Una mala decisión.

Ayer escribía de vivir los instantes con intensidad, porque el presente es lo único que se tiene, el instante vivido es lo único que queda para echarlo al matate de los recuerdos.

Mi trabajo de los fines de semana es ser árbitra de fútbol y paso asoleándome –con mi gusto y con mi gana- como garroba y corriendo tras un balón, como si esto no fuera poco, también mantener en control a 22 jugadores, más la banca y la porra que esta última, influye mucho en la actitud del equipo que apoyan dentro de la cancha. La porra es arma de dos filos, igual anima para bien, como para mal, gracias a la influencia de las porras,  muchas veces se forman las famosas batallas campales en los juegos.

Siempre les he contado –a ustedes- de mi trabajo como árbitra, sin embargo jamás les he mencionado que soy la encargada del equipo arbitral en la liga en donde trabajo, porque no conjugo con el Ego y las fanfarronerías, hoy es la primera vez que lo menciono,  porque la finalidad es otra.

En Estados Unidos, el balompié –aunque está creciendo- es el deporte menos practicado y al que menos prestan atención las autoridades deportivas, es una disciplina: en desarrollo. Caso contrario lo que sucede, con otros países en los que: se come, bebe y se sueña con el fútbol.
La federación de fútbol del país norteamericano, es de las menos ocupadas. Aquí abundan las ligas que en Guatemala llamamos piratas esas que no están federadas. Cualquier grupo galán de equipos, deciden reunirse y organizar una liga. He trabajado se podría decir en el 99% de las ligas en el Estado de Illinois, conozco de latinoamericanas, gringas y europeas, y la calidad del fútbol como de los jugadores se marca a kilómetros.
En la liga en donde decidí quedarme de planta, tiempo completo los fines de semana, fue la primera que me dio la oportunidad de trabajar, de allí durante cinco años, me organizaba los horarios y me dividía en las diferentes ligas,  andaba del tingo al tango, sufrí mucha discriminación por parte de jugadores, pero más aún, por parte de compañeros y jefes, estos últimos, buscando siempre, el agradecimiento en especies.

En la liga en donde laboro, mi jefe es jefa, una mujer. No pude tener mejor suerte, o digamos pué,  que el universo confabuló y nos juntó, de allí pal real, somos uña  y mugre, nos une un valor realmente difícil de encontrar y es que: ambas hablamos con la verdad y sabemos de lealtad. Nos decimos las cosas claras, por mucho que estas duelan, es necesario para el trabajo y para la relación.

Entré como árbitra del grupo de 18 hombres,  y  40 equipos de fútbol. Con el tiempo me nombraron encargada del grupo arbitral, entonces me dio por limpiar la mala hierba y cortarla de raíz. Les di una oportunidad a los compañeros que cobraban por su cuenta las expulsiones y devolvían los carné a los equipos, bajo de agua, a espaldas de la liga, también a quienes no se preocuparon por mejorar  su condición física, a los que al medio tiempo de los juegos, les daba por tomar cerveza en lugar de  agua.

Prácticamente  hice limpieza y despedí a quienes no acataron las nuevas normas. Les parecía sobrenatural tener una jefa mujer, no me aceptaban como compañera y te imaginarás vos, como encargada del grupo.

Sigo en ese puesto, he visto desfilar a lo largo de estos 7 años, manadas de árbitros: buenos, medio buenos, regulares, mediocres y excelentes.

Solteros, viudos, casados, divorciados, separados. Quienes han estudiado la profesión y quienes han aprendido el reglamento en el camino y en la práctica. De diversas nacionalidades. Todos, no ha habido uno solo, que no se asombre al llegar a la liga y saber que la encargada del arbitraje es una mujer. Soy la única mujer en el Estado encargada del arbitraje en una liga. Y más que trabaja también, arreando ganado todos los domingos.

No ha sido fácil, todos los años, te encontrás con colegas traidores que te quieren botar de la silla, equipos confabuladores y jugadores machistas. Sortearse  temporada tras temporada estas traiciones ha requerido de carácter, personalidad y temple. Antes lloraba al sentirme traicionada, hoy ya no. Lo veo como parte del trabajo. Es normal, cuando una mujer ocupa un puesto de esta magnitud.

