The Bookstore.

Salgo del trabajo y  voy con dirección al gimnasio, hoy es día de natación. El verano ha traído consigo una ola de calor que está afectando a varias ciudades de la nación norteamericana, y cambiar el colazo en bicicleta por unas cuantas brazadas en la piscina, es buena idea. Conduzco  mi troncomóvil en la hora pico,  calor asfixiante si no se tiene aire acondicionado en la nave. Enciendo el aire acondicionado solamente cuando nos visitan olas de calor como la de esta semana.


Mi teléfono timbra, es alguien de  la librería Barnes & Noble, para decirme que ya está mi libro listo, -que acaba de llegar a la librería recién salido de la editorial, tipo  zepelín, listo para tomar con una taza de café de máiz-, que lo pase a recoger cuando guste.
Me quedo pensando… ¿cuando guste?, pues era para ayer, llevo esperando ese libro más de un mes. Y me capeo la piscina y me voy a buscar la librería  ¡y  mi libro!

Y aquí estoy, embobada en esa atmósfera mágica: que solamente dan los libros. Antes de ir a preguntar por  mi bolado,  camino en cámara lenta  entre las estanterías,  los toco, los huelo, los observo y los disfruto. Me pregunto, ¿cuántas horas habrán invertidas entre tantas letras? ¿Entre tantos tomos? Cuántas personas a través de los siglos, habrán plasmado allí: sus tristezas, sus desconsuelos, sus pasiones y la incandescencia del amor, la crudeza  de la miseria humana y  la grandeza de la imaginación.

¿Cuántas personas están allí, archivadas en las estanterías? ¿Me estarán observando? ¿Qué dirían si me pudieran ver? Seguramente: bah…  ¡si no compra no mallugue! ¡A ver al cine! ¿Y si vieran que cargo en mi bolsa mi libro de bolsillo de siempre? ¡No traer cocos al puerto! ¡Aquí no se da fiado! ¡Sólo se aceptan tarjetas de cuerpomatic! ¡Fiado, sólo en doña Yoyita!, ¿conocen a nía Yoyis? ¡Conocen a nía Yoyita!

Me despido con una hojeada, y prometo no traer más cocos al puerto y pagar en especies. Busco la estantería de los libros en español, para disfrutar del paisaje. ¡Son tan pocos que parecen días  en pampa en agosto guatemalteco! Me permito sentarme, y saludar  a Laura Esquivel  al acariciar la portada de Malinche.

Hay varias escritoras nuevas, de las que  han nacido en suelo gringo,  pero de herencia latinoamericana, sería bueno darse un colazo por esas letras, porque ellas ya tienen “la mixtura” de la segunda o tercera generación, que una de dos: o arranca las raíces de la herencia…  o las abona. Por lo general, siempre traen la  revoltura de lo anglo con lo latino, sin que se convierta en el licuado del spanglish.

Paso a recoger mi libro a caja, y lo veo justo frente a mi nariz, en la estantería de “los apartados”, el mío es el único en español. Y es que a escritoras/res, latinoamericanas/nos, ¡sería un sacrilegio leerlas/los en inglés! Lo veo desde el mostrador, tiene una hoja en blanco pegada con un clip en la pasta que  dice: I. Oliva. Atrás el nombre del libro. ¡El Cuaderno de Maya!

Pero; también, son muy pocos los libros de escritoras/res, latinoamericanas/nos,  traducidos al idioma de Shakespeare. Por lo menos en esta librería los contás con los dedos de la mano. Eso le dá veracidad a un estudio realizado, en no sé qué parte, de no sé dónde, en no sé qué revista o periódico anglo; donde decían que la comunidad anglosajona no acostumbra a leer libros traducidos a su idioma. Prefieren leer libros escritos de primera mano en inglés. -¡En eso nos parecemos!-

Hay una enorme cola por  pagar, ¡nunca vi en Guatemala una cola tan larga en una librería! Gran diferencia de  culturas sin la menor duda. Somos un pueblo que no lee, -que apenas sabe leer y escribir- salvo los mensajes de texto en el celular, en el correo electrónico y en el jetabook.

