Jocoteando en “La Reina de las Colinas”: ¡Comapa!



Comapa: Comapan; de comitl, olla; atl, agua, y pan, lugar. Cabecera municipal y municipio del departamento de Jutiapa.
Algo hay en el ambiente,  la mañana está rara, no es el cielo encapotado ni las gotas de lluvia que caen como alfileres, no, no es eso, es algo más.  Es algo que tiene mágicamente el poder de eliminar por un instante el dolor que  he tenido en la espalda desde hace tres días y que no me ha dejado pegar el ojo ni por “ganas de joder”  durante la noche.

Instintivamente busco el bote en donde guardo las dos últimas cucharadas de café molido que me envió mi abuela el año pasado, es café de los árboles que detienen el cerco de alambrado en su casa en Comapa, la casa en donde nací.

Los he guardado celosamente para beber una taza el día de mi cumpleaños, pero no, no vaya a ser que no amanezca y me quedo con las ganas, en ésta vida lo único seguro es lo comido y lo  otro…  Pongo agua a hervir mientras lavo los dos  batidores de barro que me envió también mi abuela, allí el café me sabe a hogar.

Empiezo a hacer cuentas de las fechas, son los últimos días de julio,  está por terminarse el mes más caliente del verano estadounidense,  a menos de una semana de que entre campante y glamuroso el mes de agosto, sí, es eso, ¡el mes del jocote de corona, el mes de las fiestas patronales de mi pueblo! Hoy es día de San Cristóbal, el patrón de los conductores y el patrón de mi Amada Comapa.

No logro sosiego, camino de un lado a otro mientras me hago la loca buscando la ropa que me llevaré puesta hoy para ir a trabajar, mi hermana me observa meticulosamente mientras me pregunta ¿y a vos qué te pica hoy? “nada” le contesto,  ¿ya viste el día? Está nublado, está lloviendo, agosto está por entrar,  ¡viste Comapa me está saludando!  Ella ni se inmuta y murmura entre dientes “Patoja bruta, pueblerina tenías que ser”…
Ya pues, ya. Tomaremos café de Comapa, ya lavé los batidores, lástima que ya no hay quesadillas, sino también me atipujaba una  ahorita mismo.

-Já. Pecado fuera  ya tenían más de año de estar allí, vaya que  logré arrancarte la última de las garras del congelador en donde la tenías escondida entre tanta bolsa.
-Ya vas vos, igual que mi papa, no dejan nada para el otro día, todo es de soloqueárselo  en el instante.
-¡Ajá un día! Vos las tenías allí desde  hace un año Negra, no jodás, tan traumada que sos la pobre quesadilla ni sabor tenía ya.

Como si fuera poco, los antojos de las últimas dos semanas me han estado jorobando la existencia, sólo porque tengo la certeza de no estar “esperando” de lo contrario diría  que se me va a caer el niño por la pura insatisfacción de no  comer lo antojado.

Hace una semana, venía manejando  hacia la casa, me aburrí de escuchar música
en inglés (por aquello de que tengo que aprender…) y cambié de emisora, y sólo para encontrarme con una de las canciones favoritas de mi mama:
Bonita finca de adobe, puertas de encino y mezquite, cuidame bien mis amores, no dejes que me los quiten…  ¡Juelagrán! La piel se me erizó, hacía muchos años que no escuchaba esa canción. Pungun, pungun, pungun, penguen, penguen, penguen… allí van rodando en los guindos de mi memoria los recuerdos de  infancia.

Lentamente la carretera por donde voy conduciendo va tomando la forma de la casa en donde crecí, un sólo cajón con la mitad del piso que era una torta de cemento y la otra mitad de talpetate,  que ya habíamos aplanado a punta de  piocha.  En las tardes justo después de la  hora de la oración  cocinábamos el atol de Maizena para las pachas de la noche, para mis hermanos. Allí era de aprovechar a escuchar música en la Radio Ranchera:  Los Tigres… “Chente”, Las Jilguerías, Antonio  Aguilar, Chelo y Los Alegres de Terán,  acariciaron  por muchos años mis sueños durante la noche.  Pero Ramón Ayala era cosa aparte, esas las bailábamos y dejábamos tirado lo que estuviéramos haciendo,   a bailar todos contra todos, mis hermanos apenas caminaban pero  eran nuestras parejas,  esas las cantábamos a todo galío, o mejor dicho a todo pulmón. Y Bonita Finca de Adobe… ha hecho que esa tarde de verano allá traído la brisa fresca de mi infancia.

