Flor de Ayote.


El día domingo por la tarde, recibí una sorpresa que por poco me provoca: un paro cardíaco, patatús y el telele.
Ya te imaginás vos, un domingo de verano estadounidense, corriendo del tingo al tango en los juegos de fútbol, echále pluma más las alegadas de los jugadores,  las maltratadas de aficionados. Bah… venía dunda -¡más!- en una especie de trance, entre el bochorno y el aire seco, hacé de cuenta  que entrando al primer capítulo de: “insolación por su gusto y gana”.

Abro la puerta del apartamento, después de subir gateando las gradas del edificio -¡ya va la otra tan tushtera!, bueno las subí en cámara lenta eso sí, ya que el líquido láctico que se acumula después de una actividad física te convierte en las siguientes ocho horas, en una especie de Robotina-  y escuchó un grito eufórico –ni modo que silencioso-  proveniente de la cocina del “nido rentado”: “¡Negra, te tengo una sorpresa!” Volteo  a ver y me encuentro sobre la mesa con: tres bolsas de frijol camagua y un plato lleno con flor de ayote.

Me toco la “mollera” la tengo hirviendo, pienso que puede ser una jugarreta de la insolación veraniega, “con su gusto y con su gana”. Pero no, no es ella la culpable. Entonces me enjuago los ojos, los traigo rojos por la exposición de tanto tiempo al sol, les limpio el parabrisas, pero tampoco, la imagen sigue allí, entre lúcida y confusa.

A lo lejos… escucho una voz que cada segundo se vuelve más fuerte, más real,  proveniente de los labios de mi hermana, que en este momento tiene las manos llenas de masa –Maseca-. “¡Negra, sorpresa!”   Me vuelve a repetir con una sonrisa de oreja a oreja.
Le contesto: ¿y vos qué púchis? “Me llamó la fulana –una amiga guatemalteca de allá de Agua Blanca que encontró esas bellezas en la tienda- para avisarme que habían en la tienda tal –un supermercado mexicano-  me dijo que saliera en carrera –echa pistola- porque las gente se las estaba llevando por montones.

La abracé tipo molotera,  y le mojé la cara con el agua chiva, lo que desató un mar de palabrotas provenientes de los labios dulces de aquella mujerona. Seguí de largo a bañarme, cosa que hice al pedalazo, dadas las circunstancias, la espera era para mí: una agonía.

Salí destilando agua fría y envuelta en una toalla, directo al a cocina. En un plato tenía picada cebolla y chile dulce, también algunas flores de ayote. Intentaba hacerme unos ticucos de la misma flor. Digo intentaba porque no pudo. Su fuerte no es la “torteada”, es la típica capitalina, que el sólo hecho de mencionarle mosquitos y monte, le hace salir ronchas en el instante. Tiene un glamur de envidia, es la mujer más “polite” que conozco, tiene una elegancia para maltratarte que después de la despeltrata, vos quedás deseando más, ya que te saben a miel y no a hiel.

Me acerco envuelta en la toalla y la veo hacer dos tortillas de masa cruda, echar sobre una; la cebolla el chile y la flor de ayote, luego colocarle la otra encima, y ponerlas sobre el comal. Es la idea que ella tiene de ticuco. Me pidió disculpas –con su cara de capitalina frustrada- diciéndome: “lo siento Negra yo pasé de madrugada por las clases de torteada de mi abue”, me desató una  sonora carcajada.

Verla realizando enorme sacrificio para mí fue suficiente, no importaba que el ticuco estuviera  hecho de forma “capitalina”, o si no se cocía bien la masa, o si le faltaba sal, lo realmente importante para mí en ese momento fue ver a mi hermana con las manos untadas de masa, y haciéndome ticucos para  consentirme.

Sabe de mi delirio extremo por la flor de ayote y el frijol camagua – ¡y por los hombres morenos entre más tiznados mejor!-,  sabe que llevo más de un año taloneando en distintos supermercados semejante alimento. Pero no he tenido suerte. Ya me daba por sentenciada a despedir el verano sin una buena atipujada de tamalitos de frijol camagua y unos mis ticucos de flor de ayote.

