De boda de ensueño a una boda real.

Una suave llovizna de primavera baña aquel sábado de Gloria.

El celular está timbrando. ¡No puede ser!, lo que menos quiere escuchar la Tiel es ruido…

─ ¿Aló? Contesta.

─ Murusha… ¿Cómo vas? ¿Ya lista?

─ ¿Lista de qué o para qué vos? Si me vieras, ya no soy murusha, me han alisado la enredadera a pura secadora, plancha y aceite de coco. Hoy si me siento como las de Livingston. ¡Brincos diera! Já, me zumba la cabeza, que tormento ese de ser Lady.

─ Tan dramática que eres. Yo ya estoy maquillada, me vieras la uñas, tengo el peinado hecho, he pasado en el salón de belleza cuatro horas y media. Ahora están por tomarme las fotografías antes de irnos al salón. ¿Qué te pasa siento tu voz extraña?

─ Aburrición, quebranto, salpullido, hecha lata, siento que me dará el mal de camioneta y terminaré en un sólo patatush, antes de que den las cuatro. Después te explico la definición con eso de que sos mexicana…

─ ¡Nooooo! ¡Noooo puede ser! Murusha, ¿te está bajando tu menstruación? Métete unas 10 Advil y un Tampax , por lo que más quieras pero no se te ocurra dejarme sin una dama, mira que es el día de la boda de tu amiga no me puedes dejar tirada con los chinos hechos.

─No te preocupés, no me perdería tu boda por nada del mundo, ya casi estoy lista, sólo me hace falta enmascararme, no, no que diga maquillarme, que no se muy bien como se hace eso, pero lo intentaré. Aunque me siento dentro de ese vestido como salchicha Toledo: zocada, zocada. Y lo último por hacer es subirme en esos zancos que son tu gusto no mío, pero llevaré mi parque de curitas por aquello de las ampollas. Pero allí te veré. ¡No os ahuevéis!

La Tiel se había comprometido a ser una de las dos damas que llevaría la novia para su boda, dos meses antes habían ido de shopping. Era un día frío y nevoso en la cintura del invierno; buscaron en varios centros comerciales en tiendas especializadas en chunches de boda. Eso de caminar como dementes en busca del vestido perfecto no era algo divertido, medirse y medirse vestido tras vestido, buscar colores, estilos, medidas… al final de la noche y a punto de cerrar el último centro comercial de esa jornada, dieron por fin con los dos vestidos color vino que estaban allí esperando en primera fila a las damas.

Como si no fuera suficiente, ir de cacería en busca de los zapatos y collares, aretes, pulseras, y el resto de adornos posibles para que las damas quedaran como sombreritos de Esquipulas, ¡pero con estilo!

“¡Dios ya sólo falta una hora!”, pensó la Tiel, observó sus uñas y estaban vírgenes, (como ella, si pues…) sin una gota de esmalte, llevaba dos semanas dejándoselas crecer, para evitar ponerse esas garras que se pegan con yuquilla. ¿De qué color se las pintará? Buscó uno no tan chiltoto ni tan chillante (tipo luciérnaga encendida) y se untó como pudo el colorete ese para darles un poco de brillo.

Llegó al salón a la hora indicada: quince minutos antes para ensayar la entrada. El recorrido que le llevó desde el estacionamiento hasta la entrada del salón la hizo sentirse parecida a su amiga Helena cuando va a la Antigua; como perica caminando sobre lámina. (Por lo de los tacones va). Sí, así son las capitalinas, la cusquería de ir en zapatos de tacón a caminar sobre el piegrerío de la Antigua.



Pero a la Tiel se le olvidó que la boda era guatemalteco-mexicana, tonces el horario por ende era chapín eso que estaban en el país de los esclavos unidos les venía del norte. Así es que se tuvo que aguantar una hora encaramada en esos zapatos de tacón torturadores, ya le valían cuatro curitas, lo bueno es que llevaba parque, Tampax, Advil, Listerine, brillo de labios, desodorante, Agua Florida y un frasquito de 7 espíritus que le mandaron desde su pueblo por aquello del patatush.