Recuperándome de la melancolía estoy cuando paso enfrente de un milpal,  le bajo la velocidad al carro, me asaltan las ganas de orillarme y bajarme, zampar una carrera e ir a cortar  hojas de milpa para hacer tamalitos aunque sea con Maseca, se ven tan verdes, floreando y con sus jilotes por doquier, busco a las carreras las matas de frijol, pero no hay, ¡no hay matas de frijol! ¡no puede ser! ¿Cómo se les ocurre desperdiciar el espacio? Una milpa sin mata de frijol está desnuda, estéril, indefensa, sin alera.

Inmediatamente recupero la cordura,  aquí no puedo apearme e ir a ver si me venden “hojas de milpa para hacer tamales” no, aquí no, “eso sólo en Guatemala”. Por el espejo del retrovisor veo cómo se van quedando atrás, me despiden los girasoles que sirven de cerco para la parcela que está en medio de un área de centros comerciales.
Desde ese día vengo padeciendo el Mal de Patria, yo le llamo mal de verano, el mal de Comapa.

Porque voy contra la corriente, el verano le despierta el ánimo a las personas, pero a mí me lo pone hasta los suelos, cada árbol, cada sombra la comparo con las del verano guatemalteco. Muy seguido me sucede que voy manejando y pum un vuelco en el corazón, algún árbol  frondoso, se  convierte en Ceiba, o en palo de tamarindo, en palo de flor de fuego, en palo de matasano,  las extensiones de los ríos se convierten en instantes en la quebrada de Comapa o en las cristalinas aguas del Río Paz y no digamos las del Motagua.

Así me la paso, delirando, rebotando. Logro estabilidad en el otoño y en el invierno, porque son temporadas que no se viven de igual manera en Guatemala, el colorido del otoño con sus celajes y la nieve del invierno.

Pero hoy es  el día de San Cristóbal el “patrono” de Comapa.   Me voy a trabajar, la humedad es increíblemente fuerte, se te pega la ropa a la piel en cuestión de minutos, el cielo sigue  gris, y la lluvia no deja de caer.

Todos en la casa en donde trabajo están durmiendo, son las nueve de la mañana,  comienzo a colocar los platos en la lavadora de trastos,  tengo ganas de cantar como lo hago todos los días. Cuando trabajás en casa tenés de dos sabores:,  hablás con la aspiradora, cantás  o te volvés loca. A mí me da por cantar y escribir así que allí ando con mi papelito metido en la bolsa de la pantaloneta y un mi lapicero, y sí, muchos de mis escritos han salido en el medio tiempo de la aspiradora y la secadora de ropa.

“¡Lo sabía!” me dice mi jefa mientras me da un abrazo por la espalda,  “hoy cuando amaneció y vi el día pensé; hoy es a Guatemalan day” “today is my Ms. day” para ella sigo siendo señorita, porque dice que mientras no se demuestre lo contrario… que el mundo ruede…ella para mí es my Queen. Es  una gringa encantadora, de  la que escribiré en algún momento.

“Es que es increíble “ me dice mientras prepara su taza de café bien cargado “ eres la única persona a la que le veo una sonrisa de oreja a oreja en los días nublados y lluviosos, no cabe duda eres única”.

Pero le dejo ir de sopetón que no es el día de lluvia, no es lo nublado, osea sí, pero no, es que hoy  inicia la fiesta patronal de mi pueblo.  Me dice: “¡entonces con mayor razón, dame otro abrazo, hay que celebrarlo!”

