Mi ordenadora de escritorio.

Llego con mis once ovejas y con la conciencia manchada, ¡que sabe a traición! Sí, justo cuando regresás a casa  con toda tu loza, y no sabés si actuar como si nada pasara, -¡pero el delito lo llevás estampado!- o armarte de valor y declararte culpable  sin derecho a juicio y audiencia.

Eso me pasa cuando entro a mi apartamento rentado, con la prueba del delito en la mano. La he andado ai toda la tarde: birinbundeando.

Haciéndome la bestia, para llegar a casa en la noche y encontrarla apagada. Y no encenderla para que no  se entere de mi vil traición. He estado planificando el discurso durante todo el día, pero la ola de calor me ha puesto más zurumba.

Con eso de que me agarra ataque de risa cuando tengo ansiedad, si los nervios me traicionan, solititita me voy a quemar y no habrá discurso que valga la pena, porque la tartamudeadera no me dejará hablar.
Han sido siete años –y meses- de relación, sólo a mí se me pudo haber ocurrido haberle hecho esta trastada. Porque allí ha estado tan fiel a mí, en noches, madrugadas y días. ¡Y mi forma de agradecerle es cambiándola! ¡Soy una incachable puñetera! ¡Y heladera!

Y me lo digo yo, antes de que se encienda y me lo diga ella. Así comienzo a hacer base para la ¡retahíla que me espera! ¡Oleadas de palabras acaloradas!

¡Me dirá que soy una traicionera! ¡Que solamente la utilicé cuando la necesité y ahora la deshecho como un trapo viejo! ¿Que si no han sido importantes estos siete años de relación?

Finalmente abro la puerta y entro,  traspaso la sala y la guerra campal que hay allí entre tanto tilichero, -el sábado toca limpieza, hoy es miércoles-  se desconcertará al ver mi rostro flácido y descolgado, -es el peso de la culpa- le diré que la ola de calor es la culpable de tal desinfle.

Entro en  mi cuchitril, y me dirijo al escritorio, lentamente la enciendo y mientras me voy por un vaso de limonada, regreso caminando de puntitas, para que mi presencia  y la nueva adquisición no la tome de sorpresa y le produzca un apagón y en las mismas pierda la memoria y toda la información, que he dejado en sus adentros durante los siete años de estrecha relación. De ella me consta que no contará nada, ya tres veces la he puesto  a prueba y en  ninguna me ha fallado.

Saco la nueva adquisición, la armo, y la pongo a cargar, tiene la apariencia –en fifí- de un folder tamaño carta. Me dirijo  nuevamente al escritorio, y comienzo a pasar los archivos al disco duro portátil,  allí van, uno a uno en una triste despedida, abandonando su antigua casa para albergar en otro espacio, ¡andarán del tingo al tango!

Ella tiene frente a mí el monitor, lo veo, y lo vuelvo a ver, no sé por dónde empezar, pero esa desazón me está consumiendo. Toco  una a una sus teclas  temo enfrentarme al CPU, es allí donde están  archivadas mis nostalgias, mis memorias y mis más íntimos desconciertos sentimentales. Gracias a ese CPU logré comunicación con el mundo exterior, sin voz, sin imagen, a través de mis  tímidas letras.

La escucho suspirar,  y un ligero balbuceo que  logro entender a medias:” ingrata me cambiaste por una portátil”. Tal pedrada se desmorona en mi chaveta. Pero ahora debo de aguantar vara, calladita me miro más bonita. Durante siete años yo escribí, y ella  siempre me ofreció su hoja en blanco. Ahora es su turno.

“Sé que tres veces me cambiaste disco duro, y una vez monitor, dos veces me agregaste memoria, y yo estuve junto a vos al pie del cañón. En días, noches, tardes, madrugadas, semanas, meses y años. Accedí a que me incrustaras una memoria externa, para salvar tus tan consentidas letras”.

“Escribiste: cartas a amores platónicos, contrariados, imposibles, intocables e inolvidables. Escribiste: relatos, cuentos, historias, catarsis y una especie de biografía novelada. Escribiste: cada tontera que te dio la gana y yo no te dije nada. ¡Sin embargo hoy me mandas a la tostada!”

Y yo estoy ahí con mis once ovejas, escuchando tremendo alegato, cómo explicarle sin lastimarla, y decirle que su capacidad de memoria ya no da para más, que de un momento a otro me dejará huérfana de alera. Que se apagará y no encenderá más, o que tal vez, se lleve en su profundo sueño, los archivos  y mis letras. ¿Cómo decirle que su lentitud ya no me ayuda, me desespera? ¿Cómo explicarle que la llevé al doctor y me dijeron que la pusiera a dormir antes de que le diera un ataque al disco duro?