Los invitados fueron llegando para ir rellenando los espacios en el salón, tres fueron los hombres que llegaron vestidos a la altura el resto llegó como si fueran de visita al zoológico la Aurora o a chotear al Zócalo mexicano: pantalones de lona, camisas color zapote, corintas, verde luciérnaga encendida, gorras, viseras, cachuchas y sombreros, (como si el chunche fuera al aire libre) ¿para estar en el salón?, zapatos de tenis, botas, pantalones negros con cinchos rojos y zapatos blancos, las corbatas se las enrollaron y las dejaron metidas en el hoyito…, de la bolsa del pantalón.
Las mujeres, tiraron la casa por la ventana, ¡chish pisto! Han abarrotado los salones de belleza para que les podaran el charral y en algunos casos les hicieran injertos (como el de los rosales) es decir: rayitos, extensiones, luzazos, focazos, linternazos, y todas esas cirugías instantáneas en las que se especializan en los salones de belleza. ¿No has visto? Cuando las mujeres se meten allí y a las dos horas salen que, ¡…uta ma…! ¿Te la cambiaron? Y allí estás tronándote los dedos para que no le pase las de la cenicienta de que después de la media noche aparezca salida de La Calle en Donde Tú vives, la bruja original y que no haya manera de hacer el cambalache. Cada una se llenaba la trompota hablando de la cantidad de dinero que habían pagado para que las disfrazaran de “guapas” no menos de $65 por peinado.



Lo injusto, el lado oscuro y lo común en la comunidad latinoamericana específicamente la guatemalteca es que preferimos ir a pagar a otro lado antes que ayudar a una paisana. Así fue el caso en esa boda. Una patoja que tenía la especialidad en cosmetología, había ejercido en Guatemala en uno de los salones más prestigiosos de la capital, pero como en gringolandia no tenía el mentado “título” ni las propias paisanas que estaban en las mismas optaron porque ella las peinara. ¿Ingratitud?, ¿estupidez?, ¿cletitud?, ¿o envidia de las posibles clientas? No se sabe, el caso es que ignoraron el ofrecimiento que hizo la cosmetóloga.

En la boda se presentaron como Abogadas, licenciadas en Administración de Empresas, casi doctoras, casi ingenieras, aquello era un clan de las casis… pero si les preguntábas en qué trabajan en América la respuesta era
regularmente la misma: limpiadoras de casas. ¿Entonces por qué se presentaban con esa retahíla de títulos? ¿Será que eran asoleadas o se hacían? ¡A tierra que fueres hacer lo que vieres y punto! ¡Pan pa´tu matate!

La Tiel ya estaba en el grupo de los que escoltarían la entrada de la novia. Las yemas de los dedos de los pies, ya las tenía pidiendo un alborotado RCP (respiración cardio pulmonar), sin color, y a punto de que les diera un ataque de adormecimiento; ese hormigueo que antecede al calambre. Y no había modo de que la mentada novia bajara del carro y entrara, pero si no era culpa de la novia sino de la concurrencia que no terminaba de llegar.



El novio: un miteco, sí; oriundo de Asunción Mita. Por decisión y convicción: acabado de bajar del cerro a tamborazos (mojado como la mayoría) que no daba por dónde buscar trabajo o expandir los horizontes y mexicanizado con una euforia propia de los que han nacido en Guatemala por casualidad, gracias al Creador él se encontraba cantando las de duranguense en tierra anglo… ya que verlo cantarlas en Guatemala si sería un dolor de ovarios o de testículos en su carencia.

Ella: una mexicana licenciada en Administración de Empresas y especialización en Comercio Internacional. ¿Qué hacía enamorada (colgada) como una loca de un miteco hiper-druper-machista? Nadie puede contestar esa pregunta y creo que mucho menos ella.