La fiesta titular de Comapa es en diciembre, pero en agosto es la de San Cristóbal, peculiarmente  abundan los jocotes de agosto que mucha  gente confunde con el jocote de corona pero son distintos,  y sí el jocote de corona hace rojear los palos con su color.
¿De qué jocote quiere su topoyiyo? Me preguntaron la primera vez que fui a Comapa.  Y yo más dunda todavía preguntando, ¿cómo así que de qué jocote? “Sí, ¿del de agosto o del de corona? Ah…. Bueno, bah… no sé. Deme dos y así los pruebo.


La mera bulla es  del 17 al 20 de agosto (ay ve vos si vas)  pero desde hoy comienza el movimiento,  en la plaza central, abundan las ventas de coyoles en miel, mamones en bolsa, medidas de manzana rosa,  matasanos, mango de pashte, lazos, hamacas, garnachas, fresco de rosa jamaica, tamarindo, nance, horchata, de pepita, de jocote y de  anona.  En vaso o en bolsa. La chicha  no se vende en bolsa, porque pierde la elegancia, lo que hacen es que llenan una botella de esas de agua  gaseosa y esa es la medida, después te la echan en tu vaso plástico, ay ve vos si te le echás encima o te la tomás.

Abundan los futíos, las loterías, tiro al blanco, los algodones y las pelotas de tripa de coche. Hablando de coches, también hay chicharrones y carnitas.  Y un representante de la alcaldía que anda con su megáfono a tuto anunciando las actividades del día.

¡Jaripeo!, cuadrangular en el estadio que lleva el nombre del alcalde que más pisto le ha hueveado al pueblo, así cabal,  se reeligió dos veces,  regalándole a la gente quintales de maíz y frijol, a sus costillas hizo cinco casas juntas, que ahora  es un hotel y restaurante, también tiene ocho camionetas que jalan gente de Comapa a la capital, cinco  picopones de esos Avalancha que cada año cambia de modelos y allá, yendo para la frontera con Jalpatagua,  una finca enorme. ¿Todo eso de su salario como alcalde? Por favor… Si cuando lo eligieron lo único que tenía era el apellido.

En Comapa las mujeres no somos gordas, no, no allá somos, ¡galanas o hermosas!,  allá no somos flacas, ¡allá somos secas! y tenemos patitas de paloma de castilla.  Si te dicen: “ve la fulana con esas sus patitas de paloma de castilla” no tengás pena, no tenés que voltearla a ver, ya se sabe que la fulana es flaca.

Allá las mujeres no somos caderudas ni nalgonas, no, no, no, ¡allá tenemos ancas de yegua fin
a!  Allá no somos altas, ¡somos potrancas! Las mujeres no somos cuscas, ni coquetas, ¡somos birriondas! Allá no somos temperamentales, ¡somos arrevesados! No somos lentos, somos ¡choyudos o pasmados! Allá no nos enojamos, ¡nos calentamos!

En el oriente no se molesta, ¡allá se jode o se chinga! En  el oriente  los hombres no son machos, ¡son gallos! (que machuquen bien saber…). En Comapa no andamos mirando, ¡allá andámos choteando! No andamos paseando, ¡andamos vagando!

Allá no se abraza, ¡se apercolla! Allá no se besa, trinca, soca, prensa, no, no, ¡allá se detalla! Ya vas, que vas a salir con que dame un abrazo de tamal, o un beso de trapeador  já, a planazos te agarran.



Allá no tenemos hambre , ¡tenemos filo!

Allá  las parejas no se pelean a golpes, no, no ¡se pescocean!  El hombre no es hablador, ¡es hocicón! En Comapa no tenemos garganta, ¡tenemos galillo! Recuerdo que cuidadito y salías vos a la calle sin ropa planchada porque ya escuchabas el grito de tu mama diciéndote ¡ve y vos, con la ropa recién salida del galillo de las vacas, ya te me regresás a plancharla!

Allá no tenemos boca, no, no, orgullosamente tenemos ¡choreque y trompa! No tenemos timba,  cirimba panza de pupo mareño ni de tepocate, no, no, ¿adiviná? ¡Allá tenemos bucul! (Para muestra un botón, modestia aparte como buena Comapense).