El mundo del cine  de cuando en cuando interfiere con el de los libros, cuando  en base a estos se realiza una producción gigantesca el estilo Hollywood.
Para finales de agosto, se estrenará The Help, un libro sumamente conmovedor, que trata de las mujeres afroamericanas que en las década de los ´70s laboraba en el servicio doméstico en Jackson, Mississippi. La primera novela de una escritora que lleva en su letra la necesidad de exponer y revelar, -aún 40 años después- la miseria humana, de la mayoría de empleadoras “blancas”.

La mitad de la gente que está en línea de espera, vino a comprar ese libro. Tan conmovedores y llenos de coraje son los “cortos” que está
n pasando en televisión, que la gente se ha volcado a las librerías a leer la ficción –basada  en la historia- de Kathryn Stockett. Que curiosamente nació y creció en el lugar en donde toma vida la novela.

Lo terminé de leer la semana pasada, y lloré podría decir que todas sus páginas. Pero también reí. Me armé de valor, quise saltar el cerco de la imaginación y el tiempo, y caer en aquel poblado en aquellos años, para confabular en la “dulce venganza de una patoja blanca, hija  de madre y padre blancos que se atrevió a escribir un libro llamado The Help para denunciar las atrocidades, que sus propios padres y la comunidad en donde vivía realizaban contra las mujeres “negras”          que les limpiaban sus casas y cuidaban a sus hijos mejor que sus madres”. La revelación, la voz,  y la valentía de aquella patoja que soñaba con ser escritora… la hizo realidad a pocos años de que Rosa Parks, se atreviera sentarse  en un lugar destinado para personas de “color blanco”.

Definitivamente se ha avanzado mucho de cuarenta años para acá, aunque el racismo ha estado solamente durmiendo, de  vez en cuando lo hacen bostezar, pero vuelve a dormir la mona. Mientras lo hace; las personas  que no somos de color blanco, nos permitimos pensar que estamos viviendo en una nación en donde no importa tu lengua materna, tus documentos legales, y tu profesión u oficio. Basta una nueva ley migratoria, para que despierten al monstro que representa esa palabra de siete letras: racismo.

Un libro convertido en película, que seguramente moverá masas, por la pura curiosidad, no por la necesidad de educarse y aprender, de las atrocidades cometidas en contra de la comunidad “afroamericana” en aquellos años. Por curiosidad y no porque quieran ir a observar la labor importantísima que ejercemos quienes limpiamos casas y cuidamos crías ajenas. Dándoles lo mejor de nosotras.

Mi jefa (gringa) –a quien le limpio su casa- quien  puso a mi disposición toda la librería de su casa y recomendó la lectura –obligatoria- de este libro, ya me sentenció algo parecido a esto: We will go to see the movie togheter!  Ya me imagino ese par: ¡la gringa con su empleada doméstica, viendo juntas  una película de ese calibre! Yo le dije que ni de loca voy con ella ¡porque seguro que se suelta en llanto y luego quien la para! ¡O porque irá a aprender mañas de jefas blancas! ¡Porque después no va a querer que yo me siente en la taza de inodoro! Como justo les pasó a  aquellas mujeres afroamericanas: ¡que no les era permitido utilizar el servicio del retrete de las casas en donde laboraban!

La música en la cafetería de esta librería está de campeonato; un violín llorón que  con su melancolía, aruña el agónico ocaso color flor de fuego, que comienza a caer en pedazos sobre el lago artificial que ronda el edificio de la librería.

