¡Es paisana del Negro Teodoro!

De qué ratos.. quería escribir de aquel recuerdo… hoy alguien me inspiró.
Por allá de Julio del ´98 el estudiantado de la Gloriosa Escuela Normal Central de Educación Física, nos encontrábamos en plena competencia de los Juegos Encefistas. En donde se practican todas las disciplinas deportivas que conforman el pensum escolar de la carrera. Todos los grados y sus diferentes secciones participan en una especie de “todos contra todos “y “todas contra todas”, es una actividad organizada expresamente por sexto magisterio.  –Hoy en día los mismos juegos se realizan entre todas la escuelas del país-.

Como también en quinto magisterio, se organiza la ida a “cruzar el lago de Atitlán” son 3 kilómetros que tenés que nadar, para poder ganar la clase de natación,  -que al final terminan siendo 6 por aquello de que te perdés- bien pilas podés ser, pero si en la última unidad no nadás esa cantidad de kilómetros en el lago –ahora en Calderas, algunos años ha sido en Amatitlán, en el Puerto- ya estuvo que te “echaste la materia” y de retranca pues…

Pues aquella mañana soleada de julio, nos encontrábamos realizando los eventos de pista, de la disciplina de atletismo. Cien metros planos, cien metros vallas, cuatrocientos metros estafetas…. Y así…  las porras de los grados y las secciones, hacían eco en el majestuoso Mateo Flores –que deberían de reivindicar como Doroteo Guamuch si es que les queda sangre en la cara- de pronto, un puñado de periodistas hacían círculo alrededor de un personaje que apenas se veía entre la amontonazón.

Sobresalía tres palmos de aquel grupo: era un morenazo, alto, robusto y elegante. Seguimos en la competencia de los juegos,  pero no perdimos de vista, la cantidad de luzazos de las cámaras fotográficas que seguían los pasos de aquel hombre que caminaba y de pronto se detenía para tocar la pista del tartán del estadio. Al mismo ritmo se lanzaban los fotógrafos sobre la misma, de panzazo, queriendo tener un ángulo distinto de aquel hombre.

Recuerdo la forma en que empalideció nuestro profesor de atletismo cuando logró verle la cara al hombre que fotografiaban al otro lado del campo. Enmudeció, el cronómetro se detuvo. Se quitó la gorra, respiró profundo y pegó un gripo que a quienes participábamos nos paralizó en el instante: “El Gran Teddy” sus lágrimas rodaron instantáneamente. -En este momento en que lo estoy escribiendo, siento nuevamente la piel de gallina, y la misma alegría y sorpresa como en aquel entonces-.

Y de pronto el grupo de fotógrafos se despabiló por unos instantes y logramos ver  de pies a cabeza a aquel  morenazo; allí estaba el  Gran Teodoro Palacios Flores. Con pantalón de vestir color negro, zapatos negros y una camisa a cuadros: grises y blancos.

Preguntamos al “profe” de atletismo si podíamos romper con el protocolo de los Encefistas para ir a saludar al Gran Teddy. Dos dio la señal de salida y salimos en  carrera dejando las estafetas tiradas, corrimos en manada a encontrarlo, lo abrazamos, lloramos, allí estábamos, vestidas/dos con nuestro uniforme celeste, tocándolo.

Muy pocas veces vi a mi “profe de atletismo emocionado” pero aquel día lloraba como niño, al estar frente a su gran ídolo. Le suplicó si siendo quien era,  podría concedernos el honor, de ayudar en la entrega de las medallas, las competencias en los eventos de pista habían terminado. Encantado accedió. Y allí pasamos al pódium. Quienes ganan alguno de los tres primeros lugares, no recuerdo ahora  en qué lugar de los tres primeros quedó mi sección -6to. “B”- pero subí al pódium  a recoger mi medalla en cuatrocientos metros estafetas. Tuve el honor de recibirla de manos del Gran Teodoro Palacios Flores.

¡No me la creía! ¡Esa noche no dormí de la emoción!  En mi casa –mi casa es Guate- tengo una foto con aquel momento congelado: sobre el pódium  con mi medalla colgada del cuello y abrazada al Gran Teddy. Tenía  17 años de edad.

Haberlo conocido, tocado y fotografiado con él, fue la novedad en los juegos Encefistas de aquel año. A mi “profe” el gusto le duró el resto del año escolar. No había clase en la que no hablara de aquella tarde con el “Gran Teddy”.

Como para que no la emoción, si habíamos estudiado su vida deportiva, practicado los saltos  -alto y largo- en los que él había hecho historia rompiendo marcas. Si habíamos practicado dentro de la duela del Gimnasio de Baloncesto Teodoro Palacios Flores.

Supimos que había llegado a Guatemala para recibir La Orden al Quetzal que le otorgaría  el “privatizador por excelencia”. Como si con plaquetas y medallas viviera un hombre, cuando el gobierno puede dar y hacer mucho más, se lava las manos con “espejuelos” siguiendo la escuela del “conquistador”.
Los años pasaron y me hice árbitra de fútbol, anduve durante cinco años, dirigiendo juegos de fútbol, a lo largo y ancho de la nación guatemalteca. Por allá del 2002, cuatro años después de aquel primer encuentro; me tocó ir a dirigir un juego de especiales al estadio El Pensativo, a Antigua Guatemala. Allí lo andaban los directivos de Los Cremas, y los de Antigua, lo anunciaron como la atracción principal del encuentro. La gente que come, vive y sueña fútbol, no tenía ni idea de quién era Teodoro Palacios Flores, tal vez me imagino, que lo único que sabían de atletismo, eran las carreras que pegaban entre semana, para alcanzar la camioneta.

