Con señales de humo.


 Mi marita de 6to. «B»

Decidí, que hoy no escribiría, que dedicaría mi tarde a leer, acostada sobre la grama del parque que queda frente a mi casa, desplayada bajo la sombra de algún cerezo y atolondrada por el  perfume de los rocíos –rosas-  en flor.

Pero  eso de escribir es cuando asaltan las ganas –como en el amor-, ¡es en ese momento o ya valiste pura estaca!
Según yo me llevaría mi  michelada con hielito y todo y levantaría campamento en territorio de patos y zancudos y mosquitos. Pero la catarsis me llamaba. Y aquí estoy dundeando… bajo el bochorno veraniego.
Gracias a la tecnología de las redes sociales… he vuelto a reencontrarme con mi camada de la Gloriosa Escuela Normal de Educación Física. Ellas y ellos conocen los años más negros de mi adolescencia. Tal vez no de mi propia boca,  creo que en pocas ocasiones me vieron “de bajón”  siempre   me caractericé por ser “cuenta chistes” y “actriz  de comedia”.
Pero en  mi grado, ¿quién no lo era? Si toda la mara de la sección “B” éramos canelitas finas. ¡…Uta ma…! Como que nos hubieran escogido y puesto en una red  y aventado al  salón, ¡de la camada picada con chichicaste!

Precisamente en esta semana  iniciaron los juegos ENCEFISTAS, una semana de participaciones deportivas entre secciones y grados,  para celebrar el aniversario de mí Gloriosa ENCEF. En mis tiempos sólo existía la central  ubicada a un costado del Mateo Flores. Hoy en día bendito sea Dios, hay en la mayoría de departamentos. La muchachada ya no tendrá que viajar en calidad de bulto a la capital y rentar cuartos de mala muerte. ¡Me llena el corazón esa noticia! Porque fui testigo de las miserias económicas con que muchas y muchos se graduaron.
75 años de mi ENCEF,  galardonada con La Orden Al Quetzal, hubiese querido… -¿tantas cosas que hemos querido los humanos verdad?- estar allá, en mi PATRIA para asistir al baile de cierre, amenizado por la FM DE ZACAPA, en  uno de esos hoteles de la zona viva.

Y reencontrarme con mi pareja de baile predilecta. ¿Quién se recuerda muchá? Merengue… merengue… ¡rompe cintura!
Gracias: es una palabra que suena en algunas ocasiones cursi, en otras Ad hoc, muchas veces la pronunciamos por salir del paso, o como muestra de educación, pero en muy pocas, la pronunciamos cuando sale del fondo del corazón.
Hoy yo a ustedes les digo GRACIAS con el corazón desnudo.
Nunca he ocultado que en mi educación formal tuvieron que ver muchas personas –la mayoría de ellas fifís, después contaré de ellas-, sola no lo hubiera podido lograr, sola jamás me hubiera graduado de MAESTRA DE EDUCACIÓN FÍSICA.
A la mayoría de ustedes –mi marita de la ENCEF- les sorprende que  siendo tan hiperactiva, pueda escribir, ¿de dónde la Negra tiene un blog? ¿A qué horas le dio por escribir que  no nos  dimos cuenta?
Ya ven… la vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida…   es una herramienta: debido a mi hiperactividad y necesidad de  comunicación, converso con la hoja en blanco.
En aquellos años, que en mi vida fueran  sumamente oscuros,  de sacrificio y  de pocas probabilidades de superación, aparecieron ustedes: mi grupo  y también las patojas  de los años superiores. –Las de quinto-.  Lo de las relaciones interpersonales se me daba muy bien, hoy no tengo la misma seguridad, me he vuelto cavernícola,  hablo sola,  a veces con el espejo, en muchas otras con los árboles de la reserva forestal, y en la mayoría de ocasiones con esta hoja en blanco.
Pero por medio de esta misma hoja en pampa –es decir en blanco- me he permitido dirigirme a ustedes con quienes conviví;  en los años más lúgubres de mi desatinada vida. Sí, porque soy una persona con altibajos diarios, emocionalmente  inestable, hormonal, con vacíos existenciales que no pretendo llenar pariendo y criando. No es justo para las crías ni para mí.
Las naranjas con pepita, ¿las recuerdan¿ esas naranjas peladas con pepita y sal y chile, ustedes   no tienen ide
a, la magnitud de ayuda que me brindaron comprándolas. En esos días me daban las cinco de la mañana en la parada de buses de mí Ciudad Peronia, sin un quinto para el pasaje, a esas horas de la madrugaba me iba de puerta en puerta,  preguntando a vecinas si me  podían prestar para el pasaje del día, prometiéndoles  que sin falta en la noche les devolvería  el préstamo, así es que con esos cinco quetzales que ellas me prestaban,  con la mitad pagada el pasaje y con la otra, pasaba al mercado La Placita  -quemada- a comprar naranjas, sal, pepita y chile, al llegar a la escuela la señora de la cafetería me prestaba su cuchillo y yo me sentaba en el corredor a pelarlas, las mismas que ustedes compraban a la hora de recreo. Con esa acción  sin saberlo, estaban contribuyendo a mi educación.
Las fotocopias: ¿quién las recuerda?  Sí, las de Didáctica de la Educación Física –con su tío Zamora-   mi hermana en su trabajo pedía permiso para sacar las fotocopias y yo se las vendía a ustedes  cada una a 3 centavos más barata de lo que la podían comprar en la  fotocopiadora ubicaba sobre  la 12 Av.  Con eso ustedes me ayudaban, para sacar para el pasaje de la semana y para comprar  las calzonetas para natación y leotardos para Gimnasia Básica.
Sí, y gracias a mis relaciones interpersonales de aquellos años,  cuando llegaba el mes de mayo y yo sin calzoneta para natación, porque no me alcanzaba el dinero para comprarla, llegaban mis rescatadoras, las chicas de quinto año, -después en sexto-, sin tapujos y sin miramientos, sin individualismos, me  prestaban sus calzonetas para que no me quedara sin recibir la clase de natación en la piscina olímpica.   
Así somos quienes estudiamos en esa escuela, hermanitas y hermanitos de leche. Ahí vos mirás tetas y pitos por igual, sin el menor grado de asombro y morbo.
El novio: ¿alguien recuerda a mi novio de aquellos años? Pues solo sirvió para que la psicóloga de la escuela llamara a mi mamá a una reunión urgente. Osea, toda la mara tenía  derecho a tener novio menos yo. Cuando a la Ilka se le ocurrió tener uno, todo mundo pegó el grito en el cielo.