El olor a café recién hecho –en esas máquinas instantáneas- aromatiza las teclas de mi ordenadora portátil. En la mesa de enfrente yace una joven que ronda los treinta años, seguramente espera a alguien que ya se retrasó,  porque no deja de voltear hacia la entrada de la librería, tiene un libro  en sus manos que ojea de cuando en cuando, se ha tomado ya  tres vasos –de papel fifí- de café con leche. Un grupo de hindús, trajeados             que también llevan The Help en sus manos, compran café helado un unos cuantos pedazos de pastel de zanahoria. Todos sacan sus mini portátiles,  -del tamaño de un cuaderno- y se lanzan de panzazo a la profundidad de sus propios abismos, olvidándose de: el violín llorón, el atardecer que se desmorona lentamente y cae sobre las tibias aguas del lago artificial y de esta guatemalteca que escribe con dos dedos porque no sabe –por cleta- utilizar el teclado correctamente.

Otro grupo de adolecentes “anglos” beben licuados de frutas con proteína,  con los dedos clavados en los teclados de sus teléfonos celulares, aprovechando que aquí hay WI-FI gratis. Llevan en sus manos la despedida escrita de la colección que dio vida a Harry Potter. Un grupo de mujeres asiáticas que acaba de llegar,  hablan en mandarín, unas apartan dos mesas mientras las otras se dirigen a la cafetería, piden café helado y Bagels con queso crema.   El silencio se rompe de cuando en cuando, debido a la vibración de algún teléfono celular o cuando alguien logra salvarse del mundo de las portátiles  y alza la voz en busca de contacto humano.

Y yo: yo que  ya tengo mi nueva adquisición literaria  en mis manos,-¡también hambre!-, ¡y el maletín con  mi calzoneta burlada en el baúl del carro!  El cielo cambiante  constantemente, en el ventanal se acuestan pequeñas pinceladas de un anaranjado  color; jocote de corona maduro.

El tiempo sigue su paso galopante, un señor de tercera edad se acerca en busca de una silla; se sienta y   lee una revista de automotores, otro hindú se come un helado mientras teclea en su laptop, la joven de la cafetería seguramente tendrá inflamados los pies, lleva desde la mañana: sirviendo café, licuados y pastelitos.  El violín sigue desconsoladamente llorando en su agonía, las l
uces recién se encienden iluminando magistralmente el mural que te lleva a mundos desconocidos… y el ocaso veraniego, pinta brochazos morados color atol shuco.
  Y yo: yo  le pongo punto y final a esta tarde en The Bookstore y apago mi ordenadora portátil.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Julio 19 de 2011.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Estimada comapense: Ya te lo he dicho muchas veces, pero no me canso de repetirlo: admiro tu facilidad de expresión escrita. Eres una escritora nata. Dedicate a escribir novelas. Un beso, Chente.

  2. Estados Unidos, es un pais con una sociedad profudamente racista, cuyos inicios como nacion, se fundamentan precisamente, en la practica del racismo, claro que se ha logrado avanzar, sobretodo, en cuanto a la disminucion del tono y de cambio de actitudes relativos a este fenomeno, aunque erradicarlo totalmente es algo muy distinto.
    El racismo, es un tema con tonalidades muy complejas, y hoy en dia casi nadie acepta que se le llame racista, pues se percibe como una ofensa por parte de la persona o los grupos a quienes se les endilga dicho termino.
    Lo cierto del caso, es que; el racismo, como mecanismo discriminatorio y de control social, esta presente en todos los ambitos de la sociedad Norteamericana, y su manifestacion es tan variada, que ya no es necesario manifestarlo tan abiertamente, pues bastan los gestos o palabras mas sutiles para agredir emocional o psicologicamente a aquellas personas que, por su origen etnico o el color de su piel, son vistas como inferiores. Lo anterior tampoco quiere decir, que no se den practicas abiertas de racismo, como es el caso de las detenciones arbitrarias, que la policia ejecuta en el Subway en Nueva York, en contra de decenas de jovenes afroamericanos y latinos bajo el pretexto de combatir la criminalidad.

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