El Matilisguate Florido.


Vista desde la cima del volcán Culma en Jutiapa. 





Para finales del año pasado, un amigo que inició siendo lector de mis letras, me pidió mi dirección física, para enviarme una sorpresa según él que me encantaría recibir, la única pista que pudo darme fue: “trae el olor de la tierra que te parió”, conociéndolo, sabía que hablaba de Jutiapa. Por más que quise averiguar de qué se trataba, no pude, así es que me senté a esperar y a revisar día tras día durante tres semanas, la cajita del correo, ubicada en el edificio en donde vivo.

Ni cachas del mentado asunto que me había enviado. Pasó enero y entró febrero con sus inigualables tormentas invernales. Y el volado nones de llegar al correo. La tormenta invernal de los primeros días de febrero ayudó a que el asunto se traspapelara entre los innumerables paquetes por entregar del Post Office. Finalmente llegó la nota con el aviso, de que fuera a recoger el paquete a la oficina del pueblo en donde vivo, así lo hice, emocionada esperé media hora a que abrieran la oficina salí y mientras caminaba hacia el estacionamiento, abrí el famoso paquete, dentro había un libro nuevo con olor aún a tinner de la impresión. Me pareció el olor a tinner que se utiliza para lograr sacar la copia de algo, sin utilizar el papel pasante.

La portada  de una fotografía de una casonona de teja y calle de adoquín, convirtió aquella mañana fría, en una árida y típica de la campiña oriental, leí  con los ojos llenos de agua, el título de aquel empastado: Crónicas Y Tradiciones Orales de Jutiapa. El agua acumulada en el umbral de mis ojos, salió como represa rota, empapando mis mejillas congeladas por el frío.

Inmediatamente llamé por teléfono a Marvin Najarro, mi amigo y fiel lector, y le di las gracias emocionada, por ese regalo tan bien escogido, era como una caricia, un piojito, desde la árida Cuna Del Sol.

Con Marvin, inició una amistad, cada vez que comentaba en mis blogs, hasta que me atreví a pedirle su número de teléfono, para hacer aquellas conversaciones cibernéticas, por lo menos reales en cuanto a voz.  Es oriundo de Jutiapa (cabecera) y al igual que yo añora su paladar pueblerino: las flores de izote, los tazcales, la chicha y el mozote de los potreros, las aguas del Río Paz y el canto de pijuy al atardecer.
De Marvin he aprendido mucho, él me habla de la Jutiapa de su infancia y juventud, esa que yo no llegué  a conocer porque todavía me encontraba en la rabadía de mi papá, en nuestra conversaciones telefónicas se cuelan la nostalgia, los aromas, los sabores, los colores, los sonidos de un pueblo que en confabulación del viento, nos envía de cuando en cuando, un saludo a la distancia.

Marvin vive perdidamente enamorado de Martina, debo de confesar que yo también, vivo enamorada de ella, es una mujer tan distinta a mí, la típica jutiapaneca, arrecha, valiente y trabajadora. Cómo quisiera yo no ser tan cobarde y parecerme tantito a ella, y aunque somos de pueblos muy cercanos, ambas de oriente, no le llego pero ni a los talones. Es por eso que necesité crear un  personaje tan distinto a mí, para contar historias, tal vez en un dejo de locura y de ensoñación, procurando cambiar aspectos míos  que hay ayudado  a que mi andar por éste mundo se haya tornado algunas veces complicado.

Ese temple suyo, esa fuerza interna, su decisión irrevocable, con esa sensibilidad a flor de piel, sí, quisiera hacerle cambio mi debilidad por su sensibilidad, sus decisiones irrevocables por mis indecisiones, quisiera poder tener el valor que ella tuvo de un día, cambiarse hasta el color del pelo, yo no he llegado a hacerme más que un par de rayitos, focazos o luzazos, parcos y descoloridos. Al igual que ella, deseo irme de compras a esas tiendas de lencería y regalarme  un par de sutilezas nocturnas que acaricien con sus encajes  mi piel. Pero es que soy una mujer tan poco sensual, que temo verme de payasita con un conjunto de eso que traen las pantimedias incluido. Además con lo loca que soy para dormir, en un abrir y cerrar de ojos que amanezco con la ropa hecha tiras,  como me sucede con las playeras de mis pijamas a menudo.

En aquella ocasión quise hacer magia, convertirme en alquimista y permitirle a Marvin, conocer a la Martina, pero Martina sólo vive en mi imaginación y en la de ustedes, así que tendría que crear una especie de realismo mágico, para permitirle entrar a Marvin a ese mundo, y convertirlo en uno de los personajes de un cuento: así fue como nació: Febrero Bajo La Tormenta. Fue mi forma muy particular de darle las gracias a mi amigo por el tremendo detalle del libro.

