Chamusqueando entre los recuerdos.


La semana pasada no me sorprendió leer en Revista Domingo, las entrevistas realizadas a mujeres que ejercían trabajos poco comunes (es más ya se habían tardado) y mientras las leía no pude evitar sentirme identificada con cada una de ellas, aunque lo mío no es manejar aviones, camiones y tractores también tengo una historia “poco común” y es mi pasión: el balompié.

Es (conscientemente) el primer amor de mi vida, la pasión más añeja, el fútbol. Fue muy difícil ser niña en una calle o cuadra (como le llamábamos nosotros) solitaria prácticamente, cuando llegamos a vivir a Ciudad Peronia solamente habían dos casas y la de nosotros fue la tercera, el resto eran barrancos y maquinarias tratando de aplanar guindos para convertirlos en terrenos para lo que sería según la promesa del BANVI: una colonia residencial. A nuestro alrededor se divisaban solamente montañas y aldeas (que con el tiempo exploramos en manada los niños de la calle Éufrates).

Y ha de ser que tiene que ver con la niñez, los recursos y el ambiente en que crecés como vas haciendo mil malabares para crearte oportunidades. Como bien es sabido mi niñez fue muy similar a la que viven los niños en la campiña. Nos tocó adentrarnos en los barrancos para buscar leña, mi papá con su hacha y su colima y yo con el corvo cuto, (¿qué corona tenían él para ir “armado” y yo no?), a tuto traíamos los restos de algún árbol de encino que encontramos en las profundidades del barranco. Allí en el monte me enseñó mi papá a chapear, para cuando llegamos a tener jardín era chuchita para mi cortar la grama.

