-, es que el presagio del fin de semana, les aflojó las muelas y a algunos les extravió las placas.

No es el ambiente de siempre en el local, parece velorio: no de los de pueblos, -alegres- sino de funeraria de capital.  El atol shuco se compuso, la chicha  que su esencia es agria, se endulzó solita, el atol de elote cortado, los huevos cocidos, están tibios. De memelas nones, son hostias de tortillería de restaurante fino.

El chompipe para el caldo de chunto anda con el moco cáido. A nía Yoyis se le olvidó sacrificarlo, y en lugar de eso, se echó a la olla –a don Milo- dos coquechas accidentadas con la peste de invierno. Pero no estaban enfermas, tan sólo engomadas, porque el  domingo por la noche, de la bilis que tría, don Milo desvació la botella de cusha cerca del gallinero, y las coquechas, se discutieron la bebida, entre poshorocas y gallinitas inglesas.
A nía Yoyis le brilla la placa nueva, que le regaló el conglomerado de clientes y clientas de las refas, para su cumple, quien hubiera dicho que meses antes, el Tribunal de la Tribuna no la dejó participar en las carreras esas por la competencia, al hueso mayor.  Una placa hizo la diferencia para que hoy, estuviéramos cantando victoria, El Partido  Popular Bolivariano y Socialista de las y los comensales de a pie.

Feliz estuviéramos: sexo servidoras, lustradores, carniceros, tortilleras, fifís, catrines, cargadores de La Terminal, aguacateras, heladeras, chicleros y brujas de magia blanca -…Magia blanca  tú tienes me has hechizado a mí, con tu mirada coqueta con tu manera de hablar…- hasta la recién incorporada al equipo. La ex vieja de la refa de enfrente.

Me encuentro con las fifís, con el charral sin planchar y las uñas desteñidas, las medias juidas, y los tacones que en antaño fueran de punta de aguja, sin tapitas.

Los catrines, con los  sacos opacados por el nudo de –amarrar hamaca- atarraya que le hicieron a las corbatas, en su desconcierto por el mal presagio de las elecciones presidenciales, se amarraron las corbatas sobre el cuello del saco.

El señor de la carnicería “El Rabito Bailador” anda con el rabo metido entre las patas, sí; las patas de vaca las puso en oferta y le mete a la bolsa  media libra de rabo, -ex bailador- porque por sí sólo este ya no se mueve: que ni que fuera el muñeco.

La bulla de las antorchas de independencia, las opacó el mal presagio.

Nía Yoyita, era la primera en salir a la calle
a regalar bolsas de agua –con chicha y piquete- a la patojada que iba corriendo desquiciada atrás de una llamarada. Subía el guindo del puente del Incienso, con su guacal lleno de bolsas de agua, ai las tiraba,les chiflaba y nalgueaba a la patojada púbera y enajenada  que corría con la emoción de la libertad y la lealtad a la patria.

¿En dónde está esa juventud? Se ha de preguntar nía Yoyis, se lo noto en su mirada perdida, el puesto está silenciado,  ni las moscas molestan, se mantienen a distancia, no vaya a ser –han de pensar- que mas de algún encachimbado con el mal presagio, de un manotazo las mande a mejor vida. O alguna fifí, de un zapatazo mal puesto las convierta en estampa.

Otro gallo hubiera cantado, si el Tribunal de la Tribuna,    se hubiera detenido en convencionalismos y fachadas, si no se hubiera percatado de las sholquera de la nía Yoyis, una placa fue la diferencia para que nuestra candidata  muy probablemente les hubiera echado chile –chiltepe-  a los que hoy son los actores principales del mal presagio.

Hoy de haber tenido la placa a tiempo nía Yoyita,  estaríamos  regalando bolsas de agua –con chicha y piquete- a la patojada enajenada que corre –en busca- para celebrar una escurridiza independencia. Tendríamos motivo de celebración doble quienes conformamos: el Partido Popular Bolivariano de los y las comensales de a pie.

“Un mal presagio. Es sólo eso, un mal presagio”. Le oigo decir a nía Yoyis mientras  le cambia el semblante y atiza el fuego. En el rescoldo observo, los tomates verdes –de mi infancia- y los pishtones para comer con leche y frijoles.

Agarra la manguera y nos da bolsas plásticas para que las llenemos de agua –y chicha y piquete- para que hoy en la noche vayamos  a regalarlas a la patojada púbera que corre atrás de la llamarada de la libertad: Una antorcha llamada utopía.

Y como ya me pelé, contándoles del mal presagio, le pongo punto y final, porque ya me agarró la tarde para ir a nalguear, perdón, perdón, para ir a apoyar a la ishtchocada  que no conoce de la libertad. –Y que no conocemos tampoco nosotras/tros, y tal vez conozcamos hasta que nos independicemos de la huella feroz  que nos ha dejado  la maldición de malinche, ese día podremos decir con toda la convicción del caso, que estamos iniciando un camino en pro de la independencia-.

Nota: el mal presagio, tal como dijo nía Yoyis, es sólo eso, una pasada de nube,  que dejará el cielo tiznado y encapotado, pero de aclarar tiene,  y entonces sí, veremos el cielo desnudo color de nuestra bandera nacional. Y vamos a aventar –con honda- a nía Yoyis,  con su nueva placa, a la competencia por la carreriada, y no habrá Tribunal de la Tribuna, que no la deje participar en la contienda, porque  de guasa, hasta cuatro coronas de oro tiene incrustadas, osea: brillo no le hará falta para las fotos.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Septiembre 13 de 2011.
Estados Unidos.

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