Suficiente para mí.

Una espesa capa de hielo blanquea sobre la grama aún verde del otoñal noviembre, las hojas de los árboles en su lenta agonía caen rápidamente creando una alfombra de un amarillo chiltoto color de las casas de la Antigua, los encinos se han quedado completamente desnudos al igual que los cerezos, serán los arces los que despidan al otoño para dar la bienvenida al invierno y sus constantes nevadas.
Una especie de humo blanco emana de las entrañas de la tierra, va subiendo poco a poco a la superficie, esa neblina me abraza mientras salgo a encender el automóvil, le raspo la capa de hielo que tiene pegada en los vidrios, comienza a caer una fina capa de lluvia helada, cada gota comienza a empapar los vellos de mis brazos, corro inmediatamente de vuelta al apartamento, me pongo un suéter, jalo mi morralito y me voy a trabajar.
El vidrio de enfrente está nublado, busco un trapo que tengo en algún lugar del carro, el vidrio finalmente se aclara y en lugar del pedazo de tela tengo en mis manos un casete que me regaló una amiga en las vísperas de mi partida. Azul y Gerbera.
Sin titubear lo coloco en la casetera, soy de las personas que piensa que ni una sola hoja se mueve sin razón, todo en esta vida tiene razón de ser, hasta las más diminutas. El Universo Confabula cuando menos te lo esperás.
Suficiente para mí es la canción que canta la vocalista: “Él es suficiente para mí, es suficiente para ti, Cristo el Señor. En la abundancia y escasez, en la alegría y el dolor, es suficiente para mí”. La espesa neblina y las finas capas de lluvia acompañan mi recorrido en automóvil, en las calles se deslizan las hojas secas, el viento de noviembre las mueve sin dirección. Sin dirección… así me he sentido tantas veces en mi vida, como hoja seca, arrastrada por el vendaval.
Hoy me siento así, tal cual hoja seca… sin dirección, sola, tremendamente sola, la soledad quema, es muy fría, oscura, silenciosa, te atrapa, entra por cada poro de tu cuerpo, acaricia tu piel lentamente, para que entrés en el juego de su seducción, para luego tomarte por el cuello e intentar asfixiante, y es en esos pocos segundos en que o perdés la consciencia, te dejás vencer o luchás para obtener aire, fresco y puro. En medio de esa lucha, solamente hay un Ser que puede ayudarte a obtenerlo y se llama Dios, el Creador del Universo que Confabula…
Solamente en la oscurana de la soledad, y en la vulnerabilidad del desencanto, de la derrota, de la redención, en la vulnerabilidad de tu corazón quebrantado y de tus ilusiones perdidas, podés ver el rostro del Dios de la vida, del Dios de Gloria, el que te da fortaleza, quien te da la paz en medio de la tormenta.
A Él sea la Gloria de mi vida, de mi dolor, de mi sufrimiento, de mi voz, mis manos, de mi corazón destrozado, a Él sea la Gloria de mi restauración, de mi fe, de mi agradecimiento y de mi entrega para ser sierva suya, ser herramienta, ser instrumento de su Plan Divino.
¿Cuántas veces me has llamado para que forme parte de tu rebaño? Muchas, en infinidad de ocasiones, siempre me he escabullido, con mil pretextos, como humana que soy, te he fallado siempre, todos los días, sin embargo tú has estado allí, cual roble, guiando mis pasos, a pesar de mí misma.
Hoy en la soledad de mi decepción y de mi desilusión, en el frío fango donde estoy metida, soy yo quien te pide ser parte de tu rebaño, que me aceptés tal cual soy; estoy cansada de pedir a los humanos una limosna de amor, de aceptación, un abrazo que sea refugio para mi alma quebrantada. He aprendido (a la mala) que a ningún ser humano yo le puedo exigir fidelidad, honestidad, decencia y entrega, ningún humano es incondicional, solamente vos, solamente Vos podés ser esa luz que necesito para alumbrar mi camino. Solamente vos podés enseñarme a amarme.
