Entre la Milpa y el Guatal.


La primera vez que la vi, me cautivó. Bajo el bochorno del sol del medio día, agarramos camino pa´bajo, pa´ Las Crucitas, aldea del municipio de Comapa, yendo pa´ El Pino, El Nacimiento, Las Pilas, La Joya, San Miguel y  más abajo las serpentinas aguas del Río Paz y la frontera con la tierra del “Sombrero Azul”.

Recuerdo patente aquel momento, mi primera visita a la tierra donde dejé el ombligo, una aventura comenzaba a los quince años cumplidos, regresar al terruño (que como dice el poema: Fuiste tú quien me arrulló cuando la noche me cubrió el día en que nací…”)  mi abuelo se dio a la tarea de enseñarle a sus nietos capitalinos, la árida campiña de La Reina de Las Colinas. Con matate en mano, corvos cutos,  un tecomate lleno de agua fría  con sabor a tierra,  y la emoción de  lo desconocido, agarramos camino pué… a desbarrancarnos entre guindos y caminos reales.

Aldea El Pino es donde  se da la mayor cosecha de jocote de corona en agosto, abundan las flores de izote a inicios del verano, una calle de terracería nos guía, pero nos metemos al monte y caminamos por toda la orilla de la quebrada que en el verano está seca,  entonces se te salen los ojos, ante los tamaños impactantes de las piedras de río que desnudas, forman parte del paisaje,  y es que Jutiapa está cundida de  ellas, siempre  me ha impresionado, la forma y el sacrificio que realizan las personas que siembran, es muy difícil limpiar la tierra, prepararla para la siembra y luego, abonarla, y allá por los primeros días de octubre arrancar de raíz lo que queda de la tapisca.

Alborotados “como típicos capitalinos” en el monte, llevamos la ropa llena de mozote, mote y lo que se nos pegue de la vida silvestre, yo ya llevo las canillas rayadas,  entre tanto zacatal, el canto de las aves del campo en solo concierto, el olor a monte,  a palos de nance, a chipilín en flor y el sabor ácido de las hojas tiernas de jocote, apitujadas con sal y limón. De la emoción se nos olvida el papel higiénico así que nos toca darle con fe a las piedras calientitas que encontramos en el camino, las hojas de los palos de café y de guayabo. Mi abuelo anda cal  en una bolsa que saca de su morral, así que dejamos  aquellos recuerdos cubiertos con la capa blanca.

Parece guía turístico, contando la historia prácticamente de cada cerco de alambrado, de cada palo de mango, de cómo eran las cosas antes de que se hiciera la calle de terracería, habla de los tiempos de Ubico… y que  la gente cada vez que mataba una res, tenía que esconder la carne, porque estaba prohibido por el gobierno  hasta “comer”, nos señala en el horizonte, unas lomas que colindan con el volcán Chingo, dice que hasta allá se iba la gente a matar sus reses y a los días regresaban por las noches con la carne seca, que les servía para la comida de meses.

De las cruces que encontramos en el camino, conoce a todos los difuntos, que han  muerto porque se han caído de la bestia machos de bolos, y se desnucaron en una piedra,  o porque se agarraron a planazos con algún otro cristiano. Ya llevamos  tres horas de camino, entre la flor de Cambray y el incomparable sabor de las chiligüas,  (¡presente!), las guayabas silvestres y el canto del Cenzontle. La Lechuza lo hará después de la hora de la oración, ya entrada la noche.

Llegamos a Las Crucitas y nos muestra la casa en donde nació mi madre, y la humildad de aquella choza me sacude de pies a cabeza, está abandonada, es propiedad de una tía abuela, hermana de mi abuela,  ni siquiera es de adobe sino de bajareque, unos cuantos palos de guayabo  que sostienen unas varas secas de milpa, y barro, “embarrado”, techo de teja, mis pensamientos vuelan y trato de imaginar la vida de aquella patojona canche de ojos color miel, (los demás hermanos nacieron en Comapa, ya en el pueblo) y  entre los zacatales vienen galopante la voz de mi madre contándome, los  años de su infancia en Las Crucitas: cuando molía el máiz en la piedra para tortear, lavaba en la quebrada y acarreaba el agua en cántaro y tinaja desde La Joya,  no me la imagino haciendo todo eso a los cinco años de edad.