Hacía adobe y la mescla de cemento, pegaba bloque y hacía las columnas de hierro para echar la pared que sirvió de cerco en la casa, no se le pagaba ayudante al albañil, yo era su ayudante, igual utilizaba el nivel que la cuchara. Pegando una U, nos acaparó el eclipse aquel que oscureció por algunos minutos la mañana (¿en qué año fue? ¿Noventa y 3 ó 4?), y es que no era cuestión de que si quería hacerlo o no, era una orden y había que obedecerla, sino ya estaba listo el chicote, así que dije: te amargás o ponés buena cara, de todos modos tenés que hacerlo. Así es que me volví ducha ¿o trucha? En el merequetengue de la albañilería. Igual para rajar leña, terminaba con las manos ampolladas, pero había que hacerlo de lo contrario no había comida.
No había tiempo para la televisión (hasta el sol de hoy ella y yo no somos íntimas) así que el radio me acompañó, tronaba aquello a todo volumen mientras hacíamos las labores domésticas.
Mi papá siempre ha creído que la mujer nació para casarse y parir hijos, (por eso no puede creer que éste retoño todavía no le de nietos) eso de que vaya a la escuela es idea de algún loco que tiene el tornillo zafado. Pero le tocó el número ganador sus dos primeras hijas son hembras y ni modo le salieron “revolucionarias y defensoras de los derechos de género”. Como pudo mi mamá se impuso (a medias lastimosamente) ante tal injusticia y teníamos de dos sabores, nos lo explicó en una tarde mientras terminábamos de tortear: si quieren ir a la escuela y no quedarse como están lo pueden hacer, pero tienen que trabajar y estudiar, ustedes se la tendrán que costear. Y así lo hicimos desde cuarto primaria, teníamos que conseguir dinero a puro tubo para pagar colegio, útiles, comida, ropa, en fin… no sólo no nos mantenían sino que de ribete me sonaban cuando dejaba retrasadas y cuando no se hacían las cosas que se ordenaban. Pero como no soy buena siguiendo órdenes y mucho menos cuando son gritadas y sin justificación, recibía severendas tundas todos los días.
Estudiar para los exámenes y hacer las tareas diarias era un verdadero fastidio, no había un espacio para poner el cuaderno, no se podía desocupar la mesa del comedor, porque sino ¿en dónde se iba a cenar? Así que donde me diera la shola. Y cuidadito de apagar el radio cuando llegaban los amigos de mi papá y se echaban los tragos, era de recibir la sopapeada doble, así que aprendí a estudiar para los exámenes con el volumen del radio a todo lo que da. En esos años se incorporó mi mamá a las tardes de tertulia y cuando terminaba la última ronda y lograban sacarle el diablo a la botella, empezaban las peleas, salían volando platos, tazas, cubiertos, lo que tenían al alcance nosotras (las dos hijas mayores) nos tirábamos sobre mis hermanos pequeños para que las cosas nos cayeran a nosotras y no a ellos.
Durante noches enteras me subía al techo de la casa y sobre la lámina me acostaba boca arriba, a contar estrellas y a llorar quedito, a sentir el viento y a tratar de tirarme de cabeza sobre la banqueta, pero nunca tuve el valor.
Me prometí llegar un día a la universidad y graduarme, (y Dios concederá los deseos de mi corazón así es que no me dejará morir sin hacerlo).
Pero necesitaba alguna distracción, y no soy amiga del alcohol, (ha de ser por eso que con tres cervezas ya ando silbando en la loma) ni del cigarro, (me ha sido suficiente ver fumar a mi papá toda su vida) tampoco del sexo libre, irresponsable y de aquel que véngase el que quiera (por cleta). ¿Qué hacía? ¿Cómo podía salir de aquel lugar? (En misa me dormía, al contrario mi hermana en la iglesia encontró sosiego a su alma y se aferró a las actividades del coro y el grupo juvenil).