Azul y Gerbera ahora canta, Dulce Voz, mis recuerdos regresan, vuelven, vuelan, se transportan: “Ayúdame a ver lo que tú ves, ayúdame a ver lo que soy para ti, perdóname por no pensar, mi egoísmo no me deja ver…” Vuelvo a aquel inicio, cundo te encontré, sentí tu fuego apoderarse de mi cuerpo.
Un año antes de emigrar ya lo había decidido, no se le mencioné a nadie, salvo a quien era mi novio, él me dijo que lo pensara por lo menos un año, y así sucedió, un año después mi decisión no había cambiado. Cinco meses antes de mi partida, recibí una llamada en mi teléfono celular, no la pude contestar pero escuché el mensaje de voz, era una de mis hermanitas de leche, una de mis contadas amigas que me conocen hasta el modo de andar, es de aquellas personas que con ver mis ojos adivina las tormentas que ahogan mi alma. Teníamos cinco años de no hablarnos, peleadas como dos adolescentes inmaduras, al escuchar su voz y su mensaje por poco me desmayo, el corazón revoloteaba por todos lados, fue tanta mi alegría que lloré y di gracias a Dios porque ella había recapacitado, le tomó cinco años, pero yo seguía allí, esperándola todos los días, porque confío en la amistad verdadera.
En aquel tiempo mis tardes después de la U, me las pasaba sentada en una de las bancas  frente al lago de Amatitlán, bebiendo cerveza y llorando en silencio, quedito,   observaba los atardeceres de ensueño (que extraño tanto) y esperaba  a que  me pasara la borrachera. El que ella (mi amiga) regresara a mi vida, fue un regalo de Dios.
Iniciamos inmediatamente la relación, ella había regresado a la iglesia (evangélica) quería que yo asistiera también. Me negué rotundamente le dije que no creía en las religiones. Y pasaron los meses, un mes antes de emigrar le dije: “me voy a ir, sabés que no me puedo quedar” ella sabía perfectamente a lo que me refería, la vi llorar desconsolada mientras me abrazaba, era tan cruel el destino que apenas a unos meses del reencuentro su hermanita de leche se cambiaba de país, fue la única persona a la que vi llorar de esa manera por mi partida, la única que compartió el dolor de mi corazón.
Me dijo: “ pues no te vas sin antes ir a un retiro espiritual, te llevo aunque sea de la colochera! ¿Oís?”, el mero día yo me inventé dolores de cabeza, dolores de estómago, atrasado en el examen de la U, todo con tal de no ir, pero cuando sentí me estaba esperando con mi novio en la entrada del CUM, así que cargadita para la iglesia. Sería un fin de semana, en una casa de retiro en las cercanías de Santa Elena Barillas. Pasó de todo antes de que salieran los buses esa noche, se fue la luz en la iglesia, llovió con sapos y tortugas, una camioneta se descompuso, todo indicaba que yo me saldría con la mía, pero no, al fin todos los percances se solventaron y pudimos partir. Mientras la igles
ia completa nos despedía, cantando alabanzas, los buses comenzaron a caminar, encarrerado vi a mi novio con un ramo de rosas que me pasó por la ventana, yo quise saltarme caer en sus brazos y besarlo apasionadamente por un tiempo interminable, pero tenía las rosas en mis manos, y ellas me acompañarían durante esa faena.
En aquel entonces yo tenía veinticuatro años, y mi guía 17, aquel retiro de señoritas era algo incómodo para mí, recuerdo que nos sentaron formando círculos y vos tenías que contar tus “penas” a tu guía, pero ya vas, que yo le iba a andar contando mis clavos a una ishta de 17 años, nooooo. Así que me quedé con eso guardado, mi amiga sabía que a quién yo más rabia le tenía era a mi mamá, por ser (según pensaba yo) la causante de todas mis desgracias. En el momento del retiro en que vos pedías perdón a Dios por tus pecados no me fue difícil, poner mi cara de arrepentida y pedir el anhelado perdón y aceptación. Lo duro vino cuando tocaba perdonar a ese ser (o seres) que más daño te ha hecho en la vida, la única en mi lista era: mi mamá.