¿Cómo agradecerle la fidelidad? ¿Sus interminables hojas en blanco? ¿Sus puntos y comas? ¿Su versatilidad al ofrecerme el teclado en inglés y español? ¿Cómo agradecerle su importantísima colaboración en mi aprendizaje? ¿En mi crecimiento personal? ¿En mi catarsis y desahogo? ¿Có
mo agradecerle la rienda suelta que dio a mis sentimientos? ¡Le abrió la puerta a mis pretextos y los sacó de mi  habitación! ¡De una patada me sacudió la depresión! ¡Y me lanzó al mar abierto a que braceara en libertad! Le puso color al horizonte y pinto brochazos de claroscuro, para que no me olvidara que en la oscuridad el candil es guía. Desencadenó mis miedos y los puso en un espejo. Abrazó a mis fantasmas y los sentó junto a mi cama.

 Se lo sospechaba desde que decidí cambiarle nombre al blog. Porque comenzó a trabajar días más lenta y en otros agarraba furia, tan rápida que me dejaba silbando en la loma. Un cambio de ritmo inexplicable pero entendible. Así es que con  algunas tímidas palabras que dejo ir dentro de su disco duro, justo por el espacio en donde se zambulle el CD.

“Fuiste compañera y amiga y alera, un libro abierto con páginas interminables, tus teclas guardan el fantasma de mis lágrimas saladas; muchas veces por nostalgia, bañadas con melancolía. En los primeros años; letras de frustración y desconsuelo, de dolor y de reproche, de penumbra y desamparo.  Hablaba con mi soledad y vos venías a mi rescate, me ofrecías  tu hoja en blanco algodonada para que me lanzara al vacío, ella era mi paracaídas, siempre me rescataba”.   

Mi ordenadora de escritorio: hoy es tu día de retiro, en tu lugar llega una portátil, tal vez más  rápida y sin retraso, pero que quede de constancia que las nostalgias de infancia, duermen a tu lado. Que mis suspiros ahogados en la diáspora, fueron bien abrigados, porque cayeron algodonados en tu interminable hoja blanca. Que mis desvelos e insomnios, se colaron entre el teclado, y letra a letra marcaron, la agria vida del desterrado.

Mi ordenadora de escritorio: esto parece un velorio y no una fiesta por tu jubilación, vení te canto una canción, para no hacer tan triste la despedida, letra por letra te escribo,  algodonada en tu hoja en blanco. Los grillos cantan, las chicharras se extrañan, el lago azul enmudece junto a la noche estrellada, luciérnagas alumbran la oscurana veraniega. He andado con paso lento y firme, a veces desconsolado, en la penumbra del destierro, vos fuiste mi candil, macilenta luz que guía, mi corazón despotricado, por el nido amado, y la nostalgia pegada en la piel, que a veces sabe a hiel y en otras confusamente a miel, pero a tu lado, el abismo es menos profundo. Sucumbo,  en nublados baches de mi imaginación, y le permito al corazón, viajar en un colazo, hacia tardíos recuerdos, y regreso al pedalazo.

Mi ordenadora de escritorio: lleve  usted y cuide, mis primeras letras, versos y poemas, que se agencie el tiempo si es que puede, y el olvido se apropie, de su memoria, guarde usted aquella historia de mis tristes primeros años de exilio.

 Mi ordenadora de escritorio: ya llegó la despedida, vaya usté directo a su jubilación, que con mucha emoción la despido en esta noche, sin ningún reproche más con mí agradecido corazón ¡zón! ¡zón! ¡zón!

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Julio 20 de 2001.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Harto de tanto Rupert Murdoch, y su imperio – mafia global de hackeadores que, como buitres desalmados desgarran la intimidades de las personas, para venderlas como noticias a un publico sediento de morbo e igual de desalmado. En medio de tanto tumulto que atosiga nuestra, a veces miserable existencia; esta bella pieza: escrita contoda la sensibilidad, que solamente alguien con la misma a flor de piel, puede trasladar en letras empapadas de la mas refrescante y deliciosa poesia que, como agua magica caida dealguna nube milagrosa, humedecera nuestras aridas gargantas que el verano infernal esta achicharrando.

    Larga vida! muchacha de letras! y gracias por compatirlas, por esparcirlas por este mundo.

  2. Estimada comapense: Alabo tu imaginación y facilidad para redactar. Muchos éxitos con tu nuevo juguete. Besos, Chente.

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