Poco a poco la cuadra se fue poblando de vecinos y los observaba en las tardes chamusqueando, tampoco me daban permiso para jugar, cuando se lo pedía a mi papá me decía que le dijera a mi mamá y ella me contestaba que habiendo tanto que hacer en la casa yo quería ir a perder el tiempo en abrirme la gaceta entre tanto cipote que si, ¿acaso era marimacho? Así es que me armé de valor y brincaba el tapial de la casa, les pedía juego pero no me daban porque decían que eso no era para mujeres, que las mujeres juegan muñecas.
Hasta que un día volví a pedirles juego y el más brincón de todos me gritó que no, que ellos no querían marimachos en su equipo, no lo dejé terminar la frase cuando vino a acordar ya lo tenía acostado sobre la banqueta, trompada tras trompada, (¿por algo mi papá me había enseñado a pelear va?) lo hice pedirme perdón y les volví a preguntar si me dejaban jugar: ¡sí vos vas de delantera! Fue la respuesta. En ese instante yo no tenía la más mínima idea que Dios estaba dándome la respuesta a mis preguntas, a mis súplicas, en ese instante no pasó por mi cabeza que el fútbol sería la herramienta que Dios utilizaría para salvarme la vida.
Éramos dieciséis los de la cuadra: quince hombres y yo, como hermanos, todos para uno y uno para todos, nadie daba un paso sin que el resto no supiera, nos conocíamos tan bien que con una miraba ya sabíamos lo que padecía cada quien. Descubrimos el mundo escondido en la intimidad de los barrancos, el juego de trompo, yo-yo, cincos, técnicas al paderón, la virula: esa es otra historia. Recuerdo que siempre que pasaba el año mi mamá me decía: si ganás te regalo la bici para fin de año, así desde la primaria hasta que me gradué y nunca me regaló una, así es que lo primero que hice con mi primer sueldo fue ir a comprarme una, (por pagos por supuesto) era la patoja más realizada con mi bici montañesa. Llené ese vacío y le recordé
a mi mamá que sea cual sea la promesa ya hecha hay que cumplirla. Que a los hijos no sólo se les pega ni se les trata como animales, también (y es lo más importante) hay que amarlos.
Las tardes de ir a cortar nísperos a la aldea, jocotes de corona, escondernos entre las plantas de tomates y empacharnos comiéndolos con sal y limón, las de ir a “comprar” lechugas, que nunca nos las vendían siempre nos la regalaban con tal de que ayudábamos a acarrear agua desde el segundo tanque a la casa del dueño.
Con esa manada de amigos me convertí en mica, aprendí a subir y bajar de los árboles con una rapidez increíble, a utilizar la honda, el hule con cáscara de naranja y si era muy cruel con gancho sandino amarrado a una pajilla. A chocar la mano en lugar de dar beso en la mejilla, pero el abrazo no podía faltar.
Tanta fue nuestra intimidad que no se aceptaba un reto para jugar fútbol con los de la cuadra vecina si yo no estaba en el equipo, pero es que ¿cómo podía jugar una mujer en el equipo de hombres? La opción que daban es que si quería, que me fuera de alcanza bolas a lo que yo les contestaba: que las fuera a alcanzar la más panda de sus casas. O jugaba o no había reto. Terminaban aceptando a regañadientes, hasta que me fueron conociendo y aceptando que no porque jugara fútbol una mujer era “marimacha”.
Tiempo fuera: ¿de dónde se habrán sacado esas palabras de marimacho, machorra? ¿Acaso se refieren a la mujer poco femenina?, a la que es ¿homosexual? Pero si para ser homosexual no es necesario que te guste el fútbol, hay mujeres homosexuales tan femeninas que jamás pasaría por la mente de nadie que ellas tengan diferentes preferencias en la intimidad de su alcoba. Pienso que ese término despectivo definitivamente lo tuvo que haber inventado un hombre machista que tuviera cletitud para jugar fútbol.