Les aso
mbra saber que sé el reglamento de fútbol, y más cuando me ven aplicarlo en la cancha, se espantan cuando quieren calificar mi desempeño en el campo y no hay manera de calificarme las faltas de procedimiento. En las visuales, me equivoco como todo el mundo, pero en lo que refiere a aplicar la regla, por mucho que busquen errores letales, no los encuentran. Si hay algo de lo que sí  con mi Ego jutiapaneco me puedo jactar, es de saber el reglamento, no por gusto practiqué el fútbol durante 20 años, y no por gusto sé de la honorabilidad en la cancha y fuera de ella, algo a lo que FIFA llama: juego limpio.

Las faltas de procedimiento son por ejemplo: cuando sabés que el juego brusco grave es cuando está el balón en juego. Y la conducta violenta cuando no está en juego. En ambas se castiga con tarjeta roja. Pero vos por el contrario, sacaste tarjeta amarilla. Ese es un error de procedimiento con que se puede llevar a un/una árbitro/tra a ser sancionado/da y multado/da por FIFA y si la liga no está federada, por el reglamento interno de esta. Errores como estos, han dejado fuera de campeonatos mundiales a árbitras/tros de magnífica capacidad.

Ser encargada de un grupo arbitral es cosa de locas: lidiar con personalidades, carácteres, y saber ubicar a los compañeros que tienen más capacidad para un tipo de juegos que otros. Los hay quienes tienen la personalidad  pero les falta el temple. Hay quienes tienen el carácter pero no aplican bien el reglamento. En fin… buscar cada árbitro para cada tipo de juego.

Estamos en cuartos de final, la temporada de fútbol está por terminar, viene entrando el otoño y las temperaturas bajan a tal punto que antes de que empiece el invierno se haga prácticamente imposible, jugar un partido, el frío quema.

Hoy por la mañana, me encontré con la sorpresa al llegar a las canchas,  que el árbitro que iba nombrado para dos juegos, no podía dirigir más que uno, pero había llevado un suplente, que al verlo me desinflé, un patojito flacucho con apariencia de pollito peluco, le pregunté la edad y me dijo: 19.

Me negué a dejarlo trabajar el juego, y le exigí a mi compañero que él hiciera los dos, este se negó por declararse físicamente en mala condición. El niño de 19 años, flacucho y con la apariencia de un púbero, me rompió el corazón en dos cuando me dijo: “déjeme trabajar, necesito ese dinero para comprar mis útiles escolares para la escuela” me regresó a mis tiempos de estudiante y que también, repetí la misma frase a compañeros árbitros,  para que me dejaran trabajar en las ligas piratas de Amatitlán.

Mi enorme problema ha sido el que compañeros, jefes, entrenadores y jugadores  se fijen en mis nalgas y tetas y se olviden que soy un ser humano como cualquier otro, que solo hace un trabajo porque tiene la capacidad de realizarlo. Luchar contra eso, ha sido el yugo de mi vida. Jugadores a los que me he negado a facilitarles mi número telefónico, son mis rivales en la cancha, son mis verdugos.  En varias ocasiones me han preguntado que si no me gustan los hombres, les he contestado que eso a ellos no les interesa. En realidad me encantan los hombres, pero en mi lugar de trabajo evito socializar, y hasta el momento no me arrepiento de tener esa de norma interna.

La misma necesidad del patojo que hoy tuve enfrente. No me pude negar. Debí de haberlo hecho, aunque esto me hubiera convertido en una prepotente e intolerante, grosera tal vez.

Le di un par de recomendaciones y le supliqué, concentración extrema y sobre todo, blanquillos.

De nada sirvió, porque desgració el juego, lo echó a perder. Y sí, claro que sí, un mal arbitraje ocasiona batallas campales, jugadores expulsados y sancionados cuando todo se pudo haber prevenido con un árbitro que sepa ejercer la regla. Le recomendé al árbitro que estaba nombrado para el juego, que estuviera al tanto y que si era posible que entrara él a sacar el trabajo.

Yo me fui a dirigir a la cancha vecina, nos dividían escasos cincuenta metros. Desde mi campo, veía las faltas  y agresiones de jugadores y al pollito peluco, temblarle el pulso para sacar las tarjetas. Desde mi campo no podía hacer nada, ya estaba arrepentida de haberlo dejado trabajar.