De repente apareció el novio con su acento mexicano, advirtiendo de que a la cuenta de uno dos y tres, comenzaría el festín: ¡y listos todos que la novia va a entrar! Tanananán, tanananán, tanananán… entran las damas y los caballeros. Atrás  un exquisito vestido blanco, deja ver la silueta de la novia tímida, ansiosa y más bella que nunca, tomada del brazo de su padre. Se detienen en la puerta, algo ha fallado en la música y buscan a las carreras un Cd que no esté rayado.

El padre: ha viajado con su esposa desde México, hacía cinco años que no veía a su hija, desde que ella recién graduada ingresó en una programa de esos lava cocos que utilizan en Latinoamérica y emigró a trabajar de niñera a Chicago, devengando un salario de $6.00 la hora, y la ganancia de estudiar inglés, pero al llegar a tierras de los “esclavos unidos” cayó en la cuenta que el programa autorizado por el gobierno de su país, era una estafa. Un año después se las peló de esa casa y quedó como la mayoría: indocumentada y trabajando de mil usos.

El padre; la admira embelesado, no puede creer ser en parte el procreador de esa belleza de mujer, es su vivo retrato, tiene sus ojos, su sonrisa. Está viviendo ese soñado instante, en el que se detiene el tiempo junto a ella, su chinita hecha ya toda una mujer; está a punto de entregársela al truhán que será su esposo. Su instinto de padre, le avisaba a tamborazos, y desde que supo que se casaría la ha llamado por teléfono todos los días para decirle que: todavía se puede arrepentir, que no tenga miedo de hacerlo, que no tenga pena por lo gastado, que lo piense bien.

Que es la única hija que ha logrado graduarse de una universidad, que es también la primera en la familia de él y de su mamá en haber obtenido una educación a nivel superior, que sería un orgullo para él verla ejercer como toda una Lic., en su país.

Que, ¿qué hace en USA trabajando de mil oficios? ¡Que se regrese! ¡Que la quiere! ¡Que es la luz de sus ojos!

El novio sigue buscando entre la caja de Cds, la música del tanananán… ahuevado, voltea a ver a cada parpadeo, hacia el lugar en donde tiene que estar la novia, para verla allí, y confirmar que no se ha ido a la punta con su papá. El padre la abraza esperando que al sentir su calor, su hija reaccione y sepa que no tiene necesidad de estar como pepe en ese país de mierda, que la familia la extraña. Como último intento la ve con la tristeza hecha agua en sus ojos y le dice al oído con voz quebrantada que: míra, aquí tengo las llaves del carro, ¿si quieres nos damos la vuelta ahora mismo y nos vamos a México?

Pero ella está idiotizada, enamorada del hombre que busca en la caja de Cds, le dice a su padre que no se preocupe que todo estará bien. Las damas, también quisieran agarrararla por el peinado y sacarla a rastras de aquel lugar, darle unas sus diez vueltas tipo perinola para ver si al terminar las ideas le regresan a su lugar y la materia gris le empieza a funcionar, pero lo han intentado todo y su deber como amigas es estar allí y brindar sus hombros después, si las cosas llegaran a resultar distinto de lo que ella espera. ¡Quien por su gusto y su gana la muerte le sabe a gloria! ¡O aunque lo entierren parado! Algo así…

Por fin el pastor celebra la boda, el beso del novio y comienza el chonguengue.

La concurrencia disfruta de la comida y del baile, menos los padres de la novia, que no conocían al novio sino hasta un día antes de la boda que fue cuando descendieron del avión en el aeropuerto O ´Hare, no los dejaron asimilar la noticia, porque al ver al novio supieron que cualquier mujer que tenga dos dedos de frente no lo buscaría ni como amigo, no digamos como esposo, ¡salvo su hija!