En Comapa las seis de la tarde no son las seis  de la tarde, ¿no? ¡aa! No, ¡allá es la hora de la oración¡ La mujer en el oriente no se embaraza, ¡se preña! Las patojas no hacen el amor, ¡aa! No, ¡allá se pisa! Sí, como el gallo a las gallinas.  Porque allá no nos desnudamos, ¡allá andamos en pampa!

Porque (bendita sea la chicha) en el oriente no nos emborrachamos ni nos embolamos, ¡aa! ¡Allá andamos a tuza, soca, pija o a pichinga! Porque los hombres no se pelean ¡se pijean! Porque  en la Cuna del Sol, no somos miedosos (as) no, ¡aa! ¡Allá somos aguacates (as)!

Porque en el oriente la necesidad no te obliga no, ¡allá necesidad tiene cara de chucho! En la bella tierra de José Milla la gente no se ofusca, ¡la gente sufre de una  llamarada de tuza!

En la bella sabana jutiapaneca, los barrancos ¡son guindos y peñas! He ahí la historia de la mula favorita de mi mama, cuenta que iban caminando por un camino real y tomaron el atajo, pero la mula se le despeñó en unos grandes guindos  que cuando lograron bajar una hora después la pobre mula tenía las manos quebradas y tuvieron que sacrificarla, hasta el día de hoy esa mula le duele en el alma a mi mama. Conocí el guindo y já, milagro que la mula no se murió a la primera.

Las vacas en oriente no se llevan a tomar agua, no, ¡allá se llevan a aguarlas! Porque los negros no somos negros, ¡en la bendita tierra del jocote de corona somos chorros de humo o tizones!

¡Porque la vagina no es vagina sino faifa, y el pene es , picholita o tululita!

Hoy se cumplen quince años, quince años de esa primera vez que pisé  la tierra en donde dejé el omb
ligo.  Mis recuerdos crean un murmullo en ésta lejanía. Somos una familia de emigrantes por parte de los Oliva y por parte de los Corado, llevo la sangre del oriente en doble vía, Zacapa- Jutiapa. Mis padres emigraron antes de cumplir los 18 años,  y son las horas en que no  piensan regresar al suelo en donde dejaron escondido el ombligo.

De esas cosas ingratas de la vida, es el no conocer a la familia de mi papa,  no saber más  que lo que a veces le saco a cucharadas a mi tío cuando lo voy a visitar de vez en cuando. Todos los hermanos emigraron de su natal aldea La Palmilla, Teculután.  No la conozco, de guasa he pasado por Teculután  y ubico la venta de tamales de Cashasha, que por cierto después de los de mi abuela y mi mama, son los más deliciosos que he comido en mi vida, yendo de la capital para Zacapa los encontrás a tu mano izquierda justo al pie de la pasarela de Teculután,  enfrente del monumento al Chupete.  Preguntá por Cashasha y allí cualquiera te dice dónde vive, te prometo que no te vas a arrepentir de comparlos.  Esos tamales sostienen el cordón umbilical con el Teculután de mi padre, Cashasha  (como le dicen de apodo) es  su amigo de infancia.

Me ha tocado aferrarme a los vagos recuerdos que tengo de mi infancia en Comapa ( de 1 a 3 años de edad)  y a las veces que regresé de visita ya en mi adolescencia.

Nací allá, caí en los brazos de mi bisabuela, justo en la mesa del comedor de mi abuela, en Comapa soy Chilupuca,   (como me llamó mi bisabuela al nacer) sólo allí me siento como tal, allí me siento a mis anchas, es como si nunca hubiera emigrado.

La Comapa de mi mamá es distinta a la que yo conocí: ella habla de mulas, bestias, pishtones, flor de izote, trancas, candados, machetes, horquetas, pretendientes, chinitas, yinas, vestidos floreados  de Mamita  (su abuela) y zarabanda. Dice que  ni de loca regresa a esas chifurnias en donde creció, porque la pobreza   extrema que se vive allí agobia.  (Y la riqueza embrutece).

