Velada Chilena en el otoñal octubre.


La invitación me llegó vía jetabook, decía algo así: “mañana purrum que está organizando el Consulado de Chile para festejar la salida de los mineros…”, ni dos veces y como buena guatemalteca, me apunté y patitas para qué  las quiero…
Al día siguiente  me atravesé la Ciudad de Los Vientos  y a la hora indicada estaba en la entrada del lugar, fue en  una universidad del sector. Así es que  como ya había asistido en ocasiones anteriores, porque también allí se realizan actividades de la comunidad guatemalteca, entré por la puerta habitual, (por atrás) pero me percaté que había entrado por la salida  ya cuando estaba en medio del salón lleno de mesas y de un titipuchal de gente sureña que no conocía, así que me hice como que no era conmigo y me dirigí hacia la otra puerta, volví a salir y volví a entrar pero por el lado correcto.
Desde la entrada se nota  la organización de la actividad. La entrada o donación tiene un costo de diez dólares. Hay dos personas encargadas de cobrar: pagás y te entregan tu boleto de la actividad (muy parecido al que venden en los estadios) ese tiene la bandera de Chile impresa y  una figura relacionada al Bicentenario. Quise quedarme con el, pero en la siguiente mesa, me tocó entregarlo (el boleto va)  allí me colocaron una especie de pulsera de papel en la muñeca por si quería salir y entrar no me tocaría pagar nuevamente.

Nunca he visto eso en las actividades que realiza la comunidad  guatemalteca. Allí es de pagar  si bien te va te ponen un sello de esos que utilizan las maestras con carita alegre en el cuaderno de los niños cuando llevan la tarea. No hay forma de contabilizar las entradas porque nunca dan boletos.
Mucho menos que lleven impreso el logo de la asociación que organiza el evento.

Me encuentro con  el grupo de amigas guatemaltecas que ya llevan más de veintichoca de años de vivir en Chicago, aquellas saben el eje y maneje de esos merequetengues entre consulados y comunidades, la única chonita era yo. Apartamos una mesa y  me percato que hay una argentina entre las chapinas, también entra en ambiente con el grupo de fifís, aquellas la trataban de tú y yo de vos,  poco a poco se va llenando la mesa, llega una mexicana con su esposo guatemalteco también una peruana y dos chilenos. 
La peruana resulta ser periodista y escribe para uno de los periódicos latinos más prestigiosos de Chicago. Me conmueve su humildad. En ningún momento mencionó que era periodista y mucho menos escritora. Se presentó con su nombre de pila y ya. Hasta que alguien comentó cuál era su oficio. Si hubiese sido guatemalteca lo primero que hubiera  dicho sería: “mucho gusto soy la periodista fulanita de tal…”  Tampoco preguntó a qué nos dedicábamos el resto de chachalacas que armábamos el bacanal en aquella mesa.  Eso confirmó que no era chapina, porque lo primero que  hacemos los guatemaltecos después del saludo es preguntar a qué se dedica nuestro interlocutor, (¿o no?).

El que tiene  trabajo en algo que no sea mantenimiento, albañilería, mesera –ro, o jardinería, se siente el papá de los pollitos y la mamá de las patitas, entonces lo primero que hacen es “restregarte” su puesto de trabajo, los he visto cuando llegan y se presentan:”mucho gusto, soy secretaria, soy enfermera, soy ayudante de maestra”. Las que son ayudantes de maestras que quede claro, ¡no son maestras!, pero ellas se creen las directoras de las escuelas, y económicamente no tienen mejor sueldo de quien trabaja limpiando casas, de niñera o mesera.

Acto seguido llega a saludarla ( a la peruana)  de beso en la mejilla y abrazo, un mesero de los que está atendiendo alguna de las ventas de comida, aquello me robó el corazón, ambos eran peruanos, el patojo tiene dos trabajos de mesero, uno en un restaurante peruano y el otro en uno argentino. El simple hecho de ser paisanos y estar en el extranjero es un motivo  de felicidad en cada reencuentro. ¿Cuándo veré eso en la comunidad guatemalteca?). Recuerdo que en una ocasión me dijo alguien guatemalteca por supuesto, cuando me vio saludar y agradecer un favor a un joven de mantenimiento en algún lugar que ahora no recuerdo: “¿lo saludaste?” y fue con un gesto tan despectivo que me sacó calor… le contesté ya con la sangre un poco caliente “¡sí, no se te olvide que tu amiga tiene el mismo trabajo!”