Pero es que viviendo en una sociedad forrada de trogloditas que se creen los dueños del universo sólo porque tienen un apéndice colgante; es nuestro deber como mujeres crear espacios para nuestras habilidades, en la tierra nada está escrito y quien tenga la capacidad para hacer un trabajo que lo haga, el “sexo” (débil o fuerte) es sólo una barrera mental.

Y así me tocó, abrir espacio primeramente en mi casa, luego en la cuadra y así hasta en la misma Federación de Fútbol.
Cuando sentía que no podía ni con mi alma, me brincaba el tapial y pateaba el balón (plástico) contra la pared de la casa, una y otra vez, salía a correr dominando el balón durante horas, las fintas, la bicicleta “mentada” es mi mero mosh, anotar un gol es una efervescencia, una explosión de adrenalina que como diría una jugadora de Brasil: “ni el mejor orgasmo lo supera”. Comprendo perfectamente a aquell@s que lloran cuando fallan un tiro desde el punto penal, cuando el equipo pierde, ¡esos dolores son perros!, o cuando por culpa de una lesión te perdés de participar en un juego importante.
Con el tiempo alguien supo de mí y me invitaron para jugar fútbol de salón en Ciudad San Cristóbal, allí la única “pelada” era yo, el equipo lo conformaban señoras entre arquitectas, abogadas, doctoras ¿y yo? Vendedora de helados. Ellas me regalaron mi primer par de zapatos de fútbol y me daban para los pasajes, el uniforme y la motivación. Mis hermanos eran mi porra, nunca faltaron mi hermana mayor se encargó de llevarlos puntualmente aunque se fueran a jalón, y les dedicaba los goles, lloraban cuando me veían anotarlos, mi papá nunca los pudo ver; observarlo allí sentado en las gradas me doblegaba, era demasiada presión para mi, nunca fui lo suficientemente buena para llenarlo de orgullo, cada vez que me acercaba al marco contrario me gritaba: ¡patas pal monte! Y cabalmente lo fallaba, me exigía demasiado y nunca pude darle la gloria de ver que su Prieto anotara un gol y se lo dedicara. Un día habló el entrenador conmigo y me dijo que si iba mi papá a verme no me pondría a jugar, porque en lugar de apoyarme me hacía fallar los tiros. Y así fue ya nunca volvió a los graderíos.
Si embargo los patojos de la cuadra me cargaban en hombros cuando llegaba con los trofeos de goleadora y de igual manera se sentían orgullosos de ser amigos íntimos de la Negra.
Llegué a estudiar para maestra de Educ. Física casualmente (aunque nada pasa por casualidad en esta vida, ni nuestro paso por ella) en realidad el que era el sueño de mi vida: ser guía de turismo. Así que mi mamá me prometió ayudarme con el estudio, fuimos al colegio Coactmalan para apartar cupo en noviembre, para estudiar bachillerato. En enero me dijo que ya no le era posible ayudarme que me las espantara como pudiera en una escuela pública, ese mismo día había quedado de acompañar a tres amigas de los básicos para sus exámenes de admisión en la escuela de Educ. Física, llegando me enamoré del ambiente y también los hice, a la semana estaba estudiando para maestra de Educ. Física ¡y no me arrepiento!
Estando allí supe de la convocatoria para participar en la primer liga femenina avalada por FIFA, y me inscribí, también los dueños del equipo ayudaron con los uniformes y mis zapatos, con los pasajes, durante dos años jugué, siempre de delantera derecha y en ocasiones volante de contención y creativo hasta que me gradué y los horarios de la universidad y el trabajo ya no me dejaron.
Pero el dinero que ganaba como maestra no me ayudaba, porque tenía que colaborar con gastos de la casa también, pensé en trabajar los fines de semana. Un amigo maestro y árbitro me habló de ejercer esa profesión, le dije que estaba loco lo que menos quería era seguir recibiendo tundas, suficientes con las que me dieron en la casa.
Hasta que un día me pidió de favor que lo acompañara a comprar un regalo para su esposa a Paiz Montufar, esa fue la finta porque enfrente quedaba la Casa de Selecciones de la FEDEFUT y de una vez me dejó sentadita recibiendo el curso, fue en junio las clases habían empezado cinco meses atrás, pero me puse al día y tratándose del reglamento de fútbol me fue fácil, en noviembre sin haberme graduado ya estaba trabajando como árbitra en un torneo de eliminatorias para los juegos nacionales.
Ser árbitro es una profesión difícil, el dinero del arbitraje siempre lo he guardado y gastado con lástima, sólo de pensar lo que cuesta ganarlo.