Después de esa reseña conozco personalmente a los hombres de la familia Martínez Soto, los tíos abuelos, hermanos de mi abuela, cabe decir que mi abuelo es forastero en Comapa, él nació en la aldea El Coco, Jalpatagua, al otro lado del río Paz.  Los famosos “robalos”. Así dicen mi mamá y mis tías que ellas provienen de una familia de “robalos garrobos” de azadones  y de hombres machistas. Y cabalmente lo confirmo al nomás verles el parado. 

Entre ellos se han agarrado a planazos por pelearse un metro de tierra, o un cerco de alambrad
o mal puesto, Mamita, la mamá de mi abuela, les heredó algunas manzanas de tierra, pero entre ellos la  inconformidad  y la ambición los ha vuelto prácticamente enemigos, duermen con un ojo cerrado  y el otro abierto. También conozco a mi tía abuela, Antonia, la hermana menor de todos, de ojos verdes color matasano tierno, es idéntica a mi abuela, sólo que  una es café y la otra leche digamos, la historia cuenta que mi abuelo quiso casarse con la menor de las hermanas pero en aquellos tiempos la menor no  podía casarse porque tenía que quedarse a cuidar a los papás, así que mi abuelo se casó con la mayor: mi abuela. Mi tía Antonia nunca se casó, murió en solitaria en su casa choza hecha de bajareque y palma.

Finalmente después de conocer a la familia y descendientes, nos dirigimos a El Nacimiento, a conocer al tío abuelo mayor,  el lugar llamado nacimiento queda en el asiento de un guindo, mirá que si te despeñás no quedás ni para remedio, ahí vive mi tío abuelo y su familia, él es “El Robalo Mayor”, comenzamos a descender, agarrándonos de donde podemos, aquel peñón  enorme, es fabuloso, vos gritás y el eco de tu voz  abraza las laderas, contestándote.

Y de  repente aparace ella, entre la milpa en flor y el guatal de frijol y chilipucas,  entre el maicillo y las guías de ayote, viene subiendo, abrazada a un matate, lleva un costal sobre su cabeza, anda puestos un par de caites y lleva las canillas rayadas por el filo del zacate y las dormilonas; morena, murusha, galana, de ojos color negro y cejas pobladas, humildemente más arisca que otra cosa, azorada nos saluda, nosotros vamos en manada, ya te imaginás vos la bulla de aquel ishtal capitalino, como si nunca hubieran visto monte va.

Es la viva imagen de mi tía Aidé, una de las hermanas de mi mamá,  uno por uno nos presentamos, y ella de igual manera: Marilena Martínez Najarro. Pero yo desde ese entonces le digo tía Aidé. Marilena es prima hermana de mi mamá. Va para el pueblo nos dice, la pobre tiene que caminar cinco kilómetros con todo ese peso encima.  Tiene 18años y parece de más edad. Como la mayoría de personas que desloman trabajando  en el campo de sol a sol.

Llegamos a su casa, y nos recibe el Robalo Mayor,  un primo y una prima, hermanos de Marilena, su casa es salida de una de aquellos documentales que hablan de la pobreza extrema y de pueblos subdesarrollados. Tres metros por tres, ahí dentro está el polletón, no hay cimientos en las paredes, salvo cuatro horcones, que sostienen las vigas que ayudan para que no se caigan las tejas y el embarrado de bajareque,  pero las paredes no tocan el suelo, no, comienzan a medio metro de altura, cuando pregunto por qué, me contestan que es para que en tiempo de invierno el agua que viene de las peñas pase libremente dentro de ella ya que si paredes toparan al suelo, aquel aguajal, se la llevara de corbata. Es asombroso, las dos únicas camas son altas, de pita y petate, las demás son hamacas.

Nos sirven para el almuerzo; un plato con media taza de agua y media taza de leche,  el infaltable muñeco de tortillas. Me sorprende la humildad de la casa, si  mi tío tiene cantidad de terreno en donde puede construir, manadas de coches, gallinas, patos, cabros, reses y bestias, pero ya sé, como son “robalos” no se comen un  banano por no tirar la cáscara.