Las mesas están cubiertas con manteles color azul (de tela no de plástico y mucho menos desnudas como lo acostumbran los guatemaltecos en sus actividades), el equipo organizador está uniformado con una playera tipo polo color azul, impreso el logo de Chile Bicentenario 2010, un pantalón color café cáscara de tamarindo. En un sector ubicado por cubículos se encuentran las ventas de comida, todas del sur, entre chilenas y argentinas. Me discutí una empanada chilena y un choripan argentino. Mientras busco la venta de aguas, me percato que también hay  “Piscolas”, (algo parecido a la Cuba Libre, sólo que con pisco y gaseosa)  vino y de otras  bebidas chilenas.

De haber sido actividad guatemalteca lo primero que estaría a la venta en lugar de comida hubiera sido el licor: cervezas coronas y tequila. De Gallos, Cabros, Quetzaltecas, Zacapa Centenario nones.  Y nada de llevar botellas a las mesas, porque una hora después de haberlas comprado ya estarían los individuos hasta las trancas y a repartir con botellazo limpio al por mayor…

No me quedé con la duda de la historia del pisco y pregunté, la periodista peruana se encarga de impartir  una sho cátedra no sólo del pisco (que nació en Perú) sino de las Cuecas y otras danzas típicas del sur del continente.
Mientras aprendemos del pisco, las Cuecas y la historia de La Flor de la Canela, alguien comienza
a  calentar motores en el escenario,  no  pertenece al Consulado Chileno, no, es un animador del  público, es algo que me llama poderosamente la atención, que cualquier persona del público puede subir, cantar, declamar  y decir lo que guste a la concurrencia. El Cónsul saluda desde lejos   ubicado entre la multitud y de un grito  dice: “bienvenidos”. La actividad se inicia con la entonación del himno nacional cantado a capela, sin pista y sin nada, admirada observo cómo todo chileno está concentrado en la letra, con la mano en el pecho y  un cuerpo recto, templado, de orgullo.

Nunca he visto en un grupo guatemalteco mayor de diez personas que se sepan la letra de nuestro Himno. Nosotros en primer lugar no hacemos el saludo uno, creemos que la Granadera es la música del Himno Nacional y con esa empezamos a cantar, hasta que alguien nos sopla que no es esa, que la del himno viene después. Ya entonando la música, esperamos que el vecino de al lado comience a mover la boca y rogamos al cielo para que cante en voz alta, para poder escuchar y copiarle la letra.

Alguien agarra una guitarra y  mientras acaricia las cuerdas canta la inmortal de Violeta Parra: Gracias a la Vida, es el segundo himno de Chile seguramente, porque aquellas almas rebosantes de orgullo e identidad nacional la cantan con fervor.

La disponibilidad que tiene la gente chilena para colaborar me impacta. Me echaron color rápido que no era del sur… porque todo el mundo me preguntaba: “¿pero vos no sos chilena verdad?” No, les decía, soy GUATEMALTECA,  inmediatamente me abrazaban y me daban la bienvenida oficial al gremio chileno… yo encantada porque ya una parte de mi corazón desde hace muchos años, es chileno.

Casualmente todos o la gran mayoría, habían invitado a personas guatemaltecas a esa actividad pero no asistieron, me  dieron queja, y yo con la cara que me agarraba fuego me tocaba decir… “bueno… ellos se lo perdieron”… por no decirles: “mientras no sea mexicano el asunto y  la comida y chupe regalado no asisten”.