Recuerdo que de las 75 chicas participantes en el retiro y de las 20 guías, yo era la única que no conseguía perdonar, seguía de pie en el mismo lugar, con un tremendo nudo en la garganta, un montón de sal que se derretía grano por grano, pero no podía llorar, no podía perdonar, habrían pasado unos 90 minutos y yo era la única en aquel reciento sin el don del perdón, cuando se acercó como por arte de magia mi guía (la ishta de 17 años) se paró frente a mí y me miró fijamente a los ojos y me dijo” yo soy tu mamá, estoy aquí para que me perdonés” ¡nadie en ese lugar sabía que era mi mamá a quien yo quería perdonar! en ese instante las lágrimas contenidas, se desplomaron, abrieron la compuerta y el agua corría por doquier, empapando mi rostro, la abracé con toda la fuerza que mis brazos cansados tenían en ese momento, y le dije” te perdono desde el fondo de mi corazón” la abrazaba la besaba y no quería desprenderme de ella, quería que ese instante llenara el vacío de todos los años en que no me abrazó en que no me dijo que me quería, que yo era importante en su vida deseaba cambiar los golpes por sus caricias.
Esa noche mis rosas descansaban en un vaso plástico, abiertas y frescas por el sereno. El último día a pocas horas de abordar el autobús de regreso a la iglesia, yo ya me había hecho amiga de todas las guías que no pasaban de los 23 años, las ayudé a preparar el material para la clausura y compartimos números de teléfono.
El momento de Adoración:
Llegó la correspondencia mientras alistábamos maletas, por supuesto no recibiría nada de mi familia (reducida a mi papa, mama y mis dos hermanos menores) mi mamá me acusó de hija del diablo cuando le dije que iría a un retiro de una iglesia que no era la católica, por el contrario, llegaron muchas cartas de miembros de la iglesia de mi amiga, que se habían identificado conmigo, (hasta de la familia de un tío suyo que ya me había echado el ojo para casarme con su hijo) la de mi novio que adjuntó el libro: El Cantar de los Cantares. Todas las guías me hicieron una carta. Y una tarjeta de mi hermanita de leche en la cual me llamó: Princesa de Dios.
Aún y con ese grado de motivación en el momento de la Adoración y la aceptación de Jesús como tu Salvador, algo en mí no permitía abrir mi corazón, ya varias se habían bautizado en ese lapsus, (yo nunca lo hice) vi caer una a una las demás chicas, algunas hablando en idiomas extraños, otras tiradas en el suelo llorando y cantando, sumergidas en una especie de trance, observé a mi alrededor y la única de pie era yo, me comenzó a bajar una especie de sueño, cansancio, por segundos cerraba los ojos y los descansaba, una a una se acercaron las 20 guías, todas cayeron a mis pies, unas oraban, otras cantaban, un puñado entró en el mismo trance de hablar en un idioma extraño, ya habían pasado casi tres horas; cuando sucedió, lo mágico, la esencia de Dios descendió de las alturas y aterrizó en las manos de la pianista que era la única que estaba de pie sobre el escenario, ella y yo, solamente nosotras dos nos manteníamos despiertas, conscientes de todo lo que pasaba.
Y su voz angelical acompañó a aquellas notas: “libre yo soy libre, las cadenas del pecado han sido rotas, libre yo soy libre, para cantar, para danzar para gozar”, no habrían pasado dos segundos, cuando sentí un inexplicable fuego subir por la planta de mis pies y apoderarse de mi cuerpo, de cada poro, mis lágrimas mojaban mi rostro mientras saltaba y cantaba, nunca había sentido esa clase de felicidad y tranquilidad. Ese dolor desapareció, por primera vez me sentía amada completamente y una especie de paz se apoderó de mi espíritu.