Las invitadas telepáticamente, han hecho una apuesta para ver quién compraba el vestido más caro para llamar la atención en el festín, se les olvidaba que la única que podía y debía lucirse era la novia. La Tiel, las observa muerta de la risa, quien las viera tan recataditas y la soltura que desprendieron el día de la despedida de soltera, las mosquitas muertas fueron las más salvajes con el bailarín.

Ese fue otro susto. Cuando vieron aparecer en la sala de la casa, el día de la despedida, a un agente de emigración, ¡con los huevos en la mano! Sí, el susto ya no se sabe si era por haber visto al agente o por haberle visto los huevos. ¿Pero y si era la migra? Bastó que sonora la música y que el bailarín se desprendiera de los huevos. Sí, ¡un canasto de huevos de pascua para regalar! Epa… Las dudas desaparecieron cuando vieron el tamaño de; cuádriceps, bíceps, tríceps, abductores, y la estrías que se andaba echando en las nalgas… el fulano, para saber que era el bailarín y que no serían deportadas.

En la boda, recataditas del brazo de sus: novios, amantes, chashpeanes, zoques, agarres, prenses, güisos y las más cletas de sus esposos, sólo las miradas expresaban la frase: lo que pasó en Paris se queda en París… o algo así es el cuenterete ese… pero habían fotografías… y allí todas estaban quemadas, no hubo una sola que se resistiera a la vuelta de caballito que ofreció el bailarín.

En la mesa de las damas y caballeros de los novios hay guatemaltecas, salvadoreñas, Ticas, mexicanos y un chileno. El chileno dice que el que quiera conocer Chile: tiene que leer de Isabel Allende por supuesto; Mi País Inventado. Escuchar a Violeta Parra y Victor Jara. Los patojos Ticos, silbando en la loma, porque saben de Pinochet, Salvador Allende y la trova lo que saben de la “o” por lo redondo; la excusa que dan no sin antes componerse bien la corbata, en el típico ego del que nace en la tierra de la Pura Vida; tal vez sea que no conocemos de ellos porque en Costa Rica nunca hemos estado en guerra, y carecemos de ejército.



La guatemalteca, el chileno y la salvadoreña, confabulan una sonrisita con un significado muy parecido al de: ¡por fin hay tela de dónde cortar!… pero todo quedó en esa sonrisita, porque llamaron a las damas para tomarse la foto del recuerdo con los novios, y al regreso la mesa estaba vacía, todos andaban meneando el bote.

Después del baile del billete: tradición mexicana en donde los novios bailan, y la gente llega con un su billetito y paga por bailar un ratito con ellos, en guatemalteco algo muy parecido al chinique.

Después del baile del billete, se avisa que en diez minutos se dará por concluida la fiesta y a descular a hormigas a otro lado, porque a duras penas les prestaron el salón de cuatro de la tarde a diez de la noche. El novio no halla las horas de contar el dinero recaudado del baile ese, para ver si ajusta para sacar a los suegros el fin de semana aunque sea a dar una vuelta en las cercanías del lago Michigan. Con eso que de zoquete no trabaja.

No hubo una sola pieza de marimba, al contrario puro duranguense, música de banda y los narco-corridos favoritos del novio.

La Tiel va y se despide de los padres de la novia, no sin que se le agüen los ojos, al ver la tristeza reflejada en el rostro desencajado de la madre, que ha trabajado toda su vida en un puesto de comedor junto a su esposo, para proveer de mejores oportunidades a sus hijas, de las cuatro tres se le casaron al terminar la secundaria y la única que les dio el honor de egresar de una universidad era su chinita.