Cuando  por fin me dejaron ir a conocer y reencontrarme con Comapa yo tenía justo quince años de edad, trece exactos de no ir al pueblo que conocí y creé una imagen en mi cabeza al escuchar las conversaciones de mis tías con mi mama.  Así que cuando llegué no me fue difícil adaptarme, al chilazo agarré aviada con el léxico, modismos y acentos,  con eso había crecido,  en la casa siempre fue pana de masa, pana de máiz, medida de aceite, chuzo  en lugar de barreno, coches en lugar de marranos, gallina copete, coquecha, gallinita inglesa (¡saludos!) poshoroca. Allí hasta las niguas tenían nombre propio no digamos las gallinas, los cabros, los patos y los coches.  Tal fue el caso que mis hermanos son nuestros poshorocos, nuestros cumes.

 A las vecinas capitalinas se les hacía complicado entender nuestros modismos pero yo no dejaba de hablar así sólo porque ellas no entendían, lo que hacía era explicar cada palabra, justo como lo hago aquí con la gente de otras nacionalidades.

Mi mamá nos enseñó que no éramos pobres, y así crecí, lo supe un día en que llegué corriendo a la casa, ahogándome, para contarle que el gobierno estaba dando una ayuda (algo así como Mi Familia Pobreza)  a la gente pobre, sólo tenía que ir a inscribirse, dar el número de miembros de la familia y a cambio recibiría mensualmente: un quintal de máiz amarillo, un bote de queso amarillo de cinco libras, dos latas de jamón, y un bolsa con cinco libras de leche en polvo. Me observó con unos ojos que me fulminaron en el instante y su respuesta fue rotunda” mirá hija de la gran puta, para eso les hago helados, para que trabajen y aprendan a ganarse la comida con el sudor de su frente, ¡esa ayuda es para la gente pobre!” ¡En ese instante supe que yo era rica!

Al fin después de tanto ruego de mi abuela y huelga de hambre por parte mía, mi mama  dio el brazo a torcer y me dejó acampar en Comapa.  La primera impresión nunca la olvidaré, el pueblo era justo  como me lo imaginé, el municipio es el más pobre (económicamente hablando) y árido de Jutiapa, cuesta que suba el agua potable, queda justo en la cima de un cerro he ahí lo de “La Reina de las Colinas”. Los niños  descalzos,  es raro el que anda vestido, o   en camisa y la picholita al aire, o pantalón y sin camisa, siempre con las canillas cenizas.

“¡Ve y vos sos de la Aidé (mi tía morena)!” me dijo doña Adela, la señora que hace las quesadillas más ricas de todo Comapa y Jutiapa. “No” le contesté “ yo soy de la Lila”.  Pero no le bastó y siguió “pero vos sos prieta, parecés de la Aidé”, “sí pero mi papa es moreno”. “Ah sí el Guayón ya me recuerdo”.  La visita de una patoja bandida en la casa de la Juana del Cirilo, les parecía extraño, ellos siempre han vivido solos, desde que todos sus hijos emigraron a la capital y posteriormente una de ellas a México no hay quién los visite, quién se suba al palo de guayaba y se guinde como mica.

En Comapa a la gente le costaba creer que yo fuera hija de la Lila,  es que mi mama es Canche Peroles Carita de Frijoles, y yo soy negra, aunque tengo su colochera y heredé sus labios gruesos, y los pómulos pronunciados de mi abuela. El color me delataba.

Les costó aceptarme, por ser capitalina y andar en pantaloneta enseñando la gaceta todo el día, además atreverme a montar caballo,  y sentarse a horcajadas, si allá las mujeres se sientan de lado. Me llamó la atención que la gente de la aldea subía en yinas o caites y al llegar a las primeras casas de la orilla del pueblo, pedían permiso para lavarse los pies y ponerse los zapatos. Así que siempre la casa de mi abuela estaba llena de caites y encomiendas de saber ni cuántas personas, lo peor de todo es     que ella conocía cada par y cada tiliche de los que estaban allí, a simple vista decía: “esa bolsa de arroz es de Abel de la Margot, la libra de frijol es de Mardoquedo de la Julia” y así, te podía deletrear nombre, apellido, residencia, número de muelas y hasta los que ya engañaban con la placa.

