Atisbos de una Cuaresma primaveral en vísperas de la Huelga de Dolores.


Ya llegaron las manadas, vienen asomando con el murmullo que los caracteriza. Éstos que te cantan en las mañanas, que te recuerdan que el sonido de sus canciones, denotan vida. Son los pajaritos primaverales que se apresuran a desperezar ese invernadero de cuatro meses en el que hemos estado inmersos los residentes del norte del país. Aquí por las cercanías de los grandes lagos, pero; yo realmente sólo conozco uno y es el impresionante Michigan, parece mar el desventurado, tanto que no alcanzás a ver qué hay del otro lado, en la otra orilla sólo se ve una línea de agua, agua y más agua. (Como cuando te parás al final del muelle viejo del Puerto de San José esperando tocar el horizonte). Malaya encaramarse en el muelle de Panajachel y dejarte pescuecear por el embrujo del Atitlán.
El Michigan por donde sea que querrás verlo te aparece, sólo redondeá la ciudad de Chicago y se asoma con el azul esmeralda a cantinearte, a tratar de acapararte la atención, de detenerte la respiración y atolondrarte los sentidos, y lo logra claro que sí, su hermosura es simplemente majestuosa, delicada y arrolladora a la vez. En éstas fechas todavía lo cubre una capa blanca de hielo, (tipo conserva de coco) que lo hace lucir canoso, fatigado y en perpetuo reposo. Son sin duda las cenizas de un frío invierno que se va retirando, que se despide de a poco, días se relaja y te deja salir sin más abrigo que una chumpa, otros te recuerda que sigue siendo invierno y montado (en su macho) en su tozudez te cambia la fotografía y esparce por doquier la blancura almidonada, rociándola en copos que caen lentamente.