Camuflajeo,  me confieso ser una mujer muy poco –o casi nada- femenina, detesto las pinturas, los aretes, y esos sostenes que te ciñen  la espalda pero que te dejan bien parada a la hora de una confabulación contra el sexo opuesto.
 Yo soy como soy y si les gusta lo que ven a primera instancia bueno, sino pues a votar pulgas  a otro petate. No aparento, no confabulo,  no meto zancadilla, pero  me permito ser, y eso tiene sus consecuencias… no todo mundo te acepta tal cual sos.
No soy exhibicionista,  en muy pocas veces me han visto de la mano con alguien,  y es lo complicado de la vida, que encontrás con quien retozar dentro de cuatro paredes, pero son escasas esas personas con quienes vos sintás la libertad de salir  y bajo los rayos de sol caminar sin rumbo, por  la pura satisfacción que da la libertad de amar.
Así que cuando a mis 17 tuve novio, me gané las porras y los aplausos  de la sección. -¿se recuerdan del fulano guapote?- yo estaba feliz con aquel hombre velludo como mono, me enloquecía el tipo y esos sus abrazos de oso que me envolvían completita. Así que al ver tanta emoción de mi parte la famosa psicóloga  -porki- de la escuela llamó a mi mamá, para “ponerme el dedo”  pero siempre he tenido algo,  voy de frente y le digo a mi mamá: “mama fulano quiere ser mi  novio le voy a decir que sí,  pero te estoy avisando  primero para que no  lo sepás por otras bocas”. Siempre, siempre, doy la cara, ¡por eso me llueve doble!
Así que mi mamá ya enterada, cuando la psico le dijo,  que muy probablemente yo perdería el año escolar por andar enmielada con el fulano,  mi mamá le dijo: “que muchas gracias no se preocupe, ella sabe que si pierde el año escolar la cuelgo de cabeza de la viga más alta de la casa y le quemo los pies con leña verde”.
Con el fulano era de abrazos y besos  -¡ahora me lo pusieran enfrente!- y todo acabó cuando intentó ir a pedir permiso formal a mi casa,  entré en pánico y lo dejé plantado con todo y mamá  y ramo de rosas, en la parada de la Avenida Bolívar.  Me pasa siempre, cuando veo la cosa en serio me las pelo. Así que desahuciado; el día lunes, el hombronazo velludo y corpulento, de ojos color  miel y piel bronceada; me mandó por  un tubo. ¡Y con toda la razón! En aquellos años yo no estaba preparada para amar – y no sé si lo esté ahora- en mi cabeza había tanta oscuridad.
Hoy –como siempre- yo no prentendo adornar mis letras, hay momentos en los que se tiene y debe que agradecer,  hoy es el mío,  por medio de este blog,  desde tierras lejanas, desde el verano soleado, pero  desterrado al fin.
Las apuestas: ¿quién las recuerda? Esas que hacía cuando caminábamos sobre la 18 calle,  las patojas me apostaban a que yo no iba a saludar a los patojos guapetones del Mateo Perrone. La apuesta consistía en que si lo lograba, me ganaba una semana gratis de almuerzos en la cafetería de la escuela o bien la del Gimnasio Teodoro Palacios Flores,  ´ombre…  ¡comer en cafetería por una semana! Así es que sin ningún tipo de temor, me acercaba a los guapotes y les decía la verdad –si vos hablás con la verdad siempre, lo demás dejálo al río que fluye-  que si ellos las saludaban, yo me ganaría una semana de almuerzo gratis: y ellos encantados…

Así fue como en muchas ocasiones me gané almuerzos de lujo. Cuando los míos consistían en un aguacate, tres tortillas y un manojo de rábanos. O bien  el manjar de doña María la de los chuchitos del la esquina, en el Tanque.
Hoy; tengo tenis Adidas que  en aquellos años fueron inalcanzables, calzoneta, gorra y lentes Speedo,  pero nado sola en la piscina del un gimnasio gringo, en donde la gente me mira como animal raro. Se preguntarán, ¿qué hace una latina nadando? ¡Y los cuatro estilos!