Cuando tocaron la Cueca Chilena, aquel mar de gente se levantó de su lugar y  acapararon  la pista de baile, muchos  hombres y mujeres preparados con sus pañuelos de color blanco, otros se robaron servilletas de las mesas, verlos bailar esa danza típica de su país me aguó los ojos, el orgullo en cada paso, las sonrisas, el deleite y el estilo único para bailar. No pude evitar imaginar un día, en que así de orgullosos nos sintiéramos los guatemaltecos y bailáramos igual, de a montón, por parvadas,  (así como bailamos las rancheras) nuestra marimba. Con ese orgullo, con esa pasión y que cantáramos a todo pulmón: La San Juanerita, Noches de Escuintla, Luna de Xelajú entre otras. En que todos tuviéramos en nuestros hogares un CD de marimba, pero no arrumado, empolvándose, no, que lo escucháramos por lo menos los domingos a la hora del almuerzo, que le inculcáramos a nuestros hijos que después del Himno Nacional esa música es la más importante.

Después de la Cueca Chilena, llegan las cumbias, típicas de Chile. Reconozco al instante la voz de Américo y canto la canción… las de mi mesa se me quedan mirando como preguntándome: “¿y a vos qué te pica, te sabés esa canción?” Alguien me saca  a bailar, es un  hombre recién llegado de Chile, apenas cuatro meses, todavía no ha comenzado el tiempo de asimilación y aceptación de su condición de extranjero. Mientras bailo con él me pregunto: “¿qué estaría haciendo yo cuando tenía 4 meses de recién llegada a Chicago?”, seguramente estaría viendo caer la nieve desde la ventana del condominio de la señora rusa en donde alquilábamos una habitación con mi hermana, 6 meses duré sin trabajar, porque no sabía ni decir hola en inglés.  Me regresó a la realidad de un tetuntazo la pérdida del paso, más bien nunca logré agarrar el ritmo de la cumbia chilena, es tan distinto el movimiento que una canción aguanté y me fui a sentar derrotada… lástima Américo tiene buena música.

Defraudada con mi cletitud en la cumbia, permanezco observando aquel bacanal en la pista de baile, me pican los pies por bailar.  El encargado de la música toca nuevamente a Américo por petición general y vuelve mi cuerpo a sentir aquella cosquillita que me desinhibe,  de repente veo frente a mí  a un patojón de esos guapotes, galanotes, allí está con su mano extendida, y yo ni dos veces, pata de chucho, no se la dejé extendida en el aire, hubiese sido una grosería… así que no sé si habrá sido la pareja, o es que como ya había recibido una clase previa, la soltura llegó en segundos… el baile es de esas pocas cosas en las que puedo ser, a plenitud, sin miramientos, sin pena, sin ataduras, no importa qué clase de música sea, yo me dejo llevar, el ritmo se encarga de  recorrer mis venas. Fue mi primera forma de expresión, de catarsis… entre las tantas labores en la casa, encender el radio y  bailar con la escoba mientras hacía limpieza en la casa me permitía exteriorizar con movimientos el fuego que me quemaba el alma, sentir esa adrenalina…

Detesto los pasos de baile obligados, de esos que te dicen que  tal tipo de baile obligadamente se realiza de tal manera…  (Salvo para exposiciones oficiales) yo opino distinto, mientras vos sintás el ritmo, dejáte llevar, tu cuerpo se moverá solito, sin órdenes ni condicionamientos.

El patojo asustado me pregunta si  conozco Chile,  porque estoy tan relajada cantando las de Américo, le contestó  que me discutí la celebración del Bicentenario gracias a un canal chileno recién agregado al paquete de  cable,  también que  sí conozco Chile, pero sólo por libros, que entre las páginas he viajado por las  calles de Santiago, por el desierto y los andes… he ido a Isla Negra y he regresado a Valparaíso. Pero que está entre mis planes conocerlo personalmente, se ofrece de guía turístico, yo encantada… ni dos veces… con un guía así, sí se me antoja perderme en las noches chilenas de luna llena…

Pude descansar de las cumbias y llegó el merengue allí sí, cambiamos  los papeles, me aproveché y bailé  más pegadito… no sé, como que se antojaba… esos de Juan Luis Guerra son ideales… para cualquier noche de sábado.