Me dijo que no metiera las manos en la cocina y que la dejara estar… cosa que acepté gustosa, me aplasté sobre el sillón de la sala a esperar “ver pasar los ticucos” hasta que estos se apiadaron de mi paladar pueblerino y saltaron del plato que mi hermana traía en la mano, para caer sobre mis manos. – ¡Mentira yo de hambrienta salté de sala sobre el plato hasta estar segura de tenerlos en mi poder!-.
Me pasé dos en una atipujada, el tercero me lo deleité en cámara lenta. Quedé enormemente complacida con la calidad de “chef” de mi hermana-mamá y por el sabor del monte aderezando la flor de ayote.
Pero: ¿y los frijoles camaguas? Ayer me discutí para la cena una buena perolada, cocidos –en estufa eléctrica-  y les agregué: queso fresco, crema y tortillas tostadas –en sartén- también dos cebollas tiernas y dos rábanos, al mejor estilo zacapaneco, de allá de La Palmilla, Teculután, de donde viene mi raíz Oliva.
Me di por bien servida, pero la sorpresa no terminaría allí, en las flores de ayote y en  su intento de llegar a ser titucos: no, no, no señoras y señores, señoritas y señoritos, ex señoritas y ex señoritos. No, la sorpresa fue marca ACME, es decir: ¡mi hermana se peló! Porque hoy por la tarde, me salvé de  haber sufrido un doble infarto – y no por la insolación “con su gusto y con su gana”- tres teleles y dos patatuses, per
o sí me dio vahído. ¿Adivinen?, ¡adivinen a la una!, ¡adivinen a las dos! ¡Adivinen a las dos y media!, ¡adivinen a las dos y cuarentaicinco! ¿A qué no adivinan?

Va pues, va de nuevo… ¡adivinen a la una!… Me encuentro con dos ollas llenas y hasta con copete de tamalitos de frijol camagua. Algo realmente sorprendente, porque mi hermana nunca los había cocinado, ella en el asunto de tusas y envolver es una vaca echada. Los envueltos y las frituras te las deja al centavo, pero de masa, recados y envolturas la mera tatas cana soy yo. Cosa que llevo las de perder cuando de batir huevos de trata, al primer intento se me cortan.

Así es que la sorpresa pierde toda dimensión, no hay modo de ver de qué tamaño catalogarla. Mirá que salir echa pistola a conseguir la prueba del delito, luego hacer ticucos al mejor estilo Peroniense, -con uñas pintadas y todo el estilo-  para terminar de encantarme con unos tamalitos de frijol camagua, -¡que no se salieron de la tusa cuando hervían!-.

Y es entonces cuando digo: ¡qué lindo tener hermanas! Y tener el privilegio de tener una hermana-mamá no tiene precio –sos anuncio de tarjeta de crédito va-.

Es lo curioso, somos agua y aceite, tan parecidas físicamente pero tan distintas en personalidad y criterio. Pero cuando de rajar ocote se trata, no hay nadie que pueda interferir en las Oliva Corado. Contra viento y marea, hombro a hombro, como en nuestra infancia. Ella es la encargada de bajarme de la nube, cuando alguien piropea mis letras, también cuando a veces me levanto por las mañanas de mal humor, con el choreque hinchado, me lo aplasta con un: “ hemos estado peor nunca lo olvidés, somos bendecidas”. Es súper religiosa, y te declama el rosario con todas las Aves Marías que le querrás agregar.  Muy inteligente y piensa dos veces antes de hablar. Cosa contrario es el mío, que primero suelto la matraca después pienso.

No sé cuándo llegará el día en que ambas tomemos nuestros propios caminos, y este tiempo de vivir juntas, se forme en un nebuloso recuerdo del pasado. Es por eso, que porque no sé, qué tal nos vaya a funcionar la chaveta más adelante,  me di el lujo de deleitarla, con un agradecimiento escrito, para cuando los años nos pueblen de canas y de arrugas, más de alguien se digne a leer estas letras, y por medio de ellas, retornar el tiempo…aunque solamente sea en la memoria.

¡Gracias Pelu, te debo un pepián al estilo Peroniense, vos te conseguís los chiltepes!
¿Y a ustedes, se les antoja un tamalito de frijol camagua?

Posdata: ¡Ese agosto, me está haciendo trizas!

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Agosto 16 de 2011.
En nuestro autoexilio.

2 comentarios

  1. Me suena el nombre de frijol camagua, pero no se si es el blanco, el negro, el rojo, los piloyes. Si puedes aclararlo y como lo llaman en las tiendas mexicanas los agradeceria mucho.

  2. Que Lujo ve!!! a mí si se me antojaron mucho…y pues que bueno que tu hermana te quiera mucho y te consienta, bien que me imagine toda la escena vos…buena onda por compartirlo…

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