Mientras abordábamos el bus, que nos transportaría a nuestras respectivas iglesias, recuerdo que la chica encargada de la actividad, la guía de las guías una patoja que no pasaba de los 35 años de edad, me apartó del grupo y me dijo: “ Dios quiere que te diga que serás utilizada en gran manera, moverás masas, tenélo presente, esperá el llamado”. –No deseo movilizar masas, sólo servir con todo mí Ser a Dios-.
Cuando llegué a la iglesia los músicos tocaban, todo el mundo cantaba: una ola de abrazos me arropó y entre ellos los de mi hermana de leche y el del amor de mi vida. Por aquel hombre yo enloquecía, con aquel hombre yo soñé casarme y tener el equipo de fútbol, con aquel hombre yo me sentía plena en todo sentido de mi vida, pero había una espinita en mi corazón que siempre me indicó que esa relación no tendría frutos, ha de ser por eso que siempre me entregué sin filtro, sin censura mientras duró.
De aquel retiro han pasado ya varios inviernos, aquel hombre sigue siendo mi primer amor (no mi primer novio), me tomó 7 años dejarlo de amar y sentir dolor al hacerlo, (él vive en mi país y también en el recuerdo de mi corazón) dejarlo ir… sentirme libre fue un tiempo difícil. ¿Vos has amado de esa manera?, ¿a un ser que trastorne tus sentidos? ¿Qué haga vibrar cada fibra de tu cuerpo? Me imagino que sí, eso es lo bello del amor: la entrega total.
Una maestra de esas fifís que laboraba en el mismo colegio en que yo, recuerdo que se acercó y me dijo: “Dios me ha pedido que te hable de él”, “a la grán púchica” pensé, primero la amiga (peleada), después el retiro y ahora esa fifí que nada que ver conmigo. Y en las vísperas de mi partida, me llevó a varias casas (de gente fifí) en donde realizaban por las tardes las mentadas células, allí leían algún pasaje de la Biblia, oraban, cantaban y en una hora se terminaba la actividad. Puso en mis manos ese casete de Azul Y Gerbera que ocho años después aún conservo.
Con esa totalidad en que uno ama a otro Ser Humano, hoy me presento ante vos Señor, vos que conocés la desnudez de mi alma y de mi cuerpo, vengo con las alas rotas a pedirte restauración, heme aquí, como todos los días de mi vida, con mi
fragilidad de siempre, tomáme y utilizáme de la manera que vos creás correcta. “Cansado del camino, sediento de ti, un desierto he cruzado, sin fuerzas he quedado, vengo a ti. Luché como soldado y a veces sufrí, y aunque la lucha he ganado mi armadura he desgastado vengo a ti…”
Ilka Ibonette Oliva Corado.
Noviembre 4 de 2010.
Estados Unidos.

3 comentarios

  1. Wuau!!! Mi hermana de leche que lindo es leer esto de verdad ya me hiciste chillar al recordar todo aquello que vivimos… y dejame decirte que eres y seguiras siendo la Princesa de Dios…. te quiero mucho mano…. no lo olvides… te felicito por lo bien que te expresar y por lo mucho que transmitis. con kriño yo Rebeca

  2. Que bueno es poder leer estos articulos, me encanta el estilo y los temas. Sencillos y cotidianos con un toque inconfundible el chapinismo, sin el cual no fueramos nada, humano y coloquial. Felicitaciones Ilka

  3. René Oliva Valenzuela

    Púchica Ilka, Mi Isabel Allende chapina, no cabe duda no solo compartimos un apellido sino que tambien mucho en nuestras formas de ser o pensar, cada vez que leo tus escritos es como leer lo que muchas veces yo no puedo o no me atrevo a decir. sos super especial, sos «una princesa de Dios» que nos tocas y nos hacer sentir cosas especiales con tus escritos. Dios te bendiga siempre ese talento que te a ha dado. Te quiero. (Fidel)

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