Una cosa era haberme graduado y otra muy distinta ejercer, enfrentarme a ese ejército de “atrasados y reculados, prehistóricos machistas” tubo diferente entonada. Otro dolor de cabeza porque yo tenía en mente llegar a la cúspide del arbitraje: ser árbitra internacional.
Ser la única mujer en medio de cuatrocientos hombres era una muralla inmensa, así es que de igual manera entrenaba, junto a ellos, dos veces por semana en el Campo de Marte y los jueves en las noches las reuniones con la gente de la Comisión Arbitral y esperar los nombramientos para el fin de semana.
Dejé muchas cosas por el arbitraje, entre reuniones familiares y de amigos, actividades de la universidad, siempre iba atrasada en cuanto a los trabajos, pero estar el fin de semana en algún campo de las provincias de mi Guatemala valía la pena cualquier sacrificio.
Fueron cinco años dedicados en cuerpo y alma al arbitraje, bajé de peso treinta libras, aprendí a comer sano, (me hice amante de la proteína) a dejar la parranda (por si salía alguna) y dormir mis horas para estar bien para el trabajo del fin de semana. Me convertí en una atleta (ni yo me la creía).
Es un trabajo arduo, cansado y muchas veces deprimente, aprender a lidiar con hombres machistas que son tus compañeros de trabajo
, tus jefes, los mismos jugadores, el público; en conclusión: la sociedad en general.
Recuerdo algunas anécdotas, en una ocasión nos tocó ir a dirigir a Morazán, cuando llegamos la plaza del pueblo estaba desierta, el pueblo estaba celebrando su feria patronal y la noche anterior habían matado a tres cristianos, todos andaban en el cementerio, el entrenador del equipo local, recuerdo muy bien que muy amable saludó a mis dos compañeros asistentes, eran altos, fortachones, y con extrañeza y no muy convencido, casi que a regañadientes me saludó, pensando que el más alto de todos era el árbitro central, a los dos los trató de profesores, al más alto de le dijo; ¿profe seguro usted es el árbitro central? A lo que mi compañero contestó: no señor es la señorita. El pobre cuate se fue de culo al ver que una mujer sería la encargada de dirigir el encuentro. No dijo nada, simplemente se retiró. Minutos después andaba un individuo albocando con megáfono: ¡una mujer va pitar, una mujer va pitar! Y allí estaba aquel campo topado a reventar de espectadores, era la novedad del pueblo, (y aunque perdieron) total que hasta autógrafos y fotos, y nos terminaron regalando gallinas, quesadillas, limones que lastimosamente no pudimos aceptar porque FIFA nos lo prohíbe.
En San Lucas Sacatepéquez en una ocasión el equipo local me recibió con un ramo inmenso de flores, hasta el alcalde me fue a saludar. Demasiada pompa según mi criterio para alguien que va a realizar simplemente su trabajo.
La de dejar ir pretendientes que en realidad me movían el tapete pero con aquello de que yo era la árbitro y ellos los jugadores nada de relaciones amorosas, así que a buscar trinque en otros labios. Já, ahora me dijeran con las mañas que te da la experiencia de la vida…
Con árbitros también me ha pasado, quienes pensaban que por tener un solo vestidor en los estadios yo me iba a desnudar en sus narices,( no es que esté tan buena pero tampoco voy a enseñar mis pellejos al chucho y al coche) y majujos no se salían, los tenía que sacar a punta de zapatazos, o quienes provocando alguna situación que diera paso a otra, comenzaban a hablar su cochinadas, pensando que iban a destapar mis oídos, pero qué si la niña ya estaba curtida, le venía del norte lo que pudieran hablar, pero sí, les hice saber que no era de camellos hablar esas puercadas frente a una dama y más si ella no está de acuerdo.
Pero también los hubieron (contados) quienes me apoyaron contra viento y marea, quienes me mimaron, fueron amigos y maestros en el arte de arbitrar a ellos que saben muy bien quienes son: ¡gracias!
Una ocasión en Santa Lucía Cotz. Esperando al otro compañero árbitro, dos horas antes del juego, llegué en falda y tacones, pero siempre tengo la salvedad de utilizar licra abajo, siempre, siempre, pues al compañero, de seguro le gustaron mis piernas porque mientras yo leía el periódico sentada en las gradas del estadio él sentado a un costado también, con ligereza de cazador metió la mano debajo de la falta y me apretó un muslo no la había terminado de sacar cuando ya tenía el labio reventado, y aunque había pensado ya nunca más andar trompeando gente, él se lo buscó y poco faltó para que el otro compañero cuando llegó también le zafara los dientes que le faltaban, logré que los sancionaran durante 6 meses sin salir a trabajar los domingos y pagó una multa en efectivo.

