Chicago con Viento en Contra.

Soledad no te marches
Te quiero conmigo
Sólo por hoy
No sé ni dónde esconderme
Mejor me despido
Mejor me voy.
Tarde-noche  en la Ciudad de los Vientos,  estoy terminando de nadar,  agarro mi libro en turno y me voy para el sauna a terminarme de relajar, en esas estoy cuando de pronto, salido de la nada se aparece frente a mí un cuate, sólo para darme carreta, me cuenta que en la noche  estará Viento en Contra, en concierto. “¿Vamos Ilka?” “¡yo la llevo y la traigo de regreso!”  Me quedo craneándola, fue un día pesado en el trabajo, gracias  a la natación logré relajarme y estoy que me duermo en ese mismo banco dentro del sauna. “¡va decídase pues parece quinceañera!”, pero es que  no ando preparada, ¿quiere que me vaya en pantaloneta? El tushtero  decide darme 15 valiosos minutos de ventaja, él se arreglará en el  Gym y yo salgo echa pistola para la casa, encima de la calzoneta mojada me metí la pantaloneta y con yinas aceleré el automotor.

No ha pasado ni un minuto de haber entrado a mi chante, cuando mi teléfono celular comienza a timbrar, es El Tushtero para decirme que ya va en camino para mi casa, así es que despepitata me baño,  y agarro la primer mudada  de ropa que está a la vista,  terminándome de dar la garra de tigre estoy, y él estacionándose frente a mi choza, y nuevamente salgo echa pistola y casi rodando bajo las gradas del edificio, y llego hasta su tronco móvil con el corazón a punto de lanzarlo de un escupitajo.
Sería muy especial
Saber cómo olvidarte.
¡Qué tu maquillaje ni pura estaca!  Ni tiempo de peinarme me dio, así que con todo el charral tipo escobillo, asaltamos las calles –hoy veraniegas- de la tierra de Ernest Hemingway. En el camino nos topamos de pura guasa, con una panadería guatemalteca, y al pedalazo me apeé, aprovechando la ocasión, ¡y compré hasta Shecas! –Imitación va-.

Llegamos al recinto, y por primera vez viví eso de “con cuello y conectes”, porque como iba con El Tushtero,  mi entrada fue de grolis, es más; me sembraron como parte del equipo de logística y promoción del evento, -shute que es la mara va cualquiera que  me hubiera visto diría “esa Negra de seguro es su gata”-.  Porque abundan las patojas que andan con tu etiqueta de “carnadas” “véanme que aquí estoy” “¡que alguien me voltee a ver por favor!”
A todo estoy y mientras desfilan los grupos que abren el concierto,  yo haciendo cuentas que a esas horas de la noche ya estaría a culumbrón en mi camita, ¡pero qué si en Chicago la noche apenas está tiernita!
Perdida entre la oscurana de y la humazón en aquel recinto, siento una mano peluda que me agarra de la mano y me lleva a estirones  hacia atrás del escenario, y  una voz que me dice: ¡venga le voy a presentar a los patojos de Viento en Contra están en el camerino!
¡Juepúchica!¡Enmudecí! ¡Me entró la tartamudeadera! Pasamos sin ningún problema el muro de seguridad que cuida la entrada del camerino. Y yo espantada de cómo las puertas se abren cuando  una va a la par de un Tushtero. Así, como si en el patio de mi casa estuviera arreando gallinas.
Yo debo de confesar que con el Rock paso, pido pelo,  no soy fanática de esa música, salvo de algunas canciones, pero contadas con los dedos de la mano. A los patojos los escuché en Guate, pero igual no eran parte de mi mundo musical y por lo mismo, sus canciones no las sé.

Viene el Tushtero y me presenta con ellos,  los lindos relajadísimos con una cubetononona de cerveza,  -para calentar ¿o enfriar?, las cuerdas (lazos) bocales de seguro-.
Rodeados de su equipo de trabajo, compartieron algunos minutos conmigo, quise convertirme en reportera y periodista y saquerles hasta el número de placa, pero no sabía de su mundo, así que mis preguntas fueron ligeras, más que todo de cómo se sentían en Chicago, hacia dónde irían después. ¡Aclaro a esas horas yo andaba en mi sano juicio!
Me despido de ellos, quedando con un buen sabor de boca.Me alborotó la nostalgia su acento chapín.
Salgo de nuevo a encontrarme con el público que ya está encendido esperando  a Viento en Contra. Y entre la multitud me encuentro a cuates que tenía años de no ver; un escritor, poeta y pintor además  Rey Feo  huelguero de por allá de Quetzaltenango,  me les fui encima tipo avioncito, poco faltó para que me hicieran estrellita, que muy bien se hubiera podido, camuflajeada por el alboroto de la mara coreando las canciones de Rock.

Con aquellos: de ley,  y sin oponer resistencia me pasé la segunda  bebida espirituosa, ahí ya más relajadita, con una hora de natación, una de sauna y dos  aguas relajantes, como que quise cantar las canciones,  y bailarlas, pero me di cuenta; en el lugar, que esas no se bailan, por el contrario, ¡se saltan!
Y ahí está pues, con sus once ovejas, la trovadora vestida con pantalón de lona y botas vaqueras,  haciendo estiramiento, para la saltada que vendría a continuación.

Al filo de la media noche –cuando yo ya debería ir mínimo por la segunda vuelta de mi quinto sueño-  sale al escenario Viento en Contra, no sé de dónde, ni en qué momento las sacaron, pero por los brazos de la concurrencia comienzan a pasar de mano en mano, dos banderas de Guatemala, lo único que yo distingo entre la oscurana y los luzazos que se encienden y se apagan al ritmo de la música, son botellas de cervezas y un  resto de greñudos que saltan  con el mismo ímpetu como si estuvieran en la cama elástica de La Aurora, o en Esquilandia.
Medio mundo saca sus celulares, ¡qué tu frijolito! Son  Blackberry, iPhone y Androide, tomando video y fotos y de una vez los dejan ahí con la luz encendida simulando candelas de posada navideña: esos celulares maravillan con la cantidad de tecnología que está al alcance de  la mano.
Yo con el culito de mi bebida espirituosa en la mano,  me animo a saltar y a desgreñarme el pelo que ya lo tenía agarrado con una cola.
Y solo voy a tomar
Para embriagarme
Y tal vez olvidar
Como yo te amé
Y de cómo te pude besar
Y de cómo pude abrazarte
De que me sirve extrañar
Si me embriago te pienso más
Toda mi vida pasa enfrente
Y si el último me hará olvidar
El último trago lo tomo yo.

Anonadada me quedo al ver que la mayoría de aquella mara saltando, es gente de Salcajá, yo me imaginaba que encontraría gente de la capital, y sí, pero muy poca; Xela se llevó el premio.

Me percaté que quienes llegaron al concierto, fueron personas que no pasan de los cinco años de estar viviendo en USA, lo notás al chilazo, su forma de vestir, su comportamiento,  su forma de hablar, el acento, la nostalgia a flor de piel.

Después de dos horas de canciones, que la gente coreaba a gritos, entre  empujones y  nostalgias,  los patojos entonan  El Último Trago, y esa sí la canté y grité, fue la única que supe. El concierto llegó a su fin. Y los patojos de Viento en Contra, abandonaron el escenario.
La multitud grita, ¡otra! ¡Otra! ¡Otra! Pero se queda en  veremos, porque el lugar tiene orden de cerrar puertas a las dos de la mañana.

Nuevamente la mano peluda me toma por asalto,  yo entusiasmada pensé que era la de un morenón que entre la oscurana –con visión infrarroja- lo tenía en la mira (con cariño) lista para meterle zancadilla  y que cayera en mis brazos y si por la humazón y la amontonazón  necesitaba aire  yo encantada practicaría el RCP. Pero me vi obligada a realizar un  aterrizaje forzoso  cuando escuché de nueva cuenta la voz del Tushtero, diciéndome: ¡Morena, píquele! Y arrastrada entre la oscurana fui a dar  Again al cameri
no de las estrellas de Viento en Contra.

Para este segundo encuentro fue necesaria la tercera bebida espirituosa, y abuelitas, fue una de la cubeta que estaba  hasta con copete,  en cuestión de segundos, se llenó el camerino, entre mara que llegó en calidad de “majestad”. Ya sabés vos, por burocracia  “y residencias, Green Card, cuellito fino en  la camisa y blusa de seda italiana”. 

De esa mara que viene a estudiar con beca y que vive en las cercanías del Down Town, egresados de universidades privadas y que  conducen carros del año por la orilla del Lake Shore Drive. A quienes papi y mami les pagan sus vacaciones de seis meses en tierras gringas.   Alguien me presentó como escritora,  y preguntaron a qué me dedicaba, les dije “limpio casas”, los ojos desorbitantes por poco se salen de la cuneta, esa gente de tacones finos,   y camisas francesas y sacos caros,   ¡no podían creer que estaban conversando con una limpiadora de casas! ¿Y será cierto que escribirá? Se han de haber preguntado. Pero los dejé con la duda. Aclaro: no tengo nada contra ese tipo de personas, ningún tipo de resentimiento,  pero no soporto ni tolero que por  pertenecer vos a la clase obrera, te vean por debajo del hombro.
Otros pisados aferrados  que por ser sobrinos del tío, del primo, del prense del segundo esposo, de la amante de algún conocido del dueño del lugar. Y yo: por ser la cuata de, El Tushtero.
Ya más relajados y entre que aquellos firmaban autógrafos y discos, las cervezas pasaban de mano en mano,  yo con la tercera bebida  me di por bien servida, porque con la cuarta me da por bailar la danza de los siete velos, en las mismas  me agarra ataque de risa, sueño y me da por llorar. ¡Cuando necesités quien te anime las fiestas ya sabés va!
Así es que en esa habitación hay de todo, las típicas patojas que llegan con vestiditos cortos y tacononones y enseñando pechuga, sin dejar ya nada a la imaginación del pobre hombre que de por sí, anda atrofiado.
La foto con los cantantes  y más de una se ofrece sin ningún tipo de sutileza a “darles jalón a su hotel”,  pero aquellos de seguro acostumbrados a tratar con esos asuntos, con educación y amablemente responden que gracias pero que no.
La charla con los patojos de Viento en Contra me terminó de relajar, hacía tiempo que no escuchaba ese acento que me hace viajar en el tiempo.  Ya entrada la madrugada y a punto de salir la alborada, fue de lo más delicioso, todo en una camaradería, jocosidad y ambiente, que me hizo sentir en Las Cien Puertas, allá en el Portal del Comercio. Los chistes y bromas en doble sentido, el VOS tan necesario y disfrutable. 

En marita salimos del camerino, y nos despedimos en la puerta de aquel centro nocturno, que fue testigo del derroche de talento que nos regalaron los patojos de Viento en Contra.
Una noche  veraniega para no olvidar.
Mareada conciencia
Me da vueltas y no dejo de pensarte
Hey! mejor le mando mis saludes
Hey! mejor le mando mis saludes
Salud! Muy bien.
El Útimo Trago. Viento en Contra.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
18 de junio de 2011.
Estados Unidos.

4 comentarios

  1. algo tenemos en comun… la tercer bebida.

    Yo con la Cuatro antes me agarraba la lloradera, ahora como que me enojo y pido otra para demostrarme que me vale madre todo el pasado.

    Ya con la numero 6 soy otra persona, incluso la mesera me dice «ya llevas seis…», porque la ultima vez que me pase, hasta le pegue un botellazo a ella.

    Un showsito de vez en cuando es bueno, que se repita!

    Y su nuevo estilo de poner entre lineas palabritas-pensamientos, me llega…

    Esta madurando la escritora.

    Saludos

  2. la nostalgia una de las mejores amigas de quien letras chorrea a dedos en vuelo… hay cosas que conectan con pasados… las cien puertas ya no es lo que era… asumo que lo visitó hace una década… o me equivoco?… con lo de la gente que mira sobre el hombro… algo les falta, y con la gente que escribe bonito es conocerles con ese ojo apasionado por la vida, olores, sabores, colores, ritmos y texturas y sobre todo con lo que es una mezcla de todo y en manos de alfarero se transforman en letras rítmicas que bailan sin chelas…=)

  3. Que tal Ilka, es increible como viviendo yo, en la propia Guatemala, me haces sentir una nostalgia de mucha distancia. Tu manera de escribir mueve muchos sentimientos..abrazos de iximulew

    Fernando Us

  4. Buen resumen Ilka!Yo estube en el concierto tambien, mi nombre es Carlos Jimenez originario de Pasaco, Jutiapa! Saludos! cjimenez1984@hotmail.com

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