En la noche cuando ya estábamos acostados y nos iluminaba la luz del candil, se escuchaban los pasos de las bestias que golpeaban con el adoquín, de repente decía mi abuela: “oí, allí va el chimado de Juancho de la Lola  que se cae de bolo”. Yo asustada de decía: “¿abue pero cómo sabe quién es?” “Já, el andado de la yegua, tiene la manita izquierda mala”.

O de repente igual ya acostados  con  el candil apagado y se escuchaba una voz “ ¡Va pue Juana Oh feliz noche!” y ella contestaba “ Va pue Mardo oh saludáme a la Chayito, cuidado ai en la quebrada el agua está crecida”.

La feria patronal que yo conocí fue muy distinta a la de mi mama, ella hablaba de zarabandas y de bailes de gala. Cuando vivían en la aldea la Crucitas antes de comprar un terreno en el pueblo, ella era de las aldeanas que iban al  baile de día, allí era  con zarabanda, en el salón comunal, pero también había chiniques, allí se pagaba cinco len la pieza, eran los  hombres los que pagaban, las damas sólo esperaban que las sacaran a bailar.  Y a eso de las seis de la tarde ya iban de regreso para la aldea, y empezaba el baile para los del pueblo. Mi abuelo siempre iba con ella, entonces mi mama pasaba ahorrando durante un año, para comprar un pedazo de tela de flores y mi abuela le hacía su vestido para la feria, ¡porque allí se tenía que estrenar!

La feria no era feria si no había muertos,  era por eso que el que no andaba con  pistola, andaba su corvo, honda, y hasta chichicaste  por aquello de que en medio de la nada aparecieran los cuentazos (y no de agua) y a repartir todos contra todos cuando la avalancha no dejaba, de lo contrario era como siempre en el oriente, uno contra uno y hasta que caiga el primero.

La gente con vestidos floreados todavía las conocí, también vi los chiniques,  sólo que ya no eran de Las Jilguerías  ni de Los Alegres de Terán, tampoco de Antonio Aguilar,  los que yo viví, eran de merengue,  cumbia y rancheras de Los Tigres… La Zarabanda nada más animaba para la coronación de la reina y los entierros. 

En la noche en el salón comunal eran los  bailes de gala, el de apertura y el de clausura de la feria, allí mirás a todos bien trajeados con sus  botas, sombrero, camisas a cuadros y si no es machete es pistola, las hijas van con las mamás y no se mueven si no las sacan a bailar (que aburrido) a mí me acompañó mi abuelo, que se quedó en una esquina, lejos de mí, cuando me sacaron a bailar quise darle su lugar y le dije al muchacho: andá preguntále a mi abuelo si me deja. Y  sí, él fue, y aún llevo grabada en mi memoria la sonrisa de mi abuelo cuando el jóven le fue a preguntar, infló el pecho y le dijo “sí, pasmado, dejá de estar perdiendo el tiempo andá bailá con la patoja”.

Hoy llamé a mi  abuela por teléfono, en mi tiempo de almuerzo: ¿Aló Juana oh?  Ella me contestó “¿Aló Negra Oh?, el fuego me avisó que llamarías, bien dije yo, la Negra va  a llamar y mirá pues no me equivoqué”. Porque el fuego le avisa  a mi abuela sólo cuando yo llamo, cualquier otra nieta puede llamar que al fuego le pela la estaca quién sea.

“Hoy hace quince años abue”. “Sí, mi´ja eso estaba recordando hoy. ¿Cuándo volverás?, ya es tiempo que te vengás, ustedes se fueron a buscar lo que no habían perdido ingratas”. “Sí, abuela, le prometo que volveré”. “Véngase ya, quiero verlas casadas y conocer los nietos de ustedes las mayores, ya vieron las chiquitas les ganaron” “Tan bien que íbamos mire pero usté ya me quiere casar y hasta preñada me quiere ver, no ve pues que soy tan aguacata que en la parida me petateo”.