Cada dos minutos pasaba una señora nalgueándonos a todos, lo chistoso es que no me conocía y me daba parejo, por segundos nos quitaba la pareja y bailaba con ellos y a nosotras nos dejaba silbando en la loma, después nos la devolvía, de repente nos daba la esquina de  una  bandera chilena y  a otro la otra, al extenderla todos gritaban ¡Chi, Chi, Chi, Le, Le, Le,…Los Mineros de Chile!

Esa porra estuvo presente durante toda la velada. Mientras me dirigía de nueva cuenta a comprar una botella de agua, vi al Cónsul de Chile subido en el escenario, con un objeto  en la mano, anunciando algo, que no presté atención qué era, yo tenía sed y lo que quería era (una Piscola) botella de agua.
Cuando regresé a la mesa, se me acercó una señora y me preguntó: “¿ésta cámara fotográfica es tuya?”  Y me enseñó una de las fotos que había en ella, asustada le  contesté que sí, me dijo que me parara y lo hice, me metió dos nalgadas, por andar dejando las cosas en las mesas de los vecinos.

Pensé, que si hubiera sido en una actividad de chapines, mi camarita hubiera valido pura estaca… que tu cónsul anunciando el objeto perdido… ni tiempo hubieran dado…

Es la primera vez que comparto con chilenos, como comunidad, en un evento realizado por ellos,  no me arrepiento de  haber asistido, de  haber aprendido de ellos: su organización como comunidad, individualmente son muy educados, caballerosos, las mujeres bellas, amables, serviciales, me hicieron sentir como chilena mientras duró la velada. Me quedo con la ilusión de que nosotros como guatemaltecas –cos podamos unirnos de esa manera, sin envidias, sin pretensiones, sin etiquetas,  sin títulos, que  nos unamos como pueblo, y expresemos de esa misma manera nuestro amor   patrio, nuestro orgullo por la Tierra del Quetzal, que seamos embajadoras –res de nuestra Guate en donde quiera que nos paremos:  no tratando de sacar ventaja de las circunstancias, demostrando honestidad, responsabilidad, IDENTIDAD Y SENTIDO DE PERTENENCIA  que nadie nos podrá robar  si además de llevarlo en el corazón también lo practicamos.

La actividad se dio por terminada cuando cantaron el Himno Nacional nuevamente, después todo mundo recogió  la basura, manteles, doblaron las sillas y se despidieron de abrazo… algo digno de imitar.
Ilka Ibonette Oliva Corado.
18 de octubre de 2010.
Estados Unidos.

3 comentarios

  1. Toda sociedad o conglomerado social, sin importar su nivel de desarrollo tiene una cierta dosis de actitudes reprobables aunque estas se limiten a ciertas situaciones o contextos. Lo grave es cuando este tipo de actitudes, como en el caso de nosotros los guatemaltecos, adquieren un caracter general y resulta facil identificare con ellas. Que pasa con nosotros?.Atribuyo lo anterior en gran medida al ambiente en que nos desarrollamos y crecemos. Guatemala no es una sociedad anclada en unproyecto de desarrollo integral que pueda brindarle a todos sus miembros las herramientas necesarias que les proporcione ese sentido de pertenencia, de identidad nacional, esa actitud civica que nos haga sentirnos orgullosos de nuestros origenes y por lo tanto dispuestos a aportar nuestro esfuerzo para construir una patria mas justa y democratica.
    Pero Guatemala hoy en dia es una sociedad a la deriva y mientras no tomemos las medidas que haya que tomar seguiremos igual o mucho mas jodidos.

  2. hay muchos paises que son ejemplos a seguir en muchos aspectos, pero aca el ejemplo que pones es admirable pero tambien hay muchas organizaciones chapinas en ete pais con muy buena nomenclatura, yo tuve la oportunidad e asistir a algunas de sus actividades cuando residia en california. no todos los chapines son desadaptados ni pretenciosos, no todos somos arrogantes y despotas menos patanes y deshonestos. asi como no todos los sudamericanos son seres humanos ejemplares, por la misma razon hay que esforzarse por representar a nuestro pedacito de tierra de manera digna

  3. Chile es especial para mi por muchas razones, pero en ejemplo son más…

    Gracias Ilka, lo mismo pienso y por eso trabajo, por ver esa Guatemala para nuestros hijos, como Chile.

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