La novia estaba allí, en medio de ese montón de extraños, con una sonrisa agridulce, y una mirada perdida, sin el brillo típico de la novia feliz e ilusionada por casarse con el hombre de su vida. En un país extraño, de lengua inteligible, conduciendo un carro del año, pero limpiando casas, dejando los pulmones pegados en cada trapeada que daba a los pisos de la jefa que curiosamente también estaba allí, la intocable entre los intocables: sí, porque los emigrantes que se han hecho ciudadanos y residentes, se creen intocables, por tener la ventaja de estar con sus papeles en orden. La gringa por ende; ser gringa y ser la mejor atendida de la noche, como si no fuera una invitada más. Mirá que servirle pleitesía todavía en la fiesta de tu boda…

En el ritual de la despedida la Tiel abraza al padre que no puede esconder el dolor y desborda lágrimas sobre su vestido mientras le devuelve el abrazo, los recuerdos bañados de nostalgia se le han de haber venido todos de un junto y se le anudaron en la garganta, no lo dejaron asimilar la idea de que su hija se dio el lujo de vivir con el novio sin antes casarse, algo imperdonable en su pueblo, encima de todo se lo avisa su esposa cuando ya estaba subido en el avión, para que no le diera tiempo de bajarse, quien lo recibe en el aeropuerto es el yerno patantaco que le avisa que su hija los está esperando en el carro, no sabe si trompearlo o ir en carrera a llevarse de las greñas a su hija y subirla allí mismo en un avión y regresar a México. Y de ribete lo ponen todavía a hablar en el momento del brindis, para que de las gracias a ese resto de descarados hambrientos que han asistido a la boda sólo para juzgar.

La Tiel sigue en la despedida, ahora del novio al que le dice: vos cerote, portáte bien, que la mujer que te llevás ni con lupa la volvés a encontrar si la perdés.

A la novia la ve directamente a los ojos y le dice mientras la abraza: te quiero mucho y ya sabés que aquí estoy a un costado tuyo.

El reloj marca las diez en punto de la noche, se ha terminado la boda que debió de ser de ensueño: con tus familiares, amigos y en tu tierra. Pero que fue simple y llanamente real del padecimiento del emigrante: con gente que apenas conocés, con otros que poco a poco se han convertido en tus familiares de leche  y con el propio saber agridulce del destierro.

Ilka Oliva Corado.

05 de abril de 2010.

Estados Unidos.









6 comentarios

  1. Me gusta lo de los «eclavos unidos»,de cualesquiera manera que se analice.Siempre he pensado y a veces manifestado,que nosotros los latinoamericanos o hispanos que vivimos aqui en gringolandia somos de una u otra manera parte d esa modalidad de esclavismo o servidumbre modernos que no tan sofisticadamente se practica aca.Seguidamente y como Ilka magistralmente lo deja entrever,no importa el estatus migratorio que uno tenga,pues a todos nos cortan con la misma tijera,nos meten en la misma bolsa y nos ponen la etiqueta de ilegales,mojados o mexicans que- significa lo mismo.Por lo tanto al cuate miteco-jutiapaneco,duranguense-mexicano- elnovio-le digo no os ahueveis que no sos el unico.
    Gracias Ilka;cuidate mucho y sigue praduciendo.Stamford,Connecticut.

  2. jajjaja.. me encanto… el comentario de sidney jajajaja…

    Este escrito esta buenisimo, no se como seran las cosas en los usa, dos… pero yo recomendaria que si se van a casar que se casen por lo menos con alguien con papeles.. porque para esta igual de ilegales men,, como que no trae cuenta…

  3. Puchica, Ilka. Te desbordaste de humor para narrar la realidad de la mara inmigrante. Te felicito. Un beso, Chente.

  4. solo esperemos que se siga cuidando como hasta ahora la cuata, para no hacer cola en el WIC.

  5. se te olvido describier a las alicinadas que se ponen sus zapatotes de plataforma que les quedan grandes y andan como que son cotorras, con los dedos de los pies enrollados en la orilla del zapato!! y las que se ponen su vestidos que parecen piniatas..jajajaja

  6. Chilero, cabal una realidad que hay que vivir para entender.

    😀

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