Es marzo, época de transición climática; en éste mismo mes comienza a invadirnos oficialmente la primavera, aquí: mientras que allá (en Guatemala, mi chapinlandia) el calor empieza a alborotar con torrentes de colores, abundan los frescos de tamarindo, horchata, limonadas los de carambola y rosa jamaica en las tardes ofuscadas; dan ganas de beberse el pichel entero. El verano viene apuntando…, apechugándote con el bochorno que es su carta de presentación, las calles se visten de gala, ataviadas, ahogadas en la frescura de la alfombra tersa color lila, esa que se planta serena durante la época de la cuaresma, y de los preparativos para la Huelga de Dolores, la ciudad y alrededores se impregnan de ese aroma que seduce tus sentidos, te desnuda, te arropa, y se entrelaza con tu piel, es simplemente imposible no caer rendido ante su exquisitez; sus pétalos se extienden en forma de sombrilla, delicados, coquetos y sin miramientos, te esperan para tenerte al tanto: que es la época de las jacarandas… éstas que como novia virgen se entregan dispuestas y soñadoras a que te rindás ante su hermosura, éstas jacarandas que se pelean para transportarte en jalón y de un jalón a la Antigua Guatemala, lugar en donde tienen su residencia oficial. (Promesa que podés entrar a la ciudad sin necesidad de cruzarte de mojad@, claro que en época de procesiones, tenés que caerte con la mordida de costumbre).
Aquí, aquí; la historia es otra. En los últimos días de marzo y los primeros de abril el terreno es acaparado por los tulipanes, los mirás sembrados en los jardines de las casas, en los parques, es los arriates de las avenidas principales del centro de la ciudad, éstos que con sus multicolores te anuncian, te albocan y pregonan que la primavera ya no está en línea de espera, (como las pobres mujeres en la sala de maternidad del IGSS) con el atolondramiento que te zampan con su hermosura te dicen sin decirte que la primavera está en todo su esplendor, es ahí cuando te das cuenta que el iracundo revolú creado en tu interior, causado por los días nublados, los de interminables lluvias de chipi-chipi, de clima templado, no significa que te estés petateando, que tengás salpullido, ni siquiera es el mentado patatúsh, tampoco que te haya dado el sereno, mucho menos colgazón, ese síntoma es conocido en el bajo mundo como: nostalgia y melancolía.
A l@s guatemaltec@s (que palideamos con el titipuchal de penas migratorias) nos transporta en carrerita, a los borrachos instantes perennes de neblina que atalayan diariamente el altiplano, te habituás en San Lucas o Tecpán para empezar, de allí te vas metro por metro (te mando despacio porque la carretera está hecha trizas) hasta llegar a cuatro caminos y los guindos esos en donde adelantito asoman los tres volcanes que celosos cuidan la hermosura de las aguas del lago Atitlán, más para allá ya no conozco la verdad entonces los dejaré con sus recuerdos, a ustedes que conocen . Porque yo a lo más que llegué fue a San Marcos (y para mi dolor manejando de noche por la gran chucha…).
Me regreso del colazo emocional que me di por el altiplano (en bicicleta BMX) y me sumerjo en el frío invernal de Chicago, ya dejé la neblina tranquila en el occidente que allá queda bien, como cuadro listo para enmarcar…
Aquí, es época en que los patos salen a lucir sus plumas de pijije, éstos no se andan a tientas, caminan como Juan por su casa en el lugar que se les pegue la gana, detienen el tráfico cuando sin tocar el timbre para el transeúnte se tiran despabilados a cruzar las calles, y allí van en manada, la nana y los hijos, con aquella choya… (que me recuerda el servicio de la chonta guatemalteca) allí siguen en fila india moviendo el cutete de un lado a otro, (y yo con la envidia del quiebre de rabadilla ese) según yo para apresurarles el paso les canto la canción: …la patita va al mercado….
Por otro lado mirás como reverdece el monte, observás que la grama hoy en día es metrosexual también, (con eso de ir a la moda) porque cada dos semanas, se le da el mantenimiento en patios de casas y parques, la dejan pelona, con caminitos por aquí y por allá, la cepillan, aspiran y ya casi que la perfuman con agua florida, en fin son cosas del diario vivir en una tierra como gringolandia. Ya me imagino esas máquinas (las tufosas podadoras) metidas en los zacatales de los potreros de oriente… de fijo fundidas al primer filazo. Es que allá a puro corvo y colima nos manejamos… y para los niños la modalidad del corvo cuto. (Aclaro que allá no todo es cuto, sólo los machetes… [No vaya ser y me meta a clavos por bocona, como sabrán en Guate., del aire le caen a uno los porrazos]).
Desde San Miguel Dueñas me vienen a cautivar y cantinear el ánimo las faldas del volcán de Agua, en ese mismo viaje me trae escondidas (como cuando jugás piedra, papel o tijera) las tardes indelebles forradas de melancolía, es tiempo de cuaresma indudablemente, de que asomen ya las alfombras, los cucuruchos, el corozo, los ramos en el domingo estelar, el incienso, las jacarandas que desnudan sus ramas para ayudar con el alfombrado, es tiempo de Semana Santa. Aquí es tiempo de que asome la avorazada Easter: que te descascara la moral.
Es tiempo también (y vuelvo a zamparme una pócima de nostalgia que drogada me permite transportarme al terruño amado) de ver poblar con los colores típicos distintivos de cada facultad, las calles aledañas a la Tricentenaria Universidad (de mis amores) de San Carlos de Guatemala de leer los boletines; éstos son bien tipos y chileros que le ponen la pimienta, el chiltepe y el comino (en el caso de Rabinal), a la víspera del desfile del Viernes de Dolores; es que es lujo vos, cuando entran los del honorable, a sacarte del estado de coma en el que te encontrás cuando estás recibiendo la cátedra con el Lic., más yuca; en un dos por tres éstos te reviven con el RCP (los matasanos de medicina) y jule canelo al patio todos a escuchar el recital. Es época de talonear el No-Nos-Tientes (bueno que a mí si me tientan no me enojo, claro está todo depende de la clase de tentada que te vayan a dar…), allí van los nue
vos estudiantes, los que repiten, también los que ya son parte del inventario, (como Lencho Patas Planas y Rotavirus) se engullen enrollados en ese enajenamiento, en esa emulsión de sueños y realidades propias del estudiante san carlista, no de balde son del pueblo y para el pueblo, fiados con ojos de amor primero o de primer amor… babeando en cada actividad, con el característico aire de campesinos finos, abundan en cada facultad y escuela; las capuchas y pañuelos de colores, los chiniques, los toques, los prenses, agarres, y soques. Los chupes, chupones, borracheras, tocaderas y parrandeadas ya por último las tanteadas lloraderas, (por los niños hijos de la huelga… mejor dicho engendrados en plena víspera de huelga, con aquello que camarona que se duerme… se la… atalayan lo cangrejos…) vienen asomando los reyes feos, con aquel su vocabulario florido, escurriendo prosa, trenzando aplausos y acaparando las carcajadas del público, toda esa algarabía que se vive previo a la intervención en la suma actividad , dopados por la emoción de salir a gritar, recitar y albocar los dolores de un pueblo que canta, porque está cansado de llorar, salen a dispersar las emociones creando con ellas una fiesta que más de cinco generaciones han vivido, los vitoreos, las cantineadas a las patojas que asombradas y de soslayo se acomodan entre la aglomeración de personas que asisten a presenciar el desfile.
Ése el que con bufa osadía proclama, en burla cruel y agrio sentido de la realidad; el derrumbe de una sociedad justa, allí que con pancartas, bailes y procesiones, te empapan con tinta fresca el lienzo de mediocridades gubernamentales, del abismo que vive un país tan pequeño como Guatemala, de las zanjas creadas entre hermanos, canches, negros, ricos y pobres. Gritan los estudiantes: ¡me canso ganso! , y repudian los chicotazos que te mete el gobierno a diario, de la zarandeada económica que desubica a todos, menos a los pocos pelones ricos y testarudos, a esos azadones que disfrutan de los elíxires de la impunidad. Esa que con sus puercadas, debilita la claridad en la eterna patria del criollo.