Y así tengo muchas, pero la más extraña fue en Cuilapa, era un juego de tercera división, Cuilapa contra Agua Blanca, el estadio topado a reventar y aunque es prohibido dejar entrar a personas con armas de fuego y blancas, allí abundaban las pistolas y los machetes y por supuesto las cervezas, así es que dirigí el partido así, faltando un minuto para terminar tuve que marcar penal a favor del equipo visitante que si anotaba el gol empataba el encuentro, y fueron tres segundos para tomar la decisión, volteé a ver a mis asistentes y estaban pálidos, (al igual que yo me imagino) y juímonos, el silbatazo y gol. Aquella malla tronaba y tiraba chispas cuando la porra enardecida raspaba los machetes en ella. Tuvieron que sacarnos de allí con patrulla, y cambiamos de patrulla tres veces mientras nos trasladaban a Barberena, porque eran demasiados los carros que nos iban siguiendo para lincharnos, en Barberena nos subimos al primer bus que se nos puso enfrente, callados los tres hasta que llegamos a la capital. Lo que no sabía es que la Comisión Arbitral había enviado a un visor a calificar mi trabajo y al parecer actué correctamente, ese juego era mi asenso a ser árbitra central de tercera división.

Y hasta allí llegué, porque haciendo mi trabajo honesto, pasando las pruebas físicas y teóricas, no pude ascender a la segunda división, para eso tenía que ceder a propuestas indecentes de directivos de la Comisión Arbitral y me negué rotundamente, me castigaron “bajo de agua como lo hacen los cobardes” bajándome a trabajar en ligas menores un año y lo soporté, luego volví a subir a la tercera división y la misma vaina: no se trata de que una mujer no disfrute su sexualidad, pero tiene el derecho de hacerlo con quien a ella se le ronque la gana. Así es que decidí desistir al sueño de mi vida y mantener mi dignidad intacta: renuncié al arbitraje en la FEDEFUT.
Hoy estoy trabajando como árbitra en Estados Unidos y las cosas funcionan completamente diferentes, el fútbol lo practican más las mujeres que los hombres, hay árbitras por todos lados y la discriminación y machismo no figuran en los campos en los que dirijo. En noviembre cumplí diez años de andar corriendo tras un balón, pero ahora me disfruto los goles desde otra perspectiva: como árbitra, pero los he llorado igual, cuando vez esos goles olímpicos que ni porque los viste los creés.
Y para concluir con esta catarsis, porque hoy no me he inventado nada, ni me he preocupado por adornar, por hacer reír, hoy he abierto mi corazón y he hablado de aquello que durante muchos años me lastimó, he hablado de mi pasión y cuando hablás de algo en donde están involucrados los sentimientos te resulta difícil enfocarte en un plano objetivo, los subjetivo tiende a apropiarse de las palabras, en ésta oportunidad he tratado de ser lo más imparcial posible (por eso soy árbitra va).
El renunciar a un sueño es un crimen atroz que realiza el ser humano contra su persona. Y viene la lucha interna, de que el procedimiento no perjudica el fin, ¿o cómo es que dice esa frase?, si para lograr la meta tenés que bailar al son que te toquen no el que vos toqués, si vale la pena llegar a un lugar cuando has dado a cambio lo más limpio de tu ser: tu dignidad. Yo no me arrepiento de haber renunciado, porque estoy consciente que di todo de mí, que escurrí hasta la última gota de sudor en mis entrenos y en los juegos, porque mi capacidad la llevo conmigo y ella no tiene precio.
Quiero añadir como punto y final que no porque una mujer sea diferente y realice trabajos poco comunes deje de ser dama. Como es mi caso, que soy la cletitud andando para utilizar tacones, para maquillarme, y eso de vestidos y falditas no va conmigo, mi personalidad es más relajada no tengo la femineidad tan expuesta, pero eso no significa que no la posea; es simplemente que entre la diversidad de mi género soy una piedra preciosa más. (Modestia aparte como buena jutiapaneca).

Ilka Oliva Corado.
28 de febrero de 2010.
Estados Unidos.

12 comentarios

  1. Hola vos, fue un placer encontrar este sitio y leer tus experiencias. Creéme que lo mejor que puede uno plasmar es lo que se vive en carne y hueso, y honestamente conocí mas de vos aquí en esta lectura ya que es muy salida del corazón. Te felicito, sos muy especial y te deseo lo mejor. Desde tu querida y mi querida Guatemala: Ennio Ramírez. …..ya vas burrrr! hehehe.

  2. puchis este se me habia pasado leerlo pero decime vos, como alguien se va a resistir a tus atributos mamaita, si tas rebuenota (y eso que no soy hueca) pero si uno de mujer se da cuenta como no esos pisaos chuchos jejeje…esa de que si dejabas clases te pegaban no te sintas sola..a mi tambien me sonaban jejeje..la tunda era mi pan diario..y a mi me pasaba por ir a jugar basket..esque mi mama era muy brava jejeje

  3. Ilka linda: Como siempre me atrapaste desde el principio. Al conocer esta faceta de tu vida, ha subido mi admiración por vos. Eres un gran ser humano. El valor de la persona no es por lo que se pone sino por lo que lleva adentro. Me conmoviste. Un beso, Chente.