Hay un tía abuela de mi mamá, llamada Nanda y cuenta la historia que  a sus doce hijos los alimentaba con tres huevos cocidos y un muñeco de tortillas, era la mujer más rica del sector, con cantidad de tierra y ganado, pero bueno lo heredó a sus hijos y ellos siguen el mismo sistema de crianza… o cómo es que le dicen en psicología ¿patrón de crianza?
En El Nacimiento, ellos beben de la misma agua en donde beben las vacas y las bestias, no hay agua potable y ningún otro nacimiento cercano.

Ya de regreso en el pueblo,  la encontramos en la casa de mi abuela, ella ya va retornando del viaje de compra y venta, llevó máiz amarillo a vender y trae de vuelta  una media de gas, dos onzas de margarina, una libra de azúcar y sal, cal y unas semitas. Tiene 18 años y se quedó en sexto de primaria. Pero hay algo en ella, un ímpetu, un deseo de salir adelante, de avanzar, de crecer, de caminar…

Pasan los años y yo sigo regresando a Comapa, y me la sigo encontrando,  cuando viene de la aldea se quita los caites en casa de mi abuela, y se lava los pies, se sacude el polvo de las canilllas y del pelo, y se pone zapatos, en una esquina del polletón deja su bolsa con su comida que regularmente siempre son dos ticucos y un pedazo de queso, el café lo agarra del batidor del pollo de mi abuela.

Una tarde a la hora de la oración, nos sentamos a conversar sobre la piedrona, bajo la sombra del plumajillo, me dice que quiere estudiar pero no tiene apoyo de sus papás, para ese entonces yo ya estoy en cuarto magisterio de Educ.  Física.

Le digo que  si quiere lo puede hacer,  que se revele,  que no puede estar bajo la sombra de un papá machista, y de una madre solapadora, la pobre se ha salvado de  que la casen con cuanto conocido del papá  que pide la mano, por lo menos han respetado su decisión y no la han casado a la fuerza como acostumbran en aquellos  lares.  

Y se inscribe para estudiar los básicos en Comapa, vendiendo gallinas, huevos, chipilín, café, leche, queso y crema, se paga los estudios, toda la mercancía la anda sobre la cabeza cinco kilómetros todos los días, la vende en el pueblo y de allí agarra para la escuela.

Un Don, ella tiene un don como muy  pocas personas, ella desde siempre quiso ser maestra, y la vi en sus tiempos de estudiante de básicos, que por decisión propia daba clases en las tardes al salir de la escuela, impartía clases de alfabetización a adultos,  y la mirabas vos, la patojona morena y murusha, cansada pero estusiasmada, con un brillo en sus ojos, recuerdo que  asistí en unas cuantas ocasiones como alumna a sus clases y era fenomal verla en acción. Sin cobrar ni un centavo, por la pura vocación de ayudar.

El cuarto magisterio lo estudió en las cercanías del cruce Al Amatón,  alquiló una habitación en una casa cerca del colegio y los fines de semana agarraba  para Comapa, ¿cómo se costeó el estudio ese año? De la misma forma, engordando gallinas, patos, pollos, y vendiéndolos. Para quinto y sexto ya había llegado la civilización a Comapa,  había nacido el primer colegio de magisterio y entonces volvió y con el mismo sistema, caminando cinco kilómetros diarios con su venta  sobre su yagual, con los caites que se quitaba en la casa de mi abuela y cambiaba por zapatos, para andar sobre el adoquín del pueblo.

Al graduarse, le han dado su trabajo en una escuela de la Aldea El Pino que queda a cuatro kilómetros de Las Crucitas, los cuales camina todos los días para impartir el pan del saber y  poner en acción aquello de ID Y ENSEÑAD A TODOS, sigue dando clases gratuitas de alfabetización  a adultos y sigue caminando los cinco kilómetros para hacerlo.

Pero su educación no terminó allí, no, se fue a estudiar los sábados a Jutiapa, Maestra de Segunda Enseñanza y hoy en día a sus 35 está estudiando la Licenciatura en Pedagogía, está en las vísperas de convertirse en  la primera Licenciada que ha parido la generaciones de la familia Martínez Soto,  y está picada quiere estudiar  para Trabajadora Social.
Al tener en  mi familia (porque yo digo que somos familia todavía, será mi tía segunda o algo así)  a un ejemplo de superación como ella, me pregunto ¿por qué no emigró como lo hace la mayoría a la capital? A trabajar en maquilas, de empleada doméstica, o en tantos oficios mal remunerados para quien no ha alcanzado el grado de educación formal.