“ ¿Abue usted porqué no emigró y agarró para la capital como sus hijas, o como mi tía Marina que se fue  para México y nunca más volvió?” “Mmm mamaíta, porque la tierra no se vende, y mucho  menos se deja, eso jamás”.

Me sonó a reproche y me hizo un nudo de sal en la garganta. Mi abuela es una mujer a la que amo y con la cual puedo pasar horas hablando y no aburrirme nunca; nunca fue a la escuela, pero su sabiduría es increíblemente grande.

-“Sabe abuela, tengo ganas de ir a ayudarle a tortear, y comer tortilla con leche y sal, también de echarle frijoles parados. Ah y se me antoja poleada,  tamalitos de elote, elote cocido con sal, elote asado en las brazas del pollo,  arroz con chipilín y crema, atol shuco, ticucos,  mamaso con sal o con queso y crema.  ¿Y sabe qué?, me estoy muriendo de las ganas de  que me abrace”.  “Mmm… mamaíta no me digás eso, me voy a morir antes de volverte a ver, aquí tu tierra te espera, la sombra del plumajillo, el palo de jocote de corona está preñado esperándote está para que te subás en el,  tu abuelo ya casi no mira y  le cuesta escuchar, veníte antes de que lo encontrés en  el cementerio, aquí comemos tortilla con sal aunque sea”.
“Bueno abuela le tengo que cortar ya terminó mi media hora de  almuerzo, la llamo otro día, la quiero mucho” ¡Hasta pronto Juana oh! ¡La quiero mucho Juana oh!”
“Hasta pronto  mi Chilipuca oh aquí te estaré esperando”.

Y  es así como recuerdo las fiestas patronales del pueblo en el que no crecí, pero que  se tatuó en mi  alma a fuego lento: Comapa.

Ilka Ibonette Oliva Corado.
Viernes, 30 de julio de 2010.
Estados Unidos.

6 comentarios

  1. Chilipuca linda: Envidio la fluidez de tus escritos. Parece que la añoranza lubrica tus pensamientos y nos deleitas con el pintoresco lenguaje coloquial de nuestro terruño. Un besote, Chente.

  2. Un relato exquisitamenta familiar, impregnado de memorias que se trasladan en anoranzas de un lugar enclavado en la distacia terrenal que habitamos los mortales.El paisaje,la gente y sus costumbres, tradiciones y actitudes que al entretejerse nos brindan ese bordado que se llam Comapa pero que tambien es Jutiapa y por consiguiente es Guatemala. Probablemente nunca haya estado en Comapa, aunque si en mas de una ocacion tuve la opurtunidad de observarla desde la distancia, al otro lado, del otrora de verdad, Rio Paz,las particularidades topograficas de Comapa y apreciar el por que le llaman «La Reina de las Colinas».

    Hablando de jocotes se te olvido mencionar uno que es muy famoso por esos lugares, el «jocote de iguana».

  3. Mira pues Chilipuca, ya me puse mas triste, venite y me llevas a conocer a tu abue chula y nos atipujamos de horchata de guanaba y a ley de jocotes, apurate pue hacelo por el abrazo de tu abue,.a ver como hago pa' terminar este domingo en esta chifurnia sin mi princess, sin mi hombre y sin vos…

  4. Lindo vos!! me dejó con una sonrisa de oreja a oreja. Pero mirá que ya dijiste: cuando regresés me llevás a la feria oíste? Sólo me quedé con una duda: cuál es la diferencia entre los jocotes de agosto y los de corona? En mi conocimiento capitalino sólo existía el de corona!

  5. Ay mi amiga, qué nostálgica me has puesto y lejos de tamalitos de elote, pishtones y tamales, no tengo tantas cosas qué extrañar como vos!

  6. va pues negra!!! solo te falto la corona o la tecate para que botanearas con carnitas escuchando a los tigres del norte y a ramon ayala!!! jajajaj ya ves que no solo aca en los estados unidos se nos pegan las costumbres de otros paises!!!

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