Quise que fuera sorpresa, así que lo llamé,  recuerdo que él andaba subido en un techo limpiando la nieve en su trabajo, y tuvo que detenerse durante unos minutos para contestar mis preguntas. Le pedí que me diera un nombre de hombre con el cual se identificara y significara algo para él, le pedí un poco más de información del lugar exacto en donde nació, y sus comidas favoritas, claro las pueblerinas. Esa noche, encendí la luz de una vela  y quemé incienso, mientras me senté a escribir la forma en que Martina Bernarda se encontraba casualmente con Arcadio Virgilio. Virgilio lo escogió Marvin, y Arcadio lo escogí yo, porque vivo profundamente enamorada de José Arcadio  Buen Día. Bernarda es una tía abuela de mi mamá, nacida y criada en el pueblo en donde nació Martina: Valle Nuevo, Jalpatagua.

Así es que aquella noche  reuní a dos paisanos,  les hice recordar con nostalgia los días de infancia en la árida y pedregosa Jutiapa, tomaron café del mismo pueblo, y ambos acariciaron la idea de que gracias a esa tormenta invernal, probablemente nacería una amistad.

Martina esa noche, durmió acariciando las hojas de El Matilisguate Florido. En realidad fui yo, quien se acostó con el libro abierto de par en par y leí cuatro veces seguidas, el fantasioso aroma del matilisguate en flor y el nacimiento del atol shuco, provincialmente Xinca. Ese escrito fue mi forma de agradecer a Marvin el detallazo, que tuvo conmigo, lo menos que podía hacer era dejarlo estar una tarde-noche junto a su amada Martina, claro, encarnado en el cuerpo del limpiador de nieve, Cayo Gilo.

El libro que tiene 256  páginas, lo he ido leyendo a cuenta gotas, a sorbos me  disfruto, historia, por historia, era tanta la emoción de tenerlo en mis manos, que no me permití, devorarlo, no, ese libro  yo tenía que acariciarlo párrafo, por párrafo, como cuando uno camina en el pueblo: adoquín por adoquín.

Confieso que al único escritor jutiapaneco que había leído era Pepe Milla, (oriundo de Quezada) pero el estilo campechano, fresco, trovador y campirano de Luciano Castro Barillas, me hizo recordar la Comapa de mi abuelo, Las Crucitas de mi abuela, y La Joya de mi mamá y mis tías, el mismo modismo al hablar, las mismitas palabras y puedo decir que si lo escuchara hablar, sería el mismo tono y acento del típico, humilde y fiel jutiapaneco del campo.
Leer a Luciano durante las noches antes de dormir, en las mañanas cuando andaba carroceando al niño que cuido en el parque, leerlo en mi tiempo de almuerzo, en mis tardes de fin de semana, así como degustando un buen vino, o buen buen atol shuco, sorbo sorbo.

Leerlo, en el extranjero, da un cierto peso a la nostalgia a la melancolía y a la necesidad incontrolable del grito ahogado del retorno, te llama, la patria te llama, te grita, te chifla, te manda señales de humo, telegramas  en barrilete, y hasta con cáscaras de naranja enviadas a hulazos,  la tierra busca toda forma posible para recordarte que allí está, esperándote, por si  se te había olvidado, o lo querías ignorar, ella sigue allí: humilde, desnuda, herida, golpeada, saqueada,  adolorida pero viva, sigue respirando, por vos.

No entiendo el porqué no han permitido que ese libro esté como lectura obligatoria en Jutiapa, tendría que,  para los básicos y diversificado mínimo, porque además del lenguaje típico y fiel de la gente de La Cuna Del Sol, cuenta con basta información fidedigna de crónicas,  e historias verídicas desde los inicios de aquel pueblón oriental que más tarde se convirtiera en departamento.
El origen del atol shuco, visto y respirado bajo la sombra del matilisguate florido, vaya forma de encantar mi paladar y mi Ego de Jutiapaneca, vaya forma del escritor de dejar correr su imaginación y enamorar con el sombrero de la campiña jutiapaneca.