¿Por qué no se quedó arreando pollos y ordeñando vacas? Total comida no le faltaba.
Tal vez porque se atrevió a seguir sus sueños y a convertirlos en realidad, porque se atrevió a enfrentar la  montaña y escalarla, hoy  en día está parada sobre la cumbre, pero divisa una montaña más grande, y se está atreviendo a iniciar el camino de ascenso.

Ella ha demostrado que no hace falta salir de tu pueblo y buscar las grandes urbes para la superación,  ha demostrado que quien se quiere superar lo hace, a costa de sacrificio, se quedó en su tierra, ayudando a los niños de pies descalzos, canillas cenizas y sueños fugaces. Ella me ha dado una enorme lección de vida…: la tierra  es de quien la trabaja.

Ni las hijas de mi abuela y los hijos de éstas, han logrado terminar una carrera universitaria, todos (incluyéndome) se han perdido entre el bullicio de la urbe, dejando por un lado, el rezago de los sueños…

Ella, mi tía segunda, me ha demostrado sin tanto alboroto que HAY QUE SER CULTO PARA SERVIR. Tal vez… creo… deba seguir su ejemplo… y emprender el camino del retorno… a trabajar la tierra y a buscar en algún lugar dónde se quedaron escondidos mis sueños.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Marzo 05 de marzo de 2011.
Estados Unidos.
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6 comentarios

  1. Encontré su reato buscando el significado de la palabra guatal ya que no está registrada en el diccionario. Entonces, empecé a leer y, como diría García Márquez, me enganchó hasta el final. Linda y conmovedora historia. Ojalá escriba con más frecuencia, si su tía nació para enseñar, tal parece que usted nació para escribir. Un abrazo desde su patria de una connacional que admira el oriente de la república.

  2. Qué historia tan conmovedora, Ilkiushka! Ese tezón y coraje no se ve solamente en gente famosa, ni se necesita para librar grandes batallas. Se ve en cualquier persona que tenga la fuerza interna de trazarse metas y caminar hacia ellas. Qué gran ejemplo, muy digno a seguir! Gracias por compartirlo!

  3. En medio de todo el tumulto, de todo el desastre, desaliento y desesperanza que como jinete apocaliptico se abate por todos los rincones de la patria; esta nota llena de vida y esperanza que merece ser colocada en un cuadro como una muestra palpable, un testimonio de la inherente capacidad de los seres humanos para hacer cosas grandes.

    ID Y ENSENAD A TODOS,un lema muy humanista que debe ser adoptado como un estandarte de lucha.

  4. una vez mas, feliz de poder leerte, definitivamente como decia mi madre (qepd) EL QUE ES GALLO EN CUALQUIER PATIO CANTA.
    Gracias Ilka por compartir esta ensenanza de vida, mis respetos y un afectuoso saludo a tu tia.

  5. gracias por compartir esta historia, por reconocer a esta mujer que, como otras, nos enseña que no hay sueño imposible.
    Un abrazo
    Ana Silvia

  6. Cuando vi el email con el encabezado de su historia, me alegre, antes de abrirlo, me fui a preparar un sandwich de pollo, para sentarme y dedicarme a volar…

    y si… vi las piedras gigantescas, vi las manos del abue manchadas de blanco con la cal.

    El mozote que se le pega a uno cuando va caminando, el ruido del silencio del camino, cosas verdes, polvo, tierra.. etc. Olores que van cambiando conforme el brillo del sol en las plantas.

    Como puede ser que me acabo de artar esta comida grasosa, tan rico que seria haber tenido un tamalito un pedasito de queso, un tasa de cafe, quisas el agua de la posa donde toman las vacas tiene menos toxinas que la soda que me he tomado.

    Y sobre todo…

    Que muchacha tan valiente, contra toda la adversidad, saliendo adelante, paso a paso… 5 o mas km diarios, y yo enojado que hoy la gasolina casi a $4, que mal estoy.

    Mis respetos, me quito el sombrero.

    Gran ejemplo a seguir!

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