Dos o tres pelones aplaudieron. También había otro jugador  retirado de Los Cremas,  que fue anunciado en la misma manera que Teodoro. Por el cuate la gente deliraba, yo sentía que por segundos, se lanzaban  el alambrado y la malla, para ir a hacerle estrellita. Quise dejar el gorgorito tirado a medio campo e ir a darles con un palo en medio de los dos ojos ¡para que se avivaran!

Y hay ciertos privilegios que te da ser la única mujer dirigiendo juegos de fútbol. Terminé de dirigir, y al vestidor me fue a traer el visor del juego de la mayor. De los colochos me llevó a palco, para presentarme a  Teodoro. Y nuevamente lo abracé,  le narré la historia de cómo fue que lo conocí cuatro años atrás, y él reía  a carcajadas.  Yo parecía matraca, tartamudeando, me sucede siempre que tengo ansiedad. ¡Y con ese morenazo y leyenda además cómo no tenerla!

Por cinco años lo anduvieron, entre que El Ministerio de Cultura y Deportes, Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala, Comité Olímpico y en últimas instancias Federación de Atletismo. Sólo se aprovecharon de su nombre, le sacaron el jugo en publicidad, y lo desecharon. Ningún puesto que valiera la pena para semejante Gloria Deportiva.

Un gimnasio que lleva su nombre, pero todo un pueblo que no lo conoce. Ni los mismos atletas que practican la rama del baloncesto, saben quién es Teodoro. En atletismo también dudo que lo conozcan y en su pueblo natal mucho menos. Y te encargo cuando tengás tiempo, que leás su biografía…. Llorás… te duele el alma y el corazón, pero también te da una lección de vida y de superación, de correr descalzo llegar a ganar competencias internacionales. Porterazo de fútbol. 

Dejá por un lado el área deportiva de su vida… enfocáte en el grado de dificultad –no del salto alto y largo- de aprender a leer y  a escribir cuando ya era un  púbero adolescente, emigrar…. –quienes han emigrado saben de qué estoy hablando-  y estudiar en el país en donde radicó por más de treinta años. Graduarse de Licenciado en  Educ. Física e impartir clases en una escuela “secundaria”.

Regresar con la ilusión de trabajar por el desarrollo del deporte, y encontrarse con que en su país,  ni su nombre conocen. Encontrarse con  que los puestos  de trabajo están ocupados por mediocres, abogadetes que nada tienen que ver con el deporte y sus distintas disciplinas –sólo volá lente, que van más abogadetes  a representar a Guatemala a las competencias internacionales que las/los propias/pios atletas-.

En una ocasión hablando con alguien sobre la situación física de Teodoro, me dijo: “pero si ese Negro recibe su pensión por su jubilación en Estados Unidos, ¿de qué se queja?”  Nada tiene que ver su jubilación en otro país, si es obligación del gobierno de su patria, brindarle una pensión vitalicia y una casa como mínimo. Y honrarle con un puesto laboral que esté a su altura,  a la altura de su capacidad, en donde pueda ayudar en el desarrollo del deporte, que es su pasión.  Pero todo lo contrario sucede en Guate, que gente mediocre  es quien los ocupa. Analfabetas en el área en donde deben tener plenitud de conocimiento. Además de la  experiencia en la práctica de dicha disciplina. Buscá “info” y te darás cuenta, que las federaciones deportivas están a cargo de abogadetes, “borrachines”  que piensan con “el pito” nada más.

Ahora resulta… ¡Cómo no Chon! Que para “apacharle el ojo al macho” se inventan homenajearlo con  nombrarlo Embajador de la Paz… ¡métanse
sus homenajes por  donde les quepan! Él como los pocos hombronazos que quedan vivos en Guatemala, hay que honrarlos pero de otra manera…  un hombre que maneja perfecto el español y el inglés, que sabe de las disciplinas de atletismo, fútbol y baloncesto a cabalidad. Una gloria deportiva. Además Licenciado en Educación Física, que ni  los cletos que estudian en la USAC podrán llevarle el ritmo. –Porque dicha carrera en Guate, es un nido de haraganes, comenzando por maestros y alumnos, los segundos que compran los cartones  por  Q 2,000 y los primeros que se inventan las notas, ¡que alguien me demuestre lo contrario! Y si en la USAC sucede, en las otras pagás Q8,000 ¡sin ir a clases!-.

El cambio de La Rosa de la Paz, la foto del recuerdo, y a enterrar al muerto. No señores y señoras… queda él, si con los demás no lo hicieron, tengan sangre en la cara, y hónrenlo como debe y como se merece. Ya después de muerto el hombre…   de nada servirán las páginas completas en los periódicos, ni reseñas en canales de televisión.

Como una de esas casualidades de la vida, estoy viviendo en la misma ciudad en donde el radicó por más de 30 años: Chicago. Y llevo años, dirigiendo en las mismas canchas de fútbol en donde él también trabajó como árbitro. De cuando en cuando,  más de alguien me dice cuando se entera que soy guatemalteca: ¡es paisana del Negro Teodoro!

No sólo paisana, también llevamos en la sangre, la herencia garífuna.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Agosto 21 de 2011.
Estados Unidos.

Un comentario

  1. Estimada negrita: Así son las cosas, tal como las pintás. Solo sabe de sed el que la ha sufrido. Solo sabe de hambre el que lo ha padecido. Por eso tú, o mejor dicho, vos lo sentis y comprendés.
    Un abrazote, Chente.

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