Como hija de Jutiapa, como guatemalteca, como migrante, quiero dar las gracias infinitas a Luciano Castro Barillas, por plasmar sus letras en un libro, que dejará como herencia a las generaciones venideras de jutiapanecos-cas,  y guatemaltecos-cas en general, gracias por regalarnos su talento, su trabajo en la compilación de la información que según tengo entendido le ha llevado años atesorar y confirmar los hechos, para realizar éste lindo y galante homenaje a La cuna Del Sol.
Quedo pues, profundamente enamorada de su prosa, de su magia y del modismo con que ha decorado las letras de Crónicas y Tradiciones Orales de Jutiapa.
Reciba usted éstas humildes letras de una paisana que aún en el frío ingrato del suelo extranjero, tiene un corazón que palpita rebosante por la tierra que los parió a usted a Marvin y a ella. Por esa tierra árida, de vastos potreros llenos de mozote, palos de guayaba silvestre, conacastes, matasanos, jocote rojo, de iguana, de santo domingo, de agosto, tronador, de corona, esa tierra que aún moribunda en la sequía, hace a las milpas florear y los frijolares enredarse entre el guatal,  que tiene contados nacimientos de agua pero que dan abasto para que de allí mismo beban bestias y personas por igual.

Gracias por describir tan fidedignamente el paisaje árido, el amarillo encendido de la Flor de San Andrés, el chiltoto de Caparrosa, y el dulce de la miel de talnete. El baile sabrosón de “La Fabulosa”, por atreverse a contar “La Venganza del Cadejo”, por presentarme a  “Juan de Tío Lapo”, y sensibilizarme con la historia de “Pata Arisca”. Por llevarme de la mano a degustar de “Quesadillas y Salporas”, por permitir que me enajenara con la  historia del valiente “El látigo del Sur”. Y qué decir de “La Facción de los Lucios”, ese movimiento revolucionario nacido en las montañas del oriente de Guatemala, la rebelión campesina luchando contra lacayos y eclesiásticos, apoyada por el pueblo.  Un pueblo golpeado, torturado y mutilado pero que sigue luchando, nadando contra corriente en busca del sueño Bolivariano, un pueblo que busca dignidad e igualdad. Mucho aprendí de sus letras y sus historias, de sus crónicas y de su amor por  nuestra tierra Jutiapa.

Gracias Luciano Castro Barillas, por ser maestro, escritor y cronista, por dejar un legado de información, añoranza  y orgullo, a las generaciones venideras, y entre las presentes me cuento, gracias por ayudar con mi crecimiento como mujer, como guatemalteca pero principalmente como jutiapaneca.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Marzo 30 de 2011.
Estados Unidos.

4 comentarios

  1. NEGRA, negra consentida negra de mi vida! te canto, hoy quiero abrazarte,quiero cocinar el atol y tomarlo juntas en una banca, me hiciste reir a carcajadas con todo lo que hoy leì, y tambien me conmoviste, el chero dice que hoy te quiere màs, pero yo te sigo amando, TE AMO. Tu atardecer

  2. Estimada Compañera:

    le agradezco su opinión, pues como le decía a Marvin, en el medio nacional lo común es la descalificación o el «ninguneo». Sé de sus convicciones democráticas y humanas y le agradezco, esperando tener la oportunidad ed conocerla personalmente. Escribí no hace mucho sobre mi experiencia revolucionaria, que no es mucha; con el afám de descubrir nuestros errores políticos que no nos permiten avanzar y relanzar algunas ideas útiles en la lucha por los humildes, la justicia, la paz y la democracia. Muchos saludos a usted y a su familia.

    Luciano Castro Barillas.

  3. Por primera vez lei tu blog Ilka y al igual que tu, mientras leia se humedecieron mis ojos. Lei parte del contenido amis esposa que estaba cerca de mi y te aseguro que la voz amenazo con quebrarse. Fue mucha la emocion.
    Seguro que conquistaste el dia de hoy un nuevo lector de tu blog y seguro tambien cada uno sera un deleite.
    Saludos desde Maryland

  4. Gracias Ilka por dedicarle estas tus muy sensibles letras ami gran amigo Luciano Castro Barillas , carinosamente conocido alla en Jutiapa como «Chano» o «Chanito». Un tipazo en todo el sentido de la palabra; intelectual de primera,erudito como pocos, poeta, cronista,maestro y sobretodo uno de esos raros ejemplares,pues quedan pocos o muy pocos como el, que se han entregado en carne y hueso a lo largo de toda su vida en pos de ese gran ideal: La cosecucion de una Guatemala justa y democratica en donde todos y cada uno de sus hijos, sin discrimiacion de ninguna naturaleza, podamos vivir en paz y dignidad. Desde aca, desde esta «gringolandia»; nuestra muy diligente bloguera – escritora y Comapence de cepa,la muy suigeneris Martina y este tu eterno alumno te estamos muy agradecidos. Larga vida Luciano!!!…

    Marvin Najarro.

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