Tan pésimo fue su trabajo, su inexperiencia que la falta de personalidad provocó  que  se saliera el juego de sus manos y que los jugadores se golpearan a diestra y siniestra. Un muchacho que tiene
toda la ilusión de ser árbitro en ligas mayores, pero que le falta experiencia para este tipo de juegos. Tan así, que un jugador resultó agredido en la batalla campal que se formó, otro lo golpeó por la espalda con una patada –le planchó los tacos en la columna vertebral-  y dos puñetazos, que lo tomaron desprevenido e inconsciente,  tuvo que llamarse al servicio de emergencia del 911.

Una ambulancia lo llegó a recoger, son las horas y el muchacho sigue en exámenes en el hospital y está en intensivo, se teme que la parte posterior de su cerebro esté afectada y cinco vértebras de su columna.

El jugador lesionado, es indocumentado, trabaja de ayudante de albañil,  tiene mi niño apenas 18 años. Vive con su hermano de 19 años, no tienen más familia en este país. Sólo lo de la ambulancia le saldrá en $1500.00 y no quiero ni imaginar lo de los exámenes. No importa, haremos una colaboración  jugadores, árbitros y personal de la liga. Lo que realmente interesa es que él no vaya a sufrir lesiones graves.
Todo se pudo haber evitado si yo hubiera tomado la decisión correcta que era no dejarlo trabajar ese juego. Pero también su papá, que me enteré durante  la batalla campal que era el árbitro asignado para el juego. Prefirió arriesgar a su hijo a un juego de esa magnitud con tal de “foguearlo a la mala”  y pensar que con esto, el patojo adquiriría mejor experiencia. De hecho esto no lo olvidará en su vida profesional.

Me engañó el papá y el hijo, cedí conmovida por el dinero para los útiles escolares, pero ambos mintieron y la consecuencia fue un jugador lesionado gravemente en el hospital. Me traicionaron, mintieron, se aprovecharon de mi corazón de pollo.

Hoy tomé una mala decisión, que  me  tiene apesadumbrada, no soy alquimista para regresar el tiempo, lo que pasó es porque tenía que pasar, y lamento tanto, la situación migratoria del agredido, eso pone las cosas más difíciles para él y su estado en el hospital.

Ser encargada de un grupo arbitral, no es fácil, hay días en que la tarea no sale como se desea, y las vidas humanas están en peligro, por muy saludable que sea practicar un deporte. Ayer el niño de 18 estaba seguramente feliz por participar en un juego de cuartos de final y  hoy está en la cama de un intensivo en un hospital. Culpa de una mala decisión de mi parte. La vida es tan vulnerable, el tiempo para respirar  lo tenemos prestado, hay que aprovechar y agradecer ese privilegio.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Septiembre 11 de 2011.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Estimada Ilka: Lamento mucho lo ocurrido, espero que el lesionado se recupere. Y ¿qué pasa con el jugador que lo lesionó, recibe algún castigo? Seguí adelante, negrita, y vive tu día a día. Besos, Chente.

  2. En lo personal considero el oficio o profesión de arbitro/arbitra en el futbol, como algo muy riesgoso. Aun tomando en cuenta la necesidad o el valor de la remuneración económica, es un trabajo que ni loco haría, preferiría mil veces ser rufero o techador, que ponerme con un silbato en la boca a tratar de impartir justicia en un deporte que por su misma naturaleza es violento, como también lo son las otras tantas disciplinas deportivas practicadas por hombres, aunque claro, las mujeres no se quedan atrás y saben de zancadillas, insultos y empujones. No dejo de admirar y sentir respeto por aquellas personas que, por amor o vocación, y a riesgo de su integridad física y emocional, deciden exponerse al mal trato, la humillación, la agresión, pues todo mundo; jugadores y público se sienten con el derecho de impartir justicia, su propia ley, sobre tan sufridos personajes, sin ni si quiera por un momento, permitirse evaluar racionalmente las complicaciones y lo que significa ser un arbitro/arbitra de futbol.

    Lamentable la agresión de la que fue víctima ese joven jugador quien ojala pronto se recupere. En cuanto al muchachito aprendiz de árbitro, le sugiero que, la próxima vez, sin importar lo apremiante de la necesidad, lo piense; no una, ni dos, ni tres, sino 100 pares de veces, por que quien sabe, y en la otra, la victima sea él, y probablemente, ni tiempo tenga de lamentar su dolor. Y en cuanto al papá, si fuese posible, debería de tomar unas lecciones de responsabilidad y de honestidad, pues arriesgar a un ser querido de semejante manera, si que en verdad no tiene madre.

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