No puedo ponerle el punto final a éste tushte sin contar que hoy amanecí apercollada de la Chabela, tísica me puse cuando la vi, me entró la perseguidora, y de shute la tartamudeadera, por poco y me voy de cu… lumbrón, la pobre estaba que era un hueso muchá. (Yo creo que no había comido en todo el viaje, como le pasa a los que se avientan de mojados la frontera). Tintineante sentí la quijada, tanto que hasta música escuché ( tipo la batucada que bailaron el año pasado las patojas de comunicación en pleno desfile) por poco y me aviento de la cama a bailar y a tratar de agarrar el paso, (sólo me hacía falta el uniforme color verde esmeralda) por la gran diabla muchá me entró la aflicción cuando una a una fueron saliendo de su boca, ésta en pura osamenta (sí, de la boca de la Chabela) las letras de una canción que identifica (como el El Grito…) a todo aquel san carlista de pura cepa.

¿Sabés vos cuál es?
¡Bah! ¿Bando a que no me la cantás?
Es esa misma, la que le eriza la piel al escuchar su música, sus estrofas, sus versos, al que con capucha y sin capucha… (que muy bien describe la historia Asturias, en su Viernes de Dolores). ¡La infaltable Chalana!
Y digo en carrera a tomar un vaso de agua (de té de tilo hubiera querido o de hoja de paterno [no, no esa es para las mujeres preñadas que están a punto de parir, sirve para arreciar los dolores dice mi abuela] va aunque sea agua azucarada pero ni tiempo me dio) por poco me daba el soponcio, yo tan lejos y tenerla en mi cama con canto y todo. Así es que me puse mi capucha color fucsia y pizpireta me trepé a mi carro y me fui cantando mi Chalana, mientras manejaba en una de las autopistas interminables de la ciudad de los vientos, por fin llegué ya entrada la noche a una actividad programada por compañeras de la comunidad guatemalteca, para celebrar el día internacional de la mujer. Allá una gran enculada me di, al ver a unos cuantos amigos san carlistas, que igual llevaban su capucha puesta imaginariamente, así que con dos tragos de cusha en la garganta (de dónde jodidos puro café de la Cooperativa Santa Anita había) nos entonamos en coro, la Chalana y de paso aquellos cuates cuscos se bailaron unas cuantas de Rotavirus con la Chabela.

Así es que envío un abrazo con olor a jacarandas a todo aquel estudiante san carlista, a los licenciados infieri, a los que la tesis la andan a tuto, los que se quedaron el en curso preuniversitario, a ustedes que son hij@s de esa alma mater. A ustedes que suspiraran en el extranjero tanto como yo.
Yo; yo que suspiro, briaga, oliendo a chicha de tres días ahogada en esa goma que se vive desde la diáspora: en un marzo típico de la ciudad de los vientos.

Y a usted que sí puede respirar a brazos extendidos el olor a jacarandas allá en la Guatemala de la Asunción lo cuco a que me invite a un mi vaso de limonada hecha con limón-mandarina, porque aquí ni de contrabando se miran.

Ilka Oliva.
Marzo 8 de 2009.
Estados Unidos.

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