  4. Recuerdo cuando conoci a Ilka, fue la primera arbitra oficial que veia, me llamo la atencion por que pito un partido entre «DEPORTIVO SATURNO» y no me acuerdo cual otro equipo, y muchas patojas del Saturno le hablaron como amigas antes y despues del partido, pero durante el, fue la central indiscutible.
    Saludos ILKA.

  5. Es impresionante como ha luchado por sus sueños y aspiraciones, ¡la felicito! Es muy motivante leer sus anécdotas. ¡Bendiciones!

  6. Felicitaciones Ilka, tristemente en nuestro país aún falta muuuuuchooo para acabar con el machismo y la prepotencia… Bien por ti amiga porque se podria decir que al fin encontraste algo de lo que querias, y claro que faltan muchas cosas más para que logres, pero esas bendiciones te vendrán en el camino más pronto de lo que piensas. Saludos amiga.

  7. … negro ya no aguanto! me quedo! andate! me decias cuando te obligaba a correr en medio de nosotros. Mi h… si te dejaba, siempre te entragaste con disciplina en los entrenos. Lastima enorme que algunos pensaron que por tu (cletitud), ibas a soltarlas facil… y esa fue la razon de que no hayas alcanzado su objetivo de ser ARBITRA FIFA… pero no les diste el gusto de que te hicieran perder tu dignidad de mujer! Satisfaccion que nadie puede quitarte. Recuerdo que un ex-copanero de trabajo de Morazan, el dia Lunes despues del partido que dirigiste alla, eras la comidilla del pueblo, todas la mujeres sorprendidas y ahuevadas por los tamanos ovarios que mostraste!
    Sabes mi negra…
    Me siento orgulloso de haber compartido contigo muchas cosas durante ese tiempo… satisfaccion que nadie puede arrebatarme del mi libro de mi vida. Tengo la plena confianza, de que tendre la particular oportunidad de comprar, leer y deleitarme el primer libro que escribas… LO COMPRARE ORIGINAL, no chafa; te lo prometo!

    Te Kierrrrroooo Mi Perla Negra

  8. Ilka: Como siempre es un deleite leerla, y que interesate sus anécdotas como arbitra, es triste que en pleno siglo XXI los organismos deportivos y entidades afines padezcan de esa miopía que no les permite ver a la mujer con igualdad de oportunidad, o será que necesitan venirse un tiempecito para este lado de la frontera para que aprendan???-.

    Al final de las cansadas como decimos por allá el padecer tantas carencias definitivamente la hizo aprender a pelear por la vida y lo mejor: que nos permitió que forjara en usted ese gran don que tiene para escribir.

    Como siempre le reitero mi admiración y cariño de paisano exilado desde la «bendita república independiente de Texas».

    PD: Aldo, como sé que sos curioso preguntame por qué TEXAS es república independiente….jajaja.

  9. Otra vez me volviste a dejar sin aliento y a respirar para adentro para no dejar caer la lagrima. Al final me da gusto leer que eres la Negra cabeza, no cola. Emprendedora. Ya me inmagino que chicotiada la que te hubieran dado si hubieras dejado 16 clases en dos años seguidos? Y para cerrar, hubieras puesto la foto que te tomaste con Joseph Platter. (al que le hubieras dado la queja deUU.hijoela gran que te pidió las cuaches en la confederación)

  10. Te dire con el Corazon…
    No es por nada que tu ser tiene tanta precensia de caracter e integridad…
    y no de cualquiera, sino de los buenos!!
    es un honor conocer a alguien como Tu, Ilka.
    sinceramenete,
    Andrea.

  11. La decisión de contar tu pasión futbolera y tus buenas experiencias (si al final enseñan snn buenas) y jajajaaaaaaaa tu nuevo uso del «va?» me cayeron frescas y limpias.

    Gracias otra vez «Negra»

    Ya quedó…. me pusiste Seco ora te recuerdo el «Negra»

    un abrazote

  12. puchis negra!!! pareciera que eso no lo escribiste con tinta, o que la tinta iba mexzclada con las lagrimas que traen los recuerdos de la patoja jodida, aquella que pijaziaba a los ishtos del barrio!!

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