El agua es aclimatada,  en verano y en invierno. Pero aún nadando burbujeando dentro del agua, volteo a mí alrededor, y no veo más que gente desconocida, que habla idiomas distintos. Así es el exilio: una cosa por otra.

Cambiaría mis tenis Adidas,  y toda mi indumentaria Speedo, si tan solo pudiera hacer magia para lanzarme de panzazo con calzoneta prestada, sobre las frías aguas de la piscina olímpica de mí Guatemala. Y hacer “la shuca” en la fosa.

La lloradera en Los Cines Capitol: ¿Titanic quién la recuerda? Justo cuando salió Titanic, y los famosos miércoles de dos por uno –malaya aplicara aquí también-   y justo el día de pago, después de cobrar el cheque en Banrural en la zona uno, allá cerca de Correos, nos íbamos a comprar Pollo Campero,  y me recriminaron siempre porque yo me iba enloquecida a la librería Loyola a comprar de a poco la colección de, Libros de Ayer y Hoy.  Veía cómo se atipujaban el pollo,  a todo esto yo llevaba  el bolsón lleno de libros.

De ahí jaleas para el cine, Titanic la vimos cinco veces seguidas, es decir cinco miércoles, y las cinco veces lloré como Magdalena, sin embargo no por la muerte de Jack, sino, porque era la primera vez que yo iba al cine, a mis 17, y me maravillé con ese mundo de pantallas, butacas y sonidos… de la emoción lloraba.
Todas las noches al regresar a mi casa, daba gracias al Creador por tenerlas/los a  ustedes,  porque de una manera u otra, agenciaban mi educación de diversificado, ustedes también tienen su granito de arena en la contribución, de que yo hoy en día sea Maestra de Educación Física.

La Escuela Normal Central de Educación Física: en ella aprendí a valorar el sabor de un aguacate, y la diferencia con un almuerzo de cafetería en los días de suerte, a nadar con calzoneta prestada,  a correr con las tripas vacías. Aprendés a educar, a ser instrumento, a trasladar tu conocimiento, a empujar a la niñez y juventud hacia una cultura de ejercicio físico, de amor al deporte y del juego limpio.
Mis desvelos y mis insomnios, tenían nombre propio: graduación. Tan lejana e inalcanzable en aquellos años. Pero más que eso nunca he olvidado que  solas; mis alas hoy en día no podrían surcar el cielo desnudo. Ustedes ayudaron a fortalecerlas.
Nunca se sabe si el mañana amanecerá, igual se puede parar el reloj bilógico, cardiovascular –o como le llamen-  en la oscuridad de la noche, y no veás la alborada de  un nuevo día. Pero no les escribo por el temor a no ver la alborada, sino porque mi corazón me grita, y la conciencia me lo exige.
Desde el autoexilio, lean estas letras, sin adornos, sin barniz, sin galantería, tan simples y puras, porque así de limpias nacen de mi corazón desterrado.  G r a c i a s.  Mi amor y mi lealtad siempre, secretos de estado –estilo perulero- quedaron enterrados en las viejas aulas de la anterior escuela. Como las bromas, y cuentos y chistes. Los prenses, soques, trinques, agarres y tocaderas.  Hacia allá vuelen mis nostalgias… Y hacia ustedes llegue  tartamudeando al estilo metralleta, mi agradecimiento con señales de HUMO.
-He aquí las respuestas a muchas de sus dudas e interrogantes-.

 Las confabuladoras de quinto año.



Ilka Ibonette Oliva Corado.
Junio 12 de 2011.
Estados Unidos.

2 comentarios

  1. Ilka un abrazo, cuando leo tu blog veo lo interesante que sos y lo poco que te conoci, bueno pasamos tanto tiempo juntos molestanto pero poco tiempo conociendonos, con lo del panzaso en la piscina de la z. 4 me apunto, yo tambien tengo algunos años de no probar esa piscina… lo de la fiesta del Proximo 22 miercoles ahi tratare de mandarte fotos para que no perdas detalle.

    Saludos desde el Pais de La Eterna Primavera, de la marimba,del quetzal y de las Guapas Mujeres…

    Maco.

  2. Y entonces que paso con el novio?

    Ni modo que ya nunca lo volvio a ver…

    Gracias a ud. por ser parte de